La paradoja del periodista chileno Ibar Aibar Varas fue que regresó del exilio en los ’80 para trabajar en los nuevos medios que se habían propuesto derribar a la dictadura militar, pero una vez que la negociación condujo a ese objetivo resultó desempleado, porque bajo ese mismo gobierno de Patricio Aylwin que contribuyó a elegir, […]
La paradoja del periodista chileno Ibar Aibar Varas fue que regresó del exilio en los ’80 para trabajar en los nuevos medios que se habían propuesto derribar a la dictadura militar, pero una vez que la negociación condujo a ese objetivo resultó desempleado, porque bajo ese mismo gobierno de Patricio Aylwin que contribuyó a elegir, los jerarcas de la Concertación cerraron su diario El Fortín Mapocho, al igual que otros medios opositores a la dictadura de Pinochet. En otras palabras, esos medios no recibieron apoyo político y sustento económico publicitario de quien consideraban como «su propio gobierno». Así como muchos otros trabajadores de prensa utilizados y traicionados, Aibar perdió su empleo al poco tiempo de comenzar la llamada «transición a la democracia». Quienes lo vimos por última vez para despedirlo a su segundo -y definitivo- exilio a Francia en 1995 quizás no nos dimos cuenta de la gran tristeza de su partida.
El Círculo de Periodistas anunció que el martes 10 de abril, 18:30 horas, comenzará su Ciclo Cine y Periodismo con la exhibición del documental-reportaje En el nombre de mi padre, del chileno francés Ibar Aibar Ferrand. Precisamente, esta breve película (33 minutos) narra la tragedia vivida por su familia: sus padres, el periodista chileno Ibar Aibar Varas y la ciudadana francesa Michelle Ferrand, y sus cinco hermanos, que también es la historia de miles de gente chilena cuyas vidas, carreras, hogares y familias fueron literalmente tronchadas por el golpe militar y la dictadura de 17 años que derribó a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.
Periodista como su padre, Aibar Ferrand interesó en París al canal donde trabaja para realizar un reportaje al país de su padre, que también es el suyo, y de paso, matar de una vez la propia pesadilla recurrente que cargó consigo desde que a los 6 años los militares chilenos lo obligaron a presenciar cómo torturaban a su padre en su propio domicilio.
El autor del film, que hoy tiene 45 años, y sus hermanos, pasaron algunos días al cuidado de una vecina llamada «tía Mercedes», hasta que las gestiones de la Embajada de Francia consiguieron liberar a la madre, quien pudo llevárselos a París. A Ibar padre lo encerraron en el Estadio Nacional, transformado entonces en campo de tortura y prisión castrense, y después lo llevaron al Campo de Concentración de Chacabuco. Nunca supo cuál fue su delito, nunca se le formularon cargos. Sus hijos siempre sintieron que les faltó saber más sobre la prisión de sus padres, ya que ambos fueron muy discretos sobre esa dura experiencia vivida. Así nació este reportaje-documental que salió al aire en Francia cuando Ibar padre ya estaba muerto.
Treinta y dos años más tarde, convertido en periodista de televisión, el hijo Aibar Ferrand regresó a Chile y encontró a sus antiguos vecinos, incluso a la «tía Mercedes», a cuyo marido los seis hermanos también escondieron y salvaron cuando los militares llegaron a su vez a buscarlo. Simplemente, lo ocultaron sentándose apiñados sobre su cuerpo cubierto por una manta, como si el vecino fuera un asiento.
Ibar Aibar hijo conoció a un policía que prestó alguna ayuda a su padre en el Estadio Nacional. Visitó ese lugar con el amigo y ex jefe de su padre Alberto Gamboa, director de Clarín, también camarada de prisión en el recinto deportivo y en el campo de concentración Chacabuco. Tuvo un encuentro con el juez Juan Guzmán, que sometió a proceso a Pinochet por violación de derechos humanos, y descubrió que en su propio barrio hubo un delator. Así, armó los elementos del rompecabezas hasta llegar a la puerta del individuo que torturó a su padre, en un breve film que muestra la búsqueda de la verdad con determinación y la fidelidad y emoción de un hombre que no quiso olvidar.
Este «Carnet de Ruta a Chile», nombre de esta emisión de «Enviado Especial» de TV France 2, contiene también abundantes imágenes de archivo que recuerdan la página más trágica de la historia de Chile del siglo 20, una página que va más allá de la historia personal de Ibar Aibar Varas y su familia. Entre otras, reproduce imágenes de «Yo fui, yo soy, yo seré», de los documentalistas de la ex RDA Heynowsky y Scheumann, quienes filmaron al interior de los campos de concentración de Chacabuco y Pisagua en 1974.
¿Quién fue Ibar Aibar Varas?
Nacido en el puerto salitrero de Taltal, 1.114 km al norte de Santiago y 99 km al sur de Antofagasta, estudió primaria en la oficina salitrera Pedro de Valdivia, humanidades en el liceo de Antofagasta y se graduó en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, en Santiago. En un temprano viaje a Europa, una vez terminados sus estudios de periodismo, conoció en París a la francesa Michelle Ferrand, quien lo acompañó en su regreso a Chile para fundar una familia.
Trabajó en los diarios El Espectador, La Gaceta, radio Minería y, entre otros cargos, fue jefe de crónica de Clarín desde 1967. Detenido por la dictadura militar el 13 de septiembre de 1973, estuvo preso en el Estadio Nacional y posteriormente fue trasladado al campo de concentración de Chacabuco, en el desierto y muy cerca del lugar donde nació. Expatriado a Francia en 1974, vivió por una década en París, donde creó las revistas Urgente, Amérique Latine y Especial Amérique Latine.
Como la justicia militar o civil de Chile jamás formalizó cargos en su contra, Aibar decidió regresar en 1984. Ingresó a la revista Cauce, dirigida por Alejandro Cabrera, que denunciaba crímenes y violaciones de derechos humanos de la dictadura militar. Luego trabajó en el diario popular Fortín Mapocho, que dirigido por Alberto Gamboa luchó por la derrota de Pinochet en el Plebiscito de 1988 y apoyó, al año siguiente, la candidatura presidencial de Patricio Aylwin, de la Concertación de Partidos por la Democracia, que ganó las elecciones.
La paradoja fue que bajo el gobierno de Aylwin se cerró el diario, al igual que otros medios opositores a la dictadura de los militares que simplemente no recibieron apoyo político y sustento económico publicitario de quien consideraban como «su propio gobierno». Así como muchos otros trabajadores de prensa, Aibar perdió su empleo al poco tiempo de comenzar a caminar la llamada «transición a la democracia». A Ibar Aibar Varas le tocó vivir la amarga paradoja de ser víctima de los acuerdos secretos que condujeron a la salida de Pinochet por «la vía pacífica», a cambio de «la paz social» garantizada al gran capital y a la inversión extranjera por la Concertación, que ya no necesitó más a los medios que la ayudaron a levantar el movimiento social que condujo al dictador y a su gente a la mesa de negociación. Y hace dos décadas que así se acabaron los medios populares, subvencionados algunos desde el exterior, y también se acabó por 20 años la movilización popular, estimulada en sus momentos más álgidos de los ’80 por esos diarios y revistas. Hoy Aibar habría observado el regreso de esa movilización popular con los estudiantes de todo el país y los habitantes de Aysén.
En 1995 Aibar regresó con Michelle a París, esta vez al exilio definitivo. Allí en la capital francesa, este periodista nacido en Taltal reflexionó que -pese a «doce años del gobierno de la Concertación Democrática»- no se resolvían los graves problemas sociales, políticos, económicos y humanos heredados de la dictadura de Pinochet. Entonces, se dedicó de lleno a terminar su libro testimonio de lo vivido, la injusta prisión que tronchó su vida y dejó su homenaje propio a los trabajadores del norte y al pueblo chileno. Sol y cielo abonaron mis sueños infinitos, 300 páginas, apareció en 2002, publicado por Editorial Emege Comunicaciones.
«La infancia nortina de Ibar Aibar, modelada por el paisaje inhóspito y la tórrida pampa -señala la descripción de su libro en Internet (1)-, la riega con imaginación sublime y energías desbordantes. Sus anhelos de niño, de ardiente inocencia, lo encaminan por horizontes infinitos en pos del sol, para tocarlo con sus menudas manos y convertirse en su amigo inseparable. Esos devaneos infantiles y las peripecias sufridas bajo la dictadura militar, donde inmortaliza las vivencias del mundo salitrero, son los temas de fondo de esta publicación. Es el relato de un prisionero en las mismas calicheras donde floreció su infancia y donde perdió su libertad. Nos lleva a través de sus recuerdos a un mundo inolvidable, poético y auténticamente humano».
Ibar Aibar Varas murió en junio de 2004, a los 74 años. Sus restos se encuentran en el cementerio Pere Lachaise, París.
*) Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno
Notas:
1) http://www.archivochile.com/