Hace ahora veinte años que murió Manuel Sacristán, escribía hace diez años Francisco Fernández Buey. Nacido en Madrid en 1925 y formado en los años que siguieron a la guerra civil, proseguía el autor de La gran perturbación, Manuel Sacristán había sido una personalidad intelectual y política irrepetible. Ejerció una gran influencia en la […]
Hace ahora veinte años que murió Manuel Sacristán, escribía hace diez años Francisco Fernández Buey. Nacido en Madrid en 1925 y formado en los años que siguieron a la guerra civil, proseguía el autor de La gran perturbación, Manuel Sacristán había sido una personalidad intelectual y política irrepetible.
Ejerció una gran influencia en la vida cultural y política barcelonesa durante tres décadas: desde la época de la revista Laye (1951-1954), en la que colaboraron varios de los más conocidos exponentes de la llamada generación de los 50, hasta los años en que escribió en las revistas Materiales y mientras tanto (1977-1985).
En la obra del traductor de autores como Marx, Engels, Quine, Adorno, Schumpeter y Platón existían unos cuantos rasgos permanentes:
[…] una tensión constante entre tradición y modernidad; aspiración a un nuevo clasicismo, a dar calor de hoy a la llama de siempre; y cierto optimismo histórico-racionalista que en su caso emanaba de convicciones morales profundas. Él supo pintar bien de negro la pizarra del presente que le tocó vivir para luego hacer destacar sobre ella, con tiza blanca, como alternativa, la razón apasionada de los de abajo, de los proletarios de la época.
Como traductor y como escritor, afirmaba su discípulo, amigo y compañero, Manuel Sacristán había contribuido a la difusión en España de las principales corrientes del pensamiento europeo de la segunda posguerra. Como filósofo con pensamiento propio «representó entre nosotros la negación de la división del saber en compartimentos estancos». Fue un humanista, en serio, no de palabra, «que trabajó con método, rigor e inteligencia en varios campos del saber, sin ninguna infatuación».
Además, desde muy joven, había hecho crítica literaria y musical y la había hecho muy bien.
Fue comentarista agudo de la dramaturgia norteamericana de la posguerra. Dedicó páginas interesantísimas al desvelamiento de la crisis cultural de entonces, a lo que de ella pensaron Salinas, Orwell o Thomas Mann. Escribió una de las más hermosas aproximaciones al Alfanhuí de Ferlosio que se hayan escrito nunca. Y publicó un par de ensayos de germanista sobre la veracidad de Goethe como poeta y como científico y acerca de la conciencia vencida en Heine. Además, iluminó aspectos sugestivos de las obras de Brossa y de Raimon.
A principios de los sesenta, el discípulo de Heinrich Scholz había sido también pionero en nuestro país en un campo entonces poco cultivado, el de la lógica formal o matemática. Su primer manual de lógica, Introducción a la lógica y al análisis formal, «ha quedado como el primer libro riguroso de introducción al análisis formal publicado en España» tras la guerra civil. Se segundo libro de lógica, Lógica elemental, fue publicado póstumamente por su hija Vera en 1995, en la editorial Vicens Vives.
Tuvo, además, una visión amplia y aguda de la historia de la filosofía y de la ciencia.
En 1958 escribió una panorámica de la filosofía contemporánea después de la segunda guerra mundial que aún se recuerda como ejemplo de síntesis, capacidad pedagógica y erudición. Enseñó a varias generaciones a leer sin anteojeras ni prejuicios a algunos de los grandes de la filosofía contemporánea: a Antonio Gramsci y su filosofía de la praxis, desde luego, pero también a Martin Heidegger y a Simone Weil, a Bertrand Russell y a Karl Popper (distinguiendo entre el Popper metodólogo y el Popper filósofo social), a Quine y a Lukács. Dejó versiones admirables de algunos clásicos de la historia de las ciencias formales, naturales y sociales.
Fue, además, el primer teórico marxista de altura, como lo sería también él mismo, el autor de Marx sin ismos, algunos años después, que ha dado este país en la segunda mitad del siglo XX.
Tradujo los primeros textos de Marx que se publicaron legalmente en España después de la guerra civil. Dirigió, en la editorial Crítica, la primera edición rigurosa que aquí se hizo de los escritos de Marx y de Engels. Y dio a conocer entre nosotros a un conjunto de autores sin cuya lectura no hubieran sido lo que han sido muchos de los estudiantes y profesores universitarios de varias generaciones: Theodor Adorno, Antonio Labriola, Antonio Gramsci, Georg Lukács, Karl Korsch, Galvano della Volpe, Robert Havemann, Herbert Marcuse, Agnes Heller, E.P. Thompson… También como marxista fue Sacristán un pensador original, innovador y, por tanto, incómodo: un comunista con una vena libertaria, acentuada en sus últimos años.
Como docente, fue un profesor universitario creativo y riguroso, también de ciudadanos trabajadores con escasa formación académica por razones sociales, al que muchos de sus alumnos recuerdan todavía con razón como un maestro.
Entre 1956 y 1965 impartió clases de lógica y filosofía en la Universidad de Barcelona. Durante los siete años siguientes las autoridades franquistas le excluyeron de la docencia universitaria por sus ideas comunistas. Volvió a impartir clases en la Universidad de Barcelona a partir de 1976 y enseñó metodología de las ciencias sociales en la Facultad de Económicas hasta 1985 y durante un par de años en México, en la UNAM. Era un docente de los que se preocupan por reflexionar acerca de los problemas formales y materiales de la docencia: escribió sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, sobre lo que podría ser una universidad democrática en un estado multilingüístico y plurinacional, sobre universidad y división del trabajo, sobre reformas de los planes de estudio y sobre la sindicación de los profesores universitarios.
El filósofo Sacristán, que apenas dio clases propiamente en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona (fue, cuando le dejaron, profesor de Metodología de las Ciencias Sociales en la Facultad de Económicas), fue un trabajador intelectual, un intelectual productivo que aspiró sobre todo a servir a los anónimos, a los de abajo.
Su filosofar fue siempre filosofía de la práctica, filosofía para cambiar el mundo en un sentido revolucionario. Entre 1956 y 1969, como dirigente del PSUC, colaboró en la revista Nous Horitzons y fue uno de los impulsores del Primer Congreso de Cultura Catalana. Fue el redactor principal del Manifiesto por una Universidad Democrática, que se leyó en la asamblea constituyente del Sindicato Democrático de los Estudiantes de la Universidad de Barcelona (1966).
Intervino también en la Asamblea de Intelectuales de Montserrat contra los consejos de guerra de Burgos de 1970. Formó parte, junto a Neus Porta y el propio Fernández Buey, del grupo de educadores en las tareas de alfabetización de trabajadores en L’Hospitalet de Llobregat, una población obrera pegada a Barcelona por el Sur, coordinados por Jaume Botey.
Y siendo mucho no sólo fue eso por supuesto.
Contribuyó a impulsar el movimiento de profesores no-numerarios y las Comisiones Obreras de la Enseñanza (1972-1977). Fue miembro fundador del Comité Antinuclear de Cataluña, una de las primeras organizaciones ecologistas del país, a mediados de los setenta. Y, finalmente, destacó como teórico y activista del primer ecologismo socio-político y del pacifismo que empezó a cuajar en España en la década de los ochenta. En sus últimos escritos defendió el derecho a la autodeterminación de las naciones sin estado, se manifestó en favor de una España «pequeña» y propugnó una cultura federalista.
De sus contemporáneos, concluía FFB, «unos, los mandamases de entonces, le hicieron la vida imposible»; otros, muchos de los que luchaban contra Franco, contra el fascismo y por un mundo más libre, más igualitario y más habitable, la persona que firma esta nota no está excluida de la observación,
[…] se hubieran dejado cortar una mano por él (como recordaba hace poco Juan Antonio Méndez de su hermano Alberto, autor de Los girasoles ciegos). Para entender por qué, lo mejor que se puede aconsejar a los más jóvenes es que lean su obra. Los Libros de la Catarata publicó el año pasado un libro con algunas de las Entrevistas que Sacristán concedió. Y más recientemente, la editorial de El viejo topo ha publicado Seis conferencias suyas que no tienen desperdicio. Por ahí se puede empezar.
Seis conferencias fue editada por El Viejo Topo en 2005; Francisco Fernández Buey escribió el prólogo, Manolo Monereo el epílogo. Tiene razón el prologuista: es un excelente libro para empezar a leer los escritos del traductor de Adorno, Korsch y Marcuse
Este verano de 2015, treinta años después del fallecimiento de Sacristán, y noventa años desde su nacimiento, tres años más tarde de la muerte de FFB, es un buen momento para recordarlos a ambos. Lo haremos a partir de lo mucho, nada trivial e imprescindible, que el segundo escribió del primero. Me centraré, mi trabajo es básicamente de edición y presentación, en los aspectos menos conocidos de la obra del profesor de Metodología de las ciencias sociales: sus escritos de juventud (en Laye, básicamente), su tesis doctoral (sobre Heidegger) y, finalmente, la evolución de su marxismo desde la sabia y crítica perspectiva de su gran discípulo.
Una buena parte de los escritos de FFB sobre Sacristán han sido recogido en un volumen de próxima publicación por El Viejo Topo, que incorpora un documental dirigido por Xavier Juncosa: «Filosofando desde abajo». El índice del libro -Francisco Fernández Buey, Sobre Manuel Sacristán, 30 años después. Su aventura no fue de ínsulas sino de encrucijadas (edición, presentación y anotaciones de SLA y Jordi Mir Garcia- que, salvo error por mi parte, está llamado a ocupar un lugar destacado entre los grandes ensayos de la filosofía hispánica y universal, es el siguiente:
PRESENTACIÓN: UN FILOSOFAR POBRE Y DESNUDO. SLA y JM
1. IN MEMORIAM
1.1 EL DESTINO DE LOS MORALMENTE FUERTES (1985).
1.2. ÚLTIMO ADIÓS AL AMIGO INOLVIDABLE (1985).
1.3. ¿QUÉ FUE MANUEL SACRISTÁN PARA COMISIONES OBRERAS? (1985)
1.4. DOS SUGERENCIAS DE MANUEL SACRISTÁN SOBRE POLÍTICA UNIVERSITARIA (1985)
2. SU AVENTURA NO FUE DE ÍNSULAS SINO DE ENCRUCIJADAS (1987)
3. SOBRE LA UNIVERSIDAD, DESDE ORTEGA Y SACRISTÁN (1988)
4. EL CLASICISMO DE MANUEL SACRISTÁN (1988)
5 NOTICIA DEL FILÓSOFO MARXISTA ESPAÑOL MANUEL SACRISTÁN (1993)
6. MATERIALES DEL CURSO DE DOCTORADO SOBRE LA OBRA DE MANUEL SACRISTÁN (1994)
7. PRÓLOGO A LAS IDEAS GNOSEOLÓGICAS DE HEIDEGGER (1995)
8. PRESENTACIÓN MONOGRÁFICO DE MIENTRAS TANTO (1995)
9. UNA CONVERSACIÓN CON PERE DE LA FUENTE Y SALVADOR LÓPEZ ARNAL (1995)
10. RESPUESTAS A UN CUESTIONARIO PARA ACERCA DE MANUEL SACRISTÁN (1996)
11. LAS IDEAS POLÍTICAS DE MANUEL SACRISTÁN (1996)
12. PARA LA REVISIÓN DE LA FILOSOFÍA EN LOS ESTUDIOS SUPERIORES (1998)
13. UNA ENTREVISTA INÉDITA (2004)
14. EL INMENSO LEGADO DE UN GRAN PENSADOR (2005)