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Entrevista al parlamentario Wilson Arias ante la próxima Conferencia Ideológica del PDA

«En política no es dable esperar resultados democráticos con medios autoritarios»

Fuentes: Rebelión

Héctor Arenas: ¿Cómo contempla la próxima Conferencia Ideológica del PDA?Wilson Arias: Creo que es muy oportuna. Las crisis, las discusiones, los fenómenos que se dan al interior de la izquierda -no solamente del PDA- ameritan un momento de reflexión y discusión. Pienso que puede aportar. No solamente por la vida del Polo sino también porque […]


Héctor Arenas:
¿Cómo contempla la próxima Conferencia Ideológica del PDA?
Wilson Arias:
Creo que es muy oportuna. Las crisis, las discusiones, los fenómenos que se dan al interior de la izquierda -no solamente del PDA- ameritan un momento de reflexión y discusión. Pienso que puede aportar. No solamente por la vida del Polo sino también porque los cambios que se están operando en el Gobierno también exigen una reflexión sobre las condiciones de este período y el papel que debe jugar la izquierda. Además, es muy importante que se dé en el momento previo al Congreso del PDA, en el cual se definirán rumbos, estatutos, responsabilidades.

HA: Cuando el PDA asumió el gobierno distrital con Samuel Moreno, se operaron unos acuerdos que condujeron a gobernar con una coalición de fuerzas que ni la ciudadanía ni la militancia del Polo habían votado. Nadie dentro del PDA denunció el cambiazo. La ética, como la cultura, siguen siendo invitadas de segundo rango…
WA: Encuentro en esa decisión de gobernar con funcionarios que no eran del PDA, más que una revelación de la ética, un problema de la táctica. Considero absolutamente equivocado para las condiciones concretas de la ciudad esa especie de coalición con el samperismo y el uribismo, que desfiguraba completamente cualquier construcción programática de lo que debía ser el PDA en el gobierno. Era obvio que se trataba más de componendas, de arreglos clientelares, que de cualquier otra cosa. Aquí sí observo una falencia ética: en los arreglos clientelistas. En este sentido hay un desafío para la izquierda, no sólo la colombiana sino igualmente la de América Latina. Estamos llegando a un momento de definición entre reclinarnos hacia una izquierda funcional que administre las crisis o asumir la opción por una izquierda capaz de transformar la sociedad.

HA: ¿Qué significa esta disyuntiva?

WA: No creo que fuera fortuito que Lucho Garzón y Samuel Moreno escogieran la opción de rodearse tan mal. Creo que eso obedece a una perspectiva. Y casi que diría que al parecer a los gobernantes de izquierda lo primero que se les impone es mostrarse como inofensivos frente al gran capital, frente al establecimiento, frente al régimen. Demostrar que somos capaces de gobernar bajo las claves del Banco Mundial. Y esto no es gratuito. Hay un ambiente propiciatorio de este tipo de comportamientos. Para sobreponerse a él hay que tener, desde luego, un camino fijado con mucha firmeza. Programática, táctica y éticamente. Usted puede avanzar por coaliciones, pues nadie dice que esté prohibido hacerlo. Pero, ¿cuál es el sentido de esas coaliciones? Comparto que la dimensión ética es uno de los principales desafíos de la izquierda latinoamericana.

HA: Entonces, ¿se van a reconocer públicamente y sin ambages los errores y las responsabilidades?

WA. Hay una matriz comunicacional dirigida a desprestigiar el PDA debido a los errores cometidos. Los comportamientos delictivos de la dirección del Partido Conservador o de la primera dirección del Partido de la U no han significado el linchamiento mediático que sufre el PDA. Pero esto no excusa en absoluto el comportamiento de una dirección del PDA errática, laxa y casi que ciega frente al clamor de su militancia con relación a estos temas.

HA ¿Por qué no lo excusa?
WA: Por dos razones. De una parte, porque es más o menos de esperar que a un auténtico partido de la oposición se la cobren de esa manera, mucho más drástica que a los del propio régimen. Y, de otra parte, porque se espera de los proyectos emancipatorios que sólo puedan existir si están vinculados a un vector ético. No es posible hablar de una izquierda emancipatoria sin una base ética. No es posible ir a contracorriente de un modelo que corrompe sin un vector ético que atraviese la política.

HA: ¿Qué aconteció, entonces, para llegar hasta ese punto de quiebre?
WA: El desafío del Polo, en su momento, era intentar hacer la unidad de todas las izquierdas o quedarnos parados en cada una de las orillas de las izquierdas que construyeron el proyecto. Se invitó a todas las izquierdas con distintas procedencias y valoraciones de la política. Y se hizo con la intención de disputar métodos, guías, formulaciones. Lo que hoy tenemos es un resultado de esas decisiones. Sigo creyendo que la unidad que intentamos era la correcta, a pesar de que a comienzos del proceso se hizo con personajes que ahora están muy controvertidos.

HA: ¿Puede el PDA recuperar el proceso de convertirse en la fuerza ejemplar que concite la esperanza de una nación, una y otra vez golpeada y escarnecida?
WA: ¿Cómo se disputa la dirección moral e intelectual de la sociedad? La izquierda autentica tiene que proponerse la disputa de esa dirección, de esa hegemonía. En esa disputa, la ética es esencial. También es esencial si se considera una relación entre medios y fines. Esa democracia que aspiramos conquistar, como objetivo programático; esos valores que esperamos que irriguen a la sociedad que anhelamos, no son para mañana. El método por medio del cual se inspira, se ordena, se calcula, ya debe tener ese germen de valores y democracia que aspiramos. En política no es dable esperar resultados democráticos con medios autoritarios.

HA: En lo ideológico, la izquierda todavía piensa en la conquista del poder y no en difuminarlo. Todavía comprende lo público unido al Estado, y no se plantea la construcción de lo público al margen del Estado. Así, las respuestas a gravísimos problemas sociales muchas veces no van más allá de algunas medidas asistenciales…
WA: No desdeño lo que comúnmente se conoce como asistencialismo. Aquí casi que se castiga toda iniciativa de redistribución, endilgándole el calificativo de populista. Nos toca entonces salir a defender lo que se nombra como asistencialista o populista para defender las propuestas redistributivas que debiera adoptar cualquier Estado sensible a la situación de las mayorías.

HA: Sí, pero no se alteran las lógicas del capital. Se ofrecen, por ejemplo, comedores populares, pero los suministros se contratan con las grandes firmas, se olvida a los pequeños campesinos, los alimentos orgánicos, la elevación de la cultura nutricional en los barrios populares, el empleo de los desempleados en la preparación de los alimentos…
WA: Claro, un gobierno de izquierda debe ir más allá. No sólo cuestionar al gran capital por la vía del asistencialismo sino también por la vía de crear tejido social con lógicas distintas de las que imperan. Se pueden alentar procesos sociales que cuestionen el modelo de desarrollo en su conjunto, si no con lógicas anticapitalistas, sí con dinámicas alternas al modelo neoliberal.

En este sentido, creo que hay una intencionalidad táctica del establecimiento en cuanto a castigar a quienes se salgan de los libretos permitidos. Hay una matriz del establecimiento que permite ciertas desavenencias, ciertas discrepancias o disidencias, y está dispuesto a darle juego siempre que no se profundice demasiado, siempre que no arriesgue demasiado los negocios del gran capital.

HA: ¿Cuáles, además de estas ideas y experiencias que en realidad erosionan la realidad neoliberal, debieran ser los temas claves de la Conferencia Ideológica?

WA: La reivindicación de un proyecto político atravesado por la ética y el espíritu emancipatorio. Y, en segundo lugar, desembarazarse de todo ese legado que convierte a la izquierda en un organismo funcional para administrar la crisis. Además, algunos hemos insistido en que se discutan los nuevos contextos internacionales; que se entienda que no somos una isla y que requerimos una relación más orgánica con los movimientos internacionales, con los indignados, con los movimientos políticos y sociales que están emergiendo en la escala orbital.

HA: ¿Y en cuanto al escenario nacional?

WA: Hemos propuesto un análisis que permita una correcta caracterización del gobierno de Juan Manuel Santos. Hemos estado muy absorbidos por la situación interna del PDA, un proyecto nuevo que tiene mucho por dar pero que debemos cuidar porque, como decía alguien, las enfermedades infantiles de la izquierda pueden ser muy graves. Consideramos también importante el análisis de las articulaciones con los movimientos sociales en Colombia.

HA: ¿Por qué privilegiar el análisis del gobierno del presidente Santos?

WA: Vienen de hacerse actos de Santos con las víctimas en Barranquilla y Antioquia, y vienen otros más. Creo que ahí hay un desafío para la izquierda colombiana. Las diferencias con Uribe no sólo son de modus operandi sino también de contenidos. Leo a Marcelo Torres diciendo que la formulación de Robledo es simplista. Leo a un sector del PDA diciendo que la lectura que hacen los Progresistas es muy optimista acerca del carácter del gobierno de Santos. Y, entre una y otra posición, se ofrecen tácticas de la oposición radicalmente diferentes. Ese tema tiene consecuencias, no sólo para la izquierda sino también para el movimiento social colombiano.

HA: Los procesos de justicia parcial son funcionales a la continuidad del orden imperial. La comunidad nacional, brutalmente golpeada y mutilada, continúa ignorando la trama de lo que le aconteció…

WA: En Colombia bien pudieran apresar el paramilitarismo completo; pudieran terminar estableciendo cuál fue el comportamiento de grupos empresariales y políticos, y aún así consumarse los propósitos imperiales. Poco le importa al Banco Mundial si finalmente terminan tras las rejas todos los verdaderos autores de las masacres y si hay finalmente verdad, incluso si hay justicia parcial. Recuerde a Noguera, Fujimori o Montesinos. Creo que la preocupación central es que en el contexto de las crisis alimentarias y de la crisis financiera hay unos papeles que se espera que jueguen los gobiernos de los países periféricos. Uno de ellos, la entrega de la tierra a los fondos transnacionales, y en función de esto se está reordenando la normatividad del país.

HA: ¿No se van a devolver las tierras a las víctimas?
WA: El Banco Mundial ha dicho: necesitamos dinamizar el mercado de la tierra para que quede en manos de los usuarios más eficientes, y estos no son precisamente el latifundio improductivo ni los grandes ganaderos. Entonces, se puede dar una pelea interburguesa con el visto bueno imperial, y finalmente serán los linces del capital financiero y algunas grandes compañías agroexportadoras, muy entroncadas con las transnacionales de los alimentos, quienes se queden con la tierra. No es improbable, entonces, que se den procesos de verdad, incluso de reparación, siempre que la reparación no signifiqué democratizar la tierra. La Silla Vacía informa que el 90 por ciento de las víctimas no está dispuesto a regresar a sus tierras. Entonces, lo que cabe es la venta o la asociatividad con la gran plantación. Por todas las vías ganan los Fondos de Pensiones, las transnacionales y los Estados de los países centrales interesados en la tierra.

HA: Y, en este escenario, ¿qué papel juegan los pueblos nativos y las comunidades afros y campesinas?
WA: Creo que en los movimientos de afros e indígenas habitan las claves de una visión del territorio distinta de las necesidades de la agroexportación. La globalización corporativa se cuestiona desde la mirada de la soberanía alimentaria, de los desarrollos autónomos y autóctonos. También la economía campesina permite resistir a esta política de apropiación corporativa de la tierra. En los planes de la transnacionalización está prevista hace tiempo la desaparición de las agriculturas indígenas, afros y campesinas, ignorando que ellas suplen en más del 60 por ciento el consumo de las ciudades de los países donde habitan. Pretenden imponer un modelo de desarrollo rural favorable a las corporaciones. Por esto considero cruciales las deliberaciones que abre el Congreso de los Pueblos, el Congreso de Tierra y Territorios, y las iniciativas de las organizaciones campesinas.

HA: ¿Se tratará en la Conferencia Ideológica el considerable peso que todavía mantienen esquemas ideológicos germinados en realidades históricas diferentes de las nuestras, mientras permanece el desconocimiento de pensadores y hombres de acción formidables, como José Martí, que podrían arrojar luces vitales en la situación actual?

WA:  Sin duda, hay cierto eurocentrismo, que es fruto de mil razones históricas que habrá que establecer. Pienso que algunas organizaciones de la izquierda clásica creyeron que bastaba con leer a los clásicos y ya tendrían el arsenal suficiente para enfrentarse a la construcción de movimientos socialistas en nuestras latitudes. Creo que su fallo radica precisamente en eso: en volver letra muerta, dogma, elaboraciones teóricas tan importantes, y no cruzarlas con nuestras propias raíces y construcciones históricas. Ahí existe un problema que hoy se intenta resolver, y en esa resolución juega un papel importante lo que algunos hemos llamado izquierda social.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes. Originalmente publicado en Desde Abajo.