Cuanto más monótona e intrascendente se vuelve la vida en los países desarrollados, más cámaras se le suman a los teléfonos inteligentes. Hasta no hace muchos años los teléfonos venían con una cámara, lo que significó un avance para registrar las brutalidades del poder que antes quedaban enterradas con sus víctimas. Luego se agregaron dos […]
Cuanto más monótona e intrascendente se vuelve la vida en los países desarrollados, más cámaras se le suman a los teléfonos inteligentes. Hasta no hace muchos años los teléfonos venían con una cámara, lo que significó un avance para registrar las brutalidades del poder que antes quedaban enterradas con sus víctimas. Luego se agregaron dos a medida que la industria del entretenimiento en los países desarrollados se democratizaba. Hace un año iPhone agregó tres cámaras, una al lado de la otra. Ahora los más jóvenes se desesperan por tener el teléfono con cuatro cámaras mientras se burlan de quienes tienen la antigüedad de tres cámaras.
Como los seres humanos somos, en una creciente mayoría, cada día más irrelevantes en el sistema de producción dominado por ultra efectivos robots y sistemas de inteligencia artificial implacables, lo único que quedará será mantener entretenidas las masas, jugando videojuegos o inventando infinitos pranks de treinta segundos que los individuos consumirán durante interminables horas mientras un puñado de otros individuos toman las decisiones importantes sobre sus vidas y sobre el destino del planeta.
Pronto tendremos teléfonos con tantas cámaras como ojos tiene una mosca, para registrar el vacío interior y toda la basura que vamos generando en un mundo sobrepoblado de falsas novedades que no nos dejan ver la destrucción real del planeta y el vaciamiento de nuestras vidas anestesiadas por el entretenimiento perpetuo que, como cualquier droga, necesitará una dosis cada vez más alta para lograr el mismo estímulo que nos aleje de la depresión del vacío y la nada.