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Esclavos del franquismo: la historia oculta sobre los trabajos forzosos

Fuentes: Gara

Perdieron la guerra, fueron hechos prisioneros y les obligaron a trabajar en condiciones inhumanas para el régimen golpista, padeciendo hambre y mil penalidades. Es la historia de los esclavos del franquismo, una historia que ha permanecido ocultada por el poder y que varios investigadores tratan de sacar a la luz. La guerra provocada por el […]

Perdieron la guerra, fueron hechos prisioneros y les obligaron a trabajar en condiciones inhumanas para el régimen golpista, padeciendo hambre y mil penalidades. Es la historia de los esclavos del franquismo, una historia que ha permanecido ocultada por el poder y que varios investigadores tratan de sacar a la luz.

La guerra provocada por el golpe de Estado de Francisco Franco se dio por concluida en abril de 1939, pero la represión contra las personas disconformes con el nuevo régimen militar siguió su curso durante muchos años más. Miles y miles de prisioneros fueron obligados a realizar trabajos forzosos para las autoridades franquistas y para grandes empresas, provocando situaciones de auténtica esclavitud.

A mediados de 1939 había casi 100.000 prisioneros en batallones de trabajos forzosos en diversos lugares de la Península Ibérica y del norte de Africa. Las fuerzas franquistas les obligaban a levantar fortificaciones, reconstruir edificios, abrir canales, construir vías de ferrocarril y carreteras, o trabajar en minas y fábricas.

Este aspecto de la represión franquista ha estado silenciado y ocultado durante décadas, privando del reconocimiento público y de las compensaciones económicas a quienes lo padecieron. Hoy en día aún se trata de un episodio histórico muy poco conocido en Euskal Herria, menos incluso que en el Estado español, a pesar de que, sobre todo en Nafarroa, hubo hechos estremecedores, como el que entre 1939 y 1941 vivieron 2.000 prisioneros obligados a construir la carretera entre Igari (Igal) y Bidangoze en condiciones inhumanas.

Hace un par de años un equipo de investigadores, integrado por dos profesores de Historia, una socióloga y una antropóloga, se propuso recuperar la memoria histórica de aquellos hechos. Se trata de Fernando Mendiola, Edurne Beaumont, Hortensia Serrano y Maite Huarte, a quienes posteriormente se han ido añadiendo diversos colaboradores a título personal, asociaciones de todo tipo y una docena de ayuntamientos de Nafarroa y Bizkaia.

«Comenzamos a investigar con la idea de hacer un libro, luego comentamos el asunto a personas de Eguzki Bideoak y así surgió la idea de hacer un vídeo sobre la construcción de aquella carretera, porque les pareció muy interesante», recuerda Fernando Mendiola.

Más tarde, a raíz de que comenzaron a dar algunas charlas en la zona de Erronkari-Zaraitzu sobre aquel episodio casi desconocido de la dictadura franquista, se planteó «hacer algo» para que no quedase en el olvido. Así se formó el colectivo »Memoriaren Bideak», que propuso colocar una escultura y una placa conmemorativa en el puerto de Igari, punto más alto de aquella carretera construida por prisioneros republicanos entre hambre, enfermedades y represión.

Según los datos recabados por el equipo investigador, esos casi 2.000 prisioneros fueron trasladados hasta los valles de Erronkari y Zaraitzu desde Bizkaia (245 hombres), Granada (211), Jaen (165), Asturias (126), Córdoba (78) y el resto de otras zonas del Estado español.

Casi todos ellos eran combatientes republicanos represaliados y estaban englobados en los Batallones de Trabajadores nº 106 y 127 y, a partir de 1940, en los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores nº 6 y 38. Obligados a la fuerza, en condiciones de esclavitud, excavaron la caja por la que transcurre la actual carretera entre Igari y Bidangoze, y también parte de la que debía unir esta última localidad con Erronkari, pero este trayecto quedó finalmente abandonado.

Según los datos recabados hasta ahora, tres de aquellos hombres murieron por disparos y cinco más por enfermedades, pero se ha constatado que en el conjunto de Nafarroa fallecieron otros 50 prisioneros más obligados a realizar trabajos forzosos.

De hecho, la construcción de esa carretera entre los valles de Zaraitzu y Erronkari no fue la única obra en la que se utilizó mano de obra forzosa. Según los datos recabados hasta ahora por este grupo de investigadores, y dados a conocer por Edurne Beaumont, entre los años 1937 y 1945 unos 10.000 esclavos realizaron trabajos de este tipo en Nafarroa.

Entre ellos figuran las obras del ferrocarril del Irati, en Iruñea; caminos y carreteras en Azagra, Milagro, Zarrakaztelu y Aibar; alcantarillado en Tutera; campo de aviación en Ablitas; canalizaciones de regadío en Cortes y Alesbes; carretera entre los pueblos de Iragi y Egozkue; inicio de la carretera entre Irurita y Eugi; reparación de la vía férrea en Castejón; trabajos en la vía férrea de Altsasu, Olazti y Ziordi; carretera entre Lesaka y Oiartzun, atravesando el puerto de Aritxulegi; pistas y fortificaciones en Bera, Amaiur y Erratzu, y obras del pantano de Aiesa (Yesa) por presos condenados.

Aunque aquellos sucesos no han quedado en el olvido de las gentes que los vivieron, «todavía sigue habiendo miedo para hablar de ellos», constata Juantxo García de Acilu en nombre de la asociación Memoriaren Bideak. «La gente mayor lo conoce pero se lo ha callado, y los jóvenes no tienen ni idea de aquellos hechos. Nosotros queremos que se conozcan para que no se vuelvan a repetir aquellas salvajadas», afirma.

Las peticiones de colaboración de esta asociación han encontrado una «adhesión formidable» en el Valle de Zaraitzu, pero en el de Erronkari sólo un ayuntamiento se ha adherido al manifiesto que será leído el día 19 en el puerto de Bidangoze.

Esta labor para tratar de recuperar la memoria histórica ha sido completada por un vídeo realizado por Eguzki Bideoak, que tras varios meses de trabajo ha recogido testimonios de esclavos, familiares y escoltas, «jóvenes que hacían el servicio militar vigilándoles», según explica Maider Sukunza. Por su parte, el Parlamento de Nafarroa debatirá el próximo día 17 una propuesta sobre esta cuestión.

El día 19 de junio, sábado, tendrá lugar en el puerto que une Igari (Igal) y Bidangoze un homenaje a todas las personas que fueron forzadas a realizar trabajos durante el franquismo.

La jornada comenzará a las 9.30 con sendas marchas montañeras que saldrán de ambas localidades, y habrá servicio permanente de autobús para las personas que no puedan efectuar el recorrido a pie. A las 13.00 se inaugurará en el puerto una escultura de 2.000 kilos de peso realizada por Xabier de Zerio, con una placa conmemorativa en euskara, castellano, catalán y gallego.

Los dantzaris de Otsagi y el grupo Itxartu, de Getxo, interpretarán un aurresku de honor y otras dantzas en homenaje a los esclavos del franquismo. Se espera la presencia de varios de ellos, últimos supervivientes, que si lo desean podrán exponer allí sus testimonios, los cuales serán grabados por Eguzki Bideoak.

La jornada continuará con una comida popular en Bidangoze a base de migas de pastor, queso de Erronkari y txistorra, y a las 18.00 se proyectará un vídeo y habrá un coloquio con vecinos de la zona, prisioneros, familiares e investigadores.

La organización de los actos de esta jornada ha corrido a cargo de la asociación Memoriaren Bideak. «Este homenaje lo hacemos por justicia y por solidaridad», explica su portavoz, Juantxo García de Acilu.



«Tenían tanto hambre que se comían las patatas de los cerdos»
El equipo de investigación de las condiciones en que se construyó la carretera de Igari a Bidangoze ha conseguido recabar testimonios de supervivientes y de vecinos que fueron testigos de aquellos hechos. «Entonces echábamos al caldero grande unas pocas berzas, una remolacha y encima una cesta de patatas cocidas para los cerdos. ¡Tenían tanto hambre los trabajadores que se nos comían las patatas! Y mi padre decía: ¡dejarles que se las coman!». Así lo recuerda Atanasia, una vecina de Bidangoze. A otro vecino de este mismo pueblo, Marcelino, se le quedó grabado el día en que mataron a un prisionero: «Mataron a uno al ladico de casa, y el padre y la madre nos decían: »¡No salgáis!». La sangre bajaba por la calle, y el padre y la madre no nos dejaban que miraríamos por la ventana». Pero los testimonios más crudos son los de los propios prisioneros. «Los ánimos los teníamos perdidos. No tienes defensa, estás tan acobardado que es igual que te hagan una cosa que otra. Es como el que está en el callejón de la muerte, que está esperando que le llegue. Unos picaban la piedra, otros con la pala a sacar la tierra y otros con un carretón la llevaban a la orilla. El que no terminaba la tarea le hacían ir de noche con un centinela, allí apuntándole, para que la terminara. Cuando estaba nevado, nos bañaban en el río». (Andrés Millán, de Granada). «El trabajo estaba vigilado por unos escoltas, con su fusil. Para ir a orinar o hacer otras necesidades, tenías que pedir permiso y no mentir, porque te iban persiguiendo. Los escoltas se quedaban con lo mejor, y a la caldera no iban más que los huesos. El que pillaba un hueso, lo roía, y luego otro lo seguía royendo, porque había mucha hambre» (Manuel Soriano, de Granada).

Sacar las investigaciones a la luz
En los últimos años la investigación histórica está sacando a la luz gran parte de los trabajos impuestos a los esclavos del franquismo, y este es también el objetivo de un ciclo de conferencias organizado por el Instituto Gerónimo de Uztariz bajo el título de »Campos de concentración y trabajos forzados en la Europa fascista».

Este ciclo se desarrollará entre los días 14 y 17 de junio en diversas localidades de Iruñerria, y concluirá el día 19 con una mesa redonda a las 18.00 en el Ayuntamiento de Bidangoze.

El día 14, lunes, los investigadores Edurne Beaumont y Fernando Mendiola hablarán en Zizur Nagusia sobre los esclavos del franquismo en Nafarroa; el día 15 se expondrán en Atarrabia diversas experiencias en los campos de concentración nazis; el día 16 Javier Rodrigo, de la Universidad de Florencia, dará una conferencia en Berriozar sobre los campos de concentración franquistas, y el día 17, en Burlata, se dedicará a los esclavos del Guadalquivir.