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Eufemismos colombianos

Fuentes: Rebelión

Cecilia López, Ocampo, Marulanda, Navarro. Foto: Internet El análisis de la contradicción objetiva (unidad y lucha de contrarios) en la cúpula del Poder dominante en Colombia, entre JM Santos y Uribe Vélez, ha sacado a la luz una serie de puntos de vista disímiles, positivos para la evaluación política de la crítica coyuntura actual colombiana. […]

Cecilia López, Ocampo, Marulanda, Navarro. Foto: Internet

El análisis de la contradicción objetiva (unidad y lucha de contrarios) en la cúpula del Poder dominante en Colombia, entre JM Santos y Uribe Vélez, ha sacado a la luz una serie de puntos de vista disímiles, positivos para la evaluación política de la crítica coyuntura actual colombiana.

Por ejemplo, el columnista y político del PDA, Aurelio Suarez Montoya, en una interesante opinión «la doctrina Bush- Uribe vs Obama- Santos» (23.07.2012) analizando los intereses económicos sobre la renta del suelo en Colombia ( latifundismo rentista y agro-minería ) que unen estrechamente en un mismo proyecto neoliberal y trasnacional a los dos gobernantes, pero al mismo tiempo los enfrentan irremediablemente; lleva el hilo analítico hasta la divergencia existente en el bipartidismo estadounidense: … «Se oye con frecuencia que el papel del Partido Republicano en América Latina es -fortalecer la derecha- y que el del Demócrata es -cooptar la Izquierda-. Métodos distintos de abordar el liderazgo que Estados Unidos se atribuye, rutas diversas para el hegemonismo».

Otros aportes destacan la lucha de estilos personales llevados al gobierno, entre la modernidad y la pre-modernidad, entre la razón y la sinrazón, entre el yupi eficientista bien trajeado y el capataz impulsivo con sombrero y zurriago. Hay también toques regionalistas con sus hablados entre el paisa frentero y el cachaco taimado e hipócrita, y como no podía faltar en Colombia la cuestión religiosa, hay quienes explican la contradicción como una lucha entre laicismo y Opus Dei. Tampoco ha faltado la semiótica del poder entre delegación administrativa y la micro gerencia directa; ni la metáfora genética para explicar la unidad inseparable de los dos personajes y su lucha, como un par de siameses con genes distintos. Realmente todo muy interesante y enriquecedor.

En Colombia, por extraña herencia colonial plasmada en la lengua de la dominación, somos dados a crear eufemismos rimbombantes para no incomodar a los poderosos de turno o no descarnar la realidad y hallar la verdad. Por ejemplo, hemos creado y expandido en el idioma castellano con gran aceptación regional, la categoría «afro-descendientes» para llamar a los negros descendientes de los esclavos traídos por los blancos europeos a Nuestra America desde África, y a quienes también se hubiera podido llamar «esclavo-descendientes».

¿Por qué razón y siguiendo con esa lógica colonial explotadora y racista; la oligarquía colombiana no se llama «europeo-descendiente», o los indígenas no se denominan «mitayo-descendientes»? ¿Por qué se insiste en llamar a los proletarios como «gente menos favorecida» y a los oligarcas se les sigue denominando difusamente «elite», o al terrorismo de Estado en Colombia se le sigue venerando como la «democracia más antigua de América»?

Una de tantas explicaciones podría deberse a lo anotado por Suarez Montoya. En Colombia desde hace muchos años, se han aplicado no una sino las dos tácticas de la Hegemonía estadounidense: El fortalecimiento ininterrumpido de la llamada «derecha» y la cooptación indiscriminada y persistente de la cooptación de las capas medias, en especial de la intelectualidad de izquierda al sistema de dominación. No me refiero al sinnúmero de cooptados que la historia colombiana ha aportado al régimen y cuyos nombres son bien conocidos, sino al sistema general de cooptación que describo, uno de cuyos puntos centrales es la neo-lengua creada, aún pendiente de ser analizada con rigor.

Precisamente hoy 09.08. 2012 acaba de realizarse en Medellín una reunión de 35 antiguos (para no llamarlos viejos) políticos, autodenominados «intelectuales colombianos», como la frescura de Mokus, Navarro, Ocampo, Marulanda, Cecilia López, Fajardo, Pedro Medellín, para citar a los más destacados; quienes en lugar de mostrar la espantosa realidad de más de 40 años de ejecución en Colombia, de la ecuación económica «neoliberalismo-guerra de despojo» y que conocen a la perfección; han preferido redactar un bello eufemismo muy ciudadano en forma de manifiesto, con el fin de «recuperar el sentido publico, ético y representativo de la política, hacer frente a la corrupción en el sector público y el privado, a la captura criminal de lo público, al uso de las instituciones del Estado no al servicio del ciudadano sino de la clase política que lo dirige» y de paso, superar la polarización producida por la contradicción (antes citada ) en el bloque de clases dominante representada entre JM santos y Uribe Vélez, «reconciliando, no a dos personas, sino a la política con la ciudadanía colombiana».

Si no se tratara de un eufemismo típico colombiano, en el cual se ve la refundación de otro partido verde y el inicio electorero de otra campaña presidencial, sería realmente algo positivo para el país un desprendimiento así. Pero ¿cuando pensó el hoy alcalde de Bogotá Petro, que al elegir con su voto de «izquierda democrática» al ultra montano procurador del Opus Dei Ordoñez, este le iría a pagar el favor agregándole el sambenito de «mariguanero», al de guerrillero vestido de civil? ¡Gajes de la cooptación!

(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.