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Exilio colombiano y proceso de paz

Fuentes: Rebelión

El exilio es una dolorosa condición que asumen aquellos que se rebelaron contra el orden establecido en su país y que ante la inminencia de atentados graves contra su vida, integridad física, libertad o patrimonio, se ven obligados a buscar refugio en el extranjero. En la práctica más de un «avispado» se hizo pasar por […]

El exilio es una dolorosa condición que asumen aquellos que se rebelaron contra el orden establecido en su país y que ante la inminencia de atentados graves contra su vida, integridad física, libertad o patrimonio, se ven obligados a buscar refugio en el extranjero. En la práctica más de un «avispado» se hizo pasar por tal y no faltan los que sin serlo intentan conseguir la representación de este colectivo.

Marx, el eterno desterrado, murió en Londres; Lenin estuvo en Suiza unos cuantos años; Ho Chi Minh en París un buen tiempo; el ayatolá Khomeini en Irak y en París. La política expulsa y recibe a unos y a otros. El Terrorismo de Estado fue eficaz motor para expulsar a miles en Colombia. A fines de los años noventa y durante la primera década del presente siglo, una ola de exiliados colombianos recorrió el mundo, en este escrito me referiré, muy someramente, a los llegados a Europa.

1.- Exilio colombiano: el dolor de la partida

Aguerridos luchadores populares, valerosos intelectuales, corajudos combatientes, tuvieron que abandonar lo que más querían en su vida: la utopía que les daba razón para existir. Familia, amigos, compañeros, trabajos, quedaron atrás.

2.- Exilio colombiano: asentarse y echar raíces

Llegados en una época en que la abundancia del estado del bienestar era visible, más aún en los países francófonos y anglosajones, hubo tranquilidad y seguridad suficientes para organizar ideas, en algunos casos reagrupar a los seres queridos y hasta resarcir algún quebranto patrimonial. Los años han corrido presurosos: las arrugas, canas, calvicie y kilos de más así lo corroboran. Los hijos, llegados niños o adolescentes, han crecido, sin faltar el que ha sembrado vástagos en Europa.

3.- Exilio colombiano: cualificada participación dentro de la inmigración

Lo que bien sabían hacer allí, organizar al pueblo, igual lo siguieron haciendo en el país de acogida. Un alto porcentaje de asilados jugaron un papel protagónico en las luchas por la defensa de los derechos de los inmigrados.

4.- Exilio colombiano: tímida acogida en los organismos de decisión política del país receptor

Pero el liderazgo obtenido en las luchas a favor de la inmigración no se tradujo en el acceso a puestos clave en el manejo del poder en la sociedad de acogida. Han sido numerosas las funciones retribuidas en ONG´s, como AI, pero su carácter temporal y periférico han limitado ese desempeño. Puntualmente en organizaciones sindicales sí que suele verse algún exiliado y la presencia se hace más notable en ONG´s o asociaciones creadas y dirigidas por los mismos asilados, pero ¿cuántos de ellos han sido elegidos concejales o diputados? ¿cuántos están en los organismos de dirección de los grandes sindicatos o de las macro ong´s como AI o Greenpeace? Máxime cuando son personas de una muy alta preparación: cuando se trata de nóminas los europeos progresistas o de izquierda han sido más cerrados de lo que pensábamos.

5.- Exilio colombiano: divididos a la hora de trabajar por Colombia

Las divisiones en la izquierda, tan comunes en ambos lados del Atlántico, se expresan al interior de los asilados en Europa, pero elevadas a la quinta potencia. Mezcla de contradicciones programáticas, pero a veces más por la realidad de estar subyugados por la sociedad de acogida que a su vez genera enormes problemas subjetivos, los exiliados colombianos han creado una red de amistades y animadversiones casi patológicas. Si allá va fulano, yo no voy; si eso lo organiza perencejo, menos que asisto. El resultado ha sido que la incidencia política, tanto en la sociedad de acogida como respecto a Colombia, ha sido menor y por supuesto excelente argumento para que se nos cierren puertas: ¿no ve como pelean los colombianos?

6.- Exilio colombiano: funcional al poder del capital

Sea por la lejanía, sea por la influencia de ideologías mal entendidas como la de los derechos humanos (que de herramienta para la resistencia y el logro de la dignidad humana a veces pareciera una nueva religión con sacerdotes incluidos), sea porque hay que conseguir de qué comer, el caso es que ha ido tomando cuerpo un discurso contra las organizaciones insurgentes por parte de un sector del exilio colombiano sin importar la corriente política de origen.

Han hecho suyos argumentos de la más rancia derecha colombiana y han incorporado otros, entremezclados con un discurso de defensa de los movimientos sociales, absolutamente nocivos y perversos de cara a una auténtica reconciliación entre los colombianos. A ello han contribuido no pocas ong´s europeas: ¿desinformación o interés? Ya se verá.

He aquí sus principales planteamientos:

a.- Todos los actores del conflicto armado son iguales porque violan los derechos humanos. Con esto pretenden deslegitimar el accionar insurgente, el supremo derecho a la rebelión, pues parten de una resistencia armada ideal, que no ha existido sino en sus mentes. Desconocen que los derechos fundamentales permanentemente entran en colisión y que la preponderancia de determinado derecho sobre otro se asume a partir de la magnitud del daño que los derechos en contradicción generan. En 1990 la guerrilla robó al paramilitar Fidel Castaños 42 reses y «ajustició» al mayordomo de la finca. Como acto de retaliación los paramilitares fueron a Pueblobello, Antioquia, y desparecieron y posteriormente asesinaron a 43 pobladores. ¿Es lo mismo 42 reses y la vida de un mayordomo que 43 vidas de los pobladores de la región? ¿Es lo mismo el trauma vivido por personas secuestradas cercanas al narcotráfico que la tragedia padecida por comunidades como la de Trujillo, Valle del Cauca, en la que asesinaron a 300 personas, muchas de ellas decapitadas?

No por eso hay que ser acríticos con la insurgencia. Errores han cometido, y muchos. En sus filas han militado verdaderos delincuentes, eso sin contar el papel de los infiltrados, por no hablar de sus errores políticos, pero de ahí a considerarlos como igual a los paramilitares jamás. Pero en Colombia se convirtió en verdad oficial y cuestionarla costaba la vida. En Europa esta verdad oficial, matizada con un discurso progresista o de izquierda, abre las puertas a generosos convenios o contratos.

b.- La verdad de los crímenes de lesa humanidad de la guerrilla que por su naturaleza no prescriben, habrá de hacerse pública y judicializarse ante los tribunales nacionales o internacionales. En un proceso de paz toda la verdad, de todos los actores, habrá de saberse, de acuerdo. Será interesante cuando se indague sobre la autoría intelectual y sobre los beneficiarios de los crímenes de guerra y de lesa humanidad entre la «pulcra» élite colombiana.

Pero veamos en «vivo» esta argumentación en una entidad como la Coordinadora Valenciana de Solidaridad con Colombia que recoge a varias ong´s y hasta un sindicato. En Pronunciamiento hecho por ellos el 1 de diciembre de 2012 sostienen que:

«Reconocemos y repudiamos también los crímenes cometidos por la guerrilla contra la población civil, que no pueden ser ocultados con la calificación de acciones de guerra. Es necesario que la paz se construya desde la verdad de lo sucedido, que los culpables de los crímenes de lesa humanidad sean sometidos a la justicia…»

De este razonamiento se desprende una pregunta: ¿cuáles son las acciones contra la población civil que no son crímenes de guerra sino que son crímenes de lesa humanidad? No responden. De momento Eduardo Montealegre, Fiscal General de la Nación colombiano, en declaraciones hechas el 9 de abril de 2013, sostuvo que «»Estoy de acuerdo con que las FARC puedan llegar al Congreso, además porque en este momento no existe ninguna condena contra un miembro del secretariado por delitos de lesa humanidad»». Tres días después amplió su opinión, así lo registró la prensa: «Montealegre aseguró que la ausencia de condenas contra guerrilleros de las Farc por delitos de lesa humanidad facilitaría que recibieran beneficios en el marco para la paz. El funcionario aclaró que delitos de tomas y secuestros son infracciones al Derecho Internacional Humanitario, pero no son considerados de lesa humanidad. Igualmente, señaló que frente al delito de reclutamiento de menores solo hay un antecedente internacional en el caso de Sierra Leona por tratarse de una política sistematizada contra los menores.»

¿Cuál es el afán en reconocer y repudiar hechos que si existieran no han sido judicializados por el Estado en Colombia? ¿Será que el Estado colombiano con toda su maquinaria de guerra, más los poderes públicos, permiten impunidad de la guerrilla? Da como para pensar…

c.- El pueblo colombiano está cansado de la guerra. Si eso lo dicen los campesinos de una zona guerrillera en la que los bombardeos, las requisas, la arbitrariedad, los asesinatos selectivos y las masacres son el pan de cada día, sí. ¿Y los crímenes de la paz? La «paz» produce muertos en los hospitales a pesar de que esas personas en vida pagaron su seguro privado y no fueron atendidos por ser enfermos no rentables, la «paz» produce que los obreros sean explotados sin consideración y sus dirigentes asesinados, la «paz» produce que comunidades sean masacradas para desalojarlas y construir en su territorio un megaproyecto.

Ahora, ¿qué es la guerra? La confrontación violenta de dos bandos. Un bando ha sido el agresor, ha practicado sistemáticamente el Terrorismo de Estado contra su propio pueblo y el otro ha tenido que defenderse haciendo uso del supremo derecho a la rebelión. Al rechazar la guerra en abstracto, rechazamos a los dos bandos, negamos la legitimidad del pueblo en armas.

Para mejor ilustración están las conclusiones del «Encuentro Estatal para la Paz en Colombia», celebrado en Madrid el 12 y 12 de abril de 2013. «Las organizaciones de la sociedad civil que nos encontramos fuera de Colombia nos reconocemos como sujeto político constructor de la paz y seguiremos desarrollando tres capacidades: propositiva, autonomía frente al gobierno y las insurgencias, desobediencia civil frente a la guerra.» [subrayado por el autor]

En este documento se hacen nueve menciones a la guerra en abstracto y tan solo una, al final de un párrafo, al «terrorismo de estado». ¿Cómo materializar la «desobediencia civil frente al Estado como actor en la guerra»? ¿Te niegas a pagar el IVA o los impuestos directos? ¿Podrá una desobediencia civil, en estos momentos, evitar el flujo de millones de dólares en ayuda militar extranjera al Estado colombiano? Esta «desobediencia civil» es una consigna hueca respecto al Estado, pero altamente nociva para la insurgencia, pues sus apoyos materiales sí dependen de la voluntad de los colombianos.

El pueblo está cansado pero del Terrorismo de Estado, del yugo inmisericorde del capital, de la impotencia que produce que los muertos siempre los ponen los mismos. Afirmar que el «pueblo colombiano está cansado de la guerra» es dar cabida a la idea de que está cansado de la insurgencia y no es así. Habrá sectores que por respetables razones no compartan su existencia y otros que por ignorancia repiten el discurso oficial, pero hay un sector considerable del pueblo que apoya a la guerrilla, y si no, ¿cómo se mantiene ésta?

d.- Los actores que negocian en La Habana no me representan. Está claro que los negociadores del gobierno representan los intereses de la gran burguesía, las multinacionales y las fuerzas armadas. Pero, ¿y los de la FARC? Desde el punto de vista programático esta organización intenta incluir a todos los sectores populares, pero ellos desde siempre han solicitado la presencia del pueblo en las negociaciones, jamás han querido tomar la vocería de grupos o reivindicaciones sociales específicas entre otras cosas porque ni siquiera las conocen al detalle. Es el Estado el que no quiere más interlocutores en la Mesa de negociación. Entonces, ¿cómo decir que la insurgencia no me representa cuando es ella la que está abogando para que el pueblo tenga un puesto en la Mesa?

Las conclusiones salidas del Foro Social Agrario ocurrido en Bogotá en diciembre pasado, propuesto desde La Habana y auspiciado por Naciones Unidas y la Universidad Nacional y con la participación de centenares de organizaciones campesinas, académicos, etc., ¿no representan a los que dicen «los de La Habana no me representan», sabiendo que fue por ellos que se pudo llegar a tan sabias recomendaciones?

e.- La línea divisoria entre los inmigrantes económicos y los exiliados cada vez es más tenue pues los primeros tuvieron que salir por el conflicto social (desigualdad en el reparto de la riqueza) y los segundos porque se rebelaron, pero ambos derivan del mismo árbol. Esta percepción desconoce la toma de partido que los grupos o los individuos toman respecto a la lucha de clases. El inmigrante económico que perdió su empleo por las reformas neoliberales y emigró a una sociedad próspera, se alineó con la derecha. Participó muy poco en la lucha por sus derechos, pues como había tanto trabajo, ¿para qué perder tiempo luchando por papeles? Votaron por Uribe porque «ya no me atracan en el centro de la ciudad». Eran magnates por un mes cuando iban de paseo a «la tierrita». Eso sin contar el no poco número que se dedicaron al negocio de «la escayola» (cocaína) y casi siempre tomaron partido por los paramilitares.

Que ese colectivo, ahora caído en desgracia por la crisis, sobre todo en España, tenga intereses comunes con los exiliados, es distorsionar la realidad. La prueba es simple, ¿cuántos asisten a los eventos sobre la situación colombiana? Pero, ¿cuántos asisten a la fiesta del 20 de julio o a cualquier acto donde halla comida y música? Todos conocemos la respuesta.

f.- Los paramilitares llegados a Europa, fruto de convenios amparados por la «Ley de justicia y paz», entre otros, tienen derecho a organizarse y en un «ambiente de reconciliación» podemos trabajar con ellos. Una cosa es construir un nuevo contrato social en Colombia después de un proceso social que incluya verdad, justicia, reparación y no repetición y otra cosa es, en estos momentos en que la guerra sigue inclemente y dirigentes populares siguen cayendo a diario, que nosotros resultemos de la mano con los sicarios y mercenarios que ayer fueron nuestros verdugos, los cuales, además, salieron impunes luego de asesinar y descuartizar a miles de colombianos y que hoy con «rostro taciturno vagan sin empleo por las calles». Una cosa es tener un corazón abierto y otra ser idiota y «abrírselo en Europa» a quienes no vacilarán en hacer lo que sea por dinero, con el consabido argumento de «parcero (amigo), todo por la cucha (madre)».

7.- Conclusión

La forma como viven los exiliados constituye la base de cómo piensan y actúan políticamente. Los que tienen un buen empleo, los que reciben un buen o regular subsidio o prestación social, los que se buscan la vida a punta de proyectos en alguna ong, los que se ganan el día a día a base de «remiendos, marañas o chapuzas», todos ellos generan «otra clasificación»: los activistas incansables, los que definitivamente no quieren volver, los que quieren volver pero no pueden porque su vida aún corre peligro o porque allá no encontrarían trabajo o porque su salud se los impide, los que ya ni asisten a reunión alguna, los que esperan pacientes la pensión no contributiva y su contacto con el mundo es por computador, todos ellos tiene algo en común: hemos perdido la noción de lo que pasa en Colombia.

Nos extendemos pidiendo participación en La Habana, que los cinco millones de la diáspora colombiana, que debemos ser indemnizados, que garantías para el retorno. Bien, de acuerdo, pero ¿nos hemos puesto a pensar cómo nos ven los colombianos? ¿acaso no nos percibirán como los que vivimos cómodos en Europa, disfrutando, de momento, de un buen sistema sanitario, de un cúmulo de ayudas que impide que nos muramos de hambre, mientras el pueblo colombiano sigue luchando?

Muchos no han podido salir, se han tenido que quedar y enfrentar al capitalismo real, al del tercer mundo, al de los asesinatos selectivos, las masacres y desplazamientos forzados, ¿creemos que el pueblo colombiano nos tiene en su memoria cotidiana? No quiero desmeritar los muy valiosos esfuerzos que se hacen en Europa de cara a la opinión pública y de algo sirven, por ejemplo para impedir que Álvaro Uribe enseñara en la Universidad de Metz en Francia, para hacer denuncias en Bruselas, en Ginebra, en todos los pueblos y ciudades donde tenemos asiento, pero ¿se han parado los TLC? ¿Las fábricas de armas europeas han desabastecido al Estado o a los paramilitares? ¿Las multinacionales europeas han cesado su papel depredador en Nuestra América?

Este sombrío panorama es ante todo un llamado de atención para que nos ubiquemos en nuestro real aporte al cambio en Colombia.

Lo primero que debemos hacer los exiliados es reconocernos en nuestra derrota, da igual que seamos intelectuales prolíficos y nuestros libros y artículos se publiquen profusamente, que se tenga un puesto en el sindicato X, en la ong Y, o en la Administración Z, o que tengamos una prestación social que nos permite vivir sin sobresaltos o que estemos viviendo de milagro.

Da igual que hayamos tenido un pasado glorioso como para merecer un busto o el nombre de una avenida, nuestra hora se pierde aceleradamente si no conectamos directamente con las luchas en Colombia. Vamos perdiendo reflejos, la objetividad se nos extravía y el temor a morir nos hace viejos. Somos la retaguardia que le sirve a los luchadores colombianos cuando vienen a Europa, los recibimos en nuestras casas, les organizamos eventos a los que no asisten más de 50 personas y así llevamos años y ahí nos hemos quedado.

Estas sociedades europeas nos escuchan, se enteran de viva voz de lo que allí ocurre, eso tiene un costo, y lo pagan, pero a la larga este continente pasa por una de sus peores crisis en la historia y por defender la posibilidad de llenar los tanques de sus automóviles apoyaron la invasión de la OTAN a Libia, un país soberano, «es que Kadafi era un tirano»; y no hay mucha protesta por lo que la Alianza Atlántica hace en Siria; y es que a esos fundamentalistas afganos hay que pararlos, «¿no ve cómo tratan a las mujeres?»

¿Recordarán los europeos cómo se lucha, cómo se conspira? ¿Nos verán como iguales a la hora de escuchar nuestras experiencias aprendidas en la lucha contra el capitalismo real, el cual les permite tener «derechos, libertades y neveras llenas de momento»? O seguiremos siendo vistos como personajes exóticos, que vienen del nuevo mundo, y cuyo deterioro físico, político y espiritual se hace evidente a cada día que pasa.

¿Somos revolucionarios colombianos? ¿Somos revolucionarios europeos? ¿Seremos capaces de construir una sola voz frente a Colombia, frente a Europa, frente a nosotros mismos?

NOTAS:

http://www.derechos.org/nizkor/corru/doc/tangueros.html
http://memoriaydignidad.org/memoriaydignidad/index.php/casos-emblematicos/141-masacres-1980-a-2010/642-masacre-de-trujillo
Este documento denominado «Pronunciamiento de la Coordinación Valenciana de Solidaridad con Colombia sobre el Proceso de Paz» ha sido divulgado por Internet a nivel de correos personales pero no lo he encontrado en alguna página web.
http://www.finanzas.com/noticias/colombia/20130409/dirigentes-farc-podrian-participar-2271780.html
http://www.eltiempo.com/justicia/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12738944.html
Encuentro Estatal para la Paz en Colombia, celebrado en Madrid el 12 y 12 de abril de 2013, pg. 7
http://www.telesurtv.net/articulos/2012/12/19/en-colombia-finaliza-foro-sobre-sector-agrario-enmarcado-en-dialogos-de-paz-2998.html


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.