En nuestro país, como en otros, la derecha política, se la llame nueva o vieja, o como se la llame, seguirá siendo, salvo las escasísimas excepciones de uno que otro militante individual, la misma derechona conservadora, sediciosa, corrupta, cruel, retrógrada, antidemocrática y enemiga de su pueblo que conocimos tan de cerca y de modo tan […]
En nuestro país, como en otros, la derecha política, se la llame nueva o vieja, o como se la llame, seguirá siendo, salvo las escasísimas excepciones de uno que otro militante individual, la misma derechona conservadora, sediciosa, corrupta, cruel, retrógrada, antidemocrática y enemiga de su pueblo que conocimos tan de cerca y de modo tan brutal en septiembre del 73. Podrá perfumarse con esencias de Francia, invitar a ultrareaccionarios que escriben bien como Vargas Llosa o a bobos irremediables como el ex presidente Aznar, podrá incluso vestirse de minifalda y bailar cumbias colombianas, pero el tufillo pinochetista no se lo quita nadie.
Es lo que se confirma a cada paso y a veces resulta abominable. Como por ejemplo la conexión de la derecha chilena con la narcoderecha colombiana, descrita con abundante información en el trabajo del periodista Hugo Guzmán publicado en Le Monde Diplomatique , cuya lectura recomendamos. Se trata que tres destacados ejemplares del oscurantismo, Piñera, Allamand y Espina, aceptaron ser parte de un planificado operativo de la inteligencia militar colombiana bajo la atenta mirada de la inteligencia yanqui. Está confirmada la insólita participación de este trío de próceres, en julio del 2008, en una reunión del Consejo de Seguridad de Colombia. Es la primera vez que se registra la presencia de políticos extranjeros en ese alto aparato de seguridad. La estrategia a la que se sumó la derecha criolla apunta a la exportación del conflicto colombiano y, en nuestro caso, sobre la base de montajes y falsificaciones burdas, instalar el tema de «las redes de las FARC en Chile» . Allí nació la canallada anticomunista atizada por estos sujetos y que mantiene en tribunales chilenos a Manuel Olate
Hay otras señales de la tentación fascistoide. Los recientes e incalificables abusos contra un modesto poblador perpetrados por oficiales de carabineros que llegaron al extremo de burlarse de los detenidos desaparecidos, encienden otra alarma. Se trata de tenientes y subtenientes, es decir jóvenes de ahora, no son hijos de la dictadura sino de la transición, y sin embargo su ideología es la misma que impusieron los generales fascistas, son los mendocitas de este tiempo. Gravísimo, porque revela que las concepciones en que se forma a los oficiales de las fuerzas del orden son las mismas de la época de la gran traición del 73.
En este clima se mueven los que han tratado de extraditar al compañero Apablaza desde Buenos Aires no obstante sus derrotas en tribunales. Saben perfectamente que él es absolutamente ajeno a los hechos que se investiga. Pero sueñan con verlo en prisión. Es el autoritarismo latente, el odio sin fronteras.
Suma y sigue: una delegación de la Asociación Americana de Juristas integrada por los abogados chilenos Graciela Alvarez y José Cavieres y el abogado argentino Ernesto Moreau viajó al sur de Chile a comienzos de mes en misión internacional del organismo y comprobó en terreno los abusos del sistema judicial contra el pueblo mapuche. Testigos «sin rostro», encapuchados y pagados, balbuceando apenas frases incoherentes son parte de esta farsa que contribuye al clima que hoy vive el país. Los ejemplos abundan.
Coincido pues con el vicepresidente boliviano Alvaro García Linera, quien refiriéndose al reciente encuentro internacional del Instituto Libertad y Desarrollo, entidad de la derecha nativa, calificó a los participantes como parte de una derecha «cavernaria y esquizofrénica» y al encuentro como «una reunión de peculiares especímenes del parque jurásico conservador de la derecha política». En esencia, nuestro país está gobernado por individuos que por más que se presenten «modernizados», desprecian la participación democrática del pueblo en los asuntos de fondo. Es tarea patriótica y deber imperativo impedir otro gobierno con tufillo a un pasado despreciable.