Nacido en Jaén en 1950, Manolo Monereo lleva a sus espaldas la trayectoria de la izquierda española en las últimas décadas. Expulsado del PCE en 1978 y, posteriormente, miembro de la dirección de Izquierda Unida, es uno de los intelectuales que más apuestan por la «unidad popular» en el Estado español. Alejado de la primera […]
Nacido en Jaén en 1950, Manolo Monereo lleva a sus espaldas la trayectoria de la izquierda española en las últimas décadas. Expulsado del PCE en 1978 y, posteriormente, miembro de la dirección de Izquierda Unida, es uno de los intelectuales que más apuestan por la «unidad popular» en el Estado español. Alejado de la primera fila política pero no de la conspiración, insiste en la importancia del momento.
Manolo Monereo es una especie de lúcido eslabón entre la izquierda española tradicional, la de una hoz y martillo críticos, con fenómenos nuevos como Podemos. Este politólogo antiguo miembro de la Ejecutiva de IU y actual militante de base conoce bien a Pablo Iglesias o Iñigo Errejón, con quienes ha compartido aulas, reuniones y plató en «La Tuerka» y «Fort Apache».
Las encuestas prevén un estancamiento de Podemos. ¿Puede quedarse estancado en los máximos de la IU de Julio Anguita en 1996?
No tengo una percepción muy clara de que vaya a bajar a los límites del 12%, 13% ó 14% que tuvo IU en tiempos de Julio Anguita. Más bien tengo la impresión de que en el campo de Podemos, en el campo de IU, hay un momento de confusión, de tensiones varias, no siempre bien gobernadas, que han podido generar también en el electorado confusión y pérdida de norte. Mi convicción es que una vez que comience la campaña electoral todo eso cambia y el partido empezará de nuevo.
En una entrevista reciente, pidió «una tregua» entre Podemos e IU. ¿Lo ve factible?
Por las personas que se van a enfrentar, tanto Pablo Iglesias como Alberto Garzón, creo que habrá una percepción de tregua, de debate sensato, de fondo, civilizado. Como vengo insistiendo desde hace mucho tiempo, después de noviembre viene diciembre. Noviembre va a definir, de una u otra manera, elementos centrales de la coyuntura política. Pero hay que estar muy preparados para lo que viene después: una durísima pugna de las fuerzas que están por la restauración, encabezadas por el PP, para imponer un nuevo modelo económico, político y social. Todo lo que sea hacernos demasiado daño en este proceso nos perjudica.
Durante todo el ciclo político se ha afirmado que el régimen de 1978 estaba al caer. ¿Se ha vendido la muerte del bipartidismo antes de tiempo?
Está en una agonía. Hay una lucha a muerte del bipartidismo para no desaparecer. Creo que ha habido mucha ingenuidad en Podemos y en las fuerzas del cambio pensando que los poderes iban a consentir más o menos versallescamente desaparecer. Se han puesto a trabajar los aparatos del Estado y las cloacas. De eso los lectores en Euskadi saben mucho. Creo que hay una agonía del bipartidismo si le damos a agonía el término de lucha, de enfrentamiento. El bipartidismo va a hacer lo posible para mantenerse empleando todos los métodos como siempre ha hecho: métodos legales, ilegales o mixtos. Pero siempre intentando mantener el poder, como se ha visto en Grecia.
Al margen de los ataques, el PSOE no ha caído en la «pasokización» que se vaticinó. ¿Qué ocurre si Podemos termina relegado a muleta de Ferraz?
Habrá que repensar lo que hemos hecho en este año. Lo primero, aprender y hacer una lectura autocrítica. A partir de ahí, las fuerzas del cambio deberían asentarse en el país y construir una estrategia de guerra de posiciones. Hasta ahora la hipótesis Podemos tiene un elemento central: una guerra de maniobra y ataque corta. Tiene elementos de interés y de posibilidad pero, si no se diera, tendríamos que establecer un debate estratégico que nos llevara a una guerra de posiciones porque el poder no se va a contentar. Si las fuerzas del cambio no son suficientes para impulsar el cambio real lo que vendrá es una reacción durísima. No nos engañemos: la alternativa no es el bipartidismo en abstracto o Podemos en abstracto. La alternativa es restauración o ruptura democrática. Si la ruptura democrática no avanza vendrá una reacción durísima. Esa es la clave de lo que viene.
En esta tesitura, ¿la confluencia de fuerzas transformadoras es una alternativa? No parece que Podemos esté dispuesto.
Podemos es la vanguardia de la ruptura y lo vemos muchos de nosotros que no somos de Podemos. El aspecto meritorio que va a tener es que ha abierto una grieta en el poder. Esa grieta hay que seguir ampliándola para que sea un inmenso boquete. Los demás deberíamos buscar fórmulas de unidad electoral y unidad de acción. También de unidad popular. Como saben los lectores de Euskadi, la unidad popular no es un proceso ni fundamentalmente electoral ni estrictamente institucional.
¿Cómo la definiría usted?
Va desde la organización de la sociedad civil, desde abajo, la constitución de un contrapoder social que marque la agenda política, sin la cual no se pueda vivir y no se pueda trabajar.
En el Estado español cualquier iniciativa de este calibre estaría todavía muy verde.
La unidad popular es muy embrionaria, está demasiado mezclada con las cuestiones electorales. Por eso deberíamos intentar la unidad electoral siendo partidarios de ampliar lo máximo posible el Frente del Cambio. En segundo lugar, intentar dar un mensaje concreto al país y, en tercero, poner las bases para estrategias de unidad popular.
IU, pese a que presenta a Alberto Garzón como candidato, mantiene una posición dubitativa. Da la sensación de bicefalia y dificultad para entender el momento actual. ¿Cree que puede terminar desapareciendo o cayendo en lo residual?
Yo haría la pregunta de la siguiente manera: ¿qué tenemos que hacer para que una organización como Izquierda Unida, con su trayectoria, sus miles de cuadros, no desaparezca en un voto marginal al margen de los cambios reales del país?
A esa pregunta, en parte, el propio Alberto Garzón ya ha respondido: después de noviembre va a iniciar la construcción de una nueva fuerza política en el país.
A mi juicio ese es el buen camino. En noviembre lo que hay que poner en el conjunto del Estado es una nueva fuerza política más allá de Podemos, de IU y de miles de hombres y mujeres independientes. Una fuerza política incluyente, nacional-popular, donde podamos definir un gran partido de masas, con una implantación seria en el conjunto del país y un proyecto serio. Me preocupa mucho la política que se hace día a día sin tener estrategia. Para mí, ese discurso estratégico es que en unos meses, después de estas elecciones, habrá que ir a la construcción de una gran fuerza política. Y en esa construcción naturalmente estarán miles de hombres y mujeres de IU.
En Euskal Herria, un grupo de personalidades de la sociedad civil ha lanzado un llamamiento para listas unitarias entre EH Bildu, Podemos, Irabazi, Ezker Anitza o Equo. ¿Cómo valora la iniciativa?
Esto ya pasó en Galiza. Para nosotros, como para Podemos, la experiencia gallega fue muy importante. Se mezclaron dos cosas: por un lado la izquierda soberanista e independentista y, por el otro, la izquierda federalista. ¿Esa posibilidad se puede repetir en Euskadi? Creo que se tiene que intentar. ¿Soy optimista? No. Fórmulas políticas de estas características son muy difíciles en un contexto electoral en el que todo el mundo amenaza con la unidad. Soy escéptico. Creo que para que haya unidad tiene que haber bases objetivas que la hagan posible. La unidad es un proceso de confluencia, de debate de ideas, de luchas, de estrategia, y es evidente que eso no se da en este momento a mi juicio en Euskadi. Ahora bien, también considero que todo lo que sea abrir un debate sobre la unidad que vaya más allá de los alineamientos tradicionales y que se ponga como objetivo la construcción de una alternativa democrática y popular y la ruptura democrática y un proceso constituyente, me parece muy importante. Aunque no haya acuerdo. El proceso constituyente tendrá diferentes canales y vías. No será lo mismo en Catalunya o Euskadi que en Madrid. Pero habrá ruptura democrática. Al menos esa es la ventana de oportunidad que se abre. Si al final no lo conseguimos, apretar los dientes y tirar para adelante.
Da la sensación de que la cuestión nacional de Euskal Herria o Catalunya nunca es prioritaria para la izquierda española. Eso se demuestra con el proceso soberanista catalán.
En Euskadi hay otro debate, no es exactamente ese. Entre otras cosas porque si algo dio Herri Batasuna a la política en Euskadi es escorar el nacionalismo a las clases populares. En Catalunya, con la candidatura de Ada Colau, se encuentra un nuevo eje entre cuestión social y cuestión nacional. Ahora emerge una nueva sintonía, un nuevo núcleo entre cuestión de clase y cuestión nacional popular. Aunque lo veo desde la lejanía y puedo estar equivocado.
«Espero que se recupere la rebeldía»
Podemos surgió con mucha fuerza pero, como consecuencia de su hipótesis, ha modulado su discurso. ¿Cree que se ha dejado demasiado por el camino?
Podemos se ha sentido demasiado golpeado por el poder. En segundo lugar creo que en algún momento demostró debilidad. Es decir, demostró que los golpes les afectaban y eso les dejó durante unos meses sin norte. Creo que ahora están en un proceso de esclarecimiento ideológico aunque todavía les falta un elemento esencial, que es el discurso político. Cuando salieron, de una manera muy fresca, tenían un discurso político muy claro, representando a los de abajo, enfrentándose a los grupos de poder. Creo que ese impulso inicial se ha ido agotando y que lo que hace falta es que de una vez por todas podamos tener un proyecto de país, las bases y las perspectivas que tiene ese proyecto para las naciones y pueblos que configuran el Estado español. Hasta ahora se han dedicado a responder pero no tienen una estrategia definida. Están en transición desde el momento en el que perdieron la iniciativa política y la tuvieron los aparatos del Estado y los medios de comunicación y el momento actual en el que repensar cuál sería aquí y ahora un proyecto alternativo. Espero que el discurso de rebeldía, que el discurso de cambio profundo, de transformación social de Podemos lo recupere para un proyecto que sea entendible para las grandes mayorías.