El antirracismo no es una lucha cerrada por unos pocos derechos para una sola parte de la población, sino que trata de alcanzar o, al menos luchar, por toda la justicia.
En estos días de marzo, entre el 21 y el 25, un fervor internacional se pronuncia contra la discriminación racial; pero esta debe ser tarea de todos los días, en cada hogar, familia, escuela y grupo de personas de cualquier color de piel. Y estimular que organizaciones e instituciones asuman creativamente el modo de reducir el racismo, un lastre tan deshumanizador, aun persistente en el siglo XXI.
Descolonizar es una ardua tarea en toda nación parida por la esclavización. Esclavizar, maltratar y discriminar son ejercicios sociales y políticos que nacen en la cabeza de grupos dominantes, cuyo privilegio crece sobre la humillación de millones de almas y cuerpos oprimidos. Identificar nuestros entornos de opresión y discriminaciones varias es una tarea libertaria, cuya dificultad de articularse crece entre las trampas que la colonialidad genera y reproduce en nuestra vida cotidiana.
Cuba requiere un esfuerzo institucional y social más práctico en esta lucha. Situar las coordenadas de nuestra lucha antirracista, más allá del culturalismo al uso, entre esas familias negras, mestizas y blancas sin bienestar material (viviendas, empleo, comida), vida digna ni acceso a tecnologías; entre ellas se desdibuja la lucha emancipatoria y se apagan los sueños por el descuido que, tras mucha resistencia, les lanzó a la sobrevida material y espiritual. Urge superar la desidia, las rabias y las fugas. La enseñanza de la historia exige un vuelco y los medios de comunicación, replantearse sus campañas de guerra permanente, como si viviéramos en Ucrania y no en medio del Caribe, con la esperanza de encontrar —y no implosionar— la nación que queremos.
Hoy bregamos con varios tipos de discriminación y esto requiere una reflexión más allá del color de la piel. El antirracismo no es una lucha cerrada por unos pocos derechos para una sola parte de la población, sino que trata de alcanzar o, al menos luchar, por toda la justicia. Recientemente fueron condenados muchos jóvenes cubanos, buena parte negros y mestizos, a excesivas condenas por delitos poco comunes. Mi impericia legal y la desinformación del discurso y el contra-discurso oficiales no me ofrecen tanta certeza como las voces de familiares y vecinos de los condenados. Faltan detalles y sobra discusión sobre este proceso. Es un momento grave donde explico a jóvenes cercanos la necesidad de defender un proyecto histórico que comenzó en Cuba mucho antes que pudiéramos llamarle Izquierda, Revolución o Socialismo.
En el Verano Caliente de 1989, durante varias noches, la televisión cubana mostró rostros, declaraciones y evidencias del juicio más difícil librado en cortes cubanas. Aquellos sucesos fueron explicados abiertamente en varias instancias de la sociedad, de modo que la población obtuvo, sino toda, al menos parte sustancial de las causas del proceso. En el caso actual, se informó con frecuencia durante los meses de julio y agosto; hoy, la información es insuficiente. (También lo es sobre la forma en que casi 50 mil personas abandonaron el país en el último semestre, donde la gente negra y mestiza es muy escasa, según las fotos y videos de quienes atraviesan esas rutas).
Estar afuera o adentro está resignificando, otra vez, el tipo de vida de quienes permanecemos en Cuba, por decisión propia o por falta de otra opción. Surgen nuevas barreras discriminatorias (legales, económicas e ideológicas) que reducen el espacio de la vida donde la gente sueña, trabaja y sobrevive en la isla. Espacio que significa otros caminos, más allá de los diseños del bloqueo/embargo y de la lectura burocrática de nuestra realidad que ofrece el Noticiero de Televisión.
Desde este espacio preservamos los sueños y el futuro en/desde Cuba: evitemos que se cierre o sea corregido por la desmesurada presión de discursos políticos de aquí o allá, poco interesados en lo profundo de nuestra vida y sentido comunes. Los silencios, evasiones o imposiciones nublan las oportunidades. Aquí y ahora, vivimos un malestar social que a muchos deja paranoicos, reactivos, temerosos, cínicos o indiferentes: tales actitudes nos alejan de una conversación responsable, familiar, profesional o social, que asuma y desafíe las coordenadas locales y globales de un contexto que requiere análisis y propuestas más veloces, practicas y socializadoras de nuestras ideas sobre el presente y el futuro de la nación. ¡Mañana será tarde!
Fuente: https://oncubanews.com/cuba/en-la-isla-y-en-la-piel-de-todos/