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En la muerte de la hispanista marxista Rosa Rossi

Fuentes: Rebelión

«Una referente del hispanismo italiano, La estudiosa marxista centró su investigación en la faceta rebelde de figuras como las de Cervantes, Juan de la Cruz y Teresa de Ávila», así titulaba Fanny Rubio su necrológica de la gran hispanista Rosa Rossi el pasado martes 12 de febrero [1]. Como los del diario global son muy […]

«Una referente del hispanismo italiano, La estudiosa marxista centró su investigación en la faceta rebelde de figuras como las de Cervantes, Juan de la Cruz y Teresa de Ávila», así titulaba Fanny Rubio su necrológica de la gran hispanista Rosa Rossi el pasado martes 12 de febrero [1]. Como los del diario global son muy suyos no puedo reproducirla en su totalidad. Copio y selecciono algunos pasos de la excelente nota de la catedrática de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.

Antes de ello, unos datos esenciales. Rosa Rossi era comunista, había sido miembro del PCI, era de hecho miembro del PCI, como lo fuera su compañero y esposo Renzo fallecido hace algunos años. Y Rosa era, desde luego, una gran gramsciana, amiga de juventud de otra hispanista y gramsciana, Giulia Adinolfi, también militante comunista del PCI (cuando vivió más tarde en España, lo fue del PSUC) y miembro de la resistencia italiana desde su adolescencia (Miguel Núñez ha contado la admiración que sintió por ella desde el momento en que la conoció).

Rosa Rossi nació en Canosa, en el sur de Italia, en 1928, y falleció el pasado 4 de febrero en Roma. De la estirpe de Mario Socrate, Dario Puccini, Carmelo Samona y Mario di Pinto, comenta FR, fue «amiga en España de Manuel Sacristán y Giulia Adinolfi y de los entonces jóvenes analistas de las revistas críticas Materiales y Mientras Tanto«, como Juan-Ramón Capella, Toni Doménech, Antonio Izquierdo y Francisco Fernández Buey. En algunos números de Materiales de finales de los años setenta se editaron cartas de la polémica entre ella y Sacristán y Adinolfi en torno al PCI y a la extrema izquierda italiana. Rossi, prosigue FR, «ha seguido creando cada día desde su ya lejana cátedra en la Universidad de Roma… otro tipo de modelo interpretativo basado en la irrupción de la historia en la vivencia creadora de los clásicos y en la potencia rebelde que alojaba la subjetividad de figuras como Cervantes, Juan de la Cruz y Teresa de Ávila». El modelo Teresa de Ávila que reconstruye desde la interioridad disidente, señala la profesora Rubio, «es el de una mujer que existe como conciencia y con la sola ayuda de una «oración mental» de subversiva lucidez, frente al primer índice de libros prohibidos que somete al olvido transitorio a figuras que con el tiempo serán enaltecidas».

En los últimos años, recuerda FR también, «ocupó un lugar excepcional como mediadora del diálogo hispanoitaliano, pese a estar algo cansada y evidentemente distanciada del vomitorio de las cien mentiras en que se han ido convirtiendo, pese a ellas, las sociedades mal entretenidas de la Europa del sur que ella criticaba como buena marxista que aspiraba a cambiar lo que menos le gustaba del mundo que vivía. Por eso se reconoció en los rebeldes españoles golpeados por la historia de su tiempo, cuyo ritmo de pensamiento captó sabiamente».

Puedo dar testimonio de esto último en la única conversación telefónica que mantuve con ella. ¡Recuerdo muy bien la forma en que me habló del «payaso Berlusconi»!

«Rossi ha seguido en los últimos años dando cuerda secreta a otro tipo de diálogo entre filología, filosofía y poesía, convirtiendo en expresión liberadora las maldiciones que nos cercan de vez en cuando», señala Rubio. Siempre se refería a sus creadores y creadoras favoritos: «los que conocieron la alegría de no estar de moda con el fin de poder ser leídos siempre». El comentario hubiera hecho las delicias de Manuel Sacristán. Algo parecido escribió este último sobre uno de los autores más amados por Adinolfi, Rossi y él mismo: Antonio Gramsci.

La casi clandestinidad creativa y la rebeldía indiscutible de sus últimos años, concluye FR, «siguió poblada de discípulos dentro y fuera de Italia, de manera que su abandono de la universidad nunca significó el de la tutela que ejerciera siempre de una forma de verdad equidistante que se aloja en el imaginario creador, a cuyo desvelamiento aspiran obcecadamente todavía, de la mano de maestros como Rosa Rossi, los nuevos y golpeados filólogos de este difícil tiempo sin palabras».

Rosa Rossi intervino en los dos homenajes que se organizaron en 2005 en honor de sus amigos Giulia Adinolfi y Manuel Sacristán. Cuando preparamos los documentales dirigidos por Xavier Juncosa sobre la obra y vida del autor de Panfletos y Materiales, la entrevistamos en su casa de Roma. Hay un muy interesante testimonio de ello en la documentación depositada en la Biblioteca de la Facultad de Economía y Empresa de la UB y en varios de los documentales que componen «Integral Sacristán».

Una carta de 12 de junio de 1978, que sus amigos Sacristán y Adinolfi le dirigieron, se iniciaba con estas palabras: «[…] tienes razón en tu crítica de la nota antepuesta por la redacción de la revista a las intervenciones en la reunión de Florencia del 7 de marzo de 1977 (Materiales, nº 7, p. 133). Hay motivos sobrados para oponerse a la confusión de pensamiento cada vez más difundida en los movimientos que atacan a las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera. Esas gachas mentales son ya hoy caldo de cultivo de gérmenes reaccionarios, y no es imposible que se llegue a cocer con ellas -como hace sesenta años- el caldo gordo para el gran capital en crisis. La experiencia movimientista-fascista que recuerdas en tu carta no es específicamente italiana. En España se vivió de forma bastante parecida. También aquí la oscuridad y confusión del pensamiento de varias tendencias revolucionarias dio cierto pábulo a la llama fascista. Y no se trata sólo de historia».

En otra posterior, fechada el 3 de diciembre de 1980, unos diez meses después del fallecimiento de Giulia Adinolfi, Sacristán comentaba a su amiga: «[…] Estoy seguro de que llevas razón cuando dices que el dolor de quien la ha amado es inexorablemente distinto de cualquier otro. Eso está tan claro para mi, que no hablo de Giulia con nadie, a pesar de que yo estoy hablando conmigo mismo de ella o con ella, el día entero despierto, y de noche en sueños. No es que no me atreva a nombrarla ante otros. Al contrario: hablando con Vera [Sacristán] o con amigos que también lo fueron de Giulia la nombro a menudo. Pero no hablo en ella, como se dice en La Celestina….«

Líneas más adelante, Sacristán señalaba: «El otro asunto es el de María de Cazalla [2], aunque entendido en general. Precisamente estos días en que no voy a clases por causa del enfriamiento que te he dicho, estoy ordenando los apuntes de Giulia sobre el siglo XVIII español, al que dedicó tanto trabajo. A menudo me viene la idea de ponerme yo a estudiarlo, pero hasta ahora me resisto a ello; me parece demasiado irracional pasar ahora, a los 55 años, de filósofo y más-o-menos-germanista a hispanista. Creo que es más serio que siga cultivando un poco el germanismo para llevar adelante lo mejor posible mi edición castellana de Marx y Engels [3]. En esta cuestión tú dispones de soluciones mucho más ricas afectivamente».

Sacristán se proponía aprovechar la situación de Rossi y su competencia «para pedirte consejos, una vez que tenga bien a la vista todas las cosas de Giulia».

Otro amigo suyo, recientemente fallecido, leyó su obra con pasión y devoción: Francisco Fernández Buey.

 

Notas:

[1] http://cultura.elpais.com/cultura/2013/02/11/actualidad/1360618397_832799.html

[2] María de Cazalla (Palma del Río, 1487), vivió la mayor parte de su vida en los pueblos de Orche y Guadalajara, lugares donde se convirtió en una de las líderes espirituales de los llamados «alumbrados», movimiento del que ha sido considerada una de sus fundadoras. Cercana a los círculos intelectuales erasmistas de la recientemente creada Universidad de Alcalá, María de Cazalla predicó sus ideas y su interpretación del Evangelio mayormente a «mujeres y en la cocina». En 1532, dentro de una campaña de persecución del erasmismo y el luteranismo, fue apresada y sufrió un proceso inquisitorial durante el que estuvo mas de dos años en las mazmorras secretas de la casa del Santo Oficio de Toledo.

Pueden verse referencias de María de Cazalla en el artículo de Rosa Rossi: «Teresa de Jesús (I)», mientras tanto , nº 14, febrero 1983, pp. 63-80 y mientras tanto , nº 15, mayo 1983, pp. 29-46). En nota a pie de página de la primera parte (n. 5, p. 69), señalaba: «Entre los «rehabilitados» estuvo también María de Cazalla, de cuyo proceso se desprende que uno de los cargos era el de «ser esta rea tan presuntuosa, tomando oficio de predicadora y enseñadora de doctrina que a solos hombres sabios e de Orden de oficio se concede»; en ese proceso estaba trabajando en los últimos días de su vida Giulia Adinolfi, y de su trabajo proceden no pocas de las ideas que estoy tratando de exponer aquí».

[3] Las OME, las Obras de Marx y Engels editadas por Crítica. Se proyectaron unos 70 volúmenes, editándose unos 11 en total. Sacristán tradujo los tres volúmenes editados de El Capital .


 

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.