Aporrea daba recientemente la siguiente información [1]: «Cuando se supo que Google canalizó $ 9.800 millones de los ingresos de sus filiales internacionales el año pasado a las Bermudas, para reducir a la mitad su factura de impuestos, su presidente Eric Schmidt defendió la legitimidad de los acuerdos de la compañía sobre el pago de […]
Aporrea daba recientemente la siguiente información [1]: «Cuando se supo que Google canalizó $ 9.800 millones de los ingresos de sus filiales internacionales el año pasado a las Bermudas, para reducir a la mitad su factura de impuestos, su presidente Eric Schmidt defendió la legitimidad de los acuerdos de la compañía sobre el pago de impuestos».
Mr. Schmidt, hablando para Bloomberg, esgrimió el siguiente argumento: «Nosotros pagamos muchos impuestos, los pagamos en las formas previstas en la ley». Por si quedaba alguna duda, añadió: «Estoy muy orgulloso de la estructura que hemos creado. Lo hicimos sobre la base de los incentivos que los gobiernos nos ofrecen para operar». Al final vino el remate conceptual, la seguridad del estúpido y el descaro político-reaccionario: «Se llama capitalismo. Somos orgullosamente capitalistas. No estoy confundido respecto a esto».
¿Vomitivo? No hay duda. Toneladas de vómitos inundan territorios, pueblos y ciudades. En todo el mundo. El planeta de Aristarco de Samos, Copérnico y Galileo es, de hecho, un vómito, un lodazal químico de injusticia, explotación y cultura antihumanista.
Pero hay más. Mr. Eric Schmidt es un referente. ¿De qué? ¿De quién? Del mundo de los emprendedores -él y sus colegas de Google son emprendedores natos- y de algunos ministerios de Educación.
Esa filosofía, esos nombres, esos éxitos empresariales, esa cosmovisión abyecta, impúdica, despiadada, es la que se enseña y se quiere seguir enseñando en una asignatura OBLIGATORIA en todo los ciclos formativos de grado medio y superior cuantos menos en Cayalunya (ignoro si en toda España). Ernest Maragall, el del sector autodenominado «catalanista» del PSC; fue uno de sus grandes defensores. ¿A todo eso se le puede llamar instrucción pública, educación democrática y de calidad, en el marco de la defensa y respeto de la declaración de los derechos humanos?
Es la eterna repetición de lo mismo, la idea del eterno retorno que apuntaron a su modo y estilo Pitágoras, Nietzsche y Borges. ¿Recuerdan aquellas declaraciones de don Felipe Gas Natural sobre gatos, ratones y procedimientos? ¿No han olvidado aquel ministro de economía «socialista» afirmando, con el mismo orgullo que el señor Google-Schmidt, que era bueno, excelente, magnífico, hacerse rico?
¡Enriqueceros, no seáis idiotas!, esa es la consigna.
El odio y la rabia no se amortiguan detrás de la ventana.
Notas:
[1] http://aporrea.org/internacionales/n219859.html
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