Todos los hermanos queridos de la poesía y la canción reflexiva, del «combate por la vida» estamos aún consternados, abismados, incrédulos ante tanta barbarie posmoderna o del nuevo paradigma que inventarán para definir nuestro contexto social. Nos dolió y nos sigue doliendo en el alma y los sueños, lo acontecido a nuestro maestro de luz, […]
Todos los hermanos queridos de la poesía y la canción reflexiva, del «combate por la vida» estamos aún consternados, abismados, incrédulos ante tanta barbarie posmoderna o del nuevo paradigma que inventarán para definir nuestro contexto social. Nos dolió y nos sigue doliendo en el alma y los sueños, lo acontecido a nuestro maestro de luz, canciones y esperanza, Facundo Cabral.
Valoramos los poemas y escritos de dolor y nos sumamos a esa tarea concientizadora ineludible, a la labor cotidiana de sensibilizar, de sembrar la ternura. Personalmente, me doy cuenta que nuestros esfuerzos culturales son grandes, pero reducidos a lo mínimo ante el mar de maldad y sombras que habita en unos cuantos seres, y con todo respeto, no humanos.
Los latinoamericanos sabemos de sobra que la frustración y la impotencia no nos dan el aliento necesario o preciso ante la crueldad, justo cuando la desventura trasciende y pretende borrar con violencia infame, la contundencia y coherencia de una vida que obviamente será inextiguible, porque su herencia es inconmesurable. La voz cantora de Facundo Cabral nunca se apagará. Ayer, hoy y mañana, ha sido, es y será bandera orgánica, para la lucha por la paz.
Elevamos nuestras voces y palabras de acompañamiento a la comunidad mundial ante esta tragedia que nos llama a seguir bregando por la esperanza, para que esta no se nos quiebre y extraviemos el camino. Somos la misma energía y esa nos envuelve para continuar como bloque de amor unido contra balas, metrallas, filibusteros, tramposos históricos, asesinos de sueños y seres miserables que lamentablemente tienen la dicha de respirar el aire que otros pudieran aprovechar mejor y en armonía perfecta.
Debemos evitar ciertamente, que sigan muriendo físicamente más Facundos, más cantores, más Víctor Jara, más Benjo Cruz, más Jorge Cafrune, más campesinos, más estudiantes, más trabajadores, más niños en Libia, Pakistán, Afganistán, más hermanos en Palestina y tantos países invadidos y asediados por los imperios que en su decadencia, no asumen su muerte y tampoco se dedican a la vida de sus congéneres en sus naturales geografías.
Un abrazo fuerte, respetuoso, silencioso, para sobrellevar y mitigar el dolor de todos sus familiares, que no están solo en Argentina, sino en toda Latinoamérica y el mundo; porque a fin de cuentas, todos quienes creemos y luchamos por el amor, la paz, la justicia y la igualdad, desde la poesía y las canciones, somos familia de Facundo, el gran trovador y decidor del sur nuestro.
Facundo Cabral, es voz inextinguible que ningunos esbirros de armas y drogas podrán callar jamás. Cabral fue, es y será la LUZ, ellos: la nada, las tinieblas.
«Ni colorín, ni colorado,
el canto no se ha acabado» M. Benedetti
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