Extraña mucho el proceder del presidente de Colombia, porque lo hace sentir a uno como si estuviera en Venezuela: que la crisis humanitaria en Venezuela; que la pobreza en Venezuela; que la «ayuda humanitaria» para Venezuela; que el hambre en Venezuela; que la falta de drogas y alimentos en Venezuela; que la detención de Roberto […]
Extraña mucho el proceder del presidente de Colombia, porque lo hace sentir a uno como si estuviera en Venezuela: que la crisis humanitaria en Venezuela; que la pobreza en Venezuela; que la «ayuda humanitaria» para Venezuela; que el hambre en Venezuela; que la falta de drogas y alimentos en Venezuela; que la detención de Roberto Marrero en Venezuela… El jefe de gabinete de Guaidó en sus andanzas pro-EEUU, para Duque una «agresión vil» que «quiebra la democracia». Nada lo ocupa más que Venezuela. Por eso, el meme: los indios del Cauca lo llaman para que vaya a dialogar con ellos y él, frente al mapa, claro, del país vecino: «¿Y eso dónde queda, chamo?» ¿Y lo que pasa en Colombia no es un genocidio, disfrazado de sosiego, como si nada pasara, como si fuera un limbo socio/político ahora con la amenaza de Prosur = Plan Cóndor II? (1) O, el paraíso: bueno, hubo uno, en la novela, no romántica, pero era una finca esclavista: basta conocer al precursor de la voz Negredumbre, Rogerio Velásquez, no Manuel Zapata O. en quien se quiere ver, por su autogestión, al acuñador original: Germán Patiño demuestra en el prólogo a los Ensayos escogidos que fue Rogerio el pionero de esa «audacia semántica que relaciona negros con muchedumbre», no cualquiera, sino la de los afrodescendientes puestos en situación de exclusión y marginalidad, para Claudia Leal «la raza maldita, los esclavizados, los miserables», en fin, «los de abajo». (2)
Habría que empezar por los asesinatos de los líderes sociales: más de 500, de 2016 a hoy, de ellos 110 apenas en 2018, con un incremento en las masacres del 164% (3). Y seguir con la crisis humanitaria, la que en realidad se presenta en La Guajira, con los más de 15.000 niños muertos en los últimos ocho años y que tanto tiene que ver con la violencia por falta de agua, debido al desvío del río Ranchería u hoy en Córdoba con 500 familias desplazadas (4); en Tumaco, la zona de mayor índice de violencia por km2, debido al narcotráfico, en un país con nueve bases militares gringas: ¿capice?; en Tibú, donde la furia por control de la zona petrolera se recrudece y de toda causa pareciera ser responsable el ELN: ¿no hay más «actores armados» en la zona? Allí, como en Nariño, Putumayo, Guaviare y otros 18 departamentos, ya operan los carteles mexicanos de Sinaloa, Los Zetas y Jalisco, algo en relación directa con el territorio para circulación y salida de las drogas. Y, cómo no, la crisis generada por Hidroituango, la hidroeléctrica que jamás debió hacerse, con la desaparición del río Cauca y la consecuente afectación para más de 185.000 personas de 12 municipios, que ya registran más de 643 víctimas de desaparición forzada y no menos de 700 asesinatos en 62 masacres (5). Masacres tantas veces denunciadas por el Movimiento Ríos Vivos, cuya única respuesta la dio Fajardo con el ESMAD cuando fue gobernador de Antioquia: ante su negacionismo histórico, Isabel Cristina Zuleta, con respecto al que, de ocurrir lo previsto, sería el segundo mayor desastre ambiental después de Chernóbil, lo desmintió (6). Entonces, dónde, realmente, podría ubicarse la crisis humanitaria, exenta, claro, de chovinismo: ¿en el país vecino, donde no hay una catástrofe natural ni una guerra armada, que es lo que la tipifica, o en este, donde si no hay catástrofes naturales, las hay por montones artificiales, y en donde sí hay un conflicto armado a pesar de o aun con los negacionistas, entre ellos el nuevo director del CNMH, Darío Acevedo, es decir, un abanderado uribista de la desmemoria? ¿Por qué, entonces, en las redes, se habla del subpresidente, con referencia a Duque, y muchos miembros del CD, que son traicionados por el subconsciente, usan el único anacronismo que tiene apellido, el de «presidente Uribe», apodado por tantos más como El Innombrable?
Si se mira el problema del hambre en ambos países, rápidamente podría concluirse que basta conocer la situación en Tumaco, Buenaventura, Cartagena, Barranquilla, Cúcuta, donde la gente hurga en las canecas de basura con la ilusión de encontrar un alimento para devorar, ya no para comer o calmar el hambre; si se mira el índice Gini a nivel global, Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo, al lado, nada honroso, de Haití, país al que ya EEUU no se acerca porque no tiene petróleo ni otras viandas; y en América Latina apenas superado por Honduras (7), donde, no tan curiosamente, la «ayuda humanitaria», entiéndase injerencia, es tan notoria como hoy en Venezuela. John Bolton, ha llegado al extremo de decir que «EEUU podría emplear la fuerza en Venezuela para proteger a 50.000 estadounidenses» (8). ¿No surge un abismo entre uno y otro país, al saber que el programa de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) le soluciona el hambre a más de doce millones de venezolanos, mientras aquí la gente se muere por falta de alimentos en gran parte del mapa, ante la desidia de sus «gobernantes»; y aun así la prensa mundial, por presión mediática de EEUU, persiste e insiste en «una trama de corrupción» detrás del asunto? A veces es bueno mostrar los estudios del lado equivocado, ¿verdad? (9) Ahora, véase el revés de la moneda, en el que algo así como 32.600 CLAP, a dos años de creados, dan a los venezolanos más de 60.000 toneladas de alimentos, cada semana (10). Y mientras se piensa en corrupción, los políticos criollos siempre están viendo la paja en el ojo ajeno, pero jamás la viga en el propio: cabría recordar que la actual Ministra de Educación, María Victoria Angulo, en épocas no tan lejanas les vendía a los niños, dentro del Programa de Alimentación Escolar (PAE), pechugas de pollo, cada una por la bicoca de 40.000 pesos M/(i)L, já. Es decir, cuando Peñalosa la puso como Secretaria de Educación del Distrito (11).
En cuanto a la falta de drogas y de comida, hay que considerar dos aspectos: 1. El bloqueo económico/comercial a Venezuela, por EEUU, tan miserable e injusto como el que le vienen aplicando a Cuba desde 1960: los gringos le han retenido al gobierno de Maduro, hasta ahora, USD$30.000 millones y ahora le ofrecen entre 20 y 30 millones para «ayuda humanitaria»: con la que, de paso, pretenden allanar el camino a todas las reservas de petróleo (1ª potencia del orbe por los próximos 100 años); oro; thorium o torio, la más preciada sustancia radioactiva hoy como combustible nuclear: incorporado al wolframio metálico, permite fabricar filamentos de lámparas eléctricas así como producir lámparas electrónicas; pueden hacerse aplicaciones en material cerámico de alta temperatura; coltán, contracción entre columbita y tantalita, usado casi en la totalidad de los dispositivos electrónicos y que se halla en grandes cantidades en la zona oriental del país. Eso, para no referir muchos otros metales que es posible hallar en los límites con Guyana. 2. La dificultad para encontrar los recursos con los cuales poder abastecer a su población, sin los peligros que entrañan los continuos saboteos a sus plantas eléctricas, por parte de EEUU e instigados por el senador Marco Rubio, los que han dejado como funesto saldo una indeterminada cifra de víctimas mortales, entre ellas 15 personas con diálisis, que fallecieron en el apagón del jueves 14/mar/2019; así como las quemas en los reservorios de hidrocarburos en distintas zonas del país que ya sobrepasan pérdidas por más de USD$2.000 millones. Ahora, debido a que Venezuela se dedicó a la economía extractivista, descuidó la agricultura y abandonó prácticamente, aquí, por fortuna, la ganadería, lo cual hizo del país un centro importador y bastante poco exportador, la balanza de pagos se desequilibró y produjo una galopante inflación: inflación exacerbada, desde luego, con el ya citado bloqueo económico/comercial gringo, lo que a su vez produce una reducción inmediata en el intercambio comercial con muchos otros países aliados de la peligrosa política exterior de EEUU, como sea que es el único que no respeta ningún tipo de tratado internacional y, de paso, se da ahora el lujo de desafiar las determinaciones de la CPI y ya ha anunciado sanciones para ella: es decir, no le basta con intervenir ni con sancionar a los países, sino que ahora pretende castigar a la justicia y arrodillar a los medios masivos y a la industria del entretenimiento: aunque, bueno, estas últimas dos cosas, hace rato suceden: aunque muchos disimulen que no se dan cuenta o tantos otros directores de mass media, en el planeta, se hagan los «no heterosexuales», como diría el delicado (c)enador Varito.
Antes de concluir, ¿cómo podría configurar la detención de Marrero una «agresión vil» que, además, «quiebra la democracia» si, por un lado, esta no existe dado que si el poder real es económico no hay ni puede haber democracia y, por otro, Guaidó no es una figura de dicha entelequia, sino la ficha habitual surgida en las huestes del Dpto. de Estado gringo, como lo dejó en claro la diputada catalana Ana Surra, quien mostró que el autoproclamado «interino de Venezuela», como presidente de la Asamblea Nacional («en circunstancias que aún no son claras» pues Juan Andrés Mejía debió ser nombrado como tal), con el aval de 97.492 votos, por el estado de La Guaira, menos del 1% del potencial votante del pueblo venezolano, compuesto por casi 33 millones, es «un agente de la CIA», formado/entrenado/financiado en suelo europeo, Belgrado, para «protestas violentas e insurrección»: ¿se requiere croquis? (12). Fuera de esto, el gobierno de Maduro asegura que el jefe de gabinete de Guaidó, lideraba una célula terrorista y por eso investiga su participación en el atentado contra aquél (13). Ahora, ante las preguntas incómodas de periodistas en la U. de Chile a su marido, la mujer de White Dog, como ahora le dicen en EEUU, los mandó a sacar del recinto recurriendo al viejo truco pinochetista: con carabineros, los mismos que le ayudaron al tirano a sembrar de sangre el suelo chileno, antes de que se hiciera lo propio, con otras fuerzas de represión, en el suelo argentino del milico Jorge R. Videla o en el uruguayo del (sí)vil José María Bordaberry (14).
En conclusión, no hay ni puede haber crisis humanitaria en un país que, como Venezuela, no presenta ni una catástrofe natural ni una guerra civil o abierta ni presenta, mucho menos, los índices de asesinato, las cifras de masacres que, por contraste, sí se dan en la «pacífica» Colombia de Duque, de su MinGuerra, el ex comerciante de Fenalco, Guillermo Botero, de sus poco admirables fuerzas de ataque y represión, que no antidisturbios, como la del ESMAD, que ahora siembra el terror en el Cauca, disparando contra indígenas y campesinos en Santander de Quilichao, lo que demuestra que ellos no están infiltrados por «disidencias de las FARC», sino por soldados y policías disfrazados de civil (15). Es decir, todo lo contrario a cuanto han señalado personas como Herbin Hoyos o José Félix Lafaurie, quienes bajo fotos falsas han señalado a la Minga de estar infiltrada por «guerrilleros fuertemente armados». (16)
Pese a todas las evidencias que pudieran presentarse en contra, hay mucha más pobreza hoy en Colombia que en Venezuela, como lo demuestran las cifra ya citadas del índice Gini, de la inequidad con respecto a países como Haití y Honduras, de la ingente cantidad de seres humanos a la que no le quedan más recursos que las canecas de basura para intentar saciar el hambre. Sobre la «ayuda humanitaria», tanto la que se cree necesita Venezuela y se pretende dar como vil consuelo 20 millones por una retención en los bancos gringos de USD$30.000 millones, ambos asuntos hacen parte de la ya vieja trama de desestabilización, intento de golpe de un gobierno vía Golpe Suave, de Gene Sharp, desde 2005 el de Chávez hasta su asesinato en 2013 y hoy el de Maduro, a quien se le acusa de corrupto pasando por inepto y analfabeto hasta homosexual, como si se tratara de Turbay, Reagan, Bush, EPN, Bolsonazi.
La supuesta falta de drogas y de alimentos en Venezuela, contrasta de manera áspera, rotunda, con el exceso de drogas en Colombia: v. gr. cocaína, producida a partir de la hoja de coca, cuyos cultivos hasta 2017 ascendieron a 171.000 Has (17), lo que, de paso, muestra el fracaso del Plan Colombia contra el narcotráfico, como en su momento lo ratificó el funcionario Adam Isacson; pero no marihuana, porque no es droga sino una planta, como diría el profesor húngaro/gringo Thomas Szasz, a propósito de la resistencia, por hipocresía, de los gobiernos a legalizar las drogas, cuando el objetivo es, por contraste, desbaratar las mafias y contribuir a la merma del consumo global (18). A la vez, contrasta, con la falta de alimentos en un país que permite el paso de una «ayuda humanitaria», como la que en apariencia llegó a Cúcuta con el fin de pasarla a Venezuela, pero terminó incendiada por los guarimberos, de ambos países, que infiltraron las ‘marchas de protesta’: esto, desvirtúa la supuesta acción de Maduro y confirma que Guaidó está quemado: incluso, para EEUU. (19)
Como quemadas están, en el Parque Nacional Nat. Sierra de Chiribiquete, más de 2.000 Has, de 2017 a hoy, por incendios no espontáneos sino provocados, en tierras que ahora políticos y paramilitares, que parecen dos pero son uno, pretenden usar para sus cultivos de hoja de coca y para la siembra de monocultivos, con destino a la agroindustria y a la producción de biocombustibles. Una señal de que hay que parar con urgencia la deforestación (que en Venezuela no hay), en el Amazonas, en la Orinoquia, mucho antes de pensar en incumplir compromisos internacionales (lo que, a propósito, a toda hora hacen los gringos y nadie dice nada, como ellos tampoco frente a la inobservancia de políticos criollos respecto al cese parcial de la guerra, que no «Acuerdos de Paz», con las FARC) (20): porque lo esencial es respetar a indios/negros/campesinos, colombianos en general y no en últimas a la Naturaleza, la que pese a tantos desalmados, no desarmados, nos sigue proveyendo con sus recursos.
Por último, todo bloqueo económico/comercial es una afrenta a la autodeterminación y a la soberanía de los pueblos, máxime cuando, simplemente, se trata de sacar al líder de un Gobierno legítimamente constituido, lo que se puede aseverar tras saber que ha sido a través de más de 25 elecciones, desde que se creó la República Bolivariana, su sistema de votación electrónico: uno de los mejores del mundo, al decir no de un comunista o socialista sino hombre de derecha, Jimmy Carter, y que a cambio de él se quiere imponer al pueblo la presencia harto dudosa de una ficha gringa endosada como salvadora, cuando se trata de todo lo contrario: un «matón de calle», como dice Roger Waters, para robarle los recursos de todo tipo (21). Para que el pueblo siga en la pobreza y crea que la marginalidad es su espacio natural, mientras los «poderosos», haciendo gala de su soberbia, se instalan en el epicentro.
La pobreza, lo mismo que su resultado, la violencia, no son una escogencia de la gente sino una imposición del medio y de sus gobernantes y estos no como culpables sino como responsables. ¿Acaso se rescata un museo exótico para el gran espectáculo mediático o del entretenimiento cuando se muestran las dificultades que tienen que pasar los pobladores para vivir en medio del narcotráfico, la violencia indiscriminada, la muerte inminente, las masacres de pobladores, como en los doce municipios alrededor de Hidroituango o de indígenas nasas en Santander de Quilichao, simplemente por defender su tierra, los «pactos» con el Estado, en esa tierra de nadie, en la que las autoridades no brillan precisamente por su pulcritud ni disposición para ayudar a la gente, sino para sacar partido de cada situación y, además, para tolerar y encubrir a redes de criminales, así como para ahondar la brecha social, generar mayor violencia y aumentar la corrupción y los índices de pobreza e inequidad? El gran espectáculo es el que montan los medios a partir de la explotación económica del dolor y la miseria ajenos: la prensa hablada y escrita, la TV, redes no/sociales e Internet para, de paso, extender la idea de la periferia como el espacio natural e irrevocable de los marginados.
En todo esto ha tenido que ver la ofensiva política/ideológica y militar de EEUU sobre Venezuela para controlar sus reservas de petróleo: las más próximas al mercado gringo; ningún otro país podría garantizar ni ampliar su acceso al crudo. Desde que Chávez ganó en 1998 y se posesionó en el 99, hubo un ataque permanente del capital venezolano y extranjero al proceso de cambio económico/social en el país. Serían capaces de aceptar una dictadura civil o militar en el Poder, como antes en América Latina, aunque no aceptarían jamás que el petróleo pasara a ser utilizado como un bien esencial para reestructurar la economía venezolana, financiar la distribución de renta y la solución de problemas estructurales como educación, salud, vivienda, transporte público y de carga e infraestructura social, vía Maduro.
En todos estos años, capitalistas y gobierno gringo aplicaron su experiencia histórica, usada ya en otros países, para intentar derribar al gobierno y al socialismo del siglo XXI. Primero, con la imposición de políticas neoliberales, a las que Chávez respondió convocando una Asamblea Constituyente y plasmando una nueva Constitución, que devolvió al pueblo y no al conservatismo la soberanía del poder político y de los destinos de la nación. Luego, recurriendo al golpe clásico: secuestraron a Chávez, en 2002, y pusieron en su lugar al empresario Pedro Carmona, pero el pueblo respondió y, en menos de dos días, con un grupo de militares recuperaron la calma, dándose así la unión cívica/militar, factor de suma importancia en el proceso de la revolución bolivariana, ya que parte del alto mando apoyaba el golpe, como efecto de su histórica relación con oligarquía local y capitalistas foráneos.
Los empresarios que aún estaban en PDVSA comandan una huelga general del sector, paralizan las demás actividades, generan caos en el país y un clima de desestabilidad social. El Gobierno, junto a la clase obrera, consigue revertir ese proceso y promover una gran renovación en la estructura petrolera, para consolidar su liderazgo junto a los trabajadores. Los EEUU aplican, entonces, unas de las tácticas del Golpe Suave, de Gene Sharp (antes fue la de los Chicago Boys, de Milton Friedman, en Chile): especular con bienes para crear pánico entre la población, desabastecer los hipermercados, por cuenta de ricos y gente bien y revender sus productos en modo especulación o esconder desde arroz, harina o carne hasta drogas o bienes con amplia demanda: papel higiénico, crema dental, azúcar, leche y café. ¿Qué pensarán ahora los que se acaban de enterar que en ningún país se elige a alguien para que gobierne en otro, caso de Duque con respecto a Venezuela, y que el gobierno de Maduro ha señalado a Guaidó y a López de tramar un robo «milmillonario» de divisas a PDVSA? (22)
Chávez y Maduro usaron las reservas de petróleo para compras estatales y distribución de dichos bienes básicos para la población, a través de los entes difíciles de desvirtuar llamados CLAP. Los gringos, al fallar, pasaron, entonces, a la táctica usada ya en Ucrania: la del terrorismo público, con los guarimberos, jóvenes del lumpen o de la pequeña-burguesía pagos, con sumas de entre USD$500 y 750 diarios, puestos para bloquear vías y carreteras, incendiar discotecas u otros lugares representativos del patrimonio histórico, el arte o la cultura, arrojar bombas Molotov en hospitales, escuelas, bases militares. Una vez más, el asunto fracasó y el pueblo enfrentó al terrorismo y venció a los guarimberos. En todo caso, Venezuela no tiene otro recurso que seguir atenta al curso de los sucesos pues, según se percibe, EEUU no tiene la más mínima intención de ceder en su prurito invasivo y eso lo deja claro una serie de apagones en 21 de los 24 estados del país: si Guaidó habla de mentir… (23)
En suma, con lo que se ve cada día, en los medios y en la realidad, estamos en Colombia. Pero, este presidente, súbdito de Varito (pero antes, ambos, de los gringos) y tan ocupado como vive hablando de Venezuela, tocando guitarra o cabeceando balones, me hace dudar… aunque, la verdad, me gustaría estar en Venezuela, donde no hay dos presidentes, el actual y legítimo es colombiano, de Cúcuta, y el «interino» fue rápidamente desvirtuado tanto allí como en el exterior, por tratarse de un sujeto financiado por la CIA, para producir un golpe de Estado que le permita a EEUU hacerse a los recursos de Venezuela por el próximo siglo: lo que su pueblo, ayudado por Rusia, China, Siria, tratará de impedir a toda costa: y se dice ayudado porque al fin y al cabo, los políticos cuidan sus bolsillos, no a sus países, como más les convenga pues no tienen aliados sino intereses: como lo demuestra, antes que nadie, EEUU, desde que en 1823 echó a andar la Doctrina Monroe, según la cual «América [no el país, sino el continente, era] para los americanos» y luego ampliaron el concepto al mundo.
Siempre les resultará más cómodo conservar sus privilegios que mantener en alto la dignidad de los pueblos; bajar la cabeza que conservar el carácter frente a la agresión; dilapidar los recursos que conservarlos o venderlos sin regalarlos: lo que hoy es irrefutable si se piensa en «presidentes» como Macri, hoy Bolsonazi (ayer Temer), Iván Duque (pero antes Uribe), Sebastián Piñera, Lenin Moreno, ese nombre/oxímoron; excepto éste, todos reunidos a puerta cerrada en Chile dispuestos a acabar con Unasur/Celac e incondicionales del dúo plutócrata Obama/Trump y al servicio de su miserable causa: el ataque, la guerra, la agresión a naciones que, tras años de lucha, han logrado una libertad que, así parezca relativa, es a todas luces fuente de esperanza, así esta siga estando del otro lado. Todos, sin excepción, mudos ante el avance de la expoliación, el saqueo, el pillaje de los recursos a países ricos en su origen, empobrecidos en su devenir, pero no pobres, porque nadie elige serlo. Todos, con sevicia, ávidos de regalar esos recursos a potencias que desprecian a los pueblos o de feriarlos con regalías irrisorias o prestar sus tierras para la explotación sin ninguna retribución para el país.
Lamentable, tener que desmentir a los que aún se aferran a su frágil urna de cristal, creyendo en ese idílico lugar plasmado en una novela, no romántica sino realista, el paraíso, y que creen pisar todavía, cuando se trata es del infierno tan temido, creado por insensibles políticos, clérigos y autoridades: un auténtico reino de la esclavitud contemporánea, la de la posverdad/Fake News y Lawfare. Ah, y de jueces y prensa corruptos que obligan, de nuevo, a señalar: ¿Estamos en Colombia o en Venezuela? Tal vez el subpte. no tiene nada qué decir o calla… cuando los indígenas insisten: «Si el Pte. no puede venir pues que mande a Duque». Como no soy quién para interceder, dejo que su alter ego superior le recomiende cómo obrar: «Hágase el no heterosexual, con la tal ideología de género o la escuela sin partido. Y ni se le ocurra citar la cartilla de la nueva historia de Colombia, la de la seguridad democrática y el negacionismo, que espero empiece a rendir sus frutos en el CNMH». Entonces, si de verdad queremos seguir creyendo que estamos en Colombia, todo lo inmediatamente anterior, tendrá que ser abolido: ¿cómo? Tal vez no pensando en Venezuela. Ojalá, esta, sea una plegaria atendida y no otra más de las quejas desestimadas por la petulancia y la prepotencia del Poder. Mientras tanto, lo más razonable es escuchar a los muertos, que siempre nos están hablando, como hoy los de Hidroituango, los niños de La Guajira, la gente del Cauca, Tumaco, Tibú.
No es que los muertos no hablen, es que nos olvidamos cómo escucharlos.
PIER PAOLO PASOLINI
Notas:
(2) Velásquez, Rogerio. Ensayos escogidos. Recopilación y prólogo: Germán Patiño. Ministerio de Cultura de Colombia. Biblioteca de literatura Afrocolombiana, Bogotá, 2010, 609 pp.: 9 a 36.
(3) https://primeralinea.com.co/aumentan-en-un-164-las-masacres-en-colombia-segun-naciones-unidas/
(8) https://www.nytimes.com/es/2018/10/15/opinon-corrupcion-venezuela-clap/
(12) https://www.youtube.com/watch?v=esiZwo_SDQY
(15) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=249245
(17) Aunque extraoficialmente puede estar entre las 209.000 y las 230.000 Has, según estudios del SIMCI de la ONU.
https://elpais.com/internacional/2018/09/19/colombia/1537380226_625308.html
(18) https://www.elespectador.com/noticias/cultura/por-que-no-se-legalizan-las-drogas-articulo-799033
(20) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=222754
(23) https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/nuevo-apagon-masivo-golpea-venezuela-articulo-846856
Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Espectador. Corresponsal de Matérika, Costa Rica. Autor de Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo (Pijao Editores, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al I Congreso Int. Literatura y Revolución – Los espectros de Marx y el realismo estético (6-7/dic/2018). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, de ensayos para Rebelión. Columnista de EE.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.