Laura Elgueta Díaz es una sobreviviente de la Operación Cóndor y su testimonio es de gran importancia para los que luchan por la Verdad y Justicia y contra la Impunidad. Fue detenida a los 18 años, el 12 de julio de 1977, en Buenos Aires junto con su cuñada, Sonia Magdalena Díaz Ureta. Vivía desde […]
Laura Elgueta Díaz es una sobreviviente de la Operación Cóndor y su testimonio es de gran importancia para los que luchan por la Verdad y Justicia y contra la Impunidad. Fue detenida a los 18 años, el 12 de julio de 1977, en Buenos Aires junto con su cuñada, Sonia Magdalena Díaz Ureta. Vivía desde abril de 1974 en Argentina, país al cual se traslado junto a sus padres después del golpe militar en Chile.
Su hermano, Luís Elgueta Díaz, es un detenido-desaparecido de la Operación Cóndor, así mismo es una de las personas que apareció en la acusación del juez Baltasar Garzón contra Pinochet en 1998 y en la lista del Juez Guzmán en el cuadro de la acusación «Operación Cóndor» [i] . Como lo reconoce el «Informe Rettig», «El 27 de julio de 1976, 25 días después de llegar a Argentina Luís Enrique ELGUETA DIAZ fue detenido junto a su conviviente y la hermana de ésta, ambas de nacionalidad argentina. El había viajado a ese país, después de haber sido expulsado de la Escuela de Música de la Universidad de Chile debido a su conocida participación en el MIR en Santiago. Antes de viajar dejó a un amigo la dirección de un pariente donde se alojaría en la capital argentina. Su amigo, Sergio Fuenzalida, fue detenido en Santiago por la DINA el 28 de junio de 1976, junto a otras seis personas, todas las cuales se encuentran desaparecidas. La Comisión pudo llegar a la convicción que la víctima, intensamente buscada en Chile después del operativo de la DINA que aniquiló el grupo de sus amigos en Santiago, fue puesto a disposición de agentes de la DINA en Buenos Aires» [ii] .
Laura Elgueta aceptó entregar su testimonio para los lectores de REBELION. Su relato nos muestra de forma emblemática, no sólo el funcionamiento del Operativo Cóndor, sino también el de la justicia actual en el Cono Sur.
* ¿Como explica esta detención, junto con su cuñada, un año después de la trágica desaparición de su hermano? ¿Usted tenia militancia y responsabilidades políticas? ¿En su caso, como entender lo lógica de los agentes de las dictaduras?
Mi cuñada Sonia Díaz Ureta, casada en ese entonces con mi otro hermano, Carlos, había llegado a Argentina, pocos días antes desde Ciudad de México, lugar donde residía luego de la desaparición de mi hermano Luís, de mi cuñada Clarita y de su hermana. Sonia, aceptó venir a B. Aires para que mis padres y yo conociéramos a Jaina, la nueva integrante de la familia que había nacido en México. Pensamos que deben haber detectado el ingreso de Sonia a B. Aires, y de ahí decidieron actuar en contra nuestra, porque supusieron que Sonia y yo hacíamos actividades en contra de la dictadura de Pinochet. Eso no era real en ese momento. Yo no tenía una militancia política, era obviamente de izquierda. Creían o nos acusaban de continuar la labor de mi hermano Luís, a quienes ellos mismos habían detenido un año antes. Yo tenía 18 años y cursaba cuarto medio.
* ¿Como se desarrolló su arrestación? ¿Y luego su detención?
Nuestro secuestro fue hecho bajo los padrones típicos de los operativos de esa época. Llegaron a mi casa en B. Aires, alrededor de 10 o 15 hombres, armados, gritando, registrando, literalmente «ocuparon» el pequeño departamento en el que vivía mi familia. Eran cerca de las 23,00 horas del 12 de julio. Le dicen a mi cuñada Sonia y a mi que iríamos con ellos. Me obligan a vestirme (yo estaba ya acostada, con ropa de cama) y somos sacadas del departamento, rodeadas de todos estos tipos armados. Luego fuimos introducidas en autos, cada una en uno distinto, y tiradas al piso de la parte de atrás, y a los segundos fuimos vendadas. Durante el corto trayecto fuimos golpeadas, manoseadas, insultadas. Llegamos a un lugar, que con el tiempo hemos podido establecer que era El Atlético (centro clandestino de detención y tortura) y ahí somos literalmente «recibidas» por chilenos. Ahí fue la primera vez que escuché y me di cuenta que habían chilenos.
* ¿Durante «los interrogatorios», cuales eran las preguntas centrales de los agentes? ¿Cuales eran sus métodos?
Los métodos eran también los «clásicos» utilizados. Golpes, maltrato verbal constante, humillación, en definitiva, tortura. A mi no me gusta hablar de detalles, me he tenido que referir a eso en los juicios, pero en general creo que no aportó mucho más, porque ya es bastante conocido lo que se hacía en esos centros. Y, en general no me gusta por respeto a mi familia y a la gente que me quiere, y además, porque yo he hecho un bloqueo de esas cosas por muchos años, y revivirlo me ha significado un costo emocional alto. Y si a algo estoy dispuesta es a no sufrir más, o sea, no más de lo que ya sufrí. En definitiva con más o menos diferencias y énfasis, recibimos el maltrato de esa realidad que nos toco vivir. Ahora, sobre el interrogatorio. Todo lo que preguntaban era sobre las actividades políticas que mi hermano Luís realizaba en Chile, como miembro de la resistencia chilena. Mi hermano si era un militante de la resistencia -cosa que me enorgullece mucho- y sobre eso nos preguntaban. Mi hermano era un joven culto, de buena familia, tenía un don maravilloso, era un gran músico, un músico innato, tenía una voz privilegiada. El podía haberse ido de Chile. Podía haber salido exiliado, o no haber hecho nada, cuidarse, enajenarse de la realidad que estaba viviendo. Pero él no eligió ese camino. Mi hermano jamás se resignó a vivir en dictadura. Sufrió mucho con lo que sucedía con sus amigos, sus compañeros. Fue un joven consecuente con su época y realidad, y eso le costo la vida.
* ¿En el centro de detención pudo reconocer a alguien (agentes o detenidos)? ¿Hablar con detenidos?
Nosotras estuvimos pocas horas. No hablamos con nadie. No podíamos tampoco. Escuché alrededor de dos horas la brutal tortura a una muchacha. Escuché cuando llegaron dos chicos, un hombre y una mujer, y fueron golpeados y desnudados al lado mío. Escuché a gente caminar con grilletes. Toda la noche escuché gritos. Era el horror mismo. Entre medio de todo, se llevaban a mi cuñada, la traían, me llevaban a mí, etc. Reconocí a dos personas, porque estuvieron en el allanamiento, uno era el argentino que era el «jefe», con el tiempo pude saber quien era y lo reconocí en fotos. Era José Benito Fioravanti, el encargado de El Atlético, oficial de la policía federal Argentina. Falleció en 1985. Y, casualmente reconocí, al verlo en una foto, y luego en el marco de los juicios orales, a Enrique Arancibia Clavel, quién resultó ser un agente de la DINA chilena, que vivía en B. Aires. Este sujeto estuvo en mi interrogatorio y en el de Sonia. Manejó el auto cuando nos dejaron libres. Fue increíble cuando vimos la foto de este tipo. Porque tanto Sonia como yo, no dudamos en reconocerlo. Fue algo muy impactante. Primero, yo jamás me propuse como objetivo en mi vida buscar a estos sujetos, y menos en relación a nuestro caso. Siempre me interesó, y por supuesto sigue siendo mi interés primordial, lograr saber el destino de mi hermano y mi cuñada, y la hermana de ésta, porque además ellas eran mis amigas. Y si algo nos quedó clarísimo en nuestra detención, fue que quienes nos detuvieron y nos interrogaron, fueron los que participaron de una u otra manera en el secuestro de mi familia. Ellos nos lo dijeron y nos lo demostraron. Arancibia pudo ser un agente cualquiera, uno que simplemente acompañaba a Fioravanti, que era el que dirigía el interrogatorio. Pero claro, cuando supimos que era de la DINA, entendimos porque estuvo en todo el proceso, en el allanamiento, interrogatorio y liberación. Este hombre esta vinculado a muchos procesos sobre desaparición de chilenos en Argentina. Le encontraron mucha evidencia. El, por supuesto lo niega todo.
* Está probado que su detención fue una acción llevaba a cabo en el marco del Plan Cóndor. ¿Cuáles fueron los elementos que permitieron demostrarlo? y derivado de esto, ¿Vd. sospecho la existencia de un operativo de este tipo en esta época?
Yo siempre he dicho que fue tan grande el asombro que tuvimos cuando escuchamos a chilenos, fue tan desconcertante, que por supuesto no estaba en mi mente lo que hoy se sabe, la coordinación, o el grado de coordinación que existía. Cuando me di cuenta, y cuando hablaban de mi hermano Luís, sentí mucha tristeza, porque me daba cuenta -a la vez- de lo «ingenuo» que fue mi hermano al quedarse en Argentina, en creer que por haber salido de Chile, sus verdugos no lo iban a alcanzar. Ellos nos decían eso. Yo entendí, en ese momento, que la coordinación existía, era real, era rápida (hablaban de que a mi hermano lo llevaron al poco tiempo a Chile y que a nosotros nos pasaría lo mismo). Eso lo denunciamos al llegar a México. Y claro, luego fuimos teniendo evidencia que existía el Plan Cóndor y hoy ya sabemos muy bien todo, o casi todo. Ahí, ese día, vimos actuar al Plan Cóndor en todo su esplendor. Para mí fue determinante, en el sentido de saber que a mi familia había que buscarla también en Chile. Le recuerdo que en esos momentos (yo al menos y mi familia) creíamos que los íbamos a encontrar vivos. La muerte fue algo en lo que no pensábamos, o no queríamos pensar.
* Usted fue testigo en el juicio que se realizó en 2000 contra el ex agente de la DINA, Enrique Lautaro Arancibia Clavel, por el asesinato en Buenos Aires del general Carlos Prats y su esposa [iii] . ¿Como se logro establecer un nexo entre los dos casos? ¿Cuales fueron los aportes, en términos de justicia, de su relato?
Cuando Sonia y yo reconocimos a Arancibia, pusimos nuestro testimonio a disposición de la familia Prats, ellos tenían un juicio muy avanzado, y bueno, solo se nos ocurrió eso. Además Sonia estaba de visita en Chile, ella radica en México, así que aprovechamos de dejar todo en manos de la defensa de la familia Prats. Creo que en términos de evidencia mi testimonio fue clave, porque la línea de defensa de este tipo (Arancibia) ha estado siempre centrada en negar todo, y claro, para su desgracia, por el lado que jamás debe haber pensado, aparecimos dos de sus víctimas vivas que lo reconocimos sin vacilación. Además Arancibia ha intentado siempre aparecer como un «analista» que cooperaba con el gobierno militar chileno. Y claro, eso es mentira. ¡El analista allanaba, secuestraba, interrogaba, ponía corriente, etc…! A mí -en un principio- me daba pena su familia, porque creo que son personas decentes, y claro, son su familia; pero la verdad, de la manera descarada que han intentado seguir la comparsa de mentiras, me ha impactado. Han «sugerido» que lo que Sonia y yo decimos es mentira, que es un «invento» ¡¡por favor!! … ¿qué clase de personas creen que somos para hacer algo así? Habría que ser loco y macabro para «inventar» algo así. Por lo demás, siempre lo digo, yo soy cristiana, jamás mentiría sobre algo así. Yo respeto el apoyo y entiendo el amor familiar; pero lo que jamás voy a aceptar es que se pretenda seguir haciéndonos daño ¡Ha sido suficiente! Aquí estamos hablando de una familia destrozada por la perdida de un hijo, de un hermano. Ya el daño de Arancibia fue suficiente, y solo le pido a Dios que alguna vez se arrepienta y diga algo de mi hermano, porque él sabe, de eso estoy segura, él tiene que saber, por lo mío y de Sonia, ambas estamos agradecida de la justicia, ya fue juzgado y eso fue un elemento reparatorio suficiente para nosotras.
* Usted ha denunciado las incoherencias de la Comisión Nacional sobre Prisión Política, conocida como «Informe Valech» [iv] : ¿nos podría explicar esto?
Mire lo único que yo digo en relación al Informe Valech, sin dejar de reconocer el inmenso valor que este informe tiene para Chile, es que existió, en el caso de los torturados fuera del territorio nacional, una decisión o interpretación jurídica, aberrante. Y, sin pretender ser autorreferente, el caso nuestro es una prueba mayúscula de lo que digo. Yo y Sonia fuimos arrestadas y secuestradas por chilenos y argentinos. Incluso uno de esos chilenos (porque habían más, pero no los vimos) está reconocido, y está comprobado que era agente de la DINA. Que la DINA actuaba como aparato del Estado, etc… ¿Entonces, qué pasa? ¿Porque en una parte, al inició del Decreto Supremo Nº 1.040 se dice algo como » investigar los casos de tortura ocurridos en Chile… » y después se decide dejar fuera este tipo de casos? Para mi es una aberración, que no puedo creer, no me cabe en la cabeza que estuviera dentro del espíritu de la ley que creó el Presidente Lagos. Por otro lado, me parece un doble castigo para nosotros, por eso escribí eso de que estábamos en «tierra de nadie». ¿O sea, Chile, no se hace responsable de nada? ¿El Estado crea una comisión para reconocer la tortura y no reconoce los «casos Cóndor»? ¡Escandaloso! Sobran los comentarios… En segundo lugar, la experiencia que viví al enfrentar un juicio oral con mi torturador al frente, con un abogado que preguntaba, hasta si me acordaba del color de los zapatos que llevaba, si me acordaba si tenía bigotes o no, etc. etc. Eso es un juicio oral, eso es enfrentarse con la justicia. Es justicia, si, pero es algo bastante cruel y difícil. Y creo que la situación creada por el Informe Valech, la de » no reconocer » nuestros casos, deja en una gran indefensión a futuros ciudadanos chilenos que deban enfrentar este tipo de juicios. Sonia y yo ya tuvimos nuestro juicio, y quedo claramente establecido, nuestro secuestro, tortura y la responsabilidad de Arancibia en él. Pero yo me pregunto: ¿que va a ocurrir si mañana aparece otro caso como el nuestro? En fin. Una miopía legal, una injusticia para nosotros. Jamás pensé que personas como los miembros de la Comisión Valech, en las cuales confiaba, hicieran algo así, por eso hice una clara apelación, porque pensé que frente a tantos y tantos casos, y frente a tanto horror, podía haberse » pasado » algo así. Pero la respuesta ha sido insultante, ni siquiera -al parecer- reevaluaron el caso, utilizaron, dice el texto, el mismo criterio. Una mancha para un informe y un trabajo valioso.
* ¿Cuál es la situación actual del caso de su hermano detenido-desaparecido que fue llevado ante los tribunales? ¿Actualmente se posee más información de sus últimos días y condiciones de detención?
Mire todo lo que se ha tenido que hacer para saber de mi hermano, se ha hecho, lo ha hecho mi madre, desde el primer día. Recursos de amparo, denuncias, búsqueda en la morgue, en B. Aires, todo. Incluso mi madre estuvo detenida un par de ocasiones, junto a la madre de mi cuñada, por eso. Luego de nuestra detención y ante la información que obtuvimos de ellos mismos (de que lo habían traído a Chile), concentramos la búsqueda acá. Pero lamentablemente nunca se ha sabido nada. Mi hermano estaba vinculado políticamente a un grupo en donde hoy todos están desaparecidos (fueron detenidos en Chile). El, ante esa «sospecha», decide viajar a B. Aires en donde estábamos nosotros, y a los 25 días de llegar lo secuestran. El otro día hablaba con una jueza y le decía: ¿Cómo es posible que a un grupo de seis o siete personas se las haya tragado la tierra? Ella está encargada de investigar la desaparición de otro chico parte de ese grupo. Pero es así. No hay muchas pistas. Del año 1976, hay pocas pistas. Por eso es que hay que ser cuidadoso, seguir todos los caminos posibles, estar atentos. Nosotros como familia tenemos el compromiso de siempre buscar a mi hermano. Nosotros somos solo dos hermanos y tenemos a nuestros padres vivos y deseamos no morirnos sin saber algo, ese es nuestro anhelo. Y mi hermano Carlos y yo, deseamos también no dejarles este peso histórico a nuestras hijas, ni a la única hija de mi hermano Luís. Quisiéramos cerrar dentro de lo posible está herida en nosotros. Porque sabemos que es una herida que sangra, y duele. Que esta…
* ¿Vd. que ha visto funcionar a la justicia chilena y a la argentina, al realizar un análisis comparativo, cuales son los puntos comunes y las diferencias?
Perdóneme de no tener seguramente la capacidad para comparar, porque la verdad, yo la única justicia que conozco es la Argentina, y es asombroso lo que ha pasado ahí. Yo hubiese querido que todos vieran lo que es enfrentar un juicio, como se hacen allá. Es asombroso, pero ni Sonia ni yo pedimos hacer un juicio contra Arancibia, ni se nos ocurrió. Fue sobre la base de mi declaración en el juicio Prats, que el Estado argentino determina iniciar una investigación y abre un juicio. Ese sólo hecho, a mi me conmueve. Luego, paso a paso, lentamente, se ha ido completando un proceso, que tuvo su máxima cuando un tribunal condena a 12 años de prisión a Arancibia por nuestro secuestro. Fue un acto tan reparatorio, tanto, que jamás pensé que sería así. Y claro, ahí comparé, pensé: qué bueno sería que tantos chilenos que han sufrido pudiesen hacer esto. Me devolvió mucho la fe en la justicia. Al menos allá. Yo tengo mucho que decir de la justicia chilena, creo que fue una gran cómplice de todo lo que paso en mi país. Creo que abandonó a muchos chilenos. Creo que tiene una gran deuda con la sociedad, y en especial con muchas familias chilenas. Yo lo dije ese día, al final del juicio, espero que la justicia chilena aprenda algo de todo esto. Yo habría llevado a los estudiantes de derecho a ver esos juicios. Habría sido muy bueno.
* ¿Cual es su opinión sobre la gestión del gobierno de la Concertación en cuanto a los derechos humanos? Usted que ha luchado durante varias décadas por la Verdad y la Justicia: ¿cual es su balance personal y/o colectivo?
Mire, yo creo que en materia de derechos humanos hemos avanzado, eso sin duda, pero en general mi balance es pobre. He discutido esto con varias personas y mi impresión es que esto no debe ponerse en uno u otro lugar, creo que esto es un tema país. Supongo que los gobiernos de la Concertación han hecho lo que pueden, y yo siempre agradeceré como familiar lo que se haga por mi hermano, pero como ciudadana, obviamente, estoy insatisfecha. Cómo es posible que en Chile hayan más de mil chilenos desaparecidos aún y que estando vivos los que saben y las instituciones que planearon, idearon, y ejecutaron esta atrocidad, no digan nada. ¿Cómo es posible que la sociedad como sociedad no haga más? Existen explicaciones. Yo soy una estudiosa constante sobre el tema, porque pretendo «entender» qué fenómenos sociales, políticos, humanos, están detrás de todo esto. Pero también, tengo la capacidad -más allá de entender- de exigir cambios. Mire, la frase famosa y ya muy manoseada de «no quiero que nunca más pase» a pesar de estar tan usada, no tiene sinónimo que la pueda reemplazar. Nosotros, ya fuimos marcados, ya sabemos vivir con la herida, ya sabemos que nuestros familiares fueron torturados, muertos y tirados al mar, o enterrados, etc. Ya lo hemos vivido, nada, nada va a cambiar eso, tal vez solamente saber la verdad y la justicia, pero en general, ya lo sabemos, ¿entonces, cómo no es posible creernos que esto es atroz y que no se puede repetir? Veo indiferencia. Yo me fui de Chile con 15 años, y siempre pensé que este país era más consecuente, me crié pensando eso, y le he reprochado a mis padres el que hayan idealizado tanto este país. Regresé de 31 años. He estudiado mucho este tema, porque me interesa académicamente hablando, y me he dado cuenta que los chilenos culturalmente no hemos sabido resolver nuestros conflictos. No hemos sabido «hablar» de los problemas, tanto colectiva, como personalmente. El tema de los derechos humanos debe ser un tema no transversal a nivel educativo. Debe ser un tema u objetivo específico, concreto, especial. Es elemental en este país, donde pasó lo que pasó. No puede solamente colocarse este tema a nivel transversal. Hay que provocarlo, hay que hablar del tema de los derechos en general. Hoy, no sabemos defender nuestros derechos, no sabemos hacerlo. Incluso al denunciar lo del Informe Valech, no faltó quien me dijera, y varios que no me lo dijeron, pero que lo pensaron, el informe es tan bueno, es tan importante… como diciéndome, pa! que vas a denunciar algo. Yo no tengo dudas ni vacilación al respecto, jamás, jamás, voy a renunciar a denunciar lo que me parece una injusticia. Y creo que hay que ser muy miope para temer que una denuncia concreta, responsable, «real» pueda provocar el «desprestigio» de un informe. Como usted dice, he luchado toda mi vida, por la justicia, por los derechos humanos, y creo que sería una inconsecuente al no denunciar este u otro hecho que va en desmedro de esa lucha. Por lo demás, yo soy familiar de un detenido desaparecido, la mujer de mi hermano, Clarita Fernández, y la hermana de ella, Cecilia Fernández, ambas argentinas, eran mis amigas. Mi hermano conoció a Clarita y se enamoraron, fueron pareja durante varios meses antes del secuestro. Vivian en el depto. de propiedad de las hermanas Fernández al momento de su secuestro, ahí también estaba Cecilia, y también se la llevaron, y mi lucha es muy clara, tiene nombre y apellido, Luís Elgueta y las hermanas Fernández. Esa es mi realidad, y hubiese dado mi vida para que no lo fuera, porque yo amaba entrañablemente a esas tres personas en sus respectivos roles, cuñada, amiga y ni le cuento a mi hermano mayor, era mi ídolo total, yo lo adoraba, teníamos una relación muy fuerte. Por otra parte, fue a mí y a Sonia, a quienes les dijeron lo que les habían echo, como los torturaron, como trajeron según ellos a mi hermano a Chile. Y en definitiva, eso es el Plan Cóndor. Es algo más allá de libros y documentos. Es esto, y el milagro de poder contarlo lo hemos tenido muy pocas personas, la mayoría se lo llevaron con ellos. Creo que Chile, y sus generaciones futuras, esto lo digo como madre, merecen que los que fuimos parte de una u otra manera de todo lo que paso, instalemos en nuestro país la cultura del derecho, del respeto, de la tolerancia, y de la lucha para que nunca más un hombre o una mujer sean torturados y asesinados por pensar diferente.
* Franck Gaudichaud es Doctor en Ciencias Políticas, miembro del colectivo de información alternativa Rebelión (www.rebelion.org) y del comité de redacción de la revista Dissidences (www.dissidences.net)
– Ver también del mismo autor sobre este tema: La Sombra del Cóndor
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[i] Ver Juez Baltasar Garzón Real, Auto de detención dictado a Augusto Pinochet, Madrid, Audiencia Nacional, Juzgado central de instrucción numero cinco, Sumario 19/97 P.S., 18 de octubre del 1998 (in http://www.analitica.com/bitblioteca/pinochet/auto.asp) y » La última acusación de Pinochet a sus subalternos», La Nación, Santiago de Chile, 5 de noviembre del 2004.
[ii] Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Informe Rettig), Santiago, 1991 (in http://www.memoriaviva.com/Documentacion/informe_rettig.htm).
[iii] Ver Victoria Ginzberg, «Arancibia, de vuelta al banquillo», Pagina 12, Buenos Aires, 27 de Septiembre de 2004 y Claudio Mardones, «Operación Cóndor. El olor y la pinta acusaron a Arancibia Clavel», El Periodista, Santiago, año 3, Nº 73, 22 de octubre de 2004 (in http://www.elperiodista.cl/newtenberg/1704/article-64557.html).
[iv] Laura Elgueta, «El informe Valech no reconoce la Operación cóndor», Rebelión, 6 de junio del 2005 (in http://www.rebelion.org/noticia.php?id=16059).