El capitalismo es un sistema económico que se caracteriza por una sucesión de crisis programadas, que son gestionadas por unos pocos que nunca se ven afectados por ellas. El artificial caos económico que se vive en las economías occidentales, y en general en aquellas en las que predominan los intereses del FMI por encima de […]
El capitalismo es un sistema económico que se caracteriza por una sucesión de crisis programadas, que son gestionadas por unos pocos que nunca se ven afectados por ellas.
El artificial caos económico que se vive en las economías occidentales, y en general en aquellas en las que predominan los intereses del FMI por encima de los intereses reales del pueblo, está haciendo de la incertidumbre y la desesperación un modo de vida para buena parte de la población. Tal vez el único modo de vida al que pueden aspirar en el corto plazo. En el largo plazo…, el largo plazo es una cruel ironía en la vida del pobre.
La mano que mece la cuna en la que los pueblos duermen su sueño, toman por las buenas cuanto ven accesible, y por las malas lo demás. En España, después de las reformas laborales, el recorte de las pensiones y la prolongación de la edad de jubilación, van a por las cajas, y después…, ¿qué vendrá después?, ¿qué otro derecho nos podrán arrebatar a continuación?, ¿la vida?, quizás no…, muertos no le servimos de nada al capital. Creo que la clave puede estar en explotar y expoliar (aún más) los ingresos que aún no hemos generado, es decir el trabajo futuro. La clave puede estar en las ofertas de empleo cada vez más precario que pueden verse en la prensa. Donde el empleado mileurista es el envidiado héroe de sus compañeros. Tal vez contribuya a la precarización del empleo, la precarización del desempleo con que el gobierno está moliendo a los que solo pueden coger buena postura cuando ven acercarse el rodillo de la pobreza más extrema.
El imparable recorte de derechos sociales, cada vez más mermados, nos acerca peligrosamente a índices sociales vividos durante la época más medieval del franquismo. Con unos sindicatos que se verticalizan, con unos partidos políticos que cojean mayoritariamente del mismo pie, con una sociedad maniatada, aunque mediante mecanismos distintos, pero igualmente incapaz de reaccionar.
La desregulación que Rajoy pide para la sociedad española es un marco incomparable para el cultivo de corruptos, que pueden llegar a ser candidatos impunemente. Rajoy demanda menos legislación, lo que se traduce en menos garantías para el ciudadano en la base de la sociedad y mayores para los que tienen más y mejores medios de delinquir oprimiendo al semejante. Me pregunto qué debemos hacer con estos ladrones, si cortarles las manos o dejárselas largas, como propone Rajoy.
El líder de la oposición (a todo) también exige «menos meterse en la vida de la gente y más libertad». Esto no pasa de ser un exabrutpo parido desde la más absoluta y vil contradicción; ya que, curiosamente esa laxitud en las normas que propone Rajoy, contrasta con la rigidez de las normas morales, educacionales, sexuales y religiosas que no duda en defender y, por otra parte, pretende imponernos en cuanto caliente el trono de La Moncloa. Desregule usted, don Mariano, desregule usted tan estricta sociedad paleofranquista y defienda la regulación de la economía para evitar el robo a que nos someten incansables e insaciables los mercados y los corruptos que nos desangran gota a gota. Solo tiene un camino, está usted con los ciudadanos o contra ellos, elija.
Puede que solo sean impresiones mías, pero creo que todo lo anterior está haciendo del estado español un país en vías de subdesarrollo.
Fuente: http://
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.