Quienes escucharon el discurso del presidente colombiano, el pasado 7 de Agosto, deben estarse preguntando quien le entregó los datos alegres que presentó sobre la realidad del país y que organismo los confecciona. Por fortuna existen investigadores que tienen otras fuentes para valorar la real situación del país, pero además hay otras realidades omitidas por […]
Quienes escucharon el discurso del presidente colombiano, el pasado 7 de Agosto, deben estarse preguntando quien le entregó los datos alegres que presentó sobre la realidad del país y que organismo los confecciona.
Por fortuna existen investigadores que tienen otras fuentes para valorar la real situación del país, pero además hay otras realidades omitidas por el mandatario, que evidencian la crisis existente que es la causa de las protestas populares y sociales recién pasadas, las del presente y las que se avecinan. La lógica de la vida enseña que es mejor la verdad aunque ella duela.
La crítica realidad que vive Colombia, exige de quienes deben ser sus auténticos gobernantes, no tanto defender, justificar o exaltar las políticas que aplican, sino presentar balances realistas, que incluyan las dificultades y orienten de manera objetiva lo caminos.
Sin embargo exigir eso al gobierno de hoy y a sus antecesores, elegidos por maquinarias clientelistas y corruptas, de intereses al servicio de minorías nacionales y foráneas, es pedirle peras al olmo.
Los objetivos planteados en las luchas populares de ayer y de hoy, tienen razones de fondo y son motivadas por realidades que exigen profundos cambios económicos políticos y sociales que este y los anteriores gobiernos niegan y su respuesta a esas justas lucha es la represión y la criminalización de la protesta.
Es por ello que suena destemplado que el presidente afirme que Colombia es hoy un país más justo y más humano y trate de demostrarlo señalando los desarrollos de sus políticas que no tocan la esencia de los problemas para sacar tales conclusiones.
Algunos ejemplos que contradicen el discurso del presidente pueden resumirse así:
-Sigue creciendo el desplazamiento.
-El aumento en las detenciones y el hacinamiento de las cárceles aumenta y amenaza con desbordarse.
-La delincuencia en el país se ha disparado de manera vertiginosa, producto de las sin salidas sociales.
-Los niveles de impunidad por violaciones a los Derechos Humanos sobrepasan el 92 por ciento con tendencia a aumentar, luego de aprobado el fuero militar.
-La crisis de la educación con el grave problema de la deserción, contradice la postura del mandatario y es una de las razones de luchas próximas del estudiantado y los padres de familia.
-No es verdad que haya un cambio importante en las medidas tomadas frente a la crisis de la salud, afectada por la privatización y la corrupción de una burocracia cleptocrática.
-La supuesta cifra de desempleo a un dígito no aguanta una objetiva revisión mucho menos cuando los niveles más altos de ocupación son terciarios y a destajo.
-La crisis del campo vivida por pequeños y medianos mineros, cafeteros, paperos y lecheros entre otros, antes que resolverse se agrava con los TLC y la pretendida solución de asociar a campesinos con empresarios del campo, es la estrategia de un campo sin campesinos que el capital absorberá como obreros porque ese es el concepto de modernidad capitalista al que se refirió el presidente el 7 de Agosto.
Estos problemas se suman a otros que motivan hoy a diversos sectores del país a movilizarse y protestar por un conjunto de objetivos y reivindicaciones de carácter económico, político y social, negados a través de las vías institucionales y legales y que reciben el apoyo de todos los luchadores del país. Lo anterior muestra una perspectiva de tormentas sociales, que no concuerda con la Colombia que mostró el presidente el pasado 7 de Agosto.
De otro lado la estrategia en materia de paz del ex-presidente Uribe solo se diferencia con la del presidente Santos, en que el primero la entiende como la derrota militar de la insurgencia o como dijo el presidente en su discurso del pasado 7, cuando haya muerto el último guerrillero, mientras que Santos prefiere ofrecerle a la insurgencia su rendición y desarme hoy.
Las dos estrategias han fracasado porque a casi medio siglo de guerra, quienes han buscado la aniquilación total de las guerrillas no lo han logrado, en cambio dejaron la patria ensangrentada y sembrada de cadáveres, así como de odios dolores y sufrimientos, huérfanos y viudas, más de cinco millones de desplazados, pero ante todo más sin salidas. Así mismo quienes han ofrecido la rendición y entrega como fórmula, solo lograron absorber para la legalidad de su sistema, unos cuantos dirigentes guerrilleros, mientras la realidad del país camina con más velocidad a una crisis profunda.
Esa estrategia no tiene perspectivas porque no busca ir en el camino de resolver los problemas de esencia que motivaron y estimulan el alzamiento en armas, y que tienen que ver con realidades estructurales del modelo y sistema político, ante lo cual los dos mandatarios se identifican en que no se pueden afectar.
La visión gradualista de que se acabe primero el conflicto y luego encaminemos el país a los cambios, es el cuento viejo y repetitivo que no tiene coherencia, además de ser una fórmula caprichosa y fracasada.
Si en las oligarquías, como en las fuerzas populares e insurgentes, se acepta la necesidad de cambios mucho más allá de lo cosmético, entonces encontremos una fórmula común o de aproximación, que comience por reconocernos tal cual somos y encaminemos todos, el destino del país, en una búsqueda real de paz y de futuro basada en la justicia y equidad social, la democracia y la soberanía; pretender otro camino es la fórmula errática de la sin salida y de la prolongación del conflicto social y armado.
En esta coyuntura de luchas populares y sociales, respaldamos sus esfuerzos y espíritu de lucha al tiempo que hacemos hincapié y nos unimos a todo pueblo, a los demócratas y progresista, a los sectores medios del país, a los sectores acaudalados del país cansados del conflicto y a la comunidad internacional, que luchan por la paz de Colombia, para que juntos sigamos esforzándonos por darle continuidad a los sueños bolivarianos que se cubrieron de gloria en el puente de Boyacá, hace casi doscientos años, diferenciados claramente de los designios santanderistas, que revesaron la historia y colocaron a las generaciones del presente y del futuro, ante el reto de la segunda y definitiva independencia.