La diputada comunista analiza su paso de la FECH al parlamento, las diferencias en el oficialismo, la demanda de Bolivia y el cambio de gabinete. Y advierte que si los ministros que trabajaron con Enrique Correa traen sus prácticas, sería un golpe al corazón de la Nueva Mayoría. ¿Qué destacaría del cambio de gabinete? Lamentablemente […]
La diputada comunista analiza su paso de la FECH al parlamento, las diferencias en el oficialismo, la demanda de Bolivia y el cambio de gabinete. Y advierte que si los ministros que trabajaron con Enrique Correa traen sus prácticas, sería un golpe al corazón de la Nueva Mayoría.
¿Qué destacaría del cambio de gabinete?
Lamentablemente Chile es un país institucional y culturalmente presidencialista y por lo mismo, para el análisis político, se le da una gran importancia a los nombres y características personales de cada ministra o ministro y esta Constitución hace que en muchos planos tengan más atribuciones que los parlamentarios, que sí somos electos por la población.
Lo más importante, independientemente de nombres específicos, es que existe la oportunidad de salir del debate marcado por los medios y recuperar la agenda para seguir impulsando las transformaciones comprometidas con la gente. Y desde la mirada del PC, podemos destacar la incorporación de otro compañero al gabinete, sobre todo en un ministerio tan interesante como Desarrollo Social. Sin embargo, esto no se trata de cupos más o cupos menos, sino de la constitución de un equipo que implemente el programa.
Varias voces han afirmado que los nuevos nombres en el equipo político y Hacienda tranquilizan mucho más a los defensores del statu quo que a los que quieren cambios ¿Comparte esa apreciación?
Espero que lo que prime sea el compromiso programático y el planteamiento explícito de la Presidenta de que el rumbo de este gobierno no está en cuestión. En esa misma línea, espero que cuando se habla de mejorar y aumentar los espacios de dialogo sobre las reformas, se comprenda que dicho dialogo debe ser con todos los sectores sociales y no solo en las cuatro paredes del Congreso, sobre todo pensando que la realidad nos ha demostrado que hay un número importante de parlamentarios que responden a intereses económicos.
Ése es el mismo criterio que tengo, respecto de la necesidad de culminar el proceso constituyente con una Asamblea Constituyente Yo me tomo de las palabras de la Presidenta, cuando dijo que su liderazgo no estaba disponible para arreglines.
Dos de los nuevos integrantes del equipo político son muy cercanos a Enrique Correa ¿Cómo interpretar esto para efecto del esclarecimiento de los escándalos de corrupción, teniendo en cuenta la vinculación actual del lobbysta con Penta y SQM?
Claro que la gente tiene derecho a preocuparse, pues Enrique Correa refleja todo lo que no queremos de la política: el lobby, la relación entre poder económico y política, sin importar los principios, esa nefasta política de los 90 cimentada desde la Constitución pinochetista.
Creo que si la Presidenta los designa para cumplir un programa que no tiene nada que ver con lo que simboliza Correa, es porque la anterior relación laboral de ambos ministros con él no implicará que traigan dichas prácticas. Si eso ocurriera, sería un disparo al corazón de la Nueva Mayoría.
Balances sobre el gobierno de la Nueva Mayoría
¿Qué ha sido, desde tu punto de vista, lo mejor y lo peor del gobierno en su primera etapa?
Lo mejor es que se ha dado mucho impulso a las reformas. Pienso que no se ha perdido el ritmo, de hecho, se ha acelerado bastante en algunos casos para poder tramitar leyes en un periodo de gobierno que es bastante acotado. Esto, con todos los intereses en juego que se tocan, a pesar de que no son reformas de corte socialista ni nada de eso, pero que han generado mucha conmoción. Especialmente, y más allá de las críticas del mundo social que siempre van a estar, desde el poder económico y desde quienes lo representan como clase dentro del Parlamento.
En lo negativo, creo que le ha pasado un poco la cuenta a la Nueva Mayoría, pero particularmente a los partidos que eran antes de la Concertación, la pérdida de vínculo con el mundo social a la hora de legitimar las reformas desde la base. Ha habido una estrategia comunicacional muy débil que es, en el fondo, un problema político, respecto al trabajo en terreno. Hubo tiempo en que no se hizo y quizás por eso he visto temor, medidas de precaución sobre los diálogos, pero cada vez se ha dinamizado más.
¿Cuánto peso tiene eso, teniendo en cuenta que -más allá de las voluntades individuales- muchos de esos partidos no tienen base social y la participación estatal no es vinculante?
Ahí tenemos un problema estructural de nuestra institucionalidad política. La falta de participación y de involucramiento de la ciudadanía en los espacios de decisión política no se debe solo a que los partidos mismos se han ido alejando, producto de que durante los gobiernos de la Concertación el esfuerzo estuvo centrado a mantener un consenso político con la derecha. Tiene que ver también con una ley 20.500 con muchos problemas. A mí me toca conversar con juntas de vecinos, grupos comunitarios, clubes de adulto mayor y no hay organización de barrio que no tenga problemas por trabas burocráticas, por la falta de capacidad de los tribunales para validar los estatutos y las elecciones.
Entonces la gente de repente se cansa de participar, porque siente que no lleva a ninguna parte y que su opinión no se tradujo en ningún cambio sustantivo. Y más allá de lo local, en instancias nacionales tampoco hay plebiscitos vinculantes ni iniciativas populares de ley. Si a esto le sumamos que la propia democracia representativa es muy débil, entonces tenemos un problema muy serio con la relación entre construcción de democracia y toma de decisiones.
¿La Nueva Mayoría reemplazó a la Concertación o hay una disputa en desarrollo? Y si la alternativa es B ¿quién va ganando?
(Risas) Yo creo que la alternativa es B. Históricamente somos uno de los partidos que más apuesta por hacer alianzas y generar unidad, en este caso en torno a un programa, pero sabíamos que iba a haber elementos de tensión producto de las diferencias ideológicas, de que en los partidos que eran de la Concertación transversalmente hay representantes que tienen posiciones más conservadoras. No se trata simplemente de la DC o necesariamente de una cuestión generacional.
Ahora, quien va ganando o no, creo que eso es mejor verlo al final del partido, porque mientras dura las cosas cambian, de repente alguien va ganando y se producen virajes inesperados. Ahora, los pasos que ha dado el Gobierno demuestran que sí estamos avanzando lo que está comprometido en el programa. Y eso debiese beneficiarnos no solamente a los partidos que lo levantamos, sino también a la ciudadanía. Y esto será más notorio cuando empecemos a ver los impactos que tiene, por ejemplo, el proyecto de inclusión que garantiza la gratuidad en el sistema escolar financiado por el Estado, que termina con el negocio, que prohíbe la selección, o cuando veamos el 2016 los avances en gratuidad en educación superior, como lo comprometió la Presidenta.
¿Es realmente posible que una coalición que -ahora se sabe- está en su financiamento altamente capturada por el poder económico, pueda hacer el giro hacia el cumplimiento de un programa de cambios profundos?
Lo veo como un proceso. A pesar de que nosotros siempre supimos que esto pasaba y como partido siempre supimos que había una relación media espuria entre el poder económico, los negocios y la política, el que se haya puesto en evidencia es muy positivo. Trae, es cierto, más complicaciones políticas, porque los medios están centrados en eso, porque invisibiliza la agenda del programa, porque pone en una situación muy compleja a la Presidenta a partir del Caso Caval, pero también abre una tremenda oportunidad. Que hoy se esté discutiendo, que la ciudadanía lo haya repudiado con toda su fuerza, realmente es positivo. Ojalá después de esto sigamos rechazando esta situación, pero también poniéndole freno.
Para ello no solamente hay que impulsar proyectos de ley que sean pro-transparencia y probidad, sino que también hay que pensar en el problema estructural. Porque a mí me cabe la legítima duda de si, una vez aprobadas las leyes, el poder económico no va a seguir influenciando la política de otra manera. Entonces el problema de fondo es cómo están hechas las reglas de juego de la democracia y el modelo de desarrollo económico que genera una acumulación del capital en manos de unos pocos. Si eso no cambia, van a seguir teniendo las garantías que les permitan poder presionar.
Los mínimos aceptables
¿Qué es lo que tiene que ocurrir de aquí al 11 de marzo del 2018 para que este sea un primer gobierno de un nuevo ciclo político, como lo prometió la presidenta Bachelet la noche que ganó la elección, y no termine convirtiéndose en el último o en el penúltimo del viejo ciclo?
Los principales elementos del programa a lo menos, aunque obviamente yo esperaría el 100 por ciento. Hay cosas que se han comprometido que ya se han despachado, pero en materia educacional tenemos que cumplir todo. Eso implica hacer toda la pega que se nos viene en la Comisión de Educación, porque tenemos que sacar tres proyectos muy complejos, muy estructurales, y que van a tocar intereses que se han estado manteniendo durante décadas.
La reforma laboral también es muy importante. Si me hablan de combatir la desigualdad es fundamental darles más fuerza y dignidad a los trabajadores a través de su principal herramienta de organización y de negociación colectiva. Que éste o un próximo gobierno puedan profundizar las transformaciones también depende de la posición en que esté el mundo social, ya que hoy tenemos un sindicalismo muy bajo. Por eso necesitamos fortalecer la asociación y al principal sujeto de transformación, que son los trabajadores y trabajadoras.
Y, por último, la nueva constitución. Al menos tiene que estar encaminado un proceso que sea constituyente y no constitucional.
El diputado Andrade decía que no había que distraerse en el mecanismo para la nueva Constitución ¿cuán secundario o central es el mecanismo para efectos del resultado?
Es muy central. Justamente por lo que está pasando ahora: la desconfianza en la institucionalidad y el descredito de la política. Esta concepción del que se vayan todos y no quede nadie me parece, de repente, de un apoliticismo brutal. Puede tener una traducción política de dejar que decidan los de siempre, en vez de ser parte y demandar una asamblea constituyente para que el pueblo defina cuáles van a ser las reglas del juego en democracia. Eso permite que la gente conozca más cómo funciona el país, cómo se relaciona el Estado con la sociedad y con el mercado. O sea junto con el proceso constituyente se genera también una formación cívica ciudadana.
En la campaña, Bachelet prometió nueva constitución, pero dijo que el mecanismo se vería en el gobierno. Luego anunció «proceso constituyente» y dejó más dudas que certezas. Si tuviera voluntad de hacerlo ¿no lo habría dicho ya?
Es que ¿qué es el gobierno? Está compuesto por partidos de la Nueva Mayoría. Y si tú ves las opiniones de los presidentes hay discrepancias respecto al mecanismo. Tú mismo citabas a Andrade, pero el presidente del PC Guillermo Teillier dice que sí es relevante el mecanismo. Si dependiera de nosotros haríamos asamblea constituyente, pero hay más partidos. Y, más que todo eso, depende de la exigencia social.
Yo creo que sí es importante el anuncio de la Presidenta, aunque algunos creen que es ambiguo, porque hay un elemento fundamental cuando hablamos de proceso constituyente y no constitucional. Y porque pone una fecha de inicio que antes no existía, cuando los que queríamos AC éramos los únicos que estábamos haciendo foros, charlas y poniendo nuestra voluntad política para discutir esto.
Ahora va a ser un llamado, una convocatoria desde la Presidenta, y entonces en ese diálogo se abre la posibilidad de dar la disputa más claramente. Nosotros estamos impulsando la tramitación de un proyecto de plebiscito y ya tenemos al presidente de la Comisión de Constitución (Leonardo Soto, PS) a favor de esto. Vamos hacer todas las presiones y también queremos que este proceso constituyente sirva como campaña de concientización para que el día de mañana, si logramos aprobar el plebiscito, el resultado sea por una asamblea constituyente. Entonces hay otros factores, no le quito responsabilidad a la Presidenta, no quiero que se me entienda así.
Siempre se habla de la necesidad de su liderazgo…
Como si todo lo resolviera un liderazgo. Tenemos que hacernos de nuestra responsabilidad, y hablo de un nosotros no solamente desde los parlamentarios, si no por sobre todo de las organizaciones sociales que tienen que activarse para demandar esto. Desde los sindicatos, la CUT, la CONFECH, CONES, la federación de pobladores, miles de organizaciones que hoy día deben pedir cambio a la constitución a través de una asamblea constituyente. Queremos esa fuerza viva expresada y trabajando para que seamos muchos más los que la pidamos. Si hablamos de liderazgo, los verdaderos son los que se apoyan en el pueblo, pero si el pueblo no se está expresando fuerte y decididamente en esto, de dónde va a surgir ¿de una Nueva Mayoría que no se pone de acuerdo en el mecanismo? Eso sería casi un suicidio político.
El PC en el Gobierno
Los dos principales partidos de clase obrera en el siglo XX fueron el Partido Socialista y el Comunista. El PS era un partido de masas pero en un discurso de hace pocos años, Camilo Escalona reconoció autocríticamente que se había convertido en un partido de funcionarios públicos ¿han pensado en ese paralelo, a luz de lo que podría pasarle -o no- al PC en el Gobierno?
No solo yo, sino que es una discusión muy presente en las células en el partido, en la Jota, en los plenos. Tenemos claro que no podemos burocratizarnos por participar en un gobierno. El desafío es cómo logramos que teniendo incidencia, porque necesitamos también disputar los espacios, no exista un vaciamiento hacia los poderes del Estado, que se pierda por lo tanto el vínculo y el trabajo de base en las organizaciones sindicales, sociales y territoriales. Fue una discusión desde antes de ser parte de la Nueva Mayoría y está presente también ahora, porque no somos un partido grande, pero las exigencias que nos ponemos nosotros mismos son tremendas. Entonces tenemos que duplicarnos y triplicarnos en el trabajo territorial, junto con nuestras funciones políticas y públicas.
También estamos pensando cómo crecer y cómo abrir más el partido. Por ejemplo, hace poco hubo un traspaso importante de militantes de la Jota al partido, lo que implica que la Jota entonces no se quede corta. Por lo tanto el partido al pedir el ingreso de militantes jóvenes también asume de alguna manera un compromiso de renovación, oxigenación y tensionamiento para adquirir una dinámica que esté a la altura de los desafíos del siglo XXI. Por razones que todos conocen, la lógica del temor que está presente en las generaciones de nuestros padres y abuelos está mucho más presente en un partido que vivió en carne propia la tortura, el exilio y las infiltraciones. Entonces aquellas células que mantienen los compañeros de mayor edad, en algunos casos, tienden a ensimismarse. Es muy comprensible, pero es un miedo que no tenemos nosotros.
En resumen, todo este tensionamiento que se nos produce internamente por participar en el gobierno es un momento importante para pensar cómo funcionamos. No puede significar una burocratización, el apernamiento, porque a la larga eso significaría disputar la institucionalidad para mantenerla, para administrarla y no para transformarla.
¿Ha pagado costos el PC en el movimiento social por estar en el gobierno?
No sé si costos. En general al PC se le exige mucho más que a otros partidos. Cuando nosotros decidimos ser parte del gobierno también decidimos tener un pie ahí y otro en la calle, o sea seguir siendo parte del movimiento social, de las organizaciones estudiantiles, es porque es parte de nuestro trabajo militante desde siempre. Se nos decía que eso era imposible y se nos acusaba después de gobernistas, mientras que por el lado de la Nueva Mayoría a veces nos acusan casi que de marcar disidencia.
¿Costos? No sé, por ejemplo yo perdí las elecciones de la FECH antes de se tomara esta decisión. Y las razones son varias: debilidades propias, de trabajo, dedicarse mucho a un movimiento nacional y que de repente lo local se viera mermado, en fin. Creo que son ciclos que ha tenido el partido y a pesar de estar en el gobierno, tenemos mucha presencia universitaria todavía, menos en la CONFECH pero seguimos teniendo presencia en federaciones y centros de estudiantes de la CONES, en el Colegio de Profesores, en la CUT, en las organizaciones de pobladores, en las juntas de vecinos. Nuestro partido en términos del mundo social sigue muy vivo.
Una pregunta personal-política. Cuando el PC decide apoyar la candidatura de Michelle Bachelet una de las cosas que se dijo era que Camila Vallejo aportaba el capital simbólico del movimiento estudiantil. Ésa es una apuesta política, pero nos encontramos con un presente en el que el movimiento estudiantil del que tú provienes está, en buena medida, en contra de las reformas que se están llevando a cabo ¿Cómo lo ves tú, desde el punto de vista de la apuesta?
Primero, yo creo que en la política no se juega solo en lo simbólico. Quien haya creído que porque yo era parte de la Nueva Mayoría se resolvían futuros conflictos con el movimiento social, estaba muy equivocado o equivocada. El acto de participar, en lo personal y en lo político, fue como parte una decisión colectiva y es porque -yo dije- si hay un programa que habla de educación gratuita, de calidad, de desmunicipalización, entonces se abre la oportunidad para realmente ganarlo y no solamente ir a pelearlo contra un muro, que es lo que nos pasó el 2011 con el presidente Piñera.
Al momento de que el programa contemplara la reforma educacional, se abría la oportunidad para ir a disputarlo dentro del parlamento, ya no éramos solo los locos de la calle los que lo exigíamos. Hay una teoría de diferenciación de las éticas: unos que tienen una ética más estética, y otros que, como nosotros, no tenemos perdida las nociones de lo estético y de lo simbólico, pero también la ligamos a la responsabilidad, entendida, por cierto, no como avanzar en la medida de lo posible, sino que como la realización de pasos tácticos para empujar las transformaciones, en vez de simplemente esperar el todo o el nada.
Cuando caemos en el todo o el nada, nos condenamos a una posición estéticamente revolucionaria, pero en la práctica conservadora.
¿Cómo ves al movimiento estudiantil actual?
Está en una posición crítica, se entiende, hay una conducción de izquierda distinta a la que tuvimos nosotros durante el 2011 con Giorgio, es legítimo, pero eso no quiere decir que estemos ante un movimiento que sea contrario a las reformas en educación. Es crítico a lo que se ha sabido hasta el momento, a lo que se ha enunciado desde el Gobierno ¿Es eso para mí un problema? No, es importante que el movimiento social y estudiantil mantengan su independencia y autonomía, que no sean neutrales y que incidan, que sean proactivos y que lleguen con propuestas, que es lo que necesitamos de todos los movimientos.
Tiene que ver con los principios, y asumir responsabilidades con ellos implica también un grado de pragmatismo que diferencie lo táctico de lo estratégico. Y aquí estamos, abiertos totalmente a que el movimiento estudiantil -de hecho ya me junté con ellos- sea incidente en este proceso.
Bolivia
En marzo de 2013 dijiste que entendías la posición del gobierno chileno en el conflicto con Bolivia, pero que considerabas que era bueno que ese país tuviera una salida soberana al mar. ¿Reafirmas esa posición?
Nuestra posición como partido y la mía como militante ha sido bastante clara al respecto. Lo que pasa es que el escenario actual es complejo, tenemos opiniones en algunos casos críticas de cómo se ha llevado el proceso, pero siempre vamos a sostener que estamos por la integración latinoamericana, por buscar soluciones que beneficien a todos los pueblos de Latinoamérica, y no pensar los intereses nacionales como aislados de lo que pasa en Bolivia, Argentina o en Brasil. Nuestra perspectiva siempre ha sido latinoamericanista, de integración, donde podamos ganar todos y no que algunos pierdan, como es la lógica de la guerra. Eso lo vamos a mantener siempre, independientemente de las difíciles circunstancias en las que estamos hoy día.
En circunstancias como éstas en Chile se dice que hay que tener una posición de Estado, lo que implica ponerse detrás de la Presidenta y que el debate se clausure ¿compartes esa mirada?
Yo no comparto eso. Creo que la discusión y el debate se tienen que seguir dando, el tema es si lo das por los medios o no. Eso, sinceramente, no lo tengo resuelto, de si en estas circunstancias es positivo que explicitemos nuestras diferencias abiertamente. Pero no creo que porque sea un tema de Estado tengamos que quedarnos callados y clausurar nuestra propia opinión de cómo tiene que ser Chile para con sus vecinos. Sería poco revolucionario, desde nuestro punto de vista al menos.