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El fútbol y las comunidades afroecuatorianas

Entre combas y quimbas, breve comentario sobre el fútbol esmeraldeño

Fuentes: Rebelión - Foto: Carlos Tenorio y Tin Delgado, los dos jugadores afroecuatorianos más destacados de la selección en el Mundial de 2006.

El estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita,
tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas,
pero no tiene memoria ni gran cosa que decir.
-Eduardo Galeano, «El fútbol a sol y sombra».

A finales del siglo XIX todavía Esmeraldas no era famosa por el fútbol, faltaban algunas décadas para aquello, acarreaba buena fama por las exportaciones de madera, cacao, tagua, caucho y cuanta cosa quisieran comprar en Europa. Para el 20 de noviembre de 1847, fecha de su provincialización su aporte al Estado era notable, así es que ese estatus regional no fue por aprecio de los grupos sociales dominantes y más bien porque era territorio a saquear o a extraer aquello que enriqueciera a los herederos del colonialismo español. El Gobernador que mandaron fue uno de los suyos, de la argolla de sangre y privilegios. Y esa costumbre de mandar a quien el capricho político decidiera apenas ha cambiado con los años.
En 1854, el Estado ecuatoriano reconoce la deuda de la independencia con Inglaterra, después de cortas y largas la dejaron en 1.824.000 de libras a pagarse hasta el último penique, como la palabra de los gobernantes, el estrechón de mano y el copioso almuerzo no bastó se debió emitir los Bonos Ecuatorianos de la Deuda Extranjera Consolidada. Si el cobrador no tiene alma de depredador, no sirve, eso es tan viejo como la humanidad; para pagar los intereses vencidos se entregaron 100 mil cuadras cuadradas, a 3 pesos cada una, de territorios esmeraldeños con gente y todo lo demás. Se dijo que estaban vacíos. La invisibilización política también tiene sus relatos.
A esa neocolonización la llamaron ‘convenio’ con los apellidos de los negociantes y firmantes: Icaza-Prichett. Sus nombres completos, Francisco Pablo Icaza y George S. Prichett. El obsequio de fábula causó tal alborozo, en Londres, cuando la noticia fue conocida en detalles que de inmediato se formó la Ecuador Land Company Limited (ELCL). Era el viernes 25 de marzo de 1859 y lo que vino después, en la provincia de Esmeraldas, fue la continuación del conocido proceso histórico: resistencia comunitaria por todos los medios necesarios al colonialismo. A inicios del siglo XX, las Casas Comerciales de diferentes países europeos y americanos eran la parte más llamativa de la creciente ciudad. Desde La Boca se veían los cargueros como una distracción rutinaria. Para esos años el fútbol ya era un deporte habitual en la ciudades del Reino Unido, por ejemplo, el sábado 30 de noviembre de 1872, se jugó el primer partido de fútbol oficial entre selecciones: Escocia versus Inglaterra. Así es que es muy posible que en las horas muertas los marineros británicos desembarcaran y empezaran pelotear en las playas o en algún descampado. Hay más certeza que probabilidad en lo escrito.

¿Cuándo ocurrió la llegada del balompié a Esmeraldas? Por ahora, es difícil saberlo, pero en Argentina ya se empezó a pelotear desde 1893 y en Chile desde 1895. Los tiempos futboleros en Esmeraldas, Ecuador, van por ahí.

Igual que Isabelino Gradín, bisnieto de esclavizados afrouruguayos

¿Quiénes hicieron la primera pichanga del deporte asumido y consumido en una tarde para siempre ignorada? ¿Quiénes cumplieron con la primera burundanga futbolera a falta de otra diversión? ¿Cuándo el fútbol fue parte del proceso de resistencia de las comunidades negras ecuatorianas? Esto es cierto: el balompié no perdió sus componentes de diversión popular y desquite social. Esos iniciales partidos de pantalones rodilleros, medias altas, camisas abotonadas hasta la nuez de Adán y sombreros canotier fueron eufóricos torneos de clases sociales. Y también raciales. Es falso esas competencias de caballeros (y medio romanticonas), algunas sin dudas lo fueron y entre los encumbrados de la ciudad, pero el escandaloso privilegio racial y social desbordaba su desaprobación si participaban estibadores y quienes hacían el trabajo apenas remunerado. Sobran dudas.
Aquello que debió ser una curiosidad de inicios de siglo, lustros después era el punto de encuentro dominical o quizás sabatino. El fútbol traído para amainar la impaciencia, para la gente de Esmeraldas se convirtió en algo más que un deporte; fue el sentido común social en disputa. Eran las diferencias políticas entre liberales y conservadores que se zanjaron con decenas de revoluciones, quizás por ahí algún anarquista que disparaba improperios a los capitalistas ingleses, pero la naciente vehemencia la puso el fútbol. Jugar y ganar era lo correcto. Así se fue estructurando en los barrios y en los caseríos cercanos el desquite cimarrónico con esa cosa esférica y la habilidad de meterla por un espacio definido. Gol. Desde ese desembarco primario hasta ahora se lo grita con tal nivel de pasión que parecería ser el primer vocablo de la renaciente humanidad, ¡Gol! El anglicismo saltó de los barcos británicos para quedarse como palabra bendita de todos los alcances del balompié. De las tardes alegres del sentimiento íntimo del desquite, repetido en voz alta y colectiva, admitido a su vez a tropezones de rabia por el perdedor, con la estética que las acciones balompédicas exigen. El fútbol no es para gente apática, se lo juega en la cancha, pero la caldera emocional está en las tribunas, en los bares, en las esquinas o también en el espectador solitario. En todas partes, por lo cual es el deporte más geocultural de todos los tiempos. En ese ecosistema emocional la indiferencia no tiene cabida. La cancha es el planeta.

“El fútbol es la patria, el poder es el fútbol…”

Ese entusiasmo popular, desde los primeros partidos hasta convertir el disfrute en necesidad, por el fútbol fue tal, en la ciudad de Esmeraldas, que cambiaron de lugar al cementerio, ubicado en la actual avenida C. Colón, entre las actuales calles 10 de Agosto y V. Piedrahita, a donde se encuentra ahora (avenida Eloy Alfaro, entre J. Montalvo y E. Espejo). Esa muda de almas en pena y muertos de purgatorio y sin descanso no afectó el buen ánimo de la gente, pudo ocurrir entre 1910 y 1915. En Esmeraldas se debió padecer los avatares de racismo y clasismo parecido al otras ciudades de las Américas. El fútbol era un deporte de caballeros, para caballeros y jugados por caballeros. Blancos y burgueses. Y hacendados dueños de tierras sin límites (o de plantaciones de caucho o tagua que siempre habían estado ahí). Ese fue el primer Esmeraldas del naciente deporte. En Guayaquil, el fútbol también comenzó por las alturas sociales; del criquet (o cricket) se pasó al fútbol, por 1899. Una fecha: el domingo 23 de abril de 1899, se formó el primer club futbolero en el Ecuador, se llamó Guayaquil Sport Club. Los anglicismos fueron una señal de identidad colonial en todos los países americanos. Ese fue solo el comienzo, otro domingo el 28 de enero de 1900, se jugaron los primeros partidos amateurs. El domingo, durante el siglo XX, en todas las ciudades futboleras de Latinoamérica, era el día de los partidos más bravos y de las misas más importantes en ese orden.
En Esmeraldas no fue la excepción, ni tenía por qué serlo, siempre en domingo los partidos de fútbol motivaban toda las conversaciones. Nacían las hinchadas y comentaristas deportivos. Las misas dominicales para ir de futre a las siete de la noche, eso si después de los partidos vespertinos calculados para terminarse con la última luz del día. Sin embargo, la proletarización del fútbol en Esmeraldas debió ser pronta y necesaria, si su comienzo fue con los estibadores portuarios, gente de orilla y pescadores que lo jugaban por amor al arte, demostración obligatoria de habilidades personales y después por el resultado, no perdieron esa posesión física y ya desde esos primeros años elevada a metafísica. Pericia muscular combinada con celeridad intelectual. O al revés. Los clubes elitistas esmeraldeños no soportaron que las miradas se distraían, porque se recordaban esas (primeras) creaciones balompédicas de las otras canchas. Sin dudas, esos fueron los ancestros de Antonio Valencia, Rómulo Dudar Mina, Walter Ayoví, Federico Cárdenas, Dalmiro Perlaza, William García, Tulio Quintero, Víctor Quiñónez, Iván Caicedo, Iván y Eduardo Hurtado, Ermen y Christian Benítez, Lupo Senén Quiñónez, Ítalo y Gerardo Estupiñán, Narciso Perlaza, Enner Valencia, Carlos Delgado, Wilson Nieves, Roosevelt Castillo, Eulogio Quintero, Leovigildo Daza, Pedro Bolaños, por citar unos poquísimos.
Para 1915, se saben de dos clubes de fútbol: Unión y 18 de Septiembre. Hasta hoy se sabe de un club Unión, ¿acaso será el heredero de ese equipo de aquellas tardes de fútbol dominical? ¿A qué suceso o anécdota debieron sus nombres? ¿Acaso 18 de septiembre tuvo algo que ver con gente de Chile, por la celebración de su independencia? Recordemos que Esmeraldas no era un puerto desconocido en el mundo y aun las Fuerza Armadas ecuatorianas eran entrenadas por militares chilenos. “El futbol debió ser el encuentro emocional de la paz, porque los combates entre el cimarronismo anti neoesclavización (concertaje) y el ejército gubernamental no estaban muy lejos”. Diario EL TELÉGRAFO, en su edición del 27 de noviembre de 2017, publica una foto con este pie explicativo: “Los equipos socios de fútbol, en la provincia verde compitieron en un campeonato provincial, donde el equipo América derrotó a los teams contendores”. La fotografía corresponde al 27 de noviembre de 1917. Un año antes se había firmado el armisticio entre la insurgencia cimarrona y el presidente Alfredo Baquerizo Moreno. La pacificación debió sumar hinchada a los equipos y se formó la liga de Esmeraldas, o sea se organizó el bembé futbolero en toda ley”. El fútbol llegado en los barcos ingleses para desdoro de las comunidades negras, cambió de entretenimiento a razón cultural ahí donde se requiriera cierto desafío a las falsedades racistas.

El mural contrapuntea aquellas proezas de antes y ahora

El estadio Folke Anderson fue inaugurado el domingo 5 de agosto de 1956, ya era necesario, porque la ciudad tenía tantas canchas, pero todas eran capillas balompédicas, pero ahora sí La Catedral del fútbol esmeraldeño. A alguno se le ocurrió un tributo a media ciudad futbolera de cancha y labia. La otra media eran mujeres (aburridas espectadoras y oyentes de esas parlas embaucadoras). El dedo del mecenas sueco apuntó a Efraín Andrade Viteri. Él diseñó y construyó el mural del frontispicio en piedra negra: once efigies sin rostro, vigorosas, unas gambeteando, otras marcando, está aquella que inicia el pique inalcanzable, esa que completó el drible y tres centrales simbolizando que toda adversidad en la cancha no compromete la bendita costumbre de ser amigos. No se le conoce denominación, pero a la fecha de inauguración resumía por lo menos seis décadas de fútbol en Esmeraldas. Efraín Andrade hizo un elogio perpetuo a los obreros portuarios dedicados al fútbol, el vigor obligatorio que exigían las operaciones estiba de banano o la carga que fuera, pero trasladado al fútbol alcanza su plenitud al gestionar ese vigor con plasticidad instantánea, a pesar de la robustez se mostraban habilidades cancheras insospechadas todo esa proeza con sincronicidad para la geometría bastante precisa del pase o el cálculo aritmético para enviar el centro destinado al cabezazo, a la chilena o la volea. Conclusión: ¡gol!

Cuando el balón se convirtió en asteroide

Para cuando se estrenó el Deportivo Astral, en 1953, únicamente para el personal administrativo de la empresa sembradora y exportadora de bananos ya existía el Atlético Astral de la gente de carga y estiba. El año anterior el Club Vargas Torres había derrotado al Deportivo Unión, ganando el campeonato de la ciudad. El fútbol esmeraldeño, como la historia de otras epopeyas, estaba para grandezas. En 1948, Carlitos Cañola se va al Milagro Sporting Club, fundado en 1947; Carlos Miguel Castillo y Ricardo Valencia se fueron al 9 de Octubre Futbol Club, fundado en 1926, aunque por datos de prensa estaba formado desde 1912 como Asociación Deportiva 9 de Octubre. En la provincia del Guayas empezaba el fútbol profesional. Sin embargo, el cimarrón mayor del fútbol de Esmeraldas fue Servando Madrid Cuero. De ese cuarteto el último de los nombrados fue el primero que salió a jugar por allá. Ese ‘allá’ fue el Macará de Ambato.
El Club Deportivo Macará fue fundado el viernes 25 de agosto de 1939, en Ambato, un tiempo equivalente a ‘del mediodía hacia la tarde’ llegó Servando Madrid como estrella estratégica del equipo. Y lo fue hasta la mitología. Puntero izquierdo de aquellos que obligaron a los físicos a hablar de fútbol y a los futbólogos a revisar los manuales de cálculos. La energía cinética (Ec) de la pierna izquierda de Servando Madrid llevó la discusión al pizarrón: Ec=mv2/2. Masa (m) y velocidad (v) del balón; para los goalkeepers (porteros, de portería) era un asteroide. Cien goles y un arco desbaratado fue la respuesta a la ecuación. En los años ’60, del siglo pasado, llegó al Macará otro futbolista de alto valor cinético en la pierna zurda, Rómulo Dudar Mina, por acá, Ronald Murillo lo llamó El Dinamitero. Y así está eternizado. En los ’70, arribó Ítalo Estupiñán Martínez, El Arponero Negro. No serían los únicos pero capitanean la memoria histórica.

La metodología para convertir el mito en filosofía amplia

Los apodos en el fútbol esmeraldeño concentran la mitología de barrio adentro. Es la filosofía ancha de la cotidianidad conversada y vivida en el sentido de las coincidencias con Enrique Dussel, leamos: “…el mito es método para hacer filosofía, contra lo que piensan los analíticos, formalistas del lenguaje anglosajones que hoy tienen el poder el poder político y filosófico en todo los departamentos de Filosofía en la Tierra…” Aquello de Amenaza Verde resumió triunfo, goles y estética, desde los primeros minutos de la selección de Esmeraldas frente a la selección de Tungurahua. Una voz por ahí soltó su admiración con una alabanciosa frase económica: “¡son una ‘amenaza verde’!’’ El color del uniforme fue el indicador triunfal y de respeto deportivo. El resto ya es historia futbolera de la mejor. Con los años es narrativa mitológica. Eran los años ’50 del siglo pasado y Esmeraldas ya regresaba de su propia leyenda. La boletería, en diferentes provincias, se agotaba con el aviso premonitorio del arribo del fútbol cumplido por el Amenaza Verde. Los futbolistas vivieron sus años de algarabía comunitaria, de fama sin fin, pero el día de la partida definitiva se fueron casi en puntillas, casi en el anonimato y solo quedaron para el recuerdo repentino en las tardes de nostalgia futbolera de la conversa en sitios de reunión como lo fuera el bar La Número 1. ¿Nombres? Sí, claro, Marco Vergara, José Cotera, Mario Rodríguez, Ángel María Rodríguez, Nelly Márquez, Adriano Viejo Lolo Castañeda, Wiliams Camacho, Clodoveo Márquez, Abel Fumanchú Centeno Santos, Carlos Mila, Rosendo Cuero. Alberto Esparza Reyes, Alipio Mesias, Félix Márquez, Jorge Valencia, José Sánchez Montaño, Julio Babay Guerrero, Carlos Castillo, Haroldo Portocarrero y me disculpo si omití algunos.
Antonio Preciado, casi nada para el balón, pero inmenso para la poesía dijo aquello que todos y todas debemos decir: “Viene conmigo aquí la poesía/ y entre el cariño popular se pierde brindando ufana, como cosa mía, en homenaje a “La Amenaza Verde”. Y es que a la poesía le es posible/ sentir con el poeta y con la historia más venerable lo que fue invencible, si se han encanecido sus victorias”. Queda dicho, el fútbol que no tiene mitología no es fútbol que importe a la historia de los pueblos. Y el nuestro, este de Esmeraldas, importa mucho a nuestra historia.

Documentación consultada
Diario LA HORA, ediciones digitales.
Diario EL TELÉGRAFO, ediciones digitales.
De lo demás al barrio, Antonio Preciado.
El fútbol a sol y sombra, Eduardo Galeano.
Así se compone un son, Vol. II, Juan Montaño.
EsmeraldasDelAyer, documentos digitales de Patricio Páez Gracia.
Diferentes documentos proporcionados por César Hernández y además sus explicaciones históricas sobre Esmeraldas.
Revisión de entrevistas y artículos de Enrique Dussel.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.