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Enajenación y Ultraderecha

Fuentes: Rebelión

La ultraderecha política del tipo Bolsonaro, Trump, Bukele, Uribe, Milei, Le Pen, lo mejor que hace en su propio beneficio es provocar la desconexión y aislamiento de las personas respecto a su entorno social y político, conduciéndolas con el miedo a un futuro incierto, al desprecio por un presente que no sea el que ella promete. Fragmenta y descompone el todo para que la gente actúe como enjambre, como masa enajenada, que no trate las causas como causas y que mire solo consecuencias inconexas, como técnica de poder para ocultar los fenómenos y las estrategias de dominación y control. De esta manera, las violencias provocadas por ella, podrán aparecer sin antecedentes, ni responsables evidentes, beneficiados con impunidad total desde hace décadas. Nadie ha respondido por la violencia del 48 al 57, o los exterminios de la UP y pueblos indígenas, las ejecuciones en el paro cívico del 77, el estatuto de seguridad, las miles de masacres o la envilecida seguridad democrática, entre otros.

A pesar del nivel de verdad conocido con el esfuerzo impagable del sistema de verdad, justicia, reparación y no repetición (Comisión de la verdad, JEP. UBPD) y de la conciencia común ganada por múltiples sectores sobre la afectación mental colectiva que padece la población y que favorece el aislamiento y de conocer mejor la magnitud de destrucción física de los cuerpos de individuos y comunidades enteras, la ultraderecha logra que todo o nada de lo mismo, que lo real parezca imaginado y viceversa y que la gente les aplauda su brutalidad y capacidad de engaño.

La sociedad enajenada aparece del capitalismo sin límite, que con reglas del mercado conduce al estado, con un libreto preparado por grupos, clanes, clubes, que mezclan economía, política y sentimientos y logran caracterizar algo de legal o de ilegal no con un orden de justicia sino de relaciones de poder. La ultraderecha emite mensajes, propaganda y anuncios, que repiten e insertan en la conciencia humana, hasta alienar al ser humano de su esencia como ser especie. Lo llevan a la condición de rendición en la que en lugar de realizar su potencial y trabajar de manera colaborativa y creativa, por un país en colectivo, tranquilo, sin muerte, en paz, con dignidad, cada quien esté forzado a competir entre sí (ranquin, competencias, estadísticas), limitándole su capacidad para hacer las cosas de manera consciente y solidaria. Eliminan de él las relaciones humanas basadas en la cooperación y fomentan relaciones de competencia y explotación. Las personas enajenadas suman a la sociedad en la que cuentan como medios para satisfacer el único fin de los dueños del capital, que es su propia ganancia, que produce sufrimiento humano y predispone para ejercitar cualquier violencia incubada.

Colombia parece condenada por el sistema político excluyente, elitista y colonial a permanecer enajenada. La ultraderecha está sumando odios, violencias, mensajes, creando síntomas, para convencer al país de que la eterna tragedia del horror vivido es un invento de los herejes y de que si ellos como partidos tuvieron responsabilidades (de lesa humanidad) fueron simples pecados veniales de financistas, dirigentes y ordenadores del gasto de la guerra, que dicen haberse visto obligados a diseñar, distribuir y aprobar presupuestos, mentir y conceder medallas del honor, porque eso era lo indicado y de manera camaleónica se reincrustan en el estado, fingen inclusive ser revolucionarios y ofrecen futuros de redención ante el gobierno popular que los cuestiona, desnuda y les pone en riesgo sus privilegios de casta, nobleza, status y adhesión de sus áulicos y militantes.

En toda trama de corrupción la ultraderecha tiene representación, como también la tienen desde el primero hasta el último comité, consejo o staff de decisión, que mantienen hábilmente conectados con congresistas, empresarios, altos cargos y directivas locales de entes e instituciones que siguen las reglas de la vieja escuela clientelista de favores, lealtades y desprecio por lo popular. Los llamados mandos medios del estado vigilan el comportamiento enajenado, controlan, distraen y distorsionan con metas y formalidades que eliminan las causas y ocultan a los responsables de la tragedia.

La fragmentación de los hechos y la enajenación como estrategias, sostienen el discurso y práctica para descoyuntar la continuidad compleja, pero siempre frágil ante la latente posibilidad del retorno a la guerra, del salto al vacío, del caos o del apocalipsis, que nutren a la ultraderecha que también a veces se disfraza de centro. La carga de tensiones políticas y sociales, en buena parte de la población ha generado una pérdida del sentido sobre que son y para qué sirven los derechos humanos que liberan de la enajenación y convocan a no permitir que la vida pase sin realizarlos, ni se vea empujada a actuar acechada por una ideología basada en emociones sin programa político y con un odio centrado contra la figura del presidente, su entorno y sus ministros, con el objetivo puesto en desestabilizar los pilares democráticos del país e impedir una reflexión profunda sobre las causas y consecuencias de lo que ocurre, y de provocar daño. La ultraderecha está empeñada en posicionarse para las elecciones de 2026, sin que le importe afectar o destruir cualquier opción de mejor futuro en colectivo, con bienes comunes y patrimonios públicos para satisfacer derechos

P.D. A. Daniel Rojas, es el primer ministro de educación de origen popular y convicciones de izquierda en este país. Por títulos de posgrado o publicaciones científicas no tiene que preocuparse porque no fue nombrado profesor universitario. Algunos parientes de gobernantes actuales no tuvieron incluso títulos mínimos para su ejercicio. Galán firmó su título siendo ministro de educación. El presidente Turbay no tuvo bachillerato completo. Una ministra de educación sin experiencia alguna dijo que era suficiente haber educado a siete hijos. B. De las tareas urgentes y de cambio real, lo importante será tener “resultados con máxima celeridad”. Talvez seis meses sean suficiente, si se usa el tiempo sin dilaciones, sin imprescindibles, sin burocracias interesadas solo en metas y formatos y sin obstáculos de fuego amigo para:

1. Establecer que la educación es un derecho humano y fundamental, un bien público. 2. Establecer una política de educación superior.

3. Modificar la ley 30 de 1993.

4. Realizar constituyentes universitarias en las 34 universidades públicas.

5. Ampliar las oportunidades de acceso y permanencia en todo el sistema escolar.

6. Pensar paz. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.