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En respuesta a «¿Por qué ahora un papa sudamericano?»

Fuentes: Rebelión

Estimado amigo Ollantay, acabas de publicar un artículo en Rebelión cuyo título es ¿Por qué ahora un papa sudamericano? y del que dices en un comentario dejado en mi blog, que es «respuesta» al mío. Por ello, me permito dejar aquí, con el consentimiento de este magnífico medio de expresión de los de abajo, un […]

Estimado amigo Ollantay, acabas de publicar un artículo en Rebelión cuyo título es ¿Por qué ahora un papa sudamericano? y del que dices en un comentario dejado en mi blog, que es «respuesta» al mío. Por ello, me permito dejar aquí, con el consentimiento de este magnífico medio de expresión de los de abajo, un pequeño comentario a tu respuesta. Aunque no lo parezca en un principio, compartimos cierto aire en el análisis de la historia. Creo que Wallerstein es uno de los referentes para entender lo que pasa en el mundo según lo que ha sucedido en los últimos veinte siglos, pero los instrumentos de análisis no pueden ser aplicados cual deus ex machina explicativo. Las realidades humanas son mucho más complejas, tanto que la división entre buenos y malos tiende a simplificar en tal medida que antes que explicar bloquea la comprensión de las realidades. Hay que aceptar que el cristianismo perdió mucho al dejarse adoptar por el Imperio romano. Es verdad que Constantino, bautizado en el lecho de muerte en el año 325 porque si lo hacía antes no podría cometer los graves pecados de asesinato , fornicación e idolatría que lo excomulgarían, utilizó al cristianismo como un instrumento de su política imperial y el cristianismo, por desgracia, se dejó utilizar. También es cierto que Teodosio impuso, no el cristianismo, sino esa versión corrupta que ya se había acercado al poder. Por este motivo nació el monacato, como un intento por volver a las raíces, saliendo del mundo, es decir, del Imperio, sin abandonar la Iglesia.

En los albores de la sociedad moderna, con un capitalismo incipiente, el movimiento popular iniciado por San Francisco, va a suponer una profunda crítica del sistema-mundo imperial, sobre todo del que ya se fraguaba como mercantilismo capitalista. El poder eclesial se vio desbordado por la fuerza del movimiento e intentó mantenerlo dentro de los límites de lo permisible, de ahí que obligaran a Francisco a vivir según una regla aprobada por el papa y sometido al orden jerárquico, sin embargo, el espíritu libre de Francisco no cabía en tales moldes y desbordó los límites impuestos, siendo, hasta hoy, inspiración de tantos movimientos renovadores. Creo, sinceramente, que el nombre adoptado por el papa no es un intento de apropiación de la fuerza del de Asís, sino un intento por recoger la renovación revolucionaria del Poverello.

Es posible hacer la interpretación que das tú en tu artículo, tiene visos de verosimilitud, no lo niego. La idea de que la elección de un pontífice latinoamericano que consiga hacer con las revoluciones en marcha en el subcontinente lo mismo que Wojtila consiguió con los regímenes comunistas tras el muro de Berlín, está rondando muchas mentes, pero creo que hay que establecer algunas salvedades. Lo primero es que existen muchas influencias en cada hecho histórico como para poderlas reducir a un influencia monocausal. Un mismo hombre puede actuar de diversas formas según el contexto en el que se encuentre y eso hay que tenerlo presente. Es posible que Bergoglio fuese tímido en la condena de la dictadura argentina, pero puede ser perfectamente libre en el gobierno de la Iglesia y desde allí significar un cambio para mejor en las mismas revoluciones que se están produciendo en Sudamérica. Es más, un cambio radical en las posiciones vaticanas puede suponer un impulso a prácticas eclesiales más cercanas a los movimientos populares latinoamericanos. De la misma manera que las directrices vaticanas en los ochenta supusieron un freno, hoy bien podrían ser lo contrario.

Por otro lado, la elección de Bergoglio es el resultado, también, de una lucha interna para cambiar el rumbo de la Iglesia. Cualquiera de los papables en el cónclave era mucho más conservador y suponía la continuación de las prácticas que han llevado a la Iglesia a su peor crisis en los últimos quinientos años. El empecinamiento en la línea ultraconservadora estaba poniendo a la Iglesia a las puertas de un cisma o de su desaparición, la Iglesia amenaza ruina y eso es lo que, según creemos los cristianos, el Espíritu ha intentado modificar. La elección de Francisco es, visto así, una ayuda a todos los movimientos que buscan otro mundo distinto a este, un mundo que en el Evangelio es llamado por Jesús el Reino de Dios. La Iglesia puede, por fin, dedicarse a ello y eso siempre será una ayuda para los pueblos empobrecidos y oprimidos.

Creo que los pueblos empobrecidos que luchan por su libertad no tienen que desbautizarse, como propones, sino que bien pueden ser, otra vez y como siempre, esos mismos pobres los que evangelicen a la Iglesia. El cristianismo no es contrario a la causa de la liberación, todo lo contrario, la verdadera liberación siempre es cristiana y por ello las luchas por ella están sembradas con la sangre de los cristianos. El Imperio del mal no podrá utilizar a la Iglesia contra los pobres, mucho menos en una Iglesia cuyo servus servorum Dei se llama Francisco. Si así lo hiciera, ya podríamos certificar su final, pero las puertas del abismo no prevalecerán.

Recibe un cordial saludo y el agradecimiento por tus reflexiones. Unos y otros, a este lado y al otro de la mar océana, a un lado y al otro del muro de la vergüenza que separa a los enriquecidos de los empobrecidos, tenemos que hacer lo necesario para avanzar hacia el reino de la solidaridad y la justicia, la república del amor y la compasión, la civilización de la humanidad verdadera.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.