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Encontrar dos veces a Belén Gopegui

Fuentes: Cádiz Rebelde

En una ponencia titulada: «Novela en retaguardia», publicada en estas mismas páginas, Belén Gopegui describe los valores y el papel de los intelectuales en el capitalismo: » La exaltación del individualismo y de la libertad del artista no es sino una forma de encubrir el modo en el que hoy los artistas, los novelistas, los […]

En una ponencia titulada: «Novela en retaguardia», publicada en estas mismas páginas, Belén Gopegui describe los valores y el papel de los intelectuales en el capitalismo:

» La exaltación del individualismo y de la libertad del artista no es sino una forma de encubrir el modo en el que hoy los artistas, los novelistas, los guionistas, salimos a la plaza del mercado como antes hacían los jornaleros. Salimos a vendernos, salimos a comprobar si hemos acertado con un encargo que no se formula explícitamente pero que está ahí»,

Después hace una propuesta de trabajo en el marco y en la retaguardia de los movimientos revolucionarios.

La hace con ese mismo conjunto -inusual, casi fantástico- de coherencia, resolución y concreción, con el que contestaba a una entrevista publicada en Babelia el día 18 de septiembre.

Así que es la segunda vez, en poco más de un mes, que me topo de bruces con Belén Gopegui.

Aunque yo no soy un artista -simplemente un articulista peleón-, es decir, no soy miembro del colectivo al que va dirigida en primer lugar la propuesta, me he sentido conmovido por la iniciativa y he decidido apoyarla y formar parte de ella. En realidad, la identificación con la propuesta ha sido inmediata, el resultado inevitable de los dos encuentros a los que se refiere el título de este artículo, y de su coincidencia con la experiencia compartida con mis compañeros de Cádiz Rebelde durante más de cuatro años.

Para explicarlo y para invitar a todos los lectores a acompañarnos en un largo viaje como éste, resumiré brevemente el impacto de los encuentros y contaré la pequeña historia, el pequeño milagro casi inaudito, de la formación de un colectivo.

Primer encuentro

Palabras para decir y para invitar a pensar, y sobre todo a debatir, son las de Belén Gopegui que recoge una entrevista publicada en Babelia, el día 18 de septiembre. Y, claro, las palabras que hacen eso de decir son palabras mayores. Desusadas, desmedidas, desvergonzadas, casi delincuentes. Palabras que sólo se dejan oír de vez en cuando, palabras reos, palabras en libertad condicional.

Lo más sorprendente es que esas palabras de rebeldía plena, de discordia total, coherente y sistemática, dichas con una sinceridad que ha hecho doler de repente las infamias y las traiciones; han sido colocadas en las páginas de uno de los periódicos más institucionales en el ámbito global del Imperio. Un magnífico ejercicio de trabajo en la retaguardia con el que nos ha sorprendido, persuadido también, y nos ha hecho felices, casi deleitado, Belén Gopegui.

En ellas hay una reflexión profunda sobre la claudicación de una gran parte de la izquierda en España. Se resume en dos claves fundamentales: la frustración y la cobardía, el interés y la interiorización de la derrota como inevitable e irreversible. Tal vez una de las percepciones más precisas de Belén Gopegui es la que se refiere al descalabro general de la izquierda, a su modo de enfrentarse a la terrible derrota sufrida en los últimos años. La izquierda ha interiorizado la derrota como final de la historia hasta el punto de que ya «no quiere querer». La izquierda ha pedido su incorporación inmediata al campo de los vencedores.

Nos derrotan -dice Belén Gopegui- los sueños que no pueden cumplirse y nos envilecen los modos con los que interiorizamos el dominio. Frustración y sumisión, derrota y entrega. Abandono, por interés o cobardía. O por ambas cosas al mismo tiempo.

Con el mismo rigor, Belén Gopegui, proclama la necesidad de desmantelar el discurso dominante sobre la libertad y la democracia:

«Hay que discutir a qué llamamos libertad»: «En este momento en España nadie te dice lo que tienes que decir pero todo el mundo con suficiente poder económico te dice lo que no quiere que digas. En todos los ámbitos».

«La libertad de crear partidos políticos que requieren presupuestos astronómicos para participar en las elecciones con posibilidad de ganar».

Finalmente Belén habla de Cuba: «un estado donde se está luchando por avanzar hacia el socialismo en medio de todas las dificultades que supone en sí ese tránsito, y más en un contexto económico, social y cultural absolutamente beligerante».

«Tengo la impresión de que hablar de la revolución cubana es hacerlo siempre a la defensiva, pero no lo creo. No creo que los errores, aun existiendo, sean tales y tantos que avalen el rechazo, el anatema constante. Me pareció que atravesaban una situación delicada, donde la necesidad de supervivencia y el mantenimiento del proyecto resultaban difíciles de conciliar, y me pareció que estaban en ello, que eran conscientes de las dificultades.»

Segundo encuentro

La posibilidad de proponer, discutir y decidir la construcción de ficciones orientadas a un fin, en el marco de movimientos revolucionarios es la propuesta que hizo en el marco de las Jornadas: Cultura y libertad en Cuba.

Belén Gopegui postula la necesidad de un arte que trabaje en la retaguardia, como tarea que mejor puede llevar a cabo. En la retaguardia y en las zonas en las que la acción revolucionaria ha empezado a desplazar los límites de la realidad, para afianzar ese desplazamiento. Belén pone como ejemplo su novela «El lado frío de la almohada» sobre la Cuba revolucionaria de 2003. La vinculación del arte en la retaguardia, a Cuba, es la realidad, pero no tendría porque ser así: «No si existiera en España un proyecto revolucionario articulado y capaz de trabajar en todos los frentes».

Se trata de reivindicar el encargo, el arte por encargo y la conciencia de que la retaguardia trabaja para el frente. «Establecer una conexión entre las organizaciones revolucionarias y los productores de ficciones».

«Tanto yo como algunos otros autores estaríamos dispuestos, creo, a hacer propuestas a partir de las cuales tomar decisiones entre todos. Lo haríamos si un día, en el marco de los movimientos revolucionarios, empezásemos a atrevernos a hablar del arte no como de una emanación espontánea del espíritu o sino como del lugar en donde, junto con otros tantos, se tejen de forma deliberada los sueños y los proyectos de que estamos hechos.»

Desde la soledad confesada de una escritora que se «siente bastante perdida» y que ofrece su talento a un proyecto revolucionario, Belén concreta la idea de participación que supone para mí el segundo encuentro.

Desde la soledad nace un colectivo

Voy a contar también una pequeña experiencia en el campo de la información y la elaboración de opinión alternativa.

Hace ya casi cuatro años y medio, un pequeño grupo de personas que apenas se conocían -las mínimas necesarias para poder hablar de grupo- reunieron sus soledades y sus rebeldías para orientar tal vez sus rumbos erráticos, y crearon la revista digital Cádiz Rebelde. Sabían que convergían en la crítica general del sistema social y político, en la desobediencia a todas las correcciones establecidas y también en la convicción de que tal sistema no tenía enmienda. Les hacían diferentes sus experiencias personales, sus sensibilidades, una parte del lenguaje con el que se expresaban, el nivel desigual de cólera de cada uno de ellos.

Durante ese largo período de tiempo esas tres personas iniciales -acompañas meses después por otras- fueron constituyendo en el trabajo y en la proximidad un proyecto coherente. Poco a poco, las ideas inicialmente compartidas con generalidad se fueron concretando en la escritura, en las réplicas inevitables, en los comentarios frecuentes, en las reuniones periódicas, en las aproximaciones naturales de unos y otros, en las palabras que precisaban y daban forma al pensamiento sobre la realidad. Hubo pequeñas fricciones, acomodos inevitables. Tal vez alguno caminó más lento para que todos pudiésemos avanzar juntos sin trompicones ni caídas.

Fue la realidad la que nos obligó a todos. Empujados por ella surgieron insistencias comunes, contagios y emulaciones, puntos de vista diferenciados pero convergentes. Finalmente, casi sin buscarlos, en esos cruces y convergencias, se fueron dibujando grandes fines compartidos. Alguna parte de esa realidades fue bautizada por todos.

Fuimos decidiendo, por ejemplo, que la denuncia del conjunto de los medios de comunicación -al que por su unidad orgánica y funcional dimos en llamar Falsimedia- tenía que ser una parte fundamental de nuestro trabajo. Desde nuestra pequeñez le amenazamos y acosamos con nuestras armas fundamentales: la verdad y la perseverancia. Le declaramos la guerra como también hicimos, en un antiguo editorial, con los Estados Unidos.

Decidimos también, porque nos encontramos juntos en el empeño, que la deslegitimación de todo el sistema político, la denuncia de la corrupción de la «democracia representativa», constituía también un objetivo esencial para nosotros.

Así se consumó un pequeño hecho insólito, a contracorriente de la ideología reinante y por ello absolutamente revolucionario: la formación de un colectivo.

Hemos hecho propuestas en cada uno de nuestros artículos, las hemos manoseado de mano en mano, y a partir de ellas hemos tomado decisiones entre todos. Es más, esas decisiones han surgido casi solas, se nos han escapado de las manos, nos han hecho caminar detrás de ellas.

A eso mismo -trabajar juntos, concretar fines-, creo yo, nos está invitando Belén Gopegui.

¿Cómo vamos a negarnos?