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Mensaje de la Casa Memoria Salvador Allende de La Habana a los estudiantes

«Estamos quizá ante el inicio de un proceso de maduración y articulación del descontento»

Fuentes:

La Habana, 24 de agosto de 2011 Queridos jóvenes estudiantes secundarios y universitarios, movilizados por una educación digna, pública, gratuita y de calidad en Chile: Queridos estudiantes secundarios en huelga de hambre desde hace 36 días: Queridos dirigentes de la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH), de la Federación Mapuche de Estudiantes (FEMAE), y de […]

La Habana, 24 de agosto de 2011

Queridos jóvenes estudiantes secundarios y universitarios, movilizados por una educación digna, pública, gratuita y de calidad en Chile:

Queridos estudiantes secundarios en huelga de hambre desde hace 36 días:

Queridos dirigentes de la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH), de la Federación Mapuche de Estudiantes (FEMAE), y de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES):

Querida compañera Camila Vallejo Dowling, Presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) y vocera de la CONFECH:

A nombre de la gran mayoría de nosotros, sus compatriotas radicados en Cuba tras el exilio o por motivos laborales, y de los cientos de jóvenes chilenos que -sin posibilidades de hacerlo en Chile – se han formado como profesionales o que actualmente están cursando estudios en diversas instituciones de enseñanza superior cubanas; a nombre de numerosos compañeros y compañeras, amigas y amigos del generoso pueblo de Cuba y de diversas latitudes de América, Asia, África, Europa y del Mundo Árabe; a nombre de todos quienes hemos estado siguiendo atentamente la histórica movilización que ustedes están protagonizando y encabezando por escuelas, liceos, facultades y calles de nuestra patria, queremos enviarles un gran abrazo solidario y de aliento en esta hora fundamental para el futuro de la educación, de Chile y de los pueblos que lo conforman, de los cuales nunca hemos dejado ni dejaremos de formar parte.

Durante estos intensos últimos cuatro meses, los chilenos hemos estado siendo testigos de uno de los episodios más bellos, conmovedores, estimulantes y de la mayor trascendencia social, política y cultural desde el retorno a la democracia en 1990.

Si bien forman parte de un largo ciclo de luchas protagonizadas principalmente por los universitarios en aras de la recuperación y mejoramiento de la educación pública en todos los niveles de enseñanza, proceso iniciado ya en los aciagos años 80s, con altos y bajos e importantes escaramuzas en las décadas siguientes, las jornadas de movilización que hoy ustedes están llevando a cabo, marcan un punto de inflexión de carácter fundacional dentro de la sociedad chilena, no sólo por la madurez y la inteligencia puestas en el empeño, la amplitud y la masividad de la convocatoria, la seriedad para el diálogo, la alegría y las formas novedosas de acción, de organización, de construcción y de manifestación de sus puntos de vista, sino también por la profundidad y el alcance – la radicalidad, en definitiva — de vuestras demandas, las cuales vienen por primera vez a cuestionar y a poner sobre la mesa con una fuerza inusitada, uno de los puntos de sustentación más sensibles del modelo neoliberal que ha regido los destinos de Chile desde los años 70s, mucho antes que éste se propagara cual plaga por el mundo.

Y es que ustedes están inundado de cantos y de colores las calles y el abúlico paisaje social y político de Chile, demandando, no simplemente «más plata para estudiar» para quienes tienen el privilegio de hacerlo, sino poniendo en el centro del debate nacional el carácter profundamente desigual del ya insostenible modelo educacional chileno que, como ustedes muy bien dicen, conceptualiza la educación como un bien de consumo y no como un derecho social.

Al responsabilizar constitucionalmente por la educación de nuestros jóvenes, no al Estado sino a la familia; a través de la municipalización de la administración de la enseñanza primaria y secundaria; por la vía de la cada vez mayor prescindencia estatal en el financiamiento de la enseñanza superior, cuyos costos de matrícula y aranceles se encuentran entre los más altos del mundo; y a causa del incontenible e inmoral afán de lucro de una minoría rentista con poderosos intereses en el sector educativo, el actual modelo educacional chileno obliga a quienes pueden dar a sus hijas e hijos una educación de dudosa calidad y orientación, a hacerlo a cambio de contraer cuantiosas deudas que hipotecan el futuro de muchas familias de la llamada clase media chilena y – lo que es social y éticamente mucho más deplorable –, cerrando sistemáticamente sus puertas a la gran mayoría de los jóvenes provenientes de los estratos populares y más vulnerables, quienes, o acaban insertándose en condiciones de amplia desventaja en un mercado laboral cada vez más desregulado y precario, o sencillamente terminan «pateando piedras» por las esquinas de nuestros barrios y poblaciones.

Es eso lo que, entendemos, está en el corazón de sus demandas de poner fin al lucro en la educación, y que ésta sea pública, gratuita, de calidad, ética y socialmente orientada al servicio de los intereses mayoritarios de Chile y de sus pueblos. Es por ello que han logrado concitar y movilizar la simpatía y el apoyo de la mayor parte de la sociedad chilena y de la nación mapuche.

No sólo eso. Al tomar el problema en sus manos y optar por las acciones y el diálogo directos, confiando en su propia vitalidad, en su organización y en sus dirigentes, sin intermediarios de ningún tipo, ustedes, jóvenes estudiantes chilenos, están dando una gran lección de ejercicio de democracia y ciudadanía, y están transmitiendo un potente mensaje a la mayoritariamente apoltronada clase política chilena.

Salvo muy honrosas excepciones situadas entre las corrientes más progresivas del espectro, la dirigencia político-partidista no ha reparado, o no ha querido reparar aun, en el hecho de que los mecanismos de representación y participación que por más de veinte años han regido la toma de decisiones sobre los asuntos que competen al conjunto de la sociedad chilena y de la nación mapuche están ya agotados, y de que, por lo tanto, es hora de introducir reformas que permitan canalizar las voluntades y legítimas demandas de una ciudadanía que ha venido madurando y que, hasta hoy, no ha tenido expresión en los espacios institucionales establecidos.

Hasta ahora, la participación política de los chilenos se ha visto limitada al ejercicio del voto en procesos electorales cada vez más espurios, farandulizados y carentes de auténticos proyectos e ideas de país, para renovar instituciones que no expresan realmente la complejidad y diversidad de corrientes y fuerzas sociales y culturales presentes en Chile, país, por lo demás, de lobbystas y poderes fácticos de la más diversa calaña, muy dados a secuestrar y a encerrar entre cuatro paredes los debates y las decisiones fundamentales sobre el devenir nacional.

Es por ello que sectores importantes de esa juventud chilena que hoy se encuentra movilizada en las calles, convocando al conjunto de la sociedad a un debate político tan trascendental como lo es el futuro de la educación chilena, o se vienen restando sistemáticamente de participar en las contiendas electorales de los últimos años, o terminan simplemente siendo excluidos: estos últimos son los mismos niños y adolescentes que en calles, escuelas y liceos hoy están demostrando que sí tienen opinión sobre los asuntos nacionales de la mayor trascendencia, algunos a costa de poner en riesgo su salud y hasta sus propias vidas, como es el caso de aquellos 50 estudiantes secundarios sin derecho a voto que hoy cumplen 36 días de huelga de hambre, en medio de la indolencia de las autoridades y muchos de los llamados medios de prensa «independientes», hecho que desde acá denunciamos enérgicamente.

En definitiva, jóvenes estudiantes secundarios y universitarios, ustedes están cuestionando lo que se ha dado en llamar la calidad de la política en Chile pero, al mismo tiempo, diciendo que sí tienen opinión, que es mentira eso de la apatía que supuestamente los caracteriza, y que realmente sí les importa lo político, en tanto mecanismo de construcción de identidades, sueños y proyectos colectivos.

En eso lo que no entiende la mayoría de dirigentes de los partidos de los grandes bloques que han dominado la política institucional durante estas últimas casi tres décadas. Es por ello que, desde el lado del actual gobierno (de esa derecha que está demostrando que de «moderna» no tiene ni un centímetro), las respuestas van: desde la represión bruta y llana, a través de infiltraciones de policías encapuchados, del despliegue de recursos y métodos que, creían algunos, habían quedado desterrados en el pasado o, al menos, en la Frontera , en el sur de Chile; pasando por el matonaje, la provocación, la amenaza, la criminalización de la protesta social, las acusaciones de «intransigentes», de «manga de inútiles subversivos» que buscan el fracaso del actual inquilino de la Moneda ; hasta la oferta de paquetes de medidas aisladas tipo «combo» sin ningún debate o pronunciamiento claro de las autoridades sobre los contenidos de fondo que subyacen en el problema de la educación chilena y que, como también ustedes muy bien dicen, «finalmente reflejan la manera de concebir la sociedad».

En el mejor de los casos, por el otro lado del espectro, se adoptan posturas paternalistas, se los subestima, se los llama a mantener la «cordura» y a sentarse a discutir como ellos saben: entre cuatro paredes y de espaldas a sus bases. Definitivamente, son ellos los que poco y nada entienden sobre lo que está sucediendo, por lo que no sería raro que siguieran empecinados en mantenerse atrincherados en su nula capacidad de diálogo y buscando respuestas por la vía de la represión, la aplicación y/o ampliación de la nefasta Ley Antiterrorista, etc.

En fin, está por verse si Chile – ese «modelo» de país que, como tanto les gusta alardear a sus elites económicas y políticas, presenta altas tasas de crecimiento económico, siendo al mismo tiempo uno de los más desiguales del mundo -, es capaz de distribuir más equitativamente sus riquezas – que las tiene de sobra -, y de entregar a sus hijos una educación pública, digna, gratuita y de calidad, al servicio de un nuevo proyecto de país que ustedes, de algún modo, también han comenzado a esbozar. Ese sería el gran legado de ésta, la suya, a las futuras generaciones de chilenas y chilenos, y es por ello que, en Chile y en la diáspora, estar con ustedes y apoyarlos en esta hora fundamental constituye el mayor imperativo moral y político.

Las agencias de noticias informan sobre el desarrollo de la primera jornada del Paro Nacional de dos días que se ha iniciado en el día de hoy, jornadas históricas que no se veían desde los últimos años de la dictadura y que vienen a coronar el esfuerzo de miles y miles de compatriotas luchadores sociales que por muchos años, con parciales victorias y numerosas derrotas, han tratado de reconstruir voluntariosa y silenciosamente el tejido del campo popular en faenas, servicios, industrias, poblaciones, liceos, escuelas, universidades, campos, ciudades y pueblos. No sabemos a dónde irá a parar todo esto. Es quizá el inicio de un proceso de maduración y articulación del descontento con ribetes insospechados pero, con toda seguridad, no hubiera sido posible sin el empuje y el ejemplo de ustedes que han remecido la conciencia nacional, y han hecho resurgir las simpatías y el entusiasmo de nuestros amigos en América Latina y en el mundo, hacia un Chile que despierta y que empieza lentamente a abrir y a transitar por las grandes alamedas.

Especialmente los 50 estudiantes secundarios en huelga de hambre desde hace 36 días, por cuyas vidas que corren grave peligro demandamos el apoyo y la solidaridad internacional, reciban todos nuevamente el abrazo solidario y de aliento y todo el apoyo de sus compatriotas, desde el primer territorio libre de Nuestra América.

Adelante queridos estudiantes. No aflojen, que todo Chile y los chilenos estamos con ustedes.

Casa Memorial Salvador Allende