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El legendario comandante de las FARC rememora 70 años en la guerrilla

Entrevista con Jaime Guaraca en La Habana

Fuentes: El Espectador

La historia de la fundación de las Farc, hoy en medio de un proceso de negociación con el gobierno y tras medio siglo de guerra.

Jaime Tarsicio Guaraca tiene hoy 82 años y vive en Cuba. Acompañó a Marulanda desde muy niño, fue uno de los guerrilleros más aguerridos en Marquetalia y el segundo al mando de las Farc una vez fundadas. Fue detenido y torturado en Palmira. En Cali, un consejo de guerra lo condenó a 35 años y estuvo preso en la isla de Gorgona. Al levantarse el Estado de sitio fue liberado y regresó a las guerrillas. Hizo parte del secretariado durante las conversaciones de Casa Verde entre el gobierno de Belisario Betancur y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.

Lo entrevisté en La Habana y comenzó así la conversación:

Jaime Guaraca: Primero quiero saludar al vilipendiado y sufrido pueblo colombiano.

Alfredo Molano Bravo: Cuéntenos de sus orígenes, de sus padres, de su niñez.

J.G.: Mi padre fue un campesino de Natagaima, que de joven pagó el servicio militar y cuando terminó se casó con mi madre, que era de San Luis. Ambos tolimenses, medio indígenas pijaos. Se fueron a tumbar monte a un punto de nombre Las Mercedes, municipio de Santiago Pérez. Abrieron una pequeña finca de la que se abastecieron para abrir otra mejora que llamaron San Isidro. Ahí nací yo. Se cultivaba especialmente café, maíz, fríjol, y se sembraba pasto para criar ganado.

Cuando mataron a Gaitán oímos la noticia en el radio de un viejo liberal. La gente venía ya asustada porque los gallos cantaban a las 8 o 9 de la noche y eso era señal de malas noticias. Va a haber muertos…

A.M.B.: ¿Y cómo comenzó la violencia?

J.G.: Apenas mataron a Gaitán, el Partido Liberal dio la orden de que todos los reservistas se presentaran en Santiago Pérez, porque Mariano Ospina, el presidente, ordenó armar a los conservadores en muchas regiones del país. A La Estrella llegó un contingente de policía y de godos civiles armados. Al otro día mataron tres colonos a puro machete y les pelaron el cuero de la cara. Vino el saqueo, quemaron la escuela, el pueblito mismo, y recogieron reses, caballos y mulas. La vereda quedó desolada. Quemaron nuestro rancho. Muchos vecinos pegaron para Bilbao, para los lados de Herrera, porque se oyó el rumor de que por allá se estaba organizando algo. Y fue verdad: don Gerardo Loaiza, primo de Manuel Marulanda, estaba organizando la guerrilla liberal. Mis hermanos, como muchos vecinos de La Estrella, comenzaron en el comando de los Loaiza. En el año 49 se organizaron comandos en La Estrella, Peña Rica, San Miguel y El Paujil, comandado este por Ciro Trujillo. Las armas eran escopetas de fisto, una que otra de cápsula y muy contadas veces una carabina 22. Todos seguían el ejemplo que venía de La Herrera, donde estaban los Loaiza.

A.M.B.: ¿Eran todos liberales?

J.G.: Sí, pero también se organizó otro comando mandado por Isauro Yosa, un campesino comunista que formó su guerrilla con jóvenes de las veredas de Irco, Charalá y Horizonte, municipio de Chaparral. Desde el comienzo lo acompañaron Luis Alfonso Castañeda, capitán Richard, Canario y Joselito, muertos ambos con el grado de capitán. Gerardo Loaiza los invitó a unirse con los de La Herrera. Isauro, mayor Lister, aceptó, pero se fue con familias, ancianos, niños, puercos y gallinas. Fundó el comando de El Davis en socia con don Gerardo, general Loaiza, y Leopoldo García, general Peligro.

A.M.B.: ¿Cómo era El Davis?

J.G.: Era una meseta muy hermosa que se eligió para hacer el comando. Con la gente que llegó huyendo del Tolima y del Huila se formó una ciudad chiquita. No eran 50 familias, pasaban de 200. Fue un campamento muy bien montado, con varias organizaciones: de los 15 años hasta los 40, y a veces hasta los 50, eran guerrilleros de fila que cumplían cualquier misión militar. Con los mayores de 50 se construían ranchos, cultivaban comida, hacían alpargatas y trabajaban el cuero para hacer cartucheras. Las mujeres remendaban, cocinaban, lavaban; algunas eran enfermeras y otras enseñaban a leer a niños y a ancianos. Los hombres de fila salían a pelear o a llevar abastecimiento porque lo que se cultivaba no alcanzaba.

Cuando yo llegué no había cumplido 12 años. Duré unos días en el Batallón Sucre, donde participaban los niños de 10 a 14 años; a los 15 ya se podía pasar a la fila de guerrilleros. Un día deserté de los pioneros, me presenté en la fila de los disponibles y me aceptaron como guerrillero. No había cumplido los 13 todavía.

A.M.B.: ¿Cómo fue el rompimiento entre liberales y comunistas?

J.G.: Cuando la dirección liberal supo, protestó y le dijo a Gerardo que no admitía ese tipo de socias. Don Gerardo le hizo caso, reunió a los comunistas, los comunes, y les dijo: «Los comunistas nos han traicionado con una ideología traída de Rusia. Aquí rompemos». La asamblea aprobó. Pedro Antonio Marín, que todavía no era Marulanda, y Jacobo Prías Alape, que ya era Charro Negro, se opusieron y templaron Gaitania.

En eso recibió el poder Laureano Gómez y fue peor, metió al Ejército. Tirofijo, Charro Negro y Lister, Isauro Yosa, mandaron evacuar las familias a Peñarrica, donde se fundó el comando de Marquetalia.

A.M.B.: ¿Con Rojas Pinilla cambiaron las cosas?

J.G.: Rojas tomó el poder y promulgó una amnistía general para los alzados en armas. Marulanda, Charro Negro y Lister desconfiaban. Nos formaron y Charro dijo: «Los que quieran seguir peleando, den un paso al frente». Lo dimos sólo 10 muchachos y un adulto que se llamó Mundo Viejo; después nos juntamos 26 hombres y cuatro muchachas y salimos del Tolima a Río Chiquito. El resto se fue a Villarrica a coger café. La otra gente armada se fue a sus regiones a tumbar monte y a hacer finca, sobre todo en El Támaro, que Charro bautizó Marquetalia. Hasta que Rojas rompió fuegos y bombardeó Villarrica en 1955. Mucha gente llegó huyendo al Pato y al Guayabero; otra regresó al sur del Tolima. Rojas cayó al año siguiente.

A.M.B.: ¿Algo cambió con el Frente Nacional?

J.G.: Lleras Camargo dio unos días de paz, que llamó la Pacificación. Contrataron a Marulanda para trabajar en la carretera entre El Carmen y Gaitania; Charro se puso a negociar en bestias; Lister, a hacer finca. Pero no entregaron armas; el Gobierno no las pidió. Preparaba el ataque. A Mariachi, que había sido compañero nuestro, se lo ganaron y nos lo pusieron de frente: el 11 de enero de 1960 mataron por la espalda a Charro Negro. Manuel nos dijo: «El Gobierno se nos viene». Así fue. La tropa entró a Gaitania. Comenzó el acoso. El Ejército se emboscó en los caminos, amanecían, rodeó casas, instaló un mortero y nos intimidaba a bombazos. Después metió la acción cívico-militar a sacar muelas. Hicieron un censo, apuntaban hasta las gallinas. Marulanda, al ver reducido el espacio, a comienzos de 1961 preparó un grupo de muchachos en el arte militar para convertirlos en guerrilleros; a ese grupo entró Miguel Pascuas. Por primera vez, financiados por la regional del Partido Comunista, nos dieron cobija, hamaca y tenis en vez de alpargatas de fique. Manuel preguntaba: ¿qué hacer? «El único que tiene armas nuevas y buenas es el Ejército; va tocar salir a cogerle uno que otro fusil». Y por ese camino nos fuimos.

En el 62 el Ejército decidió lanzar un operativo grande. Le hicimos resistencia. Alcanzó a llegar a San Miguel, pero se devolvió, en parte por la protesta que se le hizo en Bogotá y Cali. Pero cerró la puerta en Gaitania, donde se aposentó. Nada entraba ni salía del pueblo.

A.M.B.: ¿Cómo fue la Operación Marquetalia?

J.G.: El 25 de julio de 1961, Álvaro Gómez Hurtado, el hijo de Laureano, habló de las repúblicas independientes, que en realidad eran comandos que tuvo la guerrilla en las dictaduras de Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez, Urdaneta Arbeláez y Rojas Pinilla. En marzo del 62 comenzaron los operativos; en abril ya estábamos esperándolos.

Hubo que evacuar la población civil, que era nuestro problema, y quedamos solos. Fue un lío muy tremendo convencer a las mujeres para irse. No querían. Tenían razón. No era justo perderlo todo después de haber ayudado a trabajar la tierra para hacer finquita durante cinco años. La resistencia se hizo con 48 varones y cuatro mujeres. De esos no estamos vivos sino tres: Miguel Pascuas, Jaime Bustos y quien le habla. La evacuación civil terminó en mayo. El 18, a las 11 de la mañana, el Repórter Esso de Caracol anunció que Guillermo León Valencia, el presidente, había dado la orden de comenzar la Operación Marquetalia con 16.000 hombres del Ejército. El 27 de mayo se inició la pelea por el camino indígena de La Suiza, con un grupo de seis compañeros que nos habían asignado detener la entrada por los márgenes del río Atá. Nosotros dimos la primera pelea y, a mucho honor, yo disparé el primer tiro. Después hubo varios combates hasta que llegamos al alto de Socorreño y se produjo el desembarco de tropas en los helicópteros al ladito de Marquetalia. Nosotros estábamos ahí con Isaías Pardo. Dijimos: no tiene sentido seguir aquí, ya se toman Marquetalia. Entonces cruzamos el río Atá y fuimos a buscar a Manuel al alto de Trilleras.

Esa noche nos dijo: «A dormir porque es la última noche que vamos a dormir en casas». Al otro día a las 5 de la mañana él ya tenía organizada una emboscada y le ordenó a Isaías: «Hágale, camarada». Estuvimos tres días esperando la tropa hasta que entró en la emboscada. La pelea empezó a las 9 de la mañana y la orden de retirarnos de las trincheras se dio a las 6 de la tarde. El Ejército no pudo recoger ni sus heridos ni sus muertos. Más adelante Isaías había preparado la Anastasia, una bomba de gran poder que Marulanda mandó estallar al paso de los soldados. Se les hizo mucho daño. Nos bombardearon y de ahí nació la viruela negra, que nosotros llamamos «espuela de gallo». Eran ampollas que al reventarse dejaban la llaga. Cuando Marulanda vio eso, dijo: «Hay que sacar inmediatamente la gente de aquí porque ahí tiraron algo infeccioso». Nos fuimos para la hacienda San Miguel, desde donde hicimos varios asaltos en Peña Rica, Juntas y carretera al Carmen. Bombardeaban a la loca desde los T-33. El secretariado, que eran Marulanda, Isauro Yosa, Isaías, Jacobo y Hernando González, acordó la movilidad total de las guerrillas. Yo salí con Isaías y Darío Lozano a guapearles por el lado de Canoas, para distraerlos; en una de esas peleas mataron a Isaías. Marulanda se esfumó. El Ejército decía que nosotros éramos más de 600 hombres… si hubiéramos tenido al menos cien, no los habríamos dejado moverse. Éramos 52 y sólo 25 con armas buenas. La dirección del secretariado marchó hacia el Cauca a hacer la convocatoria del bloque Sur y detrás de ellos salió toda la población civil.

Fuente: http://www.elespectador.com/noticias/politica/entrevista-jaime-guaraca-habana-articulo-501259