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Estadísticas laborales: manipulación y desinformación

Fuentes: La Marea

Cada quincena, mes o trimestre, al comienzo o al final de cada año, los medios de comunicación mayoritarios y una legión de políticos que habitan los círculos de poder o se encuentran en sus alrededores se dedican, con renovado entusiasmo y dedicación, a interpretar, siempre en un sentido favorable, la información estadística más reciente sobre […]

Cada quincena, mes o trimestre, al comienzo o al final de cada año, los medios de comunicación mayoritarios y una legión de políticos que habitan los círculos de poder o se encuentran en sus alrededores se dedican, con renovado entusiasmo y dedicación, a interpretar, siempre en un sentido favorable, la información estadística más reciente sobre empleo y desempleo.

Mejora la ocupación, retrocede el paro… En relación al mes precedente o al mismo del año anterior, comparando los datos trimestrales de los últimos ejercicios, computando los últimos 12 meses o tomando algún año de referencia, en términos anuales, interanuales o teniendo en cuenta la serie histórica. Así, dale que te pego, hasta el infinito o hasta que el dato en cuestión -convenientemente aseado, revestido, reformulado o torturado- dice lo que tiene que decir.

Si no fuera por la carga manipuladora de este verdadero circo estadístico y porque detrás de los datos hay personas y proyectos de vida, resultaría hilarante y patético asistir, en calidad de sufrido espectador, a semejante espectáculo.

Quienes aplauden la creación de empleo y entregan ese dato como la prueba del algodón de que «lo peor de la crisis ha quedado atrás» o, más audaz todavía, presumiendo de que «estamos en el camino de salida de la misma», no reparan o no quieren reparar (a pesar de la mucha información que hay al respecto) en que muchos de los trabajadores con la «suerte» de disponer de un empleo lo tienen en unas condiciones deplorables.

Tanto en España como en la Unión Europea se observan, para quien quiera mirar en esa dirección, jornadas laborales larguísimas -incluidas las horas extra pagadas y no pagadas-; la creciente obligación de trabajar en horas desfavorables (nocturnas y en festivos); unos salarios bajos o estancados, en retroceso; el aumento de la proporción de trabajadores que, a pesar de tener un empleo, vive en situación de pobreza; la generalización de los contratos precarios -temporales o a tiempo parcial- a pesar de que las personas afectadas los desearían indefinidos y a tiempo completo; la degradación de la negociación colectiva, hasta el punto de que los trabajadores pueden considerarse «afortunados» si conservan su empleo, claro está a cambio de una sustancial reducción de sus retribuciones o una intensificación de los ritmos de trabajo.

¿Y qué decir del desempleo? Los que se agarran como un clavo ardiendo a la información proporcionada por las estadísticas oficiales lo tienen claro: el número de desempleados continúa su senda de reducción, y sanseacabó. En efecto, igual que sucede con los registros de ocupación, también aquí las estadísticas española y comunitaria muestran reducciones en los últimos años, con el consiguiente discurso autocomplaciente por parte de los poderosos.

Pero resulta que, como acabo de comentar, muchos de los que han transitado desde el desempleo al empleo, disponen ahora de un trabajo precario, inestable y de pésima calidad, donde sus derechos como ciudadanos son sistemáticamente vulnerados. En cualquier caso -incluso teniendo en cuenta que ha aumentado el empleo y se ha reducido la desocupación-, son muchos millones de personas los que se levantan cada mañana con la vana esperanza de encontrar un puesto de trabajo. Las previsiones más optimistas describen un escenario donde todavía será necesario un buen número de años para alcanzar los niveles previos a la crisis.

Además, una buena parte -cada vez mayor- de la población desempleada no figura como tal en las estadísticas, ¡gran alivio para aquellos cuyo horizonte analítico empieza y acaba con los datos oficiales y convencionales! Han pasado de activos demandantes de un empleo a población inactiva. Se trata de trabajadores realmente desempleados que no tienen o han agotado su derecho a la prestación por desempleo, o que, por frustración o desánimo, no buscan un empleo a través de las oficinas de ocupación. También cabe contabilizar entre los desempleados los que, ante la falta de oportunidades en su país, han hecho las maletas y han emigrado a otros lugares, los que trabajan menos horas de las que desean y necesitan (contratos temporales y a tiempo parcial), y las mujeres que, en los actuales esquemas patriarcales y sexistas, se ocupan del trabajo de cuidados (invisibilizado y no remunerado) y desearían tener un trabajo retribuido.

La consideración estadística de este «desempleo oculto» -oculto, pero real- elevaría sustancialmente los niveles de desocupación, hasta duplicar las tasas oficiales. No sólo en España y en Europa; también en la economía estadounidense, donde se ha convertido en un mantra afirmar, erróneamente, que ya se encuentra cerca del pleno empleo.

¿Hay que exigir una política económica que ponga la creación de empleo y la reducción del desempleo en el centro de la agenda pública? Sí, por supuesto, pero no sólo eso. El horizonte de una política ocupacional al servicio de las mayorías sociales tiene que vertebrarse en torno a los principios de equidad y democracia. Porque sólo desde esta perspectiva -muy distinta de la que sitúa en el motor de la dinámica ocupacional la obtención de un plus de crecimiento- podrán abordarse temas como la democratización de las relaciones laborales, el aumento del gasto público para impulsar la economía de los cuidados y combatir la pobreza y la exclusión social, el reparto con criterios de género de las tareas reproductivas en los espacios familiares, el aumento de los salarios y el fortalecimiento de la negociación colectiva.

Fernando Luengo es economista en Podemos y miembro del Círculo de Podemos Chamberí.

Fuente: http://www.lamarea.com/2018/03/13/estadisticas-laborales-manipulacion-y-desinformacion/