Introducción al Manifiesto Poético «La Poesía como Instrumento de la Verdad», elaborada para la Revista digital Critica.cl durante el mes de Diciembre del año 2014. Una contextualización histórica necesaria Una cosa se convierte en su contrario, cuando llega al extremo (Proverbio chino) En nuestro caso, hijos de la dictadura, dicho extremo posee una dimensión […]
Introducción al Manifiesto Poético «La Poesía como Instrumento de la Verdad», elaborada para la Revista digital Critica.cl durante el mes de Diciembre del año 2014.
Una contextualización histórica necesaria
Una cosa se convierte en su contrario,
cuando llega al extremo (Proverbio chino)
En nuestro caso, hijos de la dictadura, dicho extremo posee una dimensión histórica muy precisa: el desarrollo del neoliberalismo, producto tanto del asesinato y la tortura masiva del régimen pinochetista y sus planes económicos y sociales, así como también del avance de los pilares culturales de la expansión mercantil en su fase de decadencia absoluta. El periodo de la hegemonía estética de la tarjeta de crédito, el mall y el programa televisivo de moda, motores de una forma de decadencia cultural e intelectual (inducida) con escasos parangones en la historia de América Latina. Decadencia moral y espiritual reproducida al interior de aquel triángulo siniestro en cuyos vértices se encontraron (y encuentran) el estilo «popular-amigable» de La Cuarta, las campañas comercial-solidarias de la Teletón y el concurso de belleza de Sábado Gigante.
Todo esto acompañado de la exaltación apologética de aquellos tipos sociales que irrumpieron con fuerza a fines de los 80’s: la figura del empresario como símbolo de vitalidad, sofisticación y éxito, o bien la de aquel adolescente noventero del no estoy ni ahí y su rebeldía grunge. Otro ejemplo de estos arquetipos sociales fue, en las llamadas «altas esferas» de la reproducción cultural, la de los «agudos» pensadores post-modernos y artistas conceptuales que masticaron hasta el cansancio las nuevas gomas de mascar producidas en los llamados centros internacionales de producción de conocimiento: los mantras del fin de la historia, la caducidad del horizonte revolucionario y el triunfo de los discursos mínimos. Fue justamente este contexto el que dio impulso, además, a la consagración definitiva de la reacción poética parriana, bendecida en su ascenso por la familia Nixon y el soporte mediático que brindó a su fundador, en el momento preciso, El Mercurio y la Revista Paula.
Es en contra de esta primacía valórica, alimentada por el espejismo de la «pluralidad democrática» neoliberal y su contraparte de salvajismo social y económico post-dictatorial llevado al límite, en contra de la cual nuestro manifiesto poético reacciona, comenzando a transitar en la dirección opuesta. Tal como ya se ha repetido en diversas oportunidades, fuimos parte de un experimento socio-genético como pocos antes en la historia contemporánea, conejillos de india en los laboratorios de las doctrinas de Chicago y victimas del laissez– faire concertacionista. Para nosotros no existió un Neruda, un Víctor Jara o una Violeta Parra, tampoco la música clásica, el teatro o la literatura. ¡Nada! Para nosotros, simplemente, la decadencia infinita y el murmullo ensordecedor de Don Cerdo, la Miss Mundo y esa miríada de tv-héroes juveniles siempre sonrientes: desde los Huevo Fuenzalida de ayer hasta los Karol Dance de hoy. Todos ellos, replicándose en cada generación cual moscas, larvas y gusanos de aquel cuerpo cadavérico en el que convirtieron a la cultura popular, primero a punta de censura dictatorial, y luego gracias a los servicios del brillo hipnótico de las luces del Festival de Viña y sus modelos de virtuosismo ciudadano: esos Vodanovic y Araneda (y sus «damas de compañía») que permanecerán siempre, como trazas químicas de un alimento tóxico, en nuestras almas.
Pero el experimento ha fallado. Quién sabe cómo, hemos sobrevivido. Y hemos comenzado ya a transitar la dirección opuesta, el camino de nuestra venganza caníbal. No somos nuestros padres, no somos nuestros abuelos, en cuyos ojos brillaba todavía la esperanza de un mundo mejor. Nuestra mirada es fría, mecánica, autómata, como la de un lobo agazapado en los matorrales, justo antes de la cacería. Nosotros vamos a construir aquel mundo mejor de nuestros padres sin esperanza. Lo único que nos alienta es el odio y las ansias de devorar, pedazo a pedazo, cada miembro de este sistema cultural construido para esclavizarnos.
Marx afirmó que la burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Pero estos sepultureros no son formados con un molde único. Aquellos son esculpidos por la propia dialéctica histórica. En nuestro caso, estos moldes deben ser buscados en los campos de concentración pinochetista, en la represión y las cárceles de esta democracia para ricos y en la violencia simbólica de un aparato cultural tan opresivo como putrefacto.
Somos así la negación despiadada del presente… Una legión de muertos que se levantan desde las fosas comunes de la dictadura, una horda de engendros nacidos al calor de décadas de show televisivo en directo, un ejército de mutantes producidos en los caldos de cultivo de la depravación y enajenación capitalista en su periodo de exaltación máxima. Somos el producto de una reingeniería social extrema. Y nos hemos despertado, dispuestos a liberarnos. Somos las columnas infernales de la venganza proletaria. ¡Este es nuestro manifiesto!
En nuestros labios la memoria del ataque absoluto,
la ofensiva de las hienas,
las columnas infernales del tiempo venidero
La energía ciega,
el fuego de mil hogueras dictatoriales,
la voz del cisma nuevo
La palabra oscura,
el verso caníbal,
la legitimación poética de la paranoia
El tótem renaciente del programa voraz,
el Fanatismo,
el castigo vendeano
…
Las cadenas cederán
y nos esparciremos como el apocalipsis
David
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– Miguel Fuentes: Relaciones Públicas y Propaganda, Unión de Artistas Militantes Letras para el Combate
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