Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos»: son las palabras con las que Luis Cernuda abre su poemario Donde habite el olvido. Los cuerpos se acercan a otros cuerpos para refugiarse del frío, pero […]
Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos»: son las palabras con las que Luis Cernuda abre su poemario Donde habite el olvido. Los cuerpos se acercan a otros cuerpos para refugiarse del frío, pero una vez juntos se provocan dolor. El comité de la noche de Belén Gopegui arranca con la misma parábola del erizo, aunque no ya para definir el amor, sino la necesidad de la lucha colectiva: «Cuentan, es sabido, que en los días gélidos los erizos sienten la necesidad de juntarse para darse calor y no morir. Cuando se aproximan mucho, las púas de los otros erizos les causan dolor. Sin embargo, alejarse comporta un frío insoportable. A diferencia de los erizos, nos acercamos no sólo a otros erizos sino a la causa de los días helados. El peligro y la moderación nos mantienen a una distancia adecuada para subsistir. Pero, a veces, nos seguimos acercando». ¿Cuál es la causa de los días helados? Si nos acercamos, lo averiguaremos. Aunque nos hagamos daño. Pero necesitamos acercarnos -es la apuesta de El comité de la noche.
Decía el autor de best-sellers Paco Ignacio Taibo II que «nuestro continente [América Latina] se cuenta bien con técnicas de novela negra». La crisis capitalista, que ha puesto al descubierto la corrupción y las intrigas del poder, acaso no encuentre mejor género para narrarse que el policial. Con El comité de la noche Belén Gopegui retoma la estrategia que ya había explorado en El lado frío de la almohada o Acceso no autorizado: introducir la política en un género tan aparentemente apolítico como es la novela policiaca, aprovechar un género popular para llegar a lectores que nunca antes hubieran abierto las páginas de una novela política. Se trata de ser como el caballo de Troya: ocultar lo político en el interior de una novela de género para descubrirlo en el momento más inesperado. El comité de la noche, con una trama al más puro estilo de thriller policial, está protagonizado por dos mujeres, Álex y Carla, que participan en un movimiento clandestino de lucha contra la mercantilización de la sangre. Sucede que hemos podido saber, por medio de una noticia publicada por Europa Press, que «una multinacional farmacéutica plantea pagar setenta euros semanales a los parados que donen sangre». El paro como recurso y la crisis como pretexto para implantar medidas de corte neoliberal, la doctrina del shock para privatizarlo todo, incluso nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestra sangre. Pero hay un espacio para la resistencia. De las mareas blancas contra la privatización de la sanidad han surgido grupos de lucha que entienden que tienen que actuar desde la clandestinidad para oponerse a la clandestinidad del poder: «su dinero negro, sus reuniones opacas». No se puede dejar todo al descubierto; hay que guardar un as en la manga para ganar la partida.
Pero no sólo hay trama en la última novela de Belén Gopegui. Acostumbrada a recibir los golpes de una crítica que la acusa de poner la literatura al servicio de la propaganda, sacrificando con ello el estilo, Belén Gopegui trae a sus lectores unas páginas que pueden sin duda calificarse de prosa poética. Gopegui demuestra, contra lo que creen los perros guardianes del buen gusto literario, que se puede escribir bien de cualquier cosa; incluso de política. Y a la vez que las protagonistas luchan en el interior de la novela, desde el plano de la ficción, su autora, Belén Gopegui, lucha desde la literatura, dando un salto a lo real, para oponerse a los relatos mediante los cuales el poder legitima su posición de dominio. «Ahora que parece que todo se puede decir», observamos también que «las metáforas que ya conocemos […] están llenas de significados que tal vez no queríamos». Se hace preciso trabajar con metáforas nuevas, pero también desvelar la función inmovilizadora de los viejos significados. El relato del poder se ha construido como negación de cualquier alternativa: «Esto es lo que hay», es la ficción que emplea el poder para obstruir el cambio; o como se dice también en El comité de la noche: «Más que disonancia nos cuesta, me parece, aguantar eso que alguien llamó desolación de la quimera: no poder, no tener fuerzas, no imaginar cómo». Parece que los gobernantes sufren una crisis de imaginación, como si fueran incapaces de imaginar otras salidas. Pero la desolación de la quimera -de nuevo Cernuda- no es más que una ficción para contener el estallido social.
Hay que construir un nuevo relato, una literatura que imagine una alternativa, que nos enseñe a organizarnos de otra manera, a disputar el poder. «Escribir, voy sabiendo, es convocar al fantasma»; la literatura es, como la organización clandestina de la novela, «una herramienta no neutral de la lucha de clases». Es el fantasma. En las páginas de El comité de la noche de Belén Gopegui está el fantasma, sigámosle, ya que parece dispuesto a recorrer Europa nuevamente. Quizá el fantasma nos dé miedo, pero debemos acercarnos a él. Ya sabéis, como en los erizos.