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La cuestión del espíritu planteada desde las del deseo, las pulsiones y la sexualidad

Encontrar nuevas armas

Fuentes: Ars Industrialis

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Introducción de la sesión:

Luc Boltanski y Eve Chiapello demostraron en Le nouvel esprit du capitalisme cómo lo que ellos llaman la » crítica artista «, característica de 1968, estuvo también en el origen de una transformación del capitalismo a través de la cual éste habría forjado su » nuevo espíritu » -en este caso, el tercero tras el primero descrito por Max Weber y el segundo como edad del » Estado Providencia «.

A pesar de que comparto con frecuencia los análisis de Boltanski y Chiapello, no creo, sin embargo, que hoy exista un tercer espíritu del capitalismo. Por el contrario creo que éste ha perdido su espíritu. E igualmente creo que lo que aquí está en juego es la economía libidinal capitalista tal como ésta lleva a la liquidación de todas las sublimidades que constituyen el súper-ego, mantenido por los procesos de sublimación y cuyos frutos son lo que se denominan las » obras del espíritu .

Valéry se anticipaba a estos análisis evocando un » descenso del valor espíritu «(1939). Pero el análisis de esta cuestión, que fue designada en primer lugar como crisis del espíritu (1923) , es decir, mortalidad de las civilizaciones (como concretizaciones y concreciones históricas de los procesos de sublimación) necesita un examen en profundidad y desde un enfoque nuevo de las cuestiones de la sublimación, del súper-ego y del principio del placer – que con tanta frecuencia fueron evocados por Marcuse, gran retórico del 68, sobre la base de ambigüedades del propio pensamiento freudiano.

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Así pues, la cuestión es el espíritu, el espíritu del capitalismo pero también el espíritu en la época de un capitalismo que ha perdido, creo, toda noción de él.

La cuestión del espíritu es también la del nosotros. Porque si es cierto que la individuación colectiva es, como la individuación psíquica, un proceso de adopción (tal como he demostrado en otro lugar) y mientras que esta adopción está esencialmente relacionada con lo que Freud llama también la identificación, la cuestión del nosotros es la de su consistencia en tanto que el nosotros no existe. El pueblo francés no existe, el francés no existe, quiero decir la lengua, no más de lo que existe la justicia: existen unas comunidades francesas, hablantes de francés, individuales y colectivos, actos de justicia más o menos injustos. Y, sin embargo, el pueblo francés, como «nosotros» francés, consiste; el francés como lengua consiste; los actos de justicia , incluso cuando no son perfectamente justos (raramente es justo, si no siempre injusto, condenar) consisten –pero en un plano diferente de lo que existe.

La miseria espiritual es, por lo tanto, la miseria del nosotros. El psicoanálisis, al desatender la cuestión del paso de lo psíquico a lo colectivo, o más bien, de lo psíquico como aquello que sólo se realiza en las condiciones de la individuación del nosotros, no permite, tal cua,l pensar esta miseria e, igualmente, otra política en la medida en que una política es lo que articula estas dimensiones espirituales, simbólicas y económicas en una economía política que es una economía libidinal -que promulga unas leyes y que configura un súper-ego.

Aquello a lo que ha renunciado la política es a enfrentarse al problema del súper-ego. Pero esta renuncia se ha hecho posible también porque el psicoanálisis no ha logrado pensar políticamente esta cuestión del súper-ego.

Trato de aprehender de nuevo las cuestiones políticas en términos de economía política – y esto es volver hacia una manera de pensar de factura marxista y, a la vez, hacia un análisis weberiano por el hecho de inscribir la cuestión de la creencia y, por lo tanto, del espíritu en el centro del proceso de conjunto y como el mecanismo económico mismo. Pero es también invitar a releer a estos dos pensadores, Marx y Weber, desde Freud puesto que la creencia es por regla general un nombre del deseo y porque la liquidación capitalista de la creencia es también la del deseo , con el hecho de que el capitalismo tiene absoluta necesidad del deseo tanto para desviar su energía hacia el trabajo de los productores como para desviar la energía de los consumidores hacia los objetos de esta forma de producción.

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En este seminario y en la asociación que está ligada a él [1] defendemos una economía política industrial basada en los enunciados de una ecología industrial del espíritu.

Creo que dicha política debe hacer su principio de una lucha sistemática contra los que hay que reconocer como lo que constituye una miseria espiritual, característica de nuestro tiempo y que se ha vuelto insoportable. Esta miseria espiritual, que ha sido engendrada por el capitalismo, es desde ahora lo que amenaza directamente como reino de la estupidez, en el mismo momento en que se osa hablar de «capitalismo cognitivo» y de «sociedades de saber». En Mécréance et discrédit 1. La décadence des démocraties industrielles [Descreencia y descrédito: La decadencia de las democracias industriales», por el momento inédito en castellano. N. de la t.],, yo argüía que el capitalismo es hoy lo que debe ser defendido (contra sí mismo) y no lo que debe ser combatido -y esto no significa que el capitalismo sea una verdad eterna: el capitalismo es una época de la individuación psicosocial que no ha terminado todavía, en la que se expresan de manera original unas tendencias, lo que constituye la cuestión de la composición, pero que, sin embargo, podría acabar brutal y prematuramente, y muy mal- como descomposición de estas tendencias. Hay que impedir que acabe muy mal y hay que encontrar la vía para que esta época de la individuación prosiga y acabe bien, es decir, conduzca a otra cosa, que, sin embargo, no podemos siquiera imaginar hoy.

Esta vía sería la de un nuevo espíritu del capitalismo, es decir, de una nueva forma del espíritu engendrada por una nueva forma del capitalismo, es decir, por una nueva forma de economía política, que por medio de potencia pública repensada tanto en sus principios como en sus finalidades ponga en marcha una política industrial concebida sobre unas bases completamente inéditas e inducidas por las especificidades de lo que hay que analizar la época de las tecnologías del espíritu. Esta nueva civilización industrial debería tanto más cuidar el «valor espíritu» cuanto que el capitalismo, en efecto, se ha vuelto «cognitivo», esto es, que ha hecho del saber el principio primero de su desarrollo -como ya había anticipado Marx- pero al ser el saber energía libidinal sublimada, destruye también este saber en la medida en que destruye la energía libidinal en general y los procesos de sublimación en particular.

Ahora bien, cuidar el valor espíritu es cuidar el deseo en tanto que energía de la transindividuación como paso de lo psíquico a lo colectivo, como conjunción de la individuación psíquica y de la individuación colectiva, y por medio de la individuación técnica. En el contexto en el que la técnica se ha convertido en tecnología industrial esto significa que cuidar el valor espíritu es concebir una economía política e industrial de este espíritu.

La desindividuación, como desubjetivación que afecta tanto a las formas sociales como al sujeto psíquico engendra descreencia y descrédito, desmotivación e irracionalidad. Ahora bien, según el análisis por medio del cual sostengo que la existencia se distingue de la subsistencia por la capacidad que tiene de proyectarse sobre el plano de las consistencias y teniendo en cuenta que el plano de estas consistencias es lo que debe ser cultivado por unas prácticas, es decir, por la puesta en marcha de técnicas específicas, las técnicas de memoria, como hypomnémata, y que estas prácticas no se reducen a simples usos, planteo que debe ser pensada una nueva sociedad industrial, según otro modelo industrial y que descansa en una socialización de las tecnologías surgidas de la gramatización y que forman parte de lo que yo llamo los hypomnémata.

Mécréance et discrédit 1 concluye con la siguiente hipótesis: sólo habrá un futuro de la sociedad industrial en la medida en que ésta sepa cultivar de nuevo un otium del pueblo.

Si la cuestión de la libido en la economía industrial capitalista no ha sido totalmente ignorada, como cuestión de lo que habrá sido característico de la economía libidinal capitalista, todavía no ha sido pensada como debería serlo ,a saber, como pura y simple destrucción de la libido y con ella, de todo motivo, es decir, del súper-ego, y como liberación y desencadenamiento de las fuerzas pulsionales y no solamente de las «fuerzas impersonales de la técnica».

El hecho es la desublimación. Y la cuestión es lo que el proceso de individuación psíquica y colectiva -donde [la conjunción ] y, a la vez conjuntiva y disyuntiva, constituye, creo, el espíritu mismo y como poder de transindividuación constitutivo de un nosotros– supone de sublimación.

Estas cuestiones serán examinadas en el curso de la sesión del 19 de octubre a través de una lectura de textos de Freud.

Bernard Stiegler

Seminario organizado en el Collège international de philosophie,

Calle Descartes,1; Paris 5è, anfiteatro Poincaré

por Georges Collins, Marc Crépon, Catherine Perret y Bernard Stiegler

*Bernard Stiegler es un filósofo francés y actual director del IRCAM, Instituto [Francés] de Investigación sobre Acústica y Música, fundado en 1970 por Pierre Boulez. Es autor de una extensa bibliografía, algunos de cuyos título (Los volúmenes I, II y III de La técnica y el tiempo y Pasar el acto, están publicados por la editorial HIRU). Stiegler es también co-fundador de la asociación Ars Industrialis, de cuya página web : http://www.arsindustrialis.org/index_html?set_language=fr&cl=fr

hemos tomado este articulo. [N. de la t.]

[1] Ars Industrialis [N. de la t.]