Este cinco de octubre 2005 se cumplen 31 años de la muerte en combate de Miguel Enríquez, fundador y Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Aunque su organización ya no existe, su legado sigue siendo un punto de referencia política tanto para Chile como para toda América latina. En esta oportunidad, pensamos interesante publicar […]
Este cinco de octubre 2005 se cumplen 31 años de la muerte en combate de Miguel Enríquez, fundador y Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Aunque su organización ya no existe, su legado sigue siendo un punto de referencia política tanto para Chile como para toda América latina. En esta oportunidad, pensamos interesante publicar este texto, escrito el año pasado para la conmemoración de los 30 años del asesinato de Miguel por parte de la dictadura de Pinochet.
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¿Quién era Enríquez?
Miguel Enríquez nació en Concepción en 1944, en el seno de una familia de intelectuales y políticos del Partido Radical. Al ingresar a la Universidad en 1961, a estudiar Medicina como su padre, se vinculó al Partido Socialista. En el seno del Partido Socialista Enríquez desarrolla un intenso aprendizaje político y una actividad grupal con otros militantes de formación trotskista, impulsando ya en ese entonces actividades del movimiento campesino de la provincia de Arauco. En enero de 1964, debido a su crítica a la política oficial del socialismo fue expulsado de ese partido junto a un grupo de jóvenes de Coquimbo, Santiago, Talca y Concepción. Integrado a una pequeña organización de izquierda, la Vanguardia Revolucionaria Marxista (rebelde), concurre a la formación del MIR en agosto de 1965, siendo elegido allí entre los miembros del Comité Central. En el seno del MIR, y en forma paralela a sus actividades como estudiante destacado y dirigente estudiantil de la Universidad de Concepción, encabeza la lucha contra los sectores más tradicionales, consiguiendo en 1967 ser elegido Secretario General de la organización, cargo que ocupa hasta su muerte. Perseguido por el gobierno de Frei Montalva, Enríquez tuvo que vivir clandestino desde 1969, como otros dirigentes del MIR. En ese periodo el MIR, que en el curso de las luchas por la reforma universitaria se había consolidado entre los estudiantes de gran parte del país, comienza a tener una importante influencia en algunos sectores poblacionales, en obreros de la pequeña y mediana industria y en sectores campesinos del sur. Aunque desde 1969 el MIR había declarado un NO a las elecciones, en agosto de 1970 declara su apoyo al candidato de la Unidad Popular y asume un rol importante en la defensa del triunfo presidencial y en la custodio del propio Allende.
Con el triunfo electoral de Allende, las aspiraciones de grandes masas del pueblo comenzaron a expresarse en movilizaciones y exigencias concretas. El MIR asume la política de acompañar esas movilizaciones y de exigir que el Gobierno apoye las reivindicaciones del pueblo; ello significó una fuerte y constante pugna con los sectores más conservadores de la Unidad Popular, especialmente con el Partido Comunista. Sin embargo, Enríquez y la dirección del MIR no valoraron en su real magnitud el carácter de la lucha política que se abrió con el triunfo de Allende y ocuparon demasiados recursos en tareas conspirativas y de seguridad, fuerzas que podrían haber sido mejor ocupadas en las luchas concretas de los pobladores, los campesinos, los obreros y los sectores medios. Recién a mediados de 1972 el MIR se vuelca por completo a encabezar las luchas sociales, pero debido a su retraso llegó al momento del golpe de Estado con una influencia real de masas aún débil. Al momento del Golpe de Estado, en septiembre de 1973, Enríquez participó activamente en algunos de los pocos enfrentamientos iniciales y dirigió durante un año el intento de su partido por recomponerse y enfrentar la lucha dictatorial a pesar de la deserción de otras fuerzas políticas de izquierda. En ese contexto la consigna lanzada por Enríquez, «El MIR no se asila» tuvo importantes efectos morales y constituye una de las claves de la persistencia de la imagen del MIR a pesar de su aniquilamiento. Detectado y rodeado por las fuerzas represivas el 5 de octubre de 1974, muere en desigual combate.
Una izquierda diferente
En algún momento de 1972, cuando la ofensiva de la derecha contra el gobierno de la Unidad Popular hizo que algunos militantes del MIR se plantearan la posibilidad de una alianza más estrecha con el gobierno de Allende, Enríquez señaló que hablar de unidad de la izquierda era engañar al pueblo con ilusiones. En efecto, para Enríquez el MIR no era una organización más de la izquierda chilena. La mayoría de la izquierda buscaba mejorar el capitalismo chileno, y por eso Allende y el Partido Comunista hablaban de una «revolución» antiologárquica, antimonopólica y antiimperialista, pero en ningún caso anticapitalista. Sólo sectores al interior del PS, la IC y el MAPU discrepaban de esa posición mayoritaria. Para Enríquez, en cambio, la situación de crisis del capitalismo chileno debía ser aprovechada no para hacerle parches o mejoras sino para construir una sociedad completamente nueva, una sociedad socialista. Por eso siempre que el MIR habla de unidad de la izquierda le antepone «unidad del pueblo» como lo esencial, unidad del pueblo para luchar por el socialismo y, en esa medida y sólo en esa medida, unidad de las fuerzas políticas que expresan a los diversos sectores del pueblo. No sólo el objetivo político planteado por el MIR era diferente al de la UP, sino también los procedimientos de lucha.
La izquierda tradicional concebía la modernización de Chile como el resultado de un proceso social y político que le permitiría ir copando los cargos electivos del Estado y con ello conducir sin rupturas de la institucionalidad el país de modo de realizar sus postulados programáticos. Para Enríquez, en cambio, existía la convicción de que la clase dominante iba a impedir por la violencia cualquier intento de transformación real de la situación de explotación y que para eso contaban con las fuerzas armadas del estado. Desde un comienzo, decía el MIR, era necesario que el pueblo se preparara para defender sus conquistas sociales y políticas, confiando sólo en sus propias fuerzas. Esto significaba que una organización o un bloque político que pregonara cambios revolucionarios debía prepararse coherentemente para esa defensa y ayudar a la preparación de los trabajadores. De la misma manera que en el programa y la estrategia el MIR se diferenciaba de la izquierda tradicional, también era diferente su vinculación con los sectores de los trabajadores con los que llevaba adelante su política. Los partidos de la Unidad Popular se habían formado en y para las luchas parlamentarias, como representantes de sectores del pueblo, y su relación con esos sectores tenía la lógica de la representación. De este modo, en las intensas luchas políticas que se producen bajo el gobierno de Allende, el esfuerzo central de esos partidos es que las masas permanezcan políticamente inactivas, que se expresen sólo en las manifestaciones convocadas por los partidos o en el campo de la «batalla de la producción», pero que dejen a sus representantes, a los partidos políticos, la función de expresarlos y actuar políticamente. Para Enríquez, en cambio, en tanto forjador de un partido que nace fuera de las luchas estatales, lo fundamental es que sean las propias masas del pueblo las que se expresen políticamente. Por eso los militantes del MIR se integran a la vida cotidiana de los pobladores, los campesinos, los obreros, de todas esas amplias masas que Enríquez denominaba «los pobres del campo y la ciudad». Por eso es que allí donde el MIR hace su trabajo político, propone mecanismos directos de gestión de la propiedad social (dirección obrera en las empresas del área social, control obrero en la empresa privada), formas amplias de organización del pueblo (los Comandos Comunales, los Consejos Comunales, las Asambleas) y también formas amplias de organización política de los sectores que comparten esas luchas (el Movimiento Campesino Revolucionario, el Frente de Trabajadores Revolucionarios, etc.) Estas tres características que diferenciaban en forma tan nítida al MIR del resto de la izquierda chilena, hacen que a pesar de su derrota, a pesar de haber sido una organización que en su mejor momento tenía poco más de cinco mil militantes, tanto Enríquez como el MIR se hayan incorporado a la historia de nuestro país.
El MIR después de Enríquez
La muerte de Enríquez es parte del punto de inflexión en la historia del MIR. Entre diciembre de 1973 y octubre de 1975 el MIR pierde su capacidad organizativa y también su capacidad política.
Sin embargo, el enorme capital moral acumulado en sus primeros diez años permitió a la organización sostenerse más allá en el tiempo y seguir brindando el ejemplo y el coraje de cientos de sus militantes que murieron combatiendo a la dictadura. Pero la decisión y la convicción no bastaron para que el partido creado por Enríquez pudiera remontar. Envuelto en una larga crisis, se dividió varias veces; cambió de concepciones programáticas y levantó un programa similar al que antaño sostenía la izquierda tradicional y que Enríquez tanto combatiera; cambió su estrategia político-militar para poner énfasis en una acción de corte conspirativo y militarista. De esta manera, cuando se producen los combates finales contra la dictadura el MIR, que había iniciado esa lucha casi solitario, estaba exhausto y sin capacidad real para intervenir en el curso de los acontecimientos. Pero las derrotas políticas no son el mejor juez para los proyectos históricos. La necesidad de una sociedad justa y libre, la urgencia de un camino para lograrla, y la exigencia de un tipo de acción política que exprese y no manipule a las amplias masas, son deudas que la historia sigue teniendo con el pueblo chileno. Cualquiera sea el camino que las nuevas generaciones sigan para el logro de ese objetivo histórico, la acción y el pensamiento de Enríquez seguirán siendo un referente imprescindible.