Franz Galich,*18 de enero de 1950 (Guatemala), +3 de febrero de 2007 (Nicaragua) Es difícil escribir sobre un buen amigo, un camarada quien murió recientemente, sobre todo, cuando se compartió con el. La desaparición física de Franz Galich, el hermano, el compañero, nos deja un profundo dolor, sobre todo porque es la perdida de un […]
Franz Galich,*18 de enero de 1950 (Guatemala), +3 de febrero de 2007 (Nicaragua)
Es difícil escribir sobre un buen amigo, un camarada quien murió recientemente, sobre todo, cuando se compartió con el. La desaparición física de Franz Galich, el hermano, el compañero, nos deja un profundo dolor, sobre todo porque es la perdida de un ser humano especial, con un enorme humanismo que se reflejaba en su vida cotidiana, en los libros y artículos que escribió y en el trato que tenia con las personas sencillas, del pueblo, al que amaba.
Franz detestó el poder y su ejercicio, cuando este priorizaba a los poderosos y hundía a los mas empobrecidos. Desde El Ratero mostró su antipatía por las jerarquías. También aplaudió las iniciativas que daban esperanza a los que ya solo eso les quedaba.
Su pensamiento era una flecha certera al corazón del enemigo. No dudó nunca en dispararlas cuando fue necesario. Quizás eso le valió el atentado que sufrió en 1980 y después, el repudio de las clases pudientes, incluso, de algunos intelectuales de la nomenclatura. Esos mismos que no le acompañaron en su despedida. Esos mismos que ahora prefieren dar el pésame, desde las páginas de los diarios. Siempre distanciados de la gente. Del pueblo, al que se esmeran en repetir que representan.
Su amor por la literatura lo llevo a su otra pasión: la enseñanza. Me contó una vez que desde muy joven deseaba ser roquero. Lo recuerdo escuchando la clásica de Joe Cocker: Con una pequeña ayuda de mis amigos. Quería ser baterista en una banda de rock. Franz Manuel, hizo realidad lo que el soñó. El destino le jugó su pasada y terminó escribiendo. Escribiendo lo que vivía, sentía y deseaba: que los patojos pudieran andar libres, jugando, corriendo, estudiando, sin tener que pensar en que iban a comer o donde iban a dormir. La injusticia le corroía el alma.
Como maestro, hacía hasta lo imposible por que cada alumno aprendiera la necesidad de leer para sustentar las habilidades artísticas. Hacia que hasta el mas tímido pudiera explicar lo que escribía o pintaba, porque para el, nada era fruto del azar, especialmente en el arte. El arte debía ser muestra del compromiso y del trabajo. Debería mostrar lo que el artista ve, sufre, siente y propone. El arte ante todo es una propuesta política de aquellos que tienen el don de ver más allá que los demás. En la Universidad o en la Escuela de Arte, Franz dio todo lo que tenia, sin ambages, ni egoísmos. Creía mucho en los jóvenes. Porque son los llamados a cambiar la historia…
Su capacidad intelectual nunca fue motivo de orgullo vano para Franz. Quienes le conocimos sabemos que jamás se jactó de nada. Su vida personal fue muy modesta. Su incansable sed de lectura le llevaba a apilar libros en cualquier lugar donde tenía un tiempo para aprovechar. Siempre tenía varios libros a medio andar al lado de su cama.
En Managua aprendió a reírse de la vida. Su fino humor, quizás una mezcla del humor oriental de su Guatemala natal y del humor negro de los nicas, se plasmó en sus ultimas dos novelas. Pancho Rana, el celebre personaje, es un producto de esa mezcla que Franz sintetizó de manera magistral. Esa síntesis centroamericana le empujaba a experimentar con el lenguaje.
Eso era Franz, un Chanica, un Nicapin, un centroamericanista. Fuera como fuera, el amor por sus dos patrias, lo expresaba a cada momento. Los recuerdos y vivencias de su Guatemala natal, la de Jacobo Arbenz, la de Manuel Galich, el Canciller de la Dignidad, conjugados con los de la patria adoptiva, la Nicaragüita, la de Sandino, la de Fonseca Amador, la del 19 de julio del 79, fueron la sangre, la energía, la savia vital con las que alimentó su creatividad, su vida y su corazón.
Retrató claramente a los oprimidos, a los luchadores olvidados y el potencial que tienen los pueblos, pese a las derrotas y batalla perdidas, de reescribir su historia. También retrató a los opresores y la necesidad de organizarse para acabar con ellos y con la injusticia.
Su esperanza de vivir plenamente nunca decayó. Aun en los últimos días de su vida, en los cuales luchó incansablemente contra los efectos de una terrible enfermedad, mantenía la esperanza de continuar la zaga de cuatro novelas que tenia en mente, las ultimas dos, ahora inconclusas.
Ahora te has reunido con Rolando, tu compañero y hermano desaparecido en la lucha por la justicia y la liberación del pueblo guatemalteco, junto a quien soñaste una vida mejor para tu gente.
Franz, donde quiera que estemos, tu recuerdo de vida y de lucha perdurará en nosotros y en las generaciones de jóvenes a quienes enseñaste el valor del esfuerzo, de la lucha, de la justicia y de la dignidad.
Hasta siempre hermano!