La historia de Colombia no es tan vieja como para decir acá tenemos una civilización hecha y derecha. Cada ratico nos tropezamos con nuestros pecados originales y repetimos error tras error, para volver a empezar las cosas de nuevo. La Patria boba la llevamos en nuestro ADN. Si, la de 1810 y sus interminables e […]
La historia de Colombia no es tan vieja como para decir acá tenemos una civilización hecha y derecha. Cada ratico nos tropezamos con nuestros pecados originales y repetimos error tras error, para volver a empezar las cosas de nuevo.
La Patria boba la llevamos en nuestro ADN. Si, la de 1810 y sus interminables e inútiles debates.
También el leguleyismo y la picardía santanderista que las Notarías simbolizan a la perfección. Minas de oro de bandidos bien enchufados.
Por supuesto, la violencia es parte de nuestro código genético que ojala la Inteligencia Artificial nos ayude a eliminar pronta y definitivamente.
Como van las cosas, el Paro (Movimiento) social en curso y su flamante «Comité de Paro» van rumbo a convertirse en nuestra «Patria Boba» del Siglo XXI, con un conversatorio nacional lleno de babas y tonterías, sin mayor trascendencia frente a los agudos problemas que incluye el tan cacareado pliego de 13 puntos. Una torre de Babel para dilatar, engañar y debilitar la potencia de la multitud.
Se necesita mucha tontina, como lo sugiere el simulacro del Comité del paro, para no darse cuenta que a estas alturas del chico, ya Fajardo, Robledo (Moir) y Claudia Lopez, tienen una pata en el gobierno de Duque y en la Casa de Nariño, en coincidencia, más o menos simulada, con Angelino (que de bobo no tiene nada), hipótesis sustitutiva de Nancy Patricia Gutierrez, y con Julio Roberto Gomez, hipótesis sustitutiva de Alicia Arango en el mercado laboral. Ministros in pectore dirá el Leopardo neofascista de Londoño con su retórica grecocaldense.
Duque (y Uribe) sabe que el «coscorrón» de Vargas Lleras es un bacalao que lo acabara de hundir en la tormenta que lo asedia. Por eso, más bien de lejitos con ese bárbaro despótico.
Mi conjetura apunta a que, al igual que Duque, el Comité del paro/Patria boba, desbordados por la multitud, buscan ansiosamente la oportunidad para zafarse de la rebelión en auge, y la misma puede ser el acuerdo sobre el humillante salario mínimo para el 2020. Y hasta ahí llego todo y respiren tranquilos.
Petro ha pedido que amplíen el Comité del Paro/Patria boba con representantes de las asambleas populares, pero a los integrantes de aquel solo se les ocurrió ir donde Lidio; si, el del robo a Cartagena y Bolívar, Presidente del Senado, a que nombre sus representantes y el de otros parlamentarios para dizque negociar con Molano el Pliego, cuando a estos solo les interesa la mermelada de las regalías.
Le pidieron a Lidio que intercediera con Duque para que los atendiera y Lidio, ni corto ni perezoso, aprovecho para sacar lo suyo, a cambio de votar reforma tributaria, Ley uribito, las reformas a las pensiones y del mercado laboral. Se corono el hombre por cuenta de la huelga popular. Y los bobos del Comité con los crespos hechos.
¿Sera que Petro nos saca de esta trampa, con su empuje y agudeza argumental, para alcanzar salidas genuinas de la crisis del régimen, del gobierno y del modelo neoliberal?
¿Sera que Petro y su propuesta programática extratraparlamentaria logrará centralizar y unificar el ascendente bloque Contrahegemónico para plantearse como alternativa creíble e inmediata al quiebre de la Hegemonía oligárquica de la elite liberal conservadora camuflada en la narrativa pospolitica?
¿Sera que la potente multitud colombiana lograra definitivamente sacudirse la rémora del sindicalismo contemporizador y la vieja izquierda anquilosada y obsoleta?
Cierre.
Sin pretender pontificar o pedantería alguna, pienso que la «guerra de posiciones» gramsciana aporta muchas luces para entender el quiebre histórico que vivimos de la hegemonía bipartidista y empresarial.
Gramsci señalaba desde la cárcel (1930) que la guerra de posiciones para aniquilar el dominio político de la derecha y el fascismo «requiere una concentración inaudita de hegemonía, necesita de la participación de las más amplias masas; no puede ser resuelta por un golpe de mano, por imperio de la voluntad, requiere un desarrollo largo, difícil, lleno de avances y retrocesos, pero tras lo cual, si se logra la victoria, ésta es más decisiva y estable que en la guerra de maniobras. Gramsci piensa la revolución, la transformación social, como algo que ya no está centrado en un determinado acontecimiento, sino que es un proceso complejo y contradictorio, y que además requiere disputar el consenso, las voluntades, el sentido común, el modo de pensar, del conjunto de la población, de las más amplias masas» (Ver https://bit.ly/2rB5rgK ), como ocurre hoy con esta potente y prolongada movilización de los colombianos, llena de paciencia, de fuerza y de mucha flexibilidad. Esto va para largo y no hay que pensar exclusivamente en las elecciones presidenciales del 2022, como lo hace el oportunismo electorero de ciertos gamonales de la izquierda tradicional.
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