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En respuesta a Alonso Gallardo Florencio

¿Es infantilismo enseñar la raíz de los actos políticos de gobierno?

Fuentes: Rebelión

Es cierto que para hacer política es necesario dialogar y llegar a acuerdos, lo que no es lo mismo que hacer lo que quieren los poderes del momento. Esa aceptación de las directrices de los poderes, se llama indignidad. Hay que hacer política y empezar por el principio, por utilizar el lenguaje para dejar al descubierto la forma maliciosa en que lo utilizan los poderes; hagamos política, pero no nos “andemos por las ramas”, vayamos a la raíz.

Alonso Gallardo Florencio, en su artículo https://rebelion.org/maximalismos-y-cretinismos-en-la-critica-radical-al-gobierno-de-izquierdas/, argumenta –a veces solo califica- contra la crítica a lo que él llama “gobierno de izquierdas[1]”, y dice que la base ideológica de esta crítica política  falta de sustento, nace de un radicalismo[2] infantil basado en la supuesta buena intención de quien la hace, que no entiende de correlaciones de fuerzas, ni de táctica políticas, como si, por este simple hecho, no se debiera hacer la crítica, cuando el primer síntoma de cretinismo político/social, es no hacer critica política.

Puede ser que la táctica parlamentaria de la izquierda sea “pobre en medios”, fruto de la pobreza en su representación parlamentaria (loa las “reformas gestionadas en los ministerios de Unidas Podemos”), pero no ve que, el asunto a tratar no es la falta de análisis, infantilismo, o cretinismo, sino que la critica política no debe separar que el gobierno de coalición está formado por representantes de dos partidos políticos, que el calificativo “de izquierdas” no explica por si nada, y el partidismo, menos.

Es cierto que la inmensa mayoría de la gente no es revolucionaria, que la clase trabajadora no está esperando -ni desea que la llamen-, a la toma del poder,  como que los políticos representantes del pueblo han sido siempre comprados y asimilados[3] por el sistema, o que fabricar un hombre nuevo con la politización de la vida cotidiana impulsada por una élite militante no tiene viabilidad, ni posiblemente sea deseable (estamos hablando de ahora), pero si es posible no irse por las ramas y hacer visible para todos, la socie­dad en la que se vive, las relaciones económicas y sociales a las que estamos sometidos y el sistema de poder que delimita lo permitido y lo prohibido, así como reconocer que el sistema dirige la conducta social a través de la ética[4] imperante.

El lenguaje no es neutro, menos si se utiliza para atacar al Otro, al que no pertenece a tu cuerda, partido, o lobby[5],  y es utilizado como herramienta de lucha del/por poder, por lo que, se debe intentar decir la verdad de la realidad, no quedarse en su apariencia, o posibilistas tácticas parlamentaria; aunque moleste a algunos.

Cualquier crítica es contracultura, y como tal, al intentar desplazar/destruir la ética/cultura imperante no lo tiene nada fácil, porque necesariamente debe modificar lo ya establecido, la interpretación colectiva de la sociedad, y por tanto, enfrentar los miedos/sumisiones  a través de la comunicación, de la palabra ¡ya! contaminada por los poderes, situación que no puede hacer fácil la transmisión de la idea dado que la mayoría continua en la caverna. El que intenta transmitir la crítica, habla desde fuera,  se pertenece a otro mundo, a otra caverna, y los de la caverna primigenia[6] lo saben.

Hacer política (esto no quiere decir que la política solo se puede hacer desde las instituciones), Eso sí, no política que conduzca siempre a la corrupción, la asimilación, la moderación, la traición. Hacer política aunque todas las movilizaciones populares estén mediatizadas/alienadas desde un principio por toda esa cultura sistémica interiorizada que la atraviesa y limita.

No reconocer –y decirlo- estas realidades que apuntalan el poder de clase, es engañar y favorecer la continuidad de su existencia y reproducción, ya que si no se modifica la mirada social, la ética de la tribu, se podrá tomar el poder, pero se volverá a lo mismo. Recordar que este “gobierno de izquierdas” podrá legislar algunas reformas, pero seguimos viviendo en un Estado capitalista, con leyes capitalistas, dirigido por poderes de carácter oligopólico, y que hay que dejar al descubierto el uso del lenguaje por estos poderes, uso interesado para soldar la Idea[7] como única en la subjetividad de la población, y dejar claro que ni las personas imagen del sistema, ni las instituciones, son neutros, y participan como tales, en el mantenimiento del sistema de explotación, dominación y coerción.

Notas:

[1] https://carlosgosto.files.wordpress.com/2016/02/izquierda-es-una-semantica-dicotomica-con-el-capitalismo.pdf

[2] Utilizado como: Modo extremado de tratar los asuntos. Extremista.

[3] Los políticos, como el resto de la humanidad, nacen dentro de una cultura, costumbres, tradiciones y ética determinada, por lo que es muy fácil ver como natural lo que la ética imperante define como normal. No son asimilados, están asimilados antes de entrar en las instituciones.

[4] Tiene dos acepciones: la académica filosófica dice que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano, proponiendo en su forma más crítica el cómo debe ser el comportamiento de la persona. Y la segunda que dice que es el conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad.

[5] En español, grupo de cabildeo o grupo de presión; colectivo con intereses comunes.

[6] Lo primigenio hace referencia a un primer estado o a la etapa inicial de algo.

[7] El uso de la palabra antisistema o radical, unido a la Idea que identifica al que recibe tal calificativo como violento/extremista, lo que realmente hace es legitimar de cara a la población –y que sea asumido por cada sujeto integrante de esta- cualquier acción represiva/violenta efectuada por/desde las instituciones del Estado. La Idea ha matado al crítico antes de que sea eliminado/retirado mediante la acción represiva.