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Entrevista a Eugenio del Río sobre De la indignación de ayer a la de hoy (XXII)

«Está bien tener criterios independientes, pero que lo sean no hace siempre buenos a los criterios. Hacían falta ideas para sacar a China del atraso y ahí fracasó Mao»

Fuentes: Rebelión

Ex dirigente del Movimiento Comunista, fue su secretario general, Eugenio del Río es autor de numerosos libros y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Nuestras conversaciones se centrarán en el ensayo que da título a estas entrevistas. *** Estamos en el segundo apéndice del […]

Ex dirigente del Movimiento Comunista, fue su secretario general, Eugenio del Río es autor de numerosos libros y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Nuestras conversaciones se centrarán en el ensayo que da título a estas entrevistas.

***

Estamos en el segundo apéndice del libro. Su título es «Influencia de la revolución cultural china en la izquierda europea y latinoamericana» y toma pie en una conferencia tuya de 2004. Ya vamos finalizando. ¿Nos defines o acercas a la noción «revolución cultural china»?

Su nombre, revolución cultural proletaria, induce a confusión. No tuvo mucho de lo que denominamos comúnmente como cultural ni de proletaria. Más allá de su nombre oficial fue una intensa lucha, que tuvo lugar entre 1966 y 1969, entre dos sectores del Partido que se disputaban el poder del Estado: el de Liu Shaoqi, presidente de la República, y Deng Xiaoping, secretario general del Partido Comunista, y el de Mao Zedong. Lo característico de este episodio es que el sector de Mao movilizó en su favor a sectores de la juventud encuadrados en la Guardia Roja. Fueron tres años muy violentos, con amplias depuraciones en el aparato del partido y entre la intelectualidad, una dura represión contra quienes eran designados como burgueses, derechistas o revisionistas, deportaciones, recurso al escarnio y un número de miles de muertos difícil de determinar.

La retórica de la revolución cultural fue muy seductora para una parte de los jóvenes revolucionarios de Europa, ansiosos por encontrar una pureza conceptual y normativa que superara las ideas que transmitía la Unión Soviética. El supuesto de que los procesos revolucionarios podían degenerar y que para evitarlo podía ser necesaria una gran movilización popular, algo así como una revolución dentro de la revolución, tuvo un gran impacto. Lo mismo que la insistencia en que, dentro del poder revolucionario, podía crecer una nueva burguesía cuyo propósito era restaurar el capitalismo. Eran ideas estimulantes frente al burocratizado y anquilosado régimen soviético. Claro que una cosa era la retórica de la revolución cultural y otra la áspera realidad, como pudimos comprobar posteriormente.

Posteriormente, ¿cuándo?

Personalmente tardé unos cuantos años. Cuando nos alejamos del maoísmo dejé de seguir la pista a China. Luego, ya a finales de los años ochenta volví a interesarme por la historia reciente y por la evolución política del régimen chino. Eso hizo posible una nueva mirada, con informaciones anteriormente desconocidas para mi, sobre la revolución cultural. Contribuyó a reforzar mi interés un buen amigo, Roland Lew, autor muy lúcido de varios libros sobre China.

 

Y en esa intensa lucha a la que haces referencia, ¿qué se dirimía?, ¿qué es lo que estaba en juego?

El poder, nada menos que el poder, todo el poder.

 

Por lo demás, perdona la pregunta maniquea, ¿había en tu opinión un sector mejor que el otro o no había ni hay razones poliéticas para decantarse por uno o por otro?

Desde mi perspectiva actual resulta imposible escoger a uno de los dos campos frente al otro. El de Mao era totalmente despótico y llevó a la sociedad china a situaciones desastrosas, como con el Gran Salto Adelante y la revolución cultural. El otro apuntaba hacia una China capitalista y dictatorial, en sintonía con el desarrollo que conocemos actualmente.

 

Una más sobre todo esto: el resultado de lo ocurrido tras la muerte de Mao, ¿fue una inversión de esa lucha?

Así fue. Una de las dimensiones de la revolución china, en todas sus etapas, fue la modernización. La vía de Mao y de sus seguidores no garantizó el éxito en este empeño. Al final, incluso antes de su muerte en 1976, estaba claro que China se hallaba en un callejón sin salida. El camino estaba libre para Deng Siaoping, que ya antes del fallecimiento de Mao había sido rehabilitado, y para lo que ha venido después: una modernización muy agresiva con el medio ambiente, socialmente injusta, apoyada por una expansión internacional discreta pero muy dura, todo ello bajo un régimen dictatorial.

 

¿Qué fue el maoísmo o los maoísmos en tu opinión? ¿Qué tipos de maoísmos existieron entre la izquierda radical europea?

Se dio en llamar maoísmo a la ideología de los grupos admiradores de la experiencia china, o, mejor, de la imagen que esta proyectaba lejos de sus fronteras. Las ideas principales se encontraban en las obras de Mao, en los textos sobre el debate chino-soviético de 1962 y 1963, y en los materiales de la revolución cultural.

En Europa, entre los grupos maoístas, forzando algo las cosas, se pueden distinguir dos conjuntos, que surgieron en dos oleadas distintas. El primero hizo su aparición en los años sesenta, mediada la década, y estaba formado por grupos escindidos de los partidos comunistas, atraídos por los puntos de vista chinos en la controversia chino-soviética. Se identificaban con la URSS de Stalin y denostaban al PCUS al que consideraban revisionista. La segunda oleada fue un poco posterior y estaba impulsada por gente más joven y más radical, fuertemente inspirada por la mitología de la revolución cultural.

La mayor parte de estos grupos fueron desapareciendo en períodos posteriores.

Evocar la experiencia maoísta, señalas, «resulta bastante arduo y hasta penoso». ¿Y eso por qué?

  Arduo, sin duda: difícil, laborioso… Requiere echar la vista atrás, lejos en el tiempo, y tratar de rehacer la percepción de una realidad que en su momento idealizamos. O sea, supone un nuevo proceso de conocimiento que reconsidere ideas adquiridas hace más de cuatro décadas.

¿Penoso? Para los que vivimos esa experiencia intensamente, también tiene algo de penoso. Durante varios años estuvimos inmersos en un universo ideológico fantasioso, extravagante, exótico que no resultó nada provechoso. Por supuesto que nuestra vida no se reducía a eso y las ideas más insensatas convivían con otras más realistas y con experiencias útiles.

¿Qué textos de Mao Zedong, sigo tu forma de escribir, influyeron más en el universo político-cultural de la izquierda europea radical maoísta?

No los del período de la revolución cultural, que entonces eran desconocidos, y que no fueron publicados hasta años después en el tomo VI de sus Obras Escogidas, sino otros, anteriores, de títulos que resultarán evocadores para quienes participaron de aquellas experiencias como: Acerca de la práctica, Tesis filosóficas, Escritos militares, Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo…

Te ríes un poco, afablemente, de sentencias del tipo «El árbol prefiere la calma pero el viento continúa soplando». A mi no me disgustan del todo, lo admito. Me recuerdan los aforismos de Heráclito por ejemplo. ¿No te parecen razonables este tipo de metáforas en temáticas políticas?

El problema es que, por su carácter tan general y propiamente alegórico, pueden ser utilizados con fines diversos, no siempre defendibles, máxime cuando se emplean por personas con autoridad. A diferencia de las sugerentes sentencias filosóficas de Heráclito, estos pensamientos, si se les puede llamar así, desempeñaron un papel en la lucha política. No encajan bien en un debate racional que demanda claridad y precisión.

Cada vez me ha interesado más descifrar el significado de la literatura oficial maoísta tanto en la China de la época como en contextos de recepción muy alejados del foco emisor, como sucedía en nuestro caso. Estoy persuadido de que la función de máximas como la que mencionas fue muy distinta en los diferentes contextos.

Al hablar de esta cuestión me vienen a la mente también los diversos sincretismos en los que el maoísmo fue uno de los ingredientes. Uno de los más destacados fue el de los jemeres rojos camboyanos que incorporó un maoísmo adaptado a sus fines a una ensalada ideológica demencial en la que no faltaron el ateismo y una de las ramas del budismo, la theravada, presente en el Sudeste asiático, y también un peculiar nacionalismo y algo parecido a una conciencia proletaria, que no tiene nada que ver con lo que tú y yo podemos entender por tal cosa. Ese revoltijo ideológico era una herramienta de dominación, que fomentaba una disciplina estricta y una austeridad extrema, incluso en el plano sexual, que se formalizó en un texto de doce mandamientos, encaminados a forjar un tipo de seres humanos sometidos a una de las peores dictaduras del siglo XX. Una joya, vamos.

Paso pantalla si me permites. ¿Por qué rompieron el PCUS y el partido comunista chino a principios de los sesenta?

Los motivos más visibles eran doctrinales y abarcaban temas tales como la política económica, la evaluación de la figura histórica de Stalin o la coexistencia con Estados Unidos. De todos modos, en el conflicto se pusieron de manifiesto malestares acumulados por los dirigentes chinos durante décadas. Llevaban mal el trato prepotente que les dispensaba la Unión Soviética y no aceptaban de buen grado que esta tratara de subordinar a China a sus criterios en materia de política internacional o en lo tocante a la economía.

Y eso, en tu opinión, no es indicio de tener criterios independientes tan convenientes en política.

Bien está tener criterios independientes, pero que sean independientes no hace siempre buenos a los criterios. Hacían falta ideas para sacar a China del atraso y ahí fracasó Mao.

¿En qué países europeos arraigó más el maoísmo? Por ejemplo, yo los recuerdo muy activos y con bastantes seguidores en el Portugal de la revolución de los claveles. Incluso recuerdo el nombre del secretario general y un mitin del Movimiento de Reconstrucción del Partido del Proletariado (Luego he sabido que Arnaldo Matos fue el compañero de una hija de Saramago).

  Especialmente en Francia, Italia, Portugal, Bélgica, España…

Afirmas que el maoísmo francés fue el más exuberante y el más literario. ¡Más literario! ¿Por qué?

Me refiero al maoísmo de la segunda generación, el de la Gauche Prolétarienne.

El Partido Comunista Francés fue una sociedad paralela con un ámbito cultural propio muy fuerte. El maoísmo francés de la primera generación, sin tener una presencia muy amplia, ciertamente, vivió también en esa burbuja hecha de relatos revolucionarios, de la historia de la Resistencia, de la evocación de las conquistas del Frente Popular del 36… Y el nuevo maoísmo en parte conectó con esa tradición. Por ejemplo, de él surgió un grupo activista que se llamó la Nueva Resistencia Popular. El maoísmo francés tuvo una épica propia y otra importada, pero, si me apuras, te diré que los grupos revolucionarios de la época, no solo los maoístas franceses, participaban de un mundo que tenía mucho de ficticio, de fantasía, de relatos épicos, de ensoñaciones. Tenía bastante de escenificación de una obra cuyos intérpretes eran unos jóvenes maoístas proclives a la sobreactuación.

Sostienes que el GRAPO, si no te he entendido mal, surgió de la formación del PCE (m-l). ¿Fue así realmente? Yo fui militante del PCE (m-l) y del FRAP y ni me enteré de esa derivada.

  Hay un error en mi libro: los GRAPO no provienen del PCE (m-l) sino de la OMLE, que es una escisión del PCE posterior a la del PCE (m-l). Me ha traicionado la memoria.

Incluso alguien como tú, que recuerda tanto a Funes el memorioso, puede cometer un pequeñísimo desliz.

¿Cuáles fueron los principales grupos maoístas en España? ¿Cuáles eran sus diferencias? ¿Personalismos, deseos de figurar en la dirección?

Los principales fueron el Partido del Trabajo de España (PTE), la Organización Revolucionaria del Trabajadores (PRT) y el Movimiento Comunista (MC). Hubo otros con menor implantación. Es difícil calibrar las diferencias entre estos grupos puesto que hasta muy tarde, en 1976, no hubo contactos formales entre representantes de las tres organizaciones. Había diferencias ideológicas y políticas, sin duda, pero también pesaba lo suyo en todas las organizaciones el sectarismo grupal.

Por cierto, siendo tu secretario general del MC se inició y prolongó, y casi se concretó, perdona los fallos de mi memoria, el acercamiento del colectivo a la LCR, un grupo trotskista que sigue más que activo en Revolta Global y en la Izquierda Anticapitalista (e incluso -o sin el incluso- en Podemos). ¿Por qué no se intentó con grupos maoístas como el PT o la ORT, más cercanos en principio ideológicamente?

Son períodos diferentes. Primero, en 1976 o 1977, no estoy seguro, se buscó la unidad con el PTE y con la ORT, pero las cosas no fueron muy lejos. Es cierto que había una aparente afinidad ideológica, dada la común adhesión al maoísmo, pero las coincidencias en la política cotidiana no eran muy grandes y, en lo que atañía al MC, influía mucho la voluntad de prepararse para las pruebas que se avecinaban para las corrientes de la izquierda radical si tenía éxito, como todo hacía pensar, la reforma política. En la ORT y en el PTE había gente muy valiosa pero no progresó una afinidad suficiente con sus dirigentes. Es posible que en el MC fuéramos demasiado puntillosos pero ninguno de los tres grupos nos lanzamos y el proceso perdió fuerza en pocos meses.

Con la LCR hubo una primera aproximación a comienzos de los ochenta que no prosperó. Ambas partes estábamos insertas todavía en corrientes ideológicas muy definidas y muy distintas.

Se volvió a intentar al final de los años noventa y esta vez se llegó a la unificación, pero la unidad no duró ni dos años.

Tienes razón ya hemos hablado de ello. ¿Éramos tan dogmáticos como señalas en tu reflexión? El MC fue uno de esos partidos maoístas de los que hablamos y si mi memoria de nuevo no me falla, y no estoy reconstruyendo de cualquier forma mi propio pasado, mi sensación es que no éramos tan dogmáticos. En absoluto. Leíamos, por ejemplo, con admiración los papeles y artículos del grupo de Sacristán y mientras tanto. Eso sí, nuestro «Servir al pueblo» respiraba esa atmósfera cultural.

Mi opinión es que éramos bastante dogmáticos, pero creo que aciertas al señalar ese interés. Acaso fue una característica nuestra la combinación de una base ideológica dogmática con el interés por autores y corrientes que estaban fuera de nuestro ámbito. Puede ser que esa dualidad, así como un punto de inconformismo, incluso con nuestras propias ideas, nos ayudara a ganar en autonomía y propició que nos alejáramos de doctrinas como el maoísmo.

Déjame que destaque tu papel como secretario general o el de Empar Pineda. Yo era muy sacristanista y nadie me dijo nada por ello. Tampoco Ignasi Alvárez desde luego.

Creo que siempre apreciamos a Sacristán y fuimos bastantes, empezando por Ignasi, los que lo leímos con mucho interés.

 

Citas en tu explicación de la revolución cultural a dos dirigentes chinos de aquellos años sesenta y setenta, Lin Piao y Chu Enlai. ¿Qué opinión tienes de ellos actualmente? ¿Lin Piao fue asesinado? En mi recuerdo aún sigue vivo el comentario del segundo a Nixon: el futuro son nuestras bicicletas, no sus automóviles lujosos y contaminantes. En China, no le han hecho mucho caso, pero desde una perspectiva global igual Chu tenía razón.

La verdad es que hace años que no vuelto la vista sobre esos asuntos. En lo que se me alcanza, Chu fue un político práctico que supo navegar en tiempos turbulentos sin alejarse de Mao que, mientras vivió, fue el caballo ganador. Lin Piao, con su poder en el ejército, fue un aliado estratégico decisivo de Mao durante la revolución cultural. Murió al estrellarse su avión cuando, según la versión oficial, trataba de huir de China a la Unión Soviética tras haber caído en desgracia. Pero todo esto es lo que dice la versión oficial. A falta de un conocimiento suficiente carezco de una opinión personal sobre lo que ambos representaron realmente.

Hablas también de Norman Bethune. Este año le recordamos si no ando errado. ¿Qué opinión tienes de este médico comprometido canadiense?

Para el maoísmo fue un mito destacado, pero detrás del mito había una biografía apasionante. Parece ser que hizo aportaciones importantes en el campo de la medicina en el tratamiento de los heridos de guerra, cosa sobre la que no puedo pronunciarme, pero, aparte de eso, fue una figura destacada de la solidaridad internacional en la Guerra del 36 y en la Segunda Guerra Chino-Japonesa, durante la cual falleció como consecuencia de una septicemia. Por cierto, en los últimos años ha habido en varias ciudades españolas exposiciones fotográficas sobre su vida, con una parte relevante sobre su apoyo a la gente que huía de Málaga hacia Almería ante el avance de las tropas franquistas.

Ha escrito textos maravillosos sobre eso. Pepitas de calabaza publicó uno de sus libros. «Las heridas» es su título si no recuerdo mal. ¿Influyó mucho el maoísmo o los maoísmos en el Mayo del 68? ¿Tocaban realidad o andaban también perdidos en tinieblas quiméricas sin sentido? ¿Eran hiperrealistas mágicos como dijo una vez un sociólogo que no goza de mis simpatías culturales y al que también citas en el texto?

Mayo del 68 fue una movilización amplísima, que desbordó las fronteras ideológicas de las organizaciones que participaron en ella. El maoísmo, el trotskismo o el anarquismo estaban dentro de la movilización, muy activamente, pero su influencia ideológica sobre el conjunto de la gente que se movilizó fue un tanto difusa.

El tono ideológico de los grupos de la extrema izquierda de ese período no destacaba por su realismo. Pero eso ocurría también en otros países.

Esa propensión a lo puro, a lo absoluto, a lo trascendente a la que aludes, ¿estuvo mal? , ¿fue peor que mala y herencia en nuestro caso del catolicismo? ¿No es mejor eso que ser un caradura y un cínico de tomo, lomo y de muy señor o señora mía?

El nexo entre la influencia del catolicismo y esas inclinaciones fue evidente en bastantes ocasiones.

  Esas tendencias favorecieron numerosos desvaríos. En muchos casos, incluido el mío, no hubiera venido mal un poco más de templanza y de realismo, sin que ello supusiera renunciar a un propósito transformador.

Además, ¿por qué tener que elegir entre lo primero y lo segundo cuando podemos descartar las dos cosas?

Hablas, cuando hablas de MC, de una intensa solidaridad, de apoyo mutuo, incluso de nostalgia de todo aquello o cuando menos de este nudo ¿Por qué?. ¿Nos lo explicas? Debo decir, si me permites, que a mi me ocurre un poco eso. Entre las mejores personas que he conocido en mi vida, muchas las conocí durante aquellos años de militancia y la mía, debo reconocerlo, no fue especialmente intensa en aquel periodo pero sí, en cambio, la de muchos de aquellos compañeros y compañeras, incluso durante el servicio militar, donde nos jugábamos algo más que un permiso de fin de semana o dos días en el calabozo. Nada, que tengo que escribir un día un panfleto -género que reivindico con prudencia- titulado: «Elogio sin sectarismos y ensoñaciones de la militancia del MC» y de su secretario general desde luego.

No soy muy dado a la melancolía pero guardo buenos recuerdos de esos aspectos que mencionas. En el libro admito que tengo unos gramos de nostalgia respecto al apoyo mutuo entonces existente. La clandestinidad, y la discreción que conlleva, el riesgo compartido, el sentimiento de estar realizando una labor colectiva útil en beneficio de la gente, todo ello favorecía unas relaciones humanas muy atractivas.

Claro que eso iba unido a otras cosas menos estimulantes de las que también hablo en el libro cuando menciono el exagerado control social interno, la alta presión ideológica colectiva o la tendencia a homogeneizar las formas de vida.

Si no es un abuso, sigo con alguna pregunta más si no te importa. Me has tocado varias venas y arterias maoístas que creía tenía obturadas.

  No es un abuso, Salvador; por mí, adelante.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes