Quique Culebras y su Teatro de Cerca estrenan en el Fernando de Rojas ‘Fando y Lis’, una de sus primeras obras y que se representará en el escenario madrileño hasta el día 21
Cuando Arrabal arranca a hablar no se sabe nunca hacia qué derroteros conducirá la entrevista. Hilvana un discurso que toca cualquier tema menos el preguntado. Pero al final, sólo al final, se da uno cuenta de que todo el tiempo ha estado respondiendo a lo que se le pedía: «Disponga de mí como de un paraguas», empieza diciendo amablemente, enfundado en su kimono negro. El dramaturgo ha regresado a Madrid, la primera ciudad que vio en cartel una obra suya, para asistir este miércoles al estreno en el Fernando de Rojas de Fando y Lis, su segunda creación teatral y una de las más representadas junto a otras como Picnic. La monta la compañía Teatro de Cerca, a la que vio por primera vez en Barcelona y con la que está impresionado: «El montaje es excepcional, con un talento loco y una sencillez… He conseguido que vayan a Francia porque me parece muy interesante lo que hacen».
Se estrena, recuerda, en un inmueble vecino a otro que tiempo atrás lució «unas flechas y un yugo» y en el que se prohibió que se representase su teatro, todo: «Yo me he preguntado muchas veces por qué». La compañía quiere convertir la propuesta en una trilogía de obras de Arrabal con la que explorarán la personalidad y la biografía del dramaturgo en el tiempo en el que las escribió, pleno franquismo, de manera que el estreno en Madrid es también una búsqueda de una productora que les permita culminar el proyecto. «Me parece muy interesante que miren dentro de mí si van a tratar mi teatro, porque el teatro no es un género literario, como tampoco lo son la poesía y la novela, es un arte«, distingue Arrabal, empeñado como está en tachar cualquier tipo de etiquetas:
– Tampoco entiendo otros nombres que se hicieron célebres injustamente, como teatro del absurdo, teatro del exilio… yo no soy español, no soy francés ni soy marroquí. Yo soy de destierrolandia, lo cual es un drama, pero un drama lleno de revelaciones, una tragedia y una suerte que han disfrutado casi todos los grandes pensadores. No es que yo me considere un gran escritor, pero casi todos los grandes lo han vivido, incluso los que no se movieron de su propio país, como Kant o como Kundera, con el que cené el otro día y que me comentaba que éramos muy próximos, porque él tampoco se siente checo ni francés. ‘No conozco la palabra destierro pero soy del exilio’, me decía. España tiene que acostumbrarse a sus exiliados. Si Franco se hubiera vuelto loco y hubiera dejado que Picasso volviera, Picasso no habría vuelto, porque ya no era ni español ni francés, sino del exilio.
– Y, en cambio, usted vuelve a España constantemente, y con honores.
– España es uno de los países que mejor me trata, inmerecidamente. Un país maravilloso, una confusión de destinos en la astracanada. ¡Maravilloso país que le acaba de dar el Cervantes a Juan Goytisolo!
Como Goytisolo no tiene el Cervantes, se queda su exclamación en suspenso, y no se sabe si Arrabal bromea, ironiza, critica o, todo puede ser, se confunde. Volvemos a Fando y Lis, esa obra biográfica en la que confluyen sus recuerdos infantiles, los de un hijo con modelos parentales enfrentados y, además, la llegada del franquismo.
– ¿Por qué esa obra suya se representa tanto?
– La escribí hace más de 60 años, es muy difícil ponerme en la situación en la que estaba en aquel momento. Esta compañía lo hace particularmente bien y es una obra que he visto particularmente mal muchas veces. Es raro el mes que no la veo en alguna parte del mundo. Mi abuela decía más vale caer en gracia que ser gracioso ¿Por qué ahora se hace mi teatro? Aquí se hizo Carta de amor durante ocho años con María Jesús Valdés y luego quizá pasaron otros ocho años sin que se hiciera una obra mía.
– Es eso de que los clásicos siempre vuelven. ¿Usted se reconoce como un clásico?
– Debería serlo. Ahora se usa una palabra mucho más ambigua que es «de culto». Los clásicos se hacen muy poco y los «de culto» mucho. ¿Por qué tanta representación de Fando y Lis hoy, una obra clásica de su época? Podría decir que se debe a que en ella me refiero al amor como si se tratara de lo que es, una droga. En realidad me refiero al amor siempre interesándome por la memoria. Lo considero la autoternura que despierta nuestros problemas con la memoria desde el comienzo de nuestra historia, esa autoternura tan emocionante y dolorosa. Me preguntan mucho si me drogo, y yo digo que sí, cada día, con el amor.
– ¿Sólo con el amor? ¿En toda su vida?
– En torno mío hay mucha gente que se droga, que se vuelve loca, pero siguen siendo igual de gilipollas. Con Andy Warhol decidí drogarme un día en Nueva York, en vista de lo cual compramos una cajetilla de Lucky Strike, fumamos un cigarrillo cada uno y esa fue la única vez que me drogué, ¡una chupada de Lucky Strike! La droga nunca interesó a las personas con las que compartí y comparto un pedazo de vida. No le interesa a Houellebecq, ni interesó a Dalí, ni a Picasso, ni a Breton.
– Siempre nombra una larga lista de amigos, muchos desaparecidos, como si se viera obligado a contestar por ellos.
– De todos ellos no sólo he sido amigo, sino que he colaborado mucho. Eso es lo que Jodorowski dice de mí, que Arrabal arrabaliza todo. Todos ellos intentaron hacer algo diferente a lo mío. Por ejemplo, Picasso estaba muy molesto y yo no lo entendí hasta más tarde: Fui a estrenar una película a Cannes, Viva la muerte, a su casa como quien dice. Él nunca la vio, pero se enfadó tanto que pintó un cuadro que se llamaba Viva la vida. Lo de aquella película es agua pasada que no mueve ningún molino, pero es la única que fue prohibida en Cannes por un régimen extranjero, y no creo que fuera Franco, que no la vio en su vida, sino estos señores que estaban aquí al lado. Se tuvo que presentar a la Semana de la Crítica y entonces ganó el Premio.
– Y en España nunca se estrenó.
– España me hizo el homenaje de no exhibirla, hoy los españoles todavía no la pueden ver. Cuando un Sartre, cuando todas las fieras del cine, de la literatura… decían que era la mejor película de aquellos tiempos, en España no se podía ver. En ella hablo con toda veracidad, toda ficción y toda poesía de la llegada del franquismo. Es una película que no cesa. ¿Usted la ha visto?
– Recientemente, sí. La bajé de Internet, con todos mis respetos a sus derechos.
– Ah, ¿La sacó? Pues me alegra mucho. La literatura me ha dado toda facilidad económica, pero el problema con las sociedades de autor es que hay muchas compañías microscópicas, de Oceanía, América del Sur, Asia… que quieren hacer mi teatro. Y entonces vienen las venerables agencias de autores pidiéndoles mis derechos. Y me parece bien que se los pidan, pero a mí no me importa dárselos tranquilamente.
– Antes ha hablado de arrabalizarse. ¿Cómo le sucede eso a uno?
– Todo el mundo ha intentado siempre arrabalizarse por un momento, como lo quiso Picasso. Lo que él creía que era Arrabal, lo que decía la prensa que era arrabal, lo que parece que represento. Es como si yo fuese un chivo expiatorio cuando lo que me gustaría ser es lo más normal. Yo soy un anarquista divino, no me he metido nunca en ningún partido. Lo misterioso es que yo escribiera la carta a Franco, la única, cuando aquí había personas que merecían mucho más que yo ese título de gloria. Hay una arrabalización y espero que eso se calme para poder ser feliz algún día. Y me queda mucho tiempo todavía, si el dios Pan me presta vida.
– ¿Se siente víctima?
– A mí se me ha expulsado de todos los periódicos, ¿qué necesidad había? Yo nunca hablo de política. Aquí se publicaba a combativos como Vargas Llosa, García Márzquez, Vázquez Montalbán… y no se les prohibió y a mí sí. ¿Es que quieren hacerme más célebre? Los dramaturgos españoles me preguntan que cómo lo he hecho. Yo nunca di una obra a ningún director, si quieren, la hacen. Hoy un grupo pacifista de Jerusalén representa Picnic, la misma obra que una compañía palestina en Gaza y no sé quiénes son sus directores. Yo no tengo secretos, pero quizá lo que gusta es que no intenté estar con unos ni con los otros. Es un título de gloria que se me haya expulsado de los periódicos, como prohibieron mis obras. Cuando un joven compra un libro mío siempre lee en la contraportada «autor prohibido».
– ¿A esos jóvenes les gustará ver hoy Fando y Lis? ¿Por qué deben ir a verla?
– No deben, como ya he explicado 27 mil millones de veces, hay pruebas evidentes que la cultura, el teatro, las artes no interesan.
– Y, en cambio, afirma que con esa falta de interés llegará el Renacimiento de la cultura.
– Van a caballo, son dos cosas juntas. Es cierto que no tenemos en la lista de personas más influyentes ningún escritor ni filósofo ni poeta ni dramaturgo. Yo soy el escritor más visto en internet por motivos que no tienen nada que ver con la literatura, en mi caso por una borrachera. Si a mí se me para por la calle o me besan las señoras entusiasmadas es por eso, pero no saben quién soy. Y aún feliz de que por lo menos la cara les dice algo. España dicen que está en crisis. Pues lo está todo. También los sentimientos.