Las trompetas de la guerra parecen que fueran a sonar en cualquier momento. Que en instantes se inician las hostilidades. Las declaraciones presidenciales se calientan, la frontera está en tensión y dos puentes fronterizos fueron derribados. Solo cabría esperar los tiros. No es la primera vez que los dos países quedan a punto de liarse […]
Las trompetas de la guerra parecen que fueran a sonar en cualquier momento. Que en instantes se inician las hostilidades. Las declaraciones presidenciales se calientan, la frontera está en tensión y dos puentes fronterizos fueron derribados. Solo cabría esperar los tiros.
No es la primera vez que los dos países quedan a punto de liarse a golpes. Las fronteras, que solo fueron definidas en 1941, han estado siempre en disputa. Especialmente desde que el presidente norteamericano Truman sentó en 1945 la doctrina del derecho de los países ribereños al uso de la plataforma continental. Esto calentó el debate sobre los límites en el compartido lago de Maracaibo.
En agosto de 1987 la tensión militar fue mucho más intensa que hoy. La Corbeta ARC de la Armada colombiana penetró en aguas venezolanas del Maracaibo. Inmediatamente el cielo del lago a ambos lados de la frontera se llenó de aviones F 16 y las aguas de buques y submarinos de guerra. La intervención de la OEA impidió lo que parecía una guerra inminente. Desde entonces la frontera nunca ha estado tranquila y de cuando en cuando declaraciones altisonantes suenan en uno u otro país.
Hoy la situación es completamente diferente. Ya no se trata de discrepancias por los límites en las aguas del Maracaibo y toda la riqueza petrolífera que allí existe. Ahora se trata de las diferencias entre dos visiones diferentes sobre el presente y el porvenir de América Latina. Ahora las fronteras se demarcan entre la dignidad o el sometimiento. Un modelo neoliberal salvaje contra un modelo social popular y participativo.
Chávez sabe que le están montando un cerco. Que las siete bases militares yanquis en Colombia son mucho más peligrosas que la Corbeta del 47. Y que la avanzada paramilitar colombiana en tierras venezolanas es cada día más fuerte, con la complicidad de gobernadores y alcaldes escuálidos, como llaman allí a la derecha. Entonces reacciona con fuerza. Quizás se le va un poco la lengua. O mucho. Al fin y al cabo es caribeño. Y además militar. No mide las palabras. Actúa y habla de frente. «Iría a la guerra contra Colombia con lágrimas en los ojos». Dice. Uribe hace uso de la hipocresía y el cálculo. Es astuto y ladino. Tira la piedra y esconde la mano. Asume el discurso conciliador. «No iremos nunca a la guerra contra un país hermano». Mientras se instalan apresuradamente las bases yanquis y los paramilitares siguen avanzando dentro de Venezuela.
Jerónimo Carrera, histórico dirigente del Partido Comunista de Venezuela ha dicho en una reciente nota periodística: «Estoy cada día más alarmado -y esto lo digo muy sinceramente- con el giro que han venido tomando últimamente las relaciones oficiales de nuestro país con Colombia. La verdad es que históricamente dichas relaciones nunca han sido buenas, ya que desde la misma ruptura de las cadenas que sometían a todos estos pueblos americanos al yugo de la corona española, a comienzos del siglo XIX, Inglaterra con la estrecha colaboración de sus hijos de Estados Unidos maniobró para impedir nuestra unificación. Así fue derrotado incluso un dirigente tan genial como Bolívar, en el Congreso de Panamá en 1826. Todo esto con la estupidez ciega de hombres como Santander, en Bogotá, y Páez en Valencia. A partir de aquella triste ruptura inicial, los malentendidos y choques se han venido repitiendo de tiempo en tiempo, aunque han sido siempre a nivel gubernamental ya que los dos pueblos siguen compartiendo sentimientos de hermandad muy firmes. Por todo eso digo que es alarmante lo que ocurre actualmente en esa «frontera que Bolívar no quiso», donde a diario se han venido produciendo incidentes cada vez más graves y peligrosos. De parte y parte se lanzan acusaciones, como también insultos que desbordan ya los límites tolerables entre Estados, y más si son vecinos».
Por su parte los grandes empresarios colombianos están llamando a la unidad nacional. A rodear a Uribe. Llamado chauvinista. Estos empresarios no tienen patria. Solo tienen cuentas bancarias. La patria la han hipotecado. Y los que nunca nada han tenido tampoco tienen patria. Hay una por conquistar. La Patria Grande Bolivariana. Y ya se está construyendo y contra ella son las bases yanquis, los paramilitares y los llamados a la unidad nacional.
Se requiere prudencia para evitar la guerra que los gringos esperan y atizan. Prudencia para no alentar chauvinismos. Pero firmeza en la denuncia y el rechazo al papel desestabilizador y de traición a América Latina que juega hoy el régimen corrupto y violento de Álvaro Uribe Vélez. Y solidaridad con Venezuela, es decir, con la América latina agredida.