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Salvar a Miguel Hernández de una segunda muerte

Entrevista a David Becerra Mayor Y Antonio J. Antón sobre Miguel Hernández. La voz de la herida

Fuentes: Rebelión

«Miguel-poeta del pueblo, el que escribe desde y para las trincheras, inventó una nueva forma de producir literatura, un género literario nuevo que nacía de la unión de la tradición oral y popular de la literatura española con la propaganda, una literatura directa que buscaba interpelar a los soldados para que no se rindieran y se mantuvieran firmes en su lucha. Viento del pueblo representa esta poesía nueva, esta literatura otra, esta nueva forma de producir poesía. Y, por ello, creemos que es su mejor aportación al mundo de las letras».

Colaborador de Mundo Obrero y miembro de la Sección de Estética de la Fundación de Investigación Marxistas, David Becerra Mayor es fundador y director de Revista de crítica literaria marxista. Antonio José Antón Fernández es colaborador de El Viejo Topo, rebelión.org y de la Red de Traductores por la diversidad lingüística (Tlaxcala.es), y miembro de la sección de pensamiento de la FIM. Ambos son autores de Miguel Hernández: la voz de la herida. Editado por El Páramo con la colaboración de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM), Miguel Hernández: la voz de la herida nace, según figura en la contraportada del volumen, «con el único propósito de salvar a Miguel Hernández de su segunda muerte. El 28 de marzo de 1942, a las 5.30 horas de la mañana, Miguel Hernández Gilabert «murió de tuberculosis y de comunismo» tras pasar casi tres años en las cárceles franquistas. Pero a su muerte física le seguirá, coincidiendo con los actos de celebración del centenario de su nacimiento, una segunda muerte». ¿Segunda muerte? Sí, segunda muerte, porque «Miguel Hernández ha regresado -o le han hecho regresar- a nuestros días despolitizado y sin ideología. Ha regresado como hombre y como poeta, pero no como sujeto histórico y social». Esta obra, por el contrario, «pretende devolverle a Miguel Hernández el componente político y social». No estamos ante una biografía cerrada, que dé respuestas definitivas sobre la vida y la obra del poeta. Miguel Hernández: la voz de la herida busca formular nuevas preguntas alrededor de su vida personal, de sus relaciones familiares, de su producción literaria y de su militancia política. Se trata «de marcar un nuevo punto de partida».

Después de felicitaros por vuestro trabajo y confesaros que es muy difícil leeros sin emocionarse, permitidme que os pregunte por el título de vuestro libro. ¿De qué herida fue voz Miguel Hernández?

David Becerra Mayor: En primer lugar, muchas gracias por la felicitación. Siempre es confortable encontrar lectores que sepan apreciar el trabajo realizado.

Antonio J. Antón: Realmente es el mejor elogio que podemos recibir. Al margen de datos, contextos y análisis, hicimos también un gran esfuerzo para que la narración no perdiese el pulso. Había que sintetizar sin perder ni rigor ni tensión en el relato, y esperamos haberlo conseguido.

DBM: Sobre la pregunta que formulas, de qué herida fue voz Miguel Hernández, es preciso apuntar primero que nuestro título La voz de la herida proviene de un poema recogido en su Cancionero y romancero de ausencias, un libro publicado póstumamente y que fue escrito en los momentos más desalentadores de la vida de Miguel: los últimos meses de una guerra de la que ya se sabía derrotado, la muerte de su primer hijo, el «turismo penitenciario», la enfermedad en las cárceles y su primera condena de muerte.

Esta fue su herida. Pero no sólo la suya sino también la de muchos otros combatientes que dieron su vida por la libertad, por la legitimidad republicana, por la dignidad de un pueblo que no quiso someterse al totalitarismo fascista. Miguel Hernández es la voz -y da la voz- a todas aquellas personas que resistieron y que lucharon con firmeza contra el fascismo, es la voz de los vencidos, de aquellos que, como él, terminaron heridos.

Abrís vuestra bibliografía con el libro de memorias de Marcos Ana. ¿Observáis algún paralelismo entre Hernández y el autor de Decidme cómo es un árbol?

DBM: Existen paralelismos entre la vida de Miguel Hernández y de Marcos Ana. En ambos casos se inicia un recorrido desde el catolicismo al comunismo. Marcos Ana señala en Decidme cómo es un árbol que fue precisamente su formación católica y su cargo de secretario de la asociación infantil de la parroquia lo que le condujo a establecer contactos con las Juventudes Socialistas. Ana cuenta que los jóvenes católicos asistían a los mítines políticos de las organizaciones juveniles de la izquierda para repartir su propaganda religiosa. Y que fue entonces cuando, escuchando a los dirigentes socialistas, entendió que estaban hablando de él, de su familia, de sus problemas domésticos y cotidianos. Creemos que a Miguel Hernández le pasa algo similar -aunque este pasaje de su biografía es muy oscuro y todavía harían falta datos para corroborar nuestra hipótesis. Miguel Hernández, como se sabe, y debido al tenaz catolicismo que dominaba su Orihuela natal, se había formado con los jesuitas, fue ayudante del párroco en misa, se sabía de carrerilla los versículos del Antiguo Testamento, jugaba a organizar procesiones con sus hermanos e improvisaba altares en casa, etc. A lo que habría que sumar su amistad con Ramón Sijé, muy influyente en su vida y obra. Pero resulta sorprendente que en 1931, recién instaurada la República, Miguel Hernández acepta el cargo de presidente de las Juventudes Socialistas de Orihuela. Aunque no quedan claros cuáles son los motivos que impulsan a Miguel a establecer contacto con el socialismo, creemos que es lícito especular que su acercamiento fue similar a la experiencia de otros comunistas como el propio Marcos Ana. Muchos de ellos, que crecieron y se formaron en un ambiente religioso, trasladaron de forma natural sus valores católicos al socialismo. Los jóvenes de ambos lados compartían inquietudes, ideales de justicia, un mismo espacio y un proyecto social similar. Creemos que el transvase de personas de un lado a otro no podía ser sino fluido.

AA: A mí particularmente me gusta mucho que se abra este tipo de debates. Es importante saber que la militancia política nunca «cae del cielo», nunca surge por generación espontánea; hay un complejo entrelazamiento de situaciones, influencias, dudas, lecturas. Hay a veces pasos atrás, momentos de vacilación, e incluso retractaciones previas a un definitivo compromiso. Desde luego, también se da todo ello «después» del compromiso: éste tiene su propia historia.

El origen católico es algo que comparten muchos de los grandes de la historia del marxismo y de la militancia antifranquista en nuestro país. Me parece oportuno mencionar aquí no sólo a Miguel Hernández, sino a Bergamín -por citar a un coetáneo- y más adelante a dos de los más grandes: Comín y Sacristán (si bien habría que hablar más bien de cristianismo germanizado, o incluso antivaticanista). Si pensamos en el período ya posterior a la guerra civil, similar e igualmente interesante es el tema de la temprana influencia falangista; es decir, cómo en el milieu cultural franquista algunas nociones de la tradición emancipadora socialista pervivieron agazapadas y ocultas dentro del confuso y contradictorio ideario «joseantoniano». Pese a la complejidad que los casos concretos ofrecen, son reseñables los ejemplos de Ridruejo o el propio Sacristán.

El lector puede pensar que en algunos capítulos del libro habéis intentado ir contra corriente, disolviendo o anulando tópicos extendidos sobre la biografía del autor de las «Nanas de la cebolla». ¿Es esta una de las finalidades de vuestro ensayo?

DBM: Uno no se marca como objetivo ir a contracorriente. Si vamos a contracorriente no es porque eso responda a un objetivo marcado, prefijado inicialmente, sino por necesidad. Pero es cierto que en las biografías publicadas sobre Miguel Hernández se extienden muchos tópicos de los que nos hemos querido desmarcar. Las biografías, según quien las escriba y en qué lugar político se sitúe su autor, a veces están más cerca de las hagiografías o de cuentos decimonónicos que de la rigurosidad que el género biográfico exige. Hay mucha mitología alrededor de la pobreza de Miguel Hernández y acerca de su escasa formación escolar, hay una excesiva satanización de la figura del padre, mostrado siempre como ogro de un cuento maniqueo, etc. Frente a las mitologías construidas nos hemos propuesto historizar los fenómenos.

AA: He de confesar que en muchos casos fueron sorpresas que nos fuimos encontrando durante nuestro trabajo. ¿Cómo puede ser que tal biógrafo diga eso? ¿Por qué estos libros comparten un silencio alrededor de tal tema? Lo cierto es que ha habido un trabajo de interpretación, en un sentido fuerte: no una versión libre de los acontecimientos, sino un procesamiento de los datos y hechos comprobados pasados por el tamiz del contexto histórico, tanto de la historia coyuntural, como de esa pequeña intrahistoria, reflejo que en la vida cotidiana tienen los procesos de la longue durée, y que puede recogerse en los testimonios y relatos de la época. El caso del padre de Miguel, o las diversas actitudes de Josefina respecto al noviazgo, enmarcadas en las costumbres y moralidad del momento, me parecen un buen ejemplo de ello.

¿Qué habéis buscado con el libro? ¿Una aproximación a la vida de Hernández? ¿A su obra poética más bien? ¿Acaso a su biografía y con ella a arrojar más luz sobre su poesía?

DBM: Aquí quizá sí es preciso hablar de objetivos. Porque Miguel Hernández: la voz de la herida nace con un objetivo claro, que es salvar a Miguel Hernández de su segunda muerte. Una segunda muerte que, según la entendemos nosotros, se está produciendo con la celebración del centenario de su nacimiento. Matar a Miguel Hernández por segunda vez significa hacerlo regresar a nuestros días sin ideología y despolitizado, esto es, como un significante vacío. Nuestro objetivo era devolverle a Miguel Hernández su perfil ideológico y social, devolverle su historicidad, porque sin ella resulta imposible entenderlo.

Siguiendo la evolución de su obra, ¿podría darse como titular, digamos periodístico, el enunciado «Del poeta pastor al poeta revolucionario»?

DBM: Creo que el titular sintetiza muy bien el trayecto poético y político de Miguel Hernández. Pero, como todo, necesitaría matices. Hay que recordar que, efectivamente, Miguel Hernández fue pastor, pero hay que añadir que las cabras eran de su propiedad (o de su padre, mejor dicho). También hay que apuntar que Miguel Hernández supo explotar muy bien la «marca» -que diría Eutimio Martín- de poeta pastor. Ya en las entrevistas que le realizan en Madrid, en Estampa y en El Robinsón Literario podemos leer cómo el propio Miguel acentúa su imagen de poeta pastor. Habría que recordar que su primer poema publicado se titula «Pastoril»…

Que reproducís en vuestro libro.

DBM: Sí, en el apartado final, en la página 184. Él se sabía de memoria, según él mismo cuenta, «Pastoriles» de Juan Ramón Jiménez. La imagen del pastor ocupaba un papel central en el inconsciente estético de la época, es un tema que está de moda en la literatura española de los años veinte y treinta. Miguel Hernández aprovecha su origen pastoril -explotando su idiosincrasia- para hacerse un hueco en mundo de las letras.

AA: Ya que lo cita David, merece la pena comentar que el fecundo e interesante anacronismo que introducen tanto Eutimio Martín respecto a MH como Juan Carlos Rodríguez en un conocido libro sobre El Quijote, ha sido un paso importante en la comprensión de estos dos gigantes de nuestras letras. Sí, puede que haya una especie de arte del marketing avant la lettre tanto en Cervantes como en Hernández. En el primer caso se trataría más del marketing clásico, de creación y aprovechamiento de nuevos mercados, «colocación del producto», etc., mientras que en el caso de Miguel Hernández esta lectura anacrónica nos revela a un experto en marketing postfordista, en «self-management», un artista que es capaz de crear un producto cultural a partir de su propia vida y experiencia, o mejor dicho, hacer de sí mismo ese producto, recreándolo con cada proyecto personal. Parece como si estuviésemos leyendo los manuales de filosofía empresarial que estudiaron Boltanski y Chiapello en El nuevo espíritu del capitalismo.

No sé hasta qué punto E. Martín y J. C. Rodríguez han querido destacar esto -David es el experto en Cervantes, además de gran conocedor de la obra de Juan Carlos Rodríguez-, pero me parece curioso que estas interpretaciones reflejen tan bien el marco ideológico de nuestra época.

El peligro que se corre, no obstante, es que un compromiso político y poético genuino como el de Miguel acabe sepultado bajo la hipócrita máscara del oportunista o del artista/empresario. David y yo lo hemos tenido bien presente, y sinceramente creo que el mito de la «ingenuidad» del poeta oriolano puede destruirse sin convertirle en un vulgar «storyteller».

DBM: En realidad, y no quiero contradecirte, Juan Carlos Rodríguez en su libro El escritor que compró su propio libro no comete ningún tipo de anacronismo; al contrario, sitúa El Quijote en su lugar, esto es, en el momento histórico en el que se forma la economía de mercado con la emergencia del primer capitalismo, en el momento de la formación de la noción de «público» en un sentido moderno, es decir, mercantil (quien paga manda) y, en consecuencia, se propone una lectura de El Quijote como un producto de las relaciones sociales y de producción burguesas. En cambio, Eutimio Martín en El oficio de poeta, libro que, por otro lado, creo que es magnífico por lo sugerente, atrevido y bien documentado, sí saca a Miguel Hernández de su lugar histórico convirtiéndole, como dices, en alguien experto en el márketing de la literatura, hasta el extremo de afirmar que si Miguel Hernández no renegó al final de su vida de su compromiso político fue para no destruir el mito de poeta del pueblo que él, conscientemente, se había construido. Creo que este modus operandi es inconcebible para su momento histórico.

Pero volviendo a la pregunta, lo de poeta revolucionario o de la revolución o, incluso y como decíamos, del pueblo, parece más claro. Nosotros sostenemos que cuando la guerra estalla la militancia política y poética de Miguel se funden en un mismo proyecto, en un mismo objetivo, que es poner su poesía al servicio del triunfo de la República frente al fascismo. Pero, como podemos ver, no todos sus biógrafos y estudiosos opinan lo mismo.

Habláis de ello en vuestro libro pero permitidme que os pregunte sobre un nudo que considero importante. ¿Qué hizo que Miguel Hernández apoyara y abonara la tradición comunista? ¿De dónde su conversión?

DBM: Posiblemente no exista una fecha ni un episodio concreto que marque el cambio ideológico que se produce en Miguel Hernández. Sin embargo, si hay que señalar un suceso que impulse definitivamente a Miguel Hernández a tomar partido, este no es otro que el sucedido el día de Reyes de 1936. En San Fernando del Jarama, Miguel Hernández es detenido por la Guardia Civil por no llevar su cédula personal. Le acusan, posiblemente por su forma de vestir, de encontrarse en el pueblo porque había ido a robar o a tirar bombas, le agreden y le insultan. Cuando le dejan libre, después de telefonear a Neruda, Miguel Hernández volvió a Madrid, se dirigió a casa de Rafael Alberti y María Teresa León y les dijo: «Estoy con vosotros. Lo he comprendido todo».

 

AA: Hay que comprender que vivió una época de plena ebullición social y política. No es sólo el contacto con las Juventudes Socialistas y con la vida cultural y política en Alicante; en Madrid tuvo necesariamente que respirar el ambiente de libertad, de agitación obrera y de debate cultural y político. Mundo Obrero se vendía a voz en grito por las calles de Madrid, el Ateneo sufría un período de agudos contrastes políticos, y muy extraño habría sido cruzar la ciudad en tranvía o en metro (que ya entonces llegaba desde Tetuán hasta Vallecas) sin que algún pasajero fuera leyendo un boletín sindical, o El Socialista, o discutiendo acaloradamente sobre la última tira satírica de Gracia y Justicia. Del mismo modo, en sus constantes paseos, era imposible que no percibiese el contraste entre el Madrid de los Austrias, de la burguesía urbana, con el Madrid de los trabajadores, que sólo entonces comenzaban a vislumbrar un futuro de plenos derechos. Desde luego es vital la amistad con muchos de los intelectuales comprometidos que se reunían alrededor del grupo de la «Escuela de Vallecas», o en casa de Pablo Neruda. Ahí Neruda y Miguel Hernández darán grandes pasos hacia una militancia comunista; la influencia de Delia (a través de Fernand Leger) o del comunista argentino Raúl González Tuñón son los principales desencadenantes. En la carta que todos ellos firman en defensa de Miguel hay una apelación muy clara a esa omnipresente injusticia social, que se podía percibir sólo con un breve paseo por la ciudad: «…protestamos por esta clasificación entre señoritos y hombres que la Guardia Civil hace constantemente».

En palabras de Santos Juliá, el Madrid de entonces había pasado «de la fiesta popular a la lucha de clases».

¿Cuáles fueron las relaciones de Miguel Hernández con otros grandes poetas de la generación del 27? Pienso en García Lorca, en Alberti, en María Teresa León ¿Los diferentes orígenes sociales jugaron aquí algún papel como a veces se ha señalado?

DBM: Con todos ellos tuvo sus más y sus menos. Por Lorca, por ejemplo, profesaba una gran admiración. Tuvo la ocasión de conocerle el 2 de enero de 1933, cuando Miguel se encontraba en la casa del editor de su primer libro, Perito en lunas. Federico García Lorca aprovechó para elogiar la poesía de Miguel, vaticinándole un gran éxito y proclamándole mejor poeta que Góngora. Sin embargo el libro pasó totalmente desapercibido. Miguel Hernández ante su frustración y sensación de fracaso escribe a Lorca pidiéndole consejo e incluso se atreve a arremeter contra él por no promocionar su libro. Parece ser que después de este suceso Lorca empezó a rehuirle.

Con María Teresa León y Rafael Alberti la situación no fue muy diversa. En un principio, fraguaron una gran amistad e incluso son ellos quienes afilian a Miguel al Partido, como hemos contado. No obstante, un episodio en la Guerra Civil los iba a distanciar. El 25 de febrero de 1939, en un acto de homenaje a la mujer antifascista, Miguel observa cómo el dinero corre a raudales en la retaguardia, mientras que en el frente los soldados pasan hambre y frío. Se acerca a Rafael Alberti y le comenta que ese dinero debería gastarse en el pueblo, en armas y en víveres. Alberti le sugiere que escriba su propuesta en una pizarra situada en el fondo de la sala para someterlo a debate. Miguel se acerca a la pizarra, toma la tiza y escribe: «Aquí hay mucho hijo de puta y mucha puta». María Teresa León respondió a esta provocación dándole un puñetazo que lo tiró al suelo y le rompió un diente.

No sabemos si este hecho está relacionado con el siguiente, pero cuando Rafael Alberti y María Teresa León, una vez terminada la guerra, entregan a la Embajada de Chile una lista con los nombres de aquellas personas a quien se les debía conceder el asilo político, el nombre de Miguel Hernández no figuraba en ella.

 

¿Qué significó la revista Caballo verde para la poesía que dirigía Pablo Neruda? ¿Colaboró Hernández en ella?

DBM: Caballo verde para la poesía es quizá una de las revistas literarias españolas más relevantes del siglo XX. En primer lugar por su proyecto de establecer una ruptura con la poesía pura de Juan Ramón Jiménez, dominante en la época, y con la estética del arte deshumanizado que diagnosticó Ortega en su La deshumanización del arte. Y, en segundo lugar, porque por su índice desfilan los nombres de los poetas más insignes de la primera mitad del siglo: Neruda, Lorca, Aleixandre, Leopoldo Panero, Arturo Plaja o el propio Miguel Hernández.

Caballo verde para la poesía es un título significativo dentro de la vida y la obra de Miguel Hernández. Porque Miguel no sólo colaboró escribiendo versos, sino también imprimiendo, empaquetando, trabajando materialmente en su confección. Pero además, como decía el propio Pablo Neruda, la colaboración de Miguel Hernández con Caballo verde hizo que se alejara del tufo sotánico-satánico que representaba Gallo Crisis de Ramón Sijé.

¿Tiene importancia la obra en prosa de Hernández? ¿Qué destacarías si fuera el caso?

DBM: Sus artículos de guerra, publicados en revistas como Al ataque, Frente sur, La voz del combatiente o Nuestra bandera, entre otras, son interesantes porque constituyen una testimonio irrenunciable, en tanto que crónicas a pie de trinchera, de la Guerra Civil española. Recomiendo, sobre este aspecto menos tratado de la obra de Miguel Hernández, el artículo de Julio Rodríguez Puértolas, titulado precisamente «Miguel Hernández, corresponsal de guerra», publicado en el número de Nuestra Bandera (224-225, 2010) dedicado a Miguel Hernández.

Recojo la recomendación. ¿Y su teatro? ¿Os merece alguna consideración?

DBM: No puede dejar de llamar la atención que en pleno siglo XX Miguel Hernández escribiera un auto sacramental. Pero quizá esa forma anacrónica era la que mejor encajaba en la ideología reaccionaria del primer Miguel Hernández. Porque el auto sacramental, titulado «Quién te ha visto y quién te ve (y sombra de lo que eras)», funciona como reproductor privilegiado de la ideología contrarrevolucionaria latente en su época. Es interesante observar cómo los pecados originales, armados de hachas, hoces y martillos, alteran el orden orgánico natural de las cosas. De hecho, José Bergamín, quien publicó en su revista Cruz y raya el auto, cuenta que tuvo que ejercer de censor y quitar algunas tiradas por fascistas. Pero no es una excepción en Miguel Hernández; sus primeros versos, sobre todo los publicados en la revista oriolana Gallo Crisis, dirigida por su amigo Ramón Sijé, están en esta línea. Véase, por ejemplo, el poema dedicado a Maria Santísima o «Profecía sobre el campesino», ambos reproducidos en nuestro libro.

Efectivamente, en las páginas 192-193 y 188-191 respectivamente.

DBM: Pablo Neruda, por su lado, dijo en 1940 que «es el más grande poeta nuevo del catolicismo español». Y su auto sacramental es una prueba.

Aun así, también es de justicia destacar el teatro que produce tras establecer contacto, en 1935, con Enrique Azcoaga de las Misiones Pedagógicas. Miguel entenderá el teatro como el género que mejor puede adaptarse a su nueva literatura de raigambre social, y en verano de 1935 escribe un «drama de la montaña y sus trabajadores», Los hijos de las piedras. Hay que destacar también Teatro en la guerra o en el drama en cuatro actos Pastor de la muerte, escritos en tiempos de guerra.

No hay que olvidar tampoco que fue el teatro lo que permitió que Miguel Hernández emprendiera su viaje hacia la URSS, pues se desplazará en calidad de representante de España en el V Festival de Teatro Soviético.

AA.: Me parece que el desprecio hacia su obra teatral, que acompaña a los comentarios habituales que los expertos han hecho sobre su viaje a Rusia (se ha insinuado que prácticamente su presentación como «dramaturgo» fue una mera excusa para un viaje pagado), pertenece en todo caso al paradigma anterior de literatura filológica hernandiana. Hay que superarlo y buscar una nueva lectura de su teatro. Respecto al auto sacramental, me gustaría retomar lo dicho anteriormente sobre los procesos de afianzamiento del propio compromiso político; quizás, como la vela que arde más antes de apagarse, la escritura de ese auto es para Miguel Hernández un ejercicio de desesperada búsqueda espiritual, el último intento de fortalecimiento de una fe en crisis.

¿Qué poemario os parece la mejor aportación hernandiana? ¿Por qué?

DBM: Posiblemente «Viento del pueblo». Si como decía Neruda, Miguel Hernández es el más grande poeta del nuevo catolicismo español, también es cierto que si Miguel Hernández ha merecido pasar a la posteridad literaria no ha sido por la literatura conservadora de su primera etapa. Bien al contrario, el Miguel Hernández que la Historia de la literatura reivindica no es otro que el que llegara a constituirse como poeta del pueblo. Porque el primer Miguel Hernández no aportó prácticamente nada a la Historia de la literatura, pues no hizo más que aplicar los esquemas estéticos e ideológicos de la literatura de la reacción organicista de los Siglos de Oro a su realidad histórica presente. Por el contrario, el Miguel-poeta del pueblo, el que escribe desde y para las trincheras, inventó una nueva forma de producir literatura, un género literario nuevo que nacía de la unión de la tradición oral y popular de la literatura española con la propaganda, una literatura directa que buscaba interpelar a los soldados para que no se rindieran y se mantuvieran firmes en su lucha. Viento del pueblo representa esta poesía nueva, esta literatura otra, esta nueva forma de producir poesía. Y, por ello, creemos que es su mejor aportación al mundo de las letras.

AA: Totalmente de acuerdo. Aunque personalmente me quedo con «El hombre acecha»… y como no soy un experto, y nadie tomará en serio mi atrevimiento, me permito confesar que me gustan bastante «Perito en lunas» y alguno de los poemas de juventud.

¿Cuál es vuestro poema preferido?

DBM: Para mí, sin duda, el que cuenta la terrible historia del cura verdugo de Ocaña. Aunque, en realidad, el poema no es suyo. Me explico: en el penal de Ocaña, Miguel Hernández aprovecha las horas de descanso para instruir a los presos en Historia y literatura: da conferencias, clases de literatura, de historia, de lucha contra el fascismo, de la URSS, etc. Y también monta una especie de taller literario avant la lettre, en el que se compuso el poema que cito. Un poema que cuenta la violencia que empleaba el cura del penal contra los presos, cómo los torturaba y el placer que sentía al acudir a los pelotones de ejecución y dar los tiros de gracia. No tiene desperdicio.

AA.: Pues con vuestro permiso, arriesgándome al desprestigio y escarnio público: «Rusia» y «Pasionaria».

Más en serio, por supuesto elegiría «El hambre», que me parece la mejor respuesta posible al penúltimo Unamuno, al más incendiario y reaccionario. Si pudiese atravesar el tiempo, me colaría en la imprenta y pondría el poema en el pie de página de varios de sus artículos.

Algunos cantautores han musicado la poesía de Hernández. Pienso, y seguro que me olvido de nombres, en Serrat, Paco Ibáñez, Aguaviva, un cantautor extremeño cuyo nombre he olvidado. ¿Qué os parecen estas aproximaciones? ¿Tenéis alguna preferencia?

DBM: La labor de los cantautores en este país ha sido importantísima y no está lo suficiente valorada. Creo que los historiadores -o los críticos literarios- les deben más de un libro y de un reconocimiento a los cantautores. Sin duda su labor fue muy importante porque enseñaban, con su guitarra, los poemas que no se podían leer en las aulas. Es el caso de Paco Ibáñez, por ejemplo, cantando «Andaluces de Jaén». Pero también Serrat que ya en democracia permitió, con su música, que los españoles se reencontraran o se encontraran por primera vez con Miguel Hernández, un poeta que había sido condenado al olvido y que él, con su disco, se propuso rescatar.

AA: Desde luego Paco Ibañez, y los cantaores Juan Pinilla, Gerena, y La Nati, que por cierto, nos regaló, junto con el guitarrista Juan de Madrid, un momento inolvidable en el homenaje de Vallecas al poeta.

 

¿Cómo es posible que el cine español no haya sido capaz, hasta la fecha, de aproximarse a la figura de uno de nuestros grandes poetas?

DBM: Se hizo una película -creo que era un telefilm- hace menos de diez años protagonizada por Liberto Rabal. Se titulaba «Miguel Hernández. Viento del pueblo». Pero hizo un flaco favor tanto a la figura de Miguel Hernández como a la Historia del cine.

AA: Todavía estamos esperando. El cine español actual sufre un apego patológico al «justo medio». No se atreve a retratar la historia y sus protagonistas en sus propios términos. Tiene miedo a ofender, o a no ser «imparcial», y su solución es dar sistemáticamente una de cal y otra de arena, olvidando que en la escala de grises hay también tonos muy próximos al negro y al blanco. Así, en la pantalla nos encontramos con que si un personaje es fascista, deben obviarse las sombras y destacarse siempre su lado tierno y humano. Si es comunista, el gesto totalitario siempre acecha.

Juega un papel en todo esto el hecho de que sobre todo son TVE y TV3 las que están financiando producciones sobre este período, algo a celebrar, pero por su carácter público parece que cualquier desvío de la ortodoxia bienpensante se evita a toda costa. ¿Por qué no hay apenas películas sobre la resistencia antifranquista, o sobre el Frente Popular? Porque entonces tendrían que aparecer en primer plano el PCE, el PSUC o el POUM, y se verían obligados a que algún comunista saliese bien parado.

Recordáis en vuestro libro un paso de las memorias de Miguel Núñez, aquel resistente comunista recientemente malogrado que tampoco podremos olvidar nunca, quien por cierto fue responsable político de otro resistente comunista (y mil cosas más) del que este año recordamos el 25 aniversario de su fallecimiento, de Manuel Sacristán, vosotros mismos hacíais referencia a él anteriormente. Es el siguiente paso: «[…] en un momento de la conversación, Miguel cogió del brazo a Giménez Caballero, le llevó hasta la ventana que daba al patio de la prisión -coincidiendo con la hora de paseo de los presos- y le dijo: «Mira, Ernesto, estos son mis camaradas, con ello he luchado, con ellos sufro la derrota, y con ellos me quedo, porque sin ellos no soy nada»». ¿Qué sentido tiene ese quedarse, ese estar con ellos, ese «sin ellos no soy nada» cuando la muerte está llamando a la puerta de uno? ¿No es una locura, un sinsentido?

AA: Creo que estos proféticos versos de Miguel lo dejan claro: Moriré como el pájaro: cantando/ penetrado de pluma y entereza / sobre la duradera claridad de las cosas// Cantando ha de cogerme el hoyo blando/ tendida el alma, vuelta la cabeza/ hacia las hermosuras más hermosas.

DBM: Creo que ese pasaje de Núñez es fundamental para entender a Miguel Hernández. Puede tildarse de locura la reacción de Miguel, pero nosotros preferimos hablar de dignidad. Miguel Hernández prefirió mantenerse firme y fiel a sus ideas, y optó por no vender su dignidad a cambio de su libertad. A Miguel le hubiera bastado para salvarse, para conseguir su libertad, el salir a la esfera pública y entonar el mea culpa, mostrar su arrepentimiento por haberse adherido al frente republicano e iniciar un proceso de conversión ideológica. Pero no lo hizo, prefirió la muerte a una vida traicionada. No obstante, y creo que aquí es donde es necesario detenerse y reflexionar, lo que no consiguió el franquismo lo ha conseguido nuestra democracia: han celebrado el centenario de su nacimiento pero con la condición de que renegara de su ideología. Se han comportado como los falangistas que fueron a visitarle al penal de Ocaña, pero ahora sí han conseguido su propósito. Y Miguel Hernández ha vuelto sin ideología, sin Historia, vacío.

Hernández fue sentenciado a pena de muerte, posteriormente conmutada, por el delito de «rebelión militar». ¿Sigue en pie la sentencia? ¿Uno de los grandes poetas de la literatura universal sigue siendo considerado un delincuente por el aparato jurídico del Estado español?

AA: Según me consta, lamentablemente sigue en pie.

DBM: Citando a Walter Benjamin, «si el enemigo triunfa, ni siquiera los muertos estarán seguros». Y bien parece que el enemigo sigue vivo y que no ha dejado de triunfar, porque los muertos, como es el caso de Miguel Hernández, siguen siendo considerados delincuentes para la justicia española. No obstante, tanto la familia como el propio PCE van a seguir peleando hasta lograr la anulación de la condena a Miguel Hernández.

Tomando pie en Brecht, habláis en el pórtico de vuestro magnífico libro de gentes que luchan días, semanas y años, y de gentes imprescindibles. ¿Lo fue Hernández? ¿Lo sigue siendo?

AA: Sí, luchó y quiso seguir luchando toda la vida, fue inolvidable también porque supo ser anónimo, participar en el trabajo de tantos otros: en las Misiones Pedagógicas, en la alfabetización de las tropas republicanas, cavando zanjas en el frente, realizando labores organizativas como comisario. Desde luego fue de los imprescindibles.

DBM: No sólo lo fue sino que lo sigue siendo, porque, siguiendo con la estela de Walter Benjamin, necesitamos resucitar a los muertos y convocar su presencia alrededor del vacío en el que nos encontramos. Recuperar la memoria de Miguel Hernández -y de tantos otros vencidos por el fascismo- es imprescindible para la construcción de un mundo mejor que, abiertamente, podemos denominar socialista.

Digámoslo así, nombremos las cosas con su nombre más auténtico.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.