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Encender el fuego

Fuentes: Rebelión

A Martha Zein En cualquier escenario se reproduce la misma estrategia cuando éste atenta contra los intereses de la democracia Anglo-euro-israelí. Es la estrategia de double face de los estados-empresa y sus entidades bancarias, cuyo fin no es otro que financiar la aniquilación de estados y sociedades civiles remisas a ceder la explotación de sus […]

A Martha Zein

En cualquier escenario se reproduce la misma estrategia cuando éste atenta contra los intereses de la democracia Anglo-euro-israelí. Es la estrategia de double face de los estados-empresa y sus entidades bancarias, cuyo fin no es otro que financiar la aniquilación de estados y sociedades civiles remisas a ceder la explotación de sus recursos a las lógicas y tiempos extractivos del modelo occidental de desarrollo. Un modelo, por cierto, que ya hace tiempo que ha dejado de ser puramente occidental para devenir sencillamente planetario, global, y que está generando múltiples culturas de resistencia y concepciones del mundo que conviene aprender a captar, entender, traducir y visibilizar.

¿Cómo se organiza estratégicamente – y esto me parece clave – esa aniquilación? Cuando menciono la double face de este modelo me refiero al hecho de que la hegemonía del capitalismo neoliberal se reproduce también en escenarios que el ojo público o, por así decirlo, la mirada oficial de los medios, ni puede ni quiere vincular. Por un lado, el escenario diplomático desde el que los medios convencionales de in-comunicación tratan de convencer a los ciudadanos de que el aumento progresivo de los fondos para el desarrollo e investigación armamentística obedecen a un proceso legalmente regulado y de extrema necesidad que conviene ceder a corporaciones privadas para garantizar la seguridad de la sociedad civil. Por otro lado, el escenario clandestino, el backstage desde el que se financia, arma y entrena a guerrillas para practicar aquello que Daniele Ganser, en Operación Gladio, denominó la estrategia del terror; a saber: provocar atentados y asesinar a hombres, mujeres y niños, responsabilizar mediáticamente de ello a cualquier tipo de resistencia -anti-sistémica o no- que pueda surgir o consolidarse, y esperar a que el terror producido impulse a las poblaciones, por instinto de supervivencia, a exigir seguridad al mismo estado en el que anidan los cómplices del asesinato colectivo.

A esto, en mi diccionario, lo llamo terrorismo colonial de ultraderecha. Es decir: aquello que el capitalismo necesita para persistir como totalidad sistémica. Lo necesitó el de ayer, lo necesita el de hoy y, probablemente, lo necesitará el de mañana. En consecuencia, resistirlo es una mezclita de compromiso e instinto de supervivencia, no un acto de terrorismo, como les gustaría hacer creer a los comisarios del lenguaje que pululan por la patética fauna del periodismo y la comunicación realmente existente.

La colonización del lenguaje y la representación demonizadora del otro son armas muy eficaces a la hora de acompañar a la susodicha estrategia del terror. Lo han sido siempre, de un modo instintivo, en las luchas de poder en toda civilización humana; sin embargo, creo que a día de hoy, con la explosión de la revolución tecnológica en los medios de comunicación y una relativa mundialización de la misma, nunca ha sido tan importante el acto de nombrar y conceptualizar la realidad, así como el acto, también, de interpretar al otro. La lingüística y la antropología, así pues, creo que deberían colaborar recíprocamente para entender hasta qué punto estos dos actos cotidianos, el acto de nombrar las cosas y el acto de interpretar al otro, no pueden substraerse del contexto geopolítico en el que se desarrollan y de las relaciones de poder consecuentes. Sin ninguna duda, no podremos encontrar explicaciones totales, porque no las hay, pero sí lógicas conductuales muy semejantes en cada escenario colonial que no obedecen sino a un impulso humano, demasiado humano, en situaciones de poder y privilegio: generar confusión y división para lograr conservar los propios privilegios en medio del caos. Y, por supuesto, exterminar físicamente a quien pueda amenazarlos. A los pobres, por atreverse a pavonear su miseria en las ciudades. A los intelectuales, por atreverse a pensar y hacer pensar. Y a los ciudadanos activos por tomarse las constituciones y los derechos fundamentales demasiado en serio.

Tengo que decir, después de haber experimentado procesos de pseudo-empoderamiento político en el nacionalismo gallego, así como de haber trabajado en el departamento de comunicación/información del PSOE gallego, que no es sólo en las instituciones en donde se desprecia cualquier tipo de precisión, mesura y finezza a la hora de usar el lenguaje para representar la realidad con un mínimo de veracidad analítica. No. Tampoco es sólo en las instituciones en donde se desprecia cualquier tipo de precisión y mesura a la hora interpretar el medio geográfico y cultural-el propio o el otro, si es que tiene algún sentido la arbitrariedad de esta separación.

Conviene decirlo: los propios movimientos sociales y buena parte del activismo se ha dejado seducir por la misma basura estratégica consistente en improvisar y orientarse sobre la marcha, cargándose de estrategias de comunicación y restándole -cuando no, sencillamente, despreciando- importancia a esa peligrosa mujer llamada Filosofía y a esa otra llamada Ciencia: Bienvenidos al reino de la izquierda buenista y bien-pensante. Haremos la revolución emocionando a propios y ajenos con nuestros discursos. Puede que incluso comamos ensalada de flores con miel dopo di fare la revoluzione. Los conceptos no importan porque son sólo teorías y no designan realidades, y la realidad tampoco importa porque ya la interpretamos por intuición después de nuestras sesiones de yoga o reiki. Por supuesto, las relaciones personales tienen que ser lo suficientemente abiertas, efímeras y flexibles como para no cerrar ningún tipo de contenido en ellas.

Y para muestra de esta silenciosa laxitud que no lleva a ningún sitio, un botón de actualidad: Deja vú y eterno retorno; tendría que acudir a la hemeroteca para contar el número de veces que a los altos cargos del ejército del estado español se les pone dura la auctoritas militar cada vez que emanan vapores simplemente discursivos de auto-determinación y/o independencia en la sociedad civil de Catalunya y el País Vasco. No son, desde luego, pocas. Y son, desde luego, un síntoma, a pesar de la poca visibilidad que quiera dársele en los medios más mainstream del estado.

El ex coronel del ejército de tierra, Amadeo Martínez, considerado un conocido republicano, se ha sacado de la chistera el típico exabrupto castrense que los altos cargos del ejército español vomitan cada vez que captan alguna energía social que pueda romper el himen de Lady España. Ese exabrupto tiene un nombre y se llama operación estela -quiero suponer que por la estelada-; en la misma, el objetivo consistiría en intervenir militarmente en Catalunya si sigue adelante la convocatoria del 9 de Noviembre. Una intervención que habría de ser rápida, contundente y con desprecio absoluto por las formas democráticas. Una intervención en la que se procedería a ocupar todos los centros de poder político y mediático de Catalunya, decretando el estado de excepción y dejando fuera de la ley al actual gobierno de la Generalitat.

Un dato importante: El ex-coronel del ejército de tierra, Amadeo Martínez, es un conocido republicano que fue condenado en su tiempo por la Audiencia nacional a pagar multas por delitos e injurias contra la corona española. Podría resultarme incluso hasta simpático este hombrecillo si el hecho de ser republicano, en el sentido de anti-monárquico a secas, fuese razón suficiente para ello. Pero no, no me cuela, como tampoco me cuela el republicanismo que no construye más fundamentos ni genera más horizontes que un mero anti-monarquismo emotivo y vaporoso. Recalco esto para recordar que, también entre republicanos, existen razones de estado cuya sinrazón militar me pone los pelos de punta, y que, además, están preñadas de un anti-catalanismo político y cultural fundamentado sencillamente en el odio. Hoy le toca a Catalunya. Mañana será el País Vasco. Pasado mañana, Galicia, y así ad infinitum.

Pero a lo que iba; mientras este estridente personaje desvela el iceberg de odio y paranoia identitaria que hay bajo la punta de las declaraciones oficiales de los altos cargos del ejército español, resulta como mínimo sorprendente el comprobar que no hay comunicados oficiales ni por parte de Podemos, ni por parte de Izquierda unida, ni por parte del republicanismo de izquierdas en general, respondiendo a estas exhibiciones de testosterona castrense. Se supone -pero esto es mucho suponer, y yo soy un ingenuo-, que todos los republicanos de izquierdas deberíamos estar a favor del principio de libre-determinación, no sólo hacia afuera, sino también hacia adentro; en el caso palestino, en concreto y por poner un ejemplo, intuímos, además, que las consecuencias prácticas de esta toma de partido son muy concretas, colaborando con el BDS al estado de Israel. Pues bien, ahí va mi pregunta: ¿Es honesto reivindicar un derecho formal como el derecho de libre-determinación para una población que vive fuera del propio ámbito geográfico de soberanía del estado… al mismo tiempo que se guarda silencio o calculadísima precaución a la hora de reivindicar lo mismo para las naciones que integran el propio estado?

Es evidente -y ruboriza decirlo- que Palestina no es Catalunya/País Vasco, ni Catalunya/País Vasco es Palestina. Es evidente, también, que Catalunya no es el País Vasco, y viceversa. Quiero decir con esto que no son la misma realidad a pesar de que no sean compartimentos estancos. Pero, a pesar de todo, el derecho formal a la libre-determinación, se canalice como se canalice en sus múltiples aspectos concretos, no puede negarse amparándose en el criterio justificativo de la circunstancia o el contexto por el que pasa la sociedad en la que se aplique. Si así fuese no tendría sentido esa entrañable y peligrosa utopía de someter la política a derecho, y no al revés, que es cómo, lamentablemente, sucede día tras día en esta guerra global permanente que vivimos.

¿Cuanto tiempo vamos a aguantar sin salir de nuevo a la calle y encender de nuevo el fuego? La re-fundación y ruptura total con los clichés y mentiras de la segunda transición camina de la mano de la refundación y ruptura total con la inhumanidad del modelo Anglo-euro-israelí importado, hoy hegemónico a escala planetaria y firmemente aplicado en la península ibérica.

Pero, repito, ¿cuando volveremos a encender de nuevo el fuego? ¿Cuando dejaremos de hechizarnos por consuelos?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.