Luis Othoniel Rosa Rodríguez (Bayamón, Puerto Rico, 1985-) es docente e investigador en la Universidad de Nebraska, Lincoln. Está adscrito al Departamento de Lenguas y al Instituto de Estudios Étnicos. Es egresado de la Universidad de Puerto Rico (B. A., Literatura) y de la Universidad de Princeton (M.A.-Ph.D., Estudios Culturales y Literatura). Luis Othoniel es […]
Luis Othoniel Rosa Rodríguez (Bayamón, Puerto Rico, 1985-) es docente e investigador en la Universidad de Nebraska, Lincoln. Está adscrito al Departamento de Lenguas y al Instituto de Estudios Étnicos. Es egresado de la Universidad de Puerto Rico (B. A., Literatura) y de la Universidad de Princeton (M.A.-Ph.D., Estudios Culturales y Literatura). Luis Othoniel es autor, de entre otros escritos, dos novelas (Otra vez me alejo, 2012; Caja de fractales, 2017), que creo merecen la pena leerse a la par que Comienzos para una estética anarquista: Borges con Macedonio (2016), su tesis doctoral defendida en la Universidad de Princeton. Rosa Rodríguez mantiene su propia página oficial, en la que podéis también encontrar otra información de interés sobre su obra y trabajo creativo. A partir de su último trabajo creativo de investigación, Luis Othoniel ha compartido unas palabras que son para compartirlas contigo.
– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Eres un docente que investiga y escribe novelas. Recientemente, ha salido publicado en Chille su último libro. Está dedicado a Ricardo Piglia, vuestro maestro. ¿Es el libro por el que queréis que conozcamos? ¿De qué trató o tratas en esa colección de ensayos monográficos en los que recorres entre la literatura y la política?
– Luis Othoniel Rosa Rodríguez (LORRR, en adelante) -Es un libro que salda deudas con los maestros, con las influencias y también con la academia. Un libro que se escribe para decir «gracias», cerrar un capítulo y pasar a otras escrituras. La apuesta del libro es doble. Por un lado, desenterrar una influencia muy potente del anarquismo en el corazón de las obras de dos escritores (Borges y Macedonio) que lograron armar todo un laboratorio literario en el que muchos otros escritores seguimos participando. Por el otro lado, es el comienzo de una teoría estética anticapitalista que hemos seguido desarrollando en diferentes formatos (por ejemplo, mi última novela, Caja de fractales, es una continuación a esos «comienzos para una estética anarquista»).
– WRS – ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarle? ¿Qué relación tiene esa colección de ensayos con su trabajo creativo y vuestro trabajo docente-investigativo entonces y hoy?
– LORR – Comienzos surge de mi tesis doctoral en Princeton donde Gabriela Nouzeilles y Ricardo Piglia fueron mis directores. Digamos que es un libro que surge de la necesidad de conseguir un grado y luego una cátedra. De hacerme un hueco entre muchos para chupar de la teta académica, si bien el libro, en su contenido, sí que intenta romper el comfort de esos lugares de acumulación de capital (cultural o económico). La historia de la literatura latinoamericana desde Sor Juana y el Inca Garcilaso podría ser narrada como la historia de esas pequeñas negociaciones con el poder para conseguir un espacio mínimo desde el cual proyectar la voz poética. La historia a veces pícara de esos huecos que uno se abre, de esos guisos o chambas que uno se busca para poder escribir, o mejor, para uno poder escribir sin hambre. Hay quienes entregan más que otros en esas negociaciones. Y ahí está la clave. Pero sólo cuando vemos que no hay pureza, que no hay «autonomía», que la escritura es parte de toda esta mierda que es la modernidad, y está afectada por todo. Mi trabajo creativo va por la historia de esos huecos.
– WRS – Si comparas vuestro crecimiento y madurez como persona, docente, investigador y escritor entre la época que se gradúa de la Universidad de Puerto Rico (2005) con su época actual de docente-investigador y escritor en Estados Unidos, ¿qué diferencias observas en vuestro trabajo creativo? ¿Cómo ha madurado su obra? ¿Cómo has madurado?
3.2 LORR – El 2005 es el comienzo de una emigración masiva en Puerto Rico que al día de hoy continúa aumentando. Ese año marca el fin de la burbuja neoliberal en la isla, y hay toda una generación de nómadas que salimos en esos años y volvemos en diciembre o en verano y nos vemos y luego partimos a otros espacios. Los graduados de la UPR se riegan por todo el mundo, todos muy conectados con lo que pasa en la isla, pero incapaces de hacerse un hueco en la isla. Algo bonito es comparar el desastre que fue la huelga en la UPR de 2005 con la hermosura solidaria que fue la huelga del 2010-11. Creo que de una a la otra se ve un proceso de maduración muy dramático en la conversación sobre la universidad futura, sobre modos de organización democráticos, sobre cómo relacionar el saber cercado de la universidad, con otros saberes. Creo que el 2005 nos permitió aprender de nuestros errores, y esas lecciones se pusieron en práctica en el 2011. Y ahora, ¿qué hacemos ahora en el 2018 en donde el capitalismo desastroso se ha vuelto peor, donde nos han matado a 4,645 compañeros tras el huracán María?
– WRS – Eres especialista en Estudios Culturales y Literatura Latinoamericana. Luis, ¿cómo visualizas vuestro trabajo creativo con el de su núcleo generacional de investigadores y escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico, Estados Unidos y América Latina? ¿Cómo ha integrado vuestro trabajo creativo a su docencia?
– LORR – Mi trabajo creativo no es nada original. Somos muchos los escritores de mi generación en Puerto Rico que escribimos nuestras poéticas desde la academia. Pienso en Mara Pastor, Margarita Pintado, Sergio Gutiérrez Negrón, Carlos Fonseca, y por ahí muchos más que vivimos con dos trabajos que a veces se ayudan: por un lado, la investigación académica (que la hacemos para vivir), y por el otro, la creación de una poética (que lo hacemos para que valga la pena vivir).
– WRS – ¿Cómo concibes la recepción a vuestro trabajo creativo dentro de Puerto Rico y fuera, y la de sus pares?
– LORR – Creo que recién ahora comienzan a leerme en Puerto Rico gracias a las reediciones que hicieron, respectivamente, Isla Negra y La Secta de los Perros de mis dos novelas, Otra vez me alejo (2013) y Caja de fractales (2018). Hemos querido primero publicar en Argentina y en Chile porque nos sentimos latinoamericanos y queremos que las rutas de lectura y diálogo crucen el continente. Me parece que la literatura en Puerto Rico, a pesar de una crisis capitalista voraz que ya ha producido tantas muertes, está en un momento maravillosamente prolífico. Es como si el mundo literario se hubiera vuelto una trinchera política de resistencia. Pienso, por ejemplo, en la voluminosa y terriblemente inteligente obra de Marta Aponte Alsina, en los proyectos editoriales y políticos tan creativos e innovadores de Rafael Acevedo, pienso en Eduardo Lalo ganando el Rómulo Gallegos, pienso las poéticas filosóficas de Ché Meléndez o de Bruno Soreno (aka Juan Carlos Quiñones) que son ya unos personajes dionisíacos muy únicos en la literatura en nuestra lengua, pienso en la poesía de dos rockstars como José Raúl González, aka, Gallego y de Raquel Salas (quien recientemente fue nombrada poeta laureada por la ciudad de Filadelfia), pienso en los proyectos editoriales y artesanales de Nicole Cecilia Delgado. Y ninguno de estos escritores se parece entre sí. Son todos tan diferentes, tan diversos, tan talentosos, y sólo son parecidos en su compromiso, casi irracional, con la palabra escrita. Y es importante recalcar que toda esta literatura tan única en el continente que se está haciendo en Puerto Rico pasa por editoriales independientes y autogestionadas. No ya porque las grandes editoriales españolas no quieren saber de nosotros, sino porque me parece que es que ya ni nos importa buscar esos reconocimientos. Dudo, por ejemplo, que alguno de los muchos escritores que nombré arriba le haya enviado un solo manuscrito en los últimos 10 años a una de esas grandes editoriales multinacionales. Entonces, no me lamento por esa mal llamada «invisibilidad» de la literatura puertorriqueña en la recepción internacional. Creo que la indiferencia de los mercados internacionales del libro ante nosotros, combinado con la precariedad de nuestras instituciones públicas que están siendo sistemáticamente desmanteladas por una dictadura financiera asesina, es precisamente lo que hace que la literatura en Puerto Rico sea tan creativa y tenga un propósito tan fuerte. Es decir, la calamidad que es el capitalismo en Puerto Rico ha hecho que el espacio de la literatura independiente asuma un compromiso con la creatividad política y literaria que es hoy en día muy raro en cualquier parte del mundo.
– WRS – Sé que vos es de Bayamón, Puerto Rico. ¿Se considera un escritor puertorriqueño o no? O, más bien, un escritor, sea este puertorriqueño o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente vos?
– LORR – Viniendo de la tradición anarquista, tengo que decir que el nacionalismo no me importa. Sí me importa Puerto Rico en tanto el lugar real y material de donde vengo y en donde comparto tanto con mis compañeros de lucha.
– WRS – ¿Cómo integra vuestra identidad étnica y su ideología política con o en vuestro trabajo creativo y su formación en Estudios Culturales y Literatura Latinoamericana?
– LORR – Siempre digo que no fue hasta llegar a Estados Unidos que me di cuenta que no soy blanco. Estados Unidos es un país muy jodido, un país cuyas riquezas infinitas provienen todas de la explotación, extracción y esclavitud de cuerpos negros, rojos, marrones y amarillos, y que sin embargo niega esta verdad factual e histórica hasta el final y se inventa razones para explicar su opulencia (que si la democracia, que si la libertad, que si la excepcionalidad americana, etc.). Fue también en Estados Unidos que me di cuenta de que los latinoamericanos somos profundamente racistas. Entonces, cuando se trata de cómo veo la relación entre mis identidades étnicas y mi ideología política, pues diría que me interesa mucho postular estéticas y políticas que cuestionen el proyecto moderno y civilizador de los imperios blancos sobre el mundo, y que de ahí mis proyectos compartidos con tantos aliados pasen a crear, como nos dicen los Zapatistas, un mundo donde quepan muchos otros mundos, o una «transmodernidad», para ponernos académicos.
– WRS – ¿Cómo se integra vuestro trabajo creativo a su experiencia de vida como estudiante antes y después de su paso por la Universidad de Puerto Rico? ¿Cómo integras esas experiencias de vida en su propio quehacer de docente-investigador en Estados Unidos hoy?
– LORR – La UPR para mí siempre será el origen y el fin de mis proyectos literarios. Río Piedras sigue siendo el lugar de la literatura, la ciudad de una intensidad tan poética como política, que, al menos a mí y a muchos otros, nos reúne para comenzar a armar unos mundos escondidos en las cenizas y ruinas de éste.
– WRS – ¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a vuestro trabajo creativo y a la temática político-literaria del mismo? ¿Cómo ha variado?
– LORR – No sé. No me gusta pensar en los lectores como «público». Soy ante todo un lector, entonces escribo como que, para retribuir, como que, para continuar el diálogo, entonces mis lectores suelen ser otros escritores, amigos que necesitamos continuar la conversación en la intensidad de la página, compañeros que no sabemos cómo pensar creativamente sin ponernos a leer.
– WRS – ¿Qué otros proyectos creativos tienes pendientes?
– LORR – Ahora mismo estoy escribiendo dos libros largos que todavía me tomarán unos años más. El primero es una novela con ciertas influencias de la ciencia ficción, titulada El gato en el remolino, una novela de unas 250 páginas que narra la vida de un personaje colectivo simplemente llamado el Animal. El segundo libro es un libro académico titulado La pluralidad de los mundos: laboratorios de escritura anticapitalista que es una suerte de continuación de Comienzos para una estética anarquista: Borges con Macedonio, pero con dos objetos de estudio muy diferentes. Estamos investigando en ese libro, primero las prácticas de escritura y lectura colectiva en las tabaqueras caribeñas de principios del pasado siglo de mano de la anarco-feminista puertorriqueña, Luisa Capetillo, y, segundo, las escrituras de los Zapatistas de Chiapas de la mano del personaje colectivo, Subcomandante Marcos.
Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.
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