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Reseña de "Currulao de amores cimarrones", de Juan Montaño Escobar

Ensayar la libertad: entre cimarronaje y re-existencia

Fuentes: Rebelión

En vez de reproducir el saber académico que ha silenciado a los pueblos negros, Montaño escucha las voces de los mayores, se deja atravesar por la oralidad, por la memoria que insiste no en el dolor de la esclavitud, sino en la dignidad de la libertad conquistada.

«Me aceptas como soy/ con mi certeza de calabazo abierto/ agua para beber/ nudo resuelto/ o arranco mis señales/ bajo la nube que por mí te llueve/ suelto las lunas llenas/ y me ausento./ No es que te niegue lo que tanto tienes/ ni que te esconda ahora algún secreto./ De todos modos/ nada me pertenece/ De todos modos el camino vence/ pero es mío el enigma que transito/ y yo respondo de llegar a tiempo/ Así que pálpame la huella/ y sentirás qué rumbos encabezo/ qué multitud se adhiere a mi designio/ qué sueños pasan/ qué verdad empieza/ de qué modo estoy vivo/ qué muerte me separa de los muertos./ Así que, comprendiéndome,/ comprende/ mi razón de arco tenso/ agua para beber,/ nudo resuelto.» -«Poema húmedo», de Antonio Preciado

“Hundo el pie en el acelerador/para alejarme de los absurdos basureros de la memoria resentida./ Pero no,/los muertos cabreados se me han instalado en el asiento de atrás./ Casi los veo por el retrovisor./Estos muertos no tienen forma,/no tienen lugar en el espacio:/ ellos son el vacío./ Ellos crean espacios./La vitalidad de estos muertos es la fortaleza de mi memoria”. -Juan Montaño Escobar 

En Currulao de amores cimarrones, Juan Montaño Escobar no solo narra un episodio crucial de la historia afroesmeraldeña, sino que propone un modo radical de pensar el pasado desde la insurgencia y la imaginación. El libro, tejido en dos cununeos —uno de carácter histórico y otro de tinte ficcional y fabulativo— es una escritura cimarrona en sí misma: se escapa, se rebela, y vuelve con sus propias reglas para contarse de nuevo.

Montaño no se limita a documentar la mal llamada “guerra de Concha”; lo que hace es re-nombrarla como lo que fue para quienes la lucharon desde abajo: una revolución negra, una revuelta antiesclavista donde el deseo de tierra y libertad no era una consigna ajena sino un mandato vital. A través de sus páginas, comprendemos que en Esmeraldas no se dio una simple disputa entre élites, sino un grito colectivo por la re-existencia de un pueblo que, tras generaciones de explotación, aún sabía caminar y andar.

Esa distinción, “caminar y andar”, que parece simple, condensa uno de los aportes fundamentales del libro: la idea de que hay conocimientos y modos de vida que no caben en las categorías occidentales. Así como el currulao no puede reducirse a una danza, el cimarronaje no se limita a la huida del esclavizado: es filosofía, es estrategia de vida, es gesto político y espiritual. “La memoria colectiva acomodaba el cimarronismo cognitivo”, escribe Montaño, devolviéndonos la posibilidad de pensar la historia desde la acción, no desde el archivo.

El segundo cununeo del libro, más cercano a la ficción, no es menos político. A través de crónicas poéticas, fragmentarias y a veces fantásticas, Montaño retoma otra vez el recurso del cuento oral, el bochinche como archivo vivo, el rumor como resistencia. En esos relatos aparece una comunidad que no pide permiso para amar, morir o creer en lo que quiere, donde los orishas y los santos se confunden, y donde la palabra tiene axê, es decir, poder de transformación.

Leer Currulao de amores cimarrones es, entonces, un acto de desobediencia epistémica. Porque en vez de reproducir el saber académico que ha silenciado a los pueblos negros, Montaño escucha las voces de los mayores, se deja atravesar por la oralidad, por la memoria que insiste no en el dolor de la esclavitud, sino en la dignidad de la libertad conquistada. Como bien recuerda Catherine Walsh en la presentación, “liberar la historia es también liberarla de la pretensión de verdad” que sostiene al archivo como único garante del pasado.

Este libro es también una siembra. Una pedagogía de la auto-reparación, donde escribir es regar la memoria para que los más jóvenes recojan frutos de dignidad y no de vergüenza. Y es, sobre todo, un llamado a ensayar la libertad, a entender que las revoluciones no solo se hacen con armas, sino también con palabras, con cantos, con actos cotidianos de rebeldía.

Currulao de amores cimarrones no es solo un documento histórico ni una colección de relatos. Es un manifiesto desde Esmeraldas, desde el litoral, desde los márgenes que nunca lo fueron para quienes han sabido que la negritud no es ausencia sino potencia. Como dijo el Abuelo Zenón, citado en estas páginas: “sembrando es cómo volvemos a ser donde no habíamos sido”

 Yuliana Ortiz Ruano: escritora y docente universitaria. (Barranquilla, 2025.)

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