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El fotógrafo Joan Navarro expone en la Universitat de València 40 fotografías de viejos luchadores durante la guerra civil y contra el franquismo

En memoria de «Los no vencidos»

Fuentes: Rebelión

«Al final de todo….sigo siendo comunista». Así se expresa Alejandra Soler. Nacida en 1913, Alejandra se licenció en Historia a los 23 años, se afilió a la Federación Universitaria Española (FUE) y al PCE. Estuvo durante 32 años exiliada en Rusia junto con su marido, Arnaldo Azzati, y allí ejerció como profesora de «niños de […]

«Al final de todo….sigo siendo comunista». Así se expresa Alejandra Soler. Nacida en 1913, Alejandra se licenció en Historia a los 23 años, se afilió a la Federación Universitaria Española (FUE) y al PCE. Estuvo durante 32 años exiliada en Rusia junto con su marido, Arnaldo Azzati, y allí ejerció como profesora de «niños de la guerra». Después trabajó en la Escuela Superior de Diplomacia de Moscú y llegó a convertirse en catedrática de Lenguas Romances. En 1971, por fin, pudo regresar a España, como apátrida, a su país, donde nunca pudo ejercer su profesión.

El retrato de Alejandra es uno de los 34 que el fotógrafo Joan Navarro ha realizado a un puñado de luchadores, que empeñaron su vida por la libertad, durante la guerra civil y el franquismo. La fotografías, agrupadas en la exposición que lleva por título «Los No Vencidos», puede visitarse actualmente en el Colegio Mayor Rector Peset de la Universitat de Valencia.

Se trata de una muestra fotográfica que intenta rescatar la memoria histórica de «los no vencidos». Joan Navarro, que trabaja en el diario Público tras hacerlo durante 20 años en publicaciones deportivas, ha tenido muy presente desde el primer momento su objetivo: difundir entre los jóvenes la trayectoria de estos grandes luchadores, «gente anónima, sin altos cargos y con una biografía común a la de tantos otros que pelearon durante la guerra civil, el franquismo o en la guerrilla».

El autor reconoce que parte de una motivación personal, más aún, de una «afinidad ideológica», a la hora de enfrentarse el reto de fotografiar a los 17 resistentes. Pero si hubo un hecho que finalmente le hizo decidirse, asegura sin dudar, es el inicio por parte de Baltasar Garzón de las investigaciones de los crímenes del franquismo.

Tan interesantes como los retratos son las notas que los acompañan. Su lectura descubre vidas casi de película, vertebradas por un compromiso y una fe ideológica hoy en desuso. Navarro ha querido mostrar un amplio repertorio de vivencias y diversidad de situaciones: desde José Martínez, que finalmente encontró a su padre, hasta Josefa Celda, quien aún lo busca o los 32 años de exilio ruso de Alejandra Soler. La riqueza de matices se mantiene en el campo ideológico, pues aparecen fotografiados personajes de militancia socialista, comunista, libertaria o republicana.

Hay biografías que no tienen desperdicio. Y frases que tampoco. «Ninguna cárcel pudo poner cadenas a mi pensamiento», dice Isidro Guardia. Isidro empezó a trabajar con sólo 10 años y a los 16 marchó al frente de Teruel en su doble condición de miliciano y militante de la CNT. Es condenado a muerte, pena que se le conmuta por la cadena perpetua. Preso durante una década en diferentes cárceles, escribe artículos desde la prisión de San Miguel de los Reyes que logra enviar al exterior con la ayuda de un funcionario.

No le va a la zaga en militancia y sacrificio la vida de Emilio Monzó. Junto a su fotografía, un breve texto explica que este afiliado a las Juventudes Socialistas y estudiante en el Instituto Obrero le dijo a su padre un buen día que volvería en un rato a comer. Pero no lo hizo. Se alistó y regresó 40 años después, tras participar en la Batalla del Ebro a las órdenes de Enrique Líster; en el intento de invasión de España por el Pirineo de Lleida una vez acabada la guerra civil; en la resistencia francesa tras la segunda guerra mundial y después del exilio argentino.

Tampoco desmerecen Juan Marín, oficial de la República y miembro de la resistencia en Francia; el sindicalista Vicente Ramis; y los guerrilleros de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, José Navarro, Reme Montero y Esperanza Martínez; hay un espacio también en la muestra para voluntarios de las brigadas internacionales, como Josep Almudever.

El fotógrafo Joan Navarro concluye que el proceso de contacto con los veteranos militantes y la realización de las fotografías ha sido una «experiencia maravillosa». «Todos ellos tienen una gran necesidad de compartir sus vivencias, de hecho, unos me remitían a otros y el trabajo era así mucho más fácil». Más aún cuando difundir su mensaje es precisamente el Leitmotiv de la exposición.

Antes de terminar el recorrido por la muestra, falta el colofón. Esta vez ya no se trata de retratos. En una pequeña sala el visitante puede encontrar cuatro fotografías de detalle ambientadas en la posguerra y el franquismo: las botas del guerrillero Basiliso Serrano; el campamento de los maquis en Montes de La Pesquera (Cuenca); la tumba donde reposan dos guerrilleros muertos en 1950 por defender la libertad y la democracia; y una fosa común del cementerio de Paterna.

En este punto concluye la muestra. Quien esté interesado en continuar, todos los jueves se reúnen en un café de Valencia -como en las antiguas tertulias- los viejos luchadores retratados en la exposición. Para hablar de lo que se tercie. Para que la memoria histórica se convierta en presente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.