«Lo ocurrido en la madrugada del 22 de septiembre en las selvas de La Macarena no fue un combate, sino un vil asesinato, una masacre ejecutada a mansalva y sobre seguro por un Estado terrorista subordinado a los dictados de Washington. Contra el comandante Jorge Briceño, del Secretariado de las FARC, fue concentrado todo el […]
«Lo ocurrido en la madrugada del 22 de septiembre en las selvas de La Macarena no fue un combate, sino un vil asesinato, una masacre ejecutada a mansalva y sobre seguro por un Estado terrorista subordinado a los dictados de Washington. Contra el comandante Jorge Briceño, del Secretariado de las FARC, fue concentrado todo el fuego y todo el odio de una casta dominante criminal, de ultraderecha, que por décadas ha ensangrentado y empobrecido al país.
En estos términos ha calificado el Secretariado del Estado Mayor de las FARC-EP lo que el Gobierno guerrerista de Juan Manuel Santos pretende presentar al país y al mundo como una victoria militar y el tantas veces anunciado «principio del fin» de la guerrilla en Colombia.
En un comunicado fechado el 8 de octubre y difundido en la Agencia de Noticias Nueva Colombia (ANNCOL), la comandancia de las FARC reivindica la figura del comandante Jorge Briceño, más conocido por su seudónimo de juventud «Mono Jojoy», a quien la propaganda de guerra, monocorde en todos los mass media colombianos, ha venido presentando como el mismo diablo reencarnado.
«Ningún jefe insurgente de Nuestra América había sido atacado con tanta saña. 50 bombas inteligentes made in USA que demolieron y arrasaron su puesto de mando, no fueron suficientes para saciar el odio de las oligarquías. Verificada la muerte del comandante, el gobierno desencadenó, desde todos los flancos, el más infame ataque mediático, con el propósito quimérico de aniquilar también su imagen y su ejemplo de dignidad. No se trataba sólo de matar a la persona, sino al sueño de esa inmensa muchedumbre de humildes que creen en el proyecto político libertario de las FARC-EP. Sangre y fuego, tierra arrasada, terrorismo de Estado, ha sido la práctica constante del régimen para defender los intereses de las trasnacionales, la bolsa y el poder de una oligarquía apátrida y arrodillada ante los gringos».
La comandancia guerrillera recuerda en su comunicado el papel de Briceño «al frente de la liberación unilateral de más 300 prisioneros de guerra capturados en las campañas militares del Bloque Oriental. «Los respeto -les decía Jorge-, porque se rindieron en combate; ojo con lo que van a decir a la prensa, incluso si son opiniones favorables a nosotros, porque eso los puede perjudicar».
Reproducimos a continuación el contenido íntegro del comunicado:
Una muerte gloriosa triunfa sobre el tiempo
y prolonga la sublime existencia
hasta la más remota posteridad. SIMÓN BOLÍVAR
Treinta aviones y veintisiete helicópteros, siete toneladas de explosivo tritonal y la tecnología militar de punta del South Command estadounidense y del Mossad israelí, el uso desproporcionado de la fuerza y la violencia terrorista del Estado, todos, contra un hombre en su cuartel de la montaña, que no era un hombre, sino un pueblo.
Lo ocurrido en la madrugada del 22 de septiembre en las selvas de La Macarena no fue un combate, sino un vil asesinato, una masacre ejecutada a mansalva y sobre seguro por un Estado terrorista subordinado a los dictados de Washington. Contra el comandante Jorge Briceño, del Secretariado de las FARC, fue concentrado todo el fuego y todo el odio de una casta dominante criminal, de ultraderecha, que por décadas ha ensangrentado y empobrecido al país.
Era Jorge un símbolo telúrico, potente, de la rebeldía y la esperanza del pueblo llano de Colombia, salido de la escuela de guerra de guerrillas móviles del legendario Manuel Marulanda Vélez. Era un ser excepcionalmente humano, y por ello, amado por la gente y por la tropa guerrillera. En tiempos de la zona de distensión y de los diálogos de paz, cuando aparecía de vez en cuando en la población de La Macarena, un enjambre de niños descalzos y descamisados, bulliciosos, lo seguía por las polvorientas calles, y él, feliz, dejaba que le quitaran la boina y que saltaran en su corazón, como en la canción Jojoy del cantautor Julián. Era un imán en traje de fatiga arrastrando pueblo a su paso, fundiéndose con sus sueños. Campesinos, obreros, desempleados, alcaldes, curas, académicos, sindicalistas, maestros, estudiantes, afro descendientes, amas de casa, escuchaban la magia torrencial de sus palabras que aludían a un sueño llamado Nueva Colombia, Patria Grande y Socialismo.
Era un duro, sí, pero aprisionado por una gran ternura. Recio con el enemigo, afectuoso con su pueblo. No faltaba en su mochila de campaña el Diario del Che. Bebía con avidez el pensamiento de Guevara, y del guerrillero heroico había aprendido a endurecer, sin perder la ternura jamás. Era un guerrero enamorado del fulgurante amor de los héroes por la libertad y la justicia.
Había Ingresado a la guerrilla de las FARC en 1968. Eran los tiempos feroces de la represión y la exclusión brutal del Frente Nacional bipartidista y oligárquico, que pretendió criminalizar el derecho de los pueblos a la opción política. Empuñando la bandera comunista, siempre al lado de Manuel y de Jacobo, se forjó como guerrero en las vicisitudes de la guerra justa contra la opresión.
Lo de «Mono» por lo catire o de cabello claro, rubio, o huero. Lo de «Jojoy», por una muletilla de juventud. Así, el joven «Mono Jojoy» trasegó con su fusil y su política al hombro, las tres cordilleras andinas de la arriscada geografía colombiana.
Su primera revolución triunfante, fue la librada consigo mismo. Implacable con sus lastres humanos, poco a poco, doblegándolos a pulso, fue levantando hacia el cielo la gran mole de su arquitectura política y guerrera, de hombre nuevo. Su pasión por la libertad y ese anhelo de dignidad para todos que abrazaba su corazón, fue el arpegio más sonoro de su fibra humana.
La figura de Jorge continúa su incesante crecimiento en las selvas inmensas del Caguán, en sus puertos fluviales de amarillento caudal, hasta alcanzar la inusitada dimensión de la leyenda. Incansable constructor de partido y de milicias populares, agitador de la Unión Patriótica como alternativa política, impulsor entre la población de la sustitución de cultivos de coca por siembras de caucho y cacao. Consciente de la importancia de la propaganda revolucionaria instaló, por primera vez, una impresora offset montaña adentro. En Remolinos y en Santo Domingo es el hombre de la logística, de los uniformes, de las armas, de las finanzas. Formador de cuadros, llamaba a los cadetes egresados de la Escuela Nacional, para tomar de ellos, aún frescos, los nuevos conocimientos y técnicas aprendidas. Nunca percibió sombras en los que podían saber más que él; por el contrario, los acogió con admiración, y aprendió de ellos. Era un insaciable fagocitando luces.
Luego el guerrero irrumpe en los Llanos indómitos y bravíos, que tienen la extensión de medio país y una rica historia de rebeldía contra el centro del poder. Allí inscribió su nombre en moldes dorados de la mano de Marulanda y sus compañeros, como destacado estratega militar y político, como luchador en la primera línea de fuego y en la conducción del avance de las huestes guerrilleras hacia la capital. Realmente el poder de Jorge, su liderazgo avasallante, cautivador, se fundaba en la dirección colectiva y en el gran amor que le profesaban los guerrilleros y el pueblo.
Ningún jefe insurgente de Nuestra América había sido atacado con tanta saña. 50 bombas inteligentes made in USA que demolieron y arrasaron su puesto de mando, no fueron suficientes para saciar el odio de las oligarquías. Verificada la muerte del comandante, el gobierno desencadenó, desde todos los flancos, el más infame ataque mediático, con el propósito quimérico de aniquilar también su imagen y su ejemplo de dignidad. No se trataba sólo de matar a la persona, sino al sueño de esa inmensa muchedumbre de humildes que creen en el proyecto político libertario de las FARC-EP. Sangre y fuego, tierra arrasada, terrorismo de Estado, ha sido la práctica constante del régimen para defender los intereses de las trasnacionales, la bolsa y el poder de una oligarquía apátrida y arrodillada a los gringos.
Frente a la barbarie del Estado, ni una sola palabra de la acuciosa Katerine Aston de la Unión Europea, ni de aquellos que siempre están condenando nuestros modestos medios de resistencia. No lo necesitamos; el poder moral de las FARC es inexpugnable. Bien sabemos que por boca de ellos habla la iniquidad de los imperios.
El comandante Jorge encarnaba los más profundos sentimientos altruistas de las FARC, en la lucha y resistencia de los pueblos contra el terrorismo de Estado. Como es de conocimiento, los Estados terroristas, como el de Colombia, buscan siempre proyectar su propia condición sobre quienes los adversan. Por eso, el presidente Santos, ladrando desde Nueva York, muy cerca de su amo, desesperado por deslegitimar la lucha de los pueblos por la justicia, tergiversa la realidad del conflicto interno de Colombia, pretendiendo vanamente satanizar el alzamiento armado, al referirse a Jorge como símbolo del terror y la violencia.
¿Qué más se puede esperar de personajes tan siniestros? Hace poco, oficiando como ministro de defensa y de los «falsos positivos», Juan Manuel Santos se solazaba con los cadáveres de guerrilleros abatidos en los Montes de María. Ahora, el actual jefe de esa cartera, señor Rodrigo Rivera, se conduele más por la muerte de la perra Sasha, que por los centenares de soldados muertos y heridos en el campo de batalla de La Macarena.
La fementida «Sodoma», nombre de la operación que segó la vida de los nuestros, no es otra cosa que el mismo Estado colombiano en su bancarrota moral. La «madriguera» del verdadero monstruo terrorista es el Palacio de Nariño, sede del gobierno de Bogotá. Desde allí se ha planificado el desastre humanitario que padece la patria. Desde ese mismo antro, los cerebros de la seguridad democrática, tan celebrada por el presidente Santos, ordenaron las masacres contra la población inerme, las ejecuciones extrajudiciales («falsos positivos»), las fosas comunes, las detenciones masivas, las desapariciones y desplazamientos forzados, y tantos otros abominables crímenes de lesa humanidad.
A los que hoy desde el gobierno, ebrios de triunfalismo nos conminan a la rendición, les respondemos con las mismas palabras que el comandante Jorge Briceño le dirigiera al general Padilla en enero de 2010, en respuesta a una exigencia similar:
«…Que poco nos conoce usted señor Padilla de León: con toda sinceridad, sin odios ni resentimientos y con el respeto que todo revolucionario profesa por sus adversarios, le respondo: No, muchas gracias, general»
En las FARC no tenemos alma de traidores, sino de patriotas y de revolucionarios.
Hemos luchado y continuaremos haciéndolo, con valor, entrega y sacrificio por derrocar este régimen podrido de las oligarquías y construir otro orden social, o por alcanzar acuerdos que ayuden a construir una patria en donde quepamos todos.
Jamás hemos proclamado el principio de la guerra por la guerra, ni asumido esta lucha como algo personal, ya que nuestros objetivos son los de lograr cambios profundos en la estructura social de Colombia, que por fin tengan en cuenta los intereses de las mayorías nacionales y de los sectores populares y que conduzcan al desmonte del actual régimen político criminal, oligárquico, corrupto, excluyente e injusto, como está consignado en nuestra Plataforma Bolivariana por la Nueva Colombia.
Con la honestidad que corresponde a nuestro compromiso con el cambio social y la lealtad que le debemos a nuestro pueblo, le aseguramos, que no vamos a desistir después de más de 40 años de lucha, ni a aceptar una falsa paz. No traicionaremos los sueños de justicia de la Colombia que clama por la paz con justicia social, ni la memoria de los miles de muertos, ni a las víctimas de las innumerables tragedias que ha ocasionado esta cruenta guerra, declarada por la oligarquía al pueblo desde hace más de 50 años.
Colombia necesita encontrar los caminos que conduzcan a poner fin a esta guerra entre hermanos, senderos de reconciliación que nos lleven a Acuerdos de Paz. Pero no será a través de una paz falsa donde una minoría oligárquica continúa acaparando todas las riquezas, a tiempo que las grandes mayorías nacionales quedan aplastadas por el peso de la pobreza, el terror militarista, la miseria y la degradación moral de una clase dirigente corrupta hasta los tuétanos, el camino más seguro para alcanzar la reconstrucción de la patria y la reconciliación de los colombianos.
Una paz entendida como rendición o entrega es una fantasía de la oligarquía y solo sería un crimen de lesa traición al pueblo y a sus históricos anhelos por alcanzar, al fin, la justicia social para todos.
Acuerdos de paz sí, pero, el punto cardinal es: ¿con o sin cambios estructurales en lo político y social?
¿Más Democracia o más autoritarismo y más represión y arrodillamiento al imperio?
Lo invitamos a reflexionar sobre estas serenas palabras plenas de sensatez y actualidad, contenidas en el mensaje que dirigió el comandante Manuel Marulanda Vélez a los miembros de las Fuerzas Militares:
«El futuro de Colombia no puede ser el de guerra indefinida, ni el de expoliación de las riquezas de la patria, ni puede continuar la vergonzosa entrega de nuestra soberanía a la voracidad de las políticas imperiales del gobierno de los Estados Unidos; nosotros estamos en mora de sentarnos a conversar en serio para dirimir nuestras diferencias, mediante el intercambio civilizado de opiniones hacia la solución definitiva de las causas políticas, económicas y sociales generadoras del conflicto interno, para bien de las futuras generaciones de compatriotas «…
Para algunos analistas mercenarios, que posan de sabiondos del conflicto, el golpe de la Macarena «deja a las FARC descabezadas sin posibilidades de recomposición». El agente de la CIA, Alfredo Rangel, cree que las FARC quedaron «huérfanas» y heridas en su moral, ad portas del abandono de la lucha armada… Se equivocan. Como siempre, parecieran caminar con los ojos vendados por los precipicios de la realidad. Se niegan a entender que somos una dirección colectiva, un cuerpo colegiado de conducción política y militar en todos los niveles de su estructura de mando. No atisban en la niebla de un análisis parcializado, motivado por las fantasías, el poder de la cohesión que siempre ha distinguido al Estado Mayor Central de las FARC y su Secretariado. Previendo que la lucha revolucionaria es hasta las últimas consecuencias, todas las instancias de mando de las FARC funcionan con suplencias para llenar oportunamente las vacantes ocasionadas por la confrontación o cualquier otro motivo. Por eso el comandante Pastor Alape, ante la desaparición de Jorge, pasó a ser miembro principal del Secretariado, mientras al Bloque Comandante Jorge Briceño se le ha dado la posibilidad de reestructurase, designando de su seno a un nuevo suplente.
No somos soldados bisoños que se dejan apabullar en el rumbo incierto de una batalla. Nuestra guerra es por la paz, la Nueva Colombia, la patria Grande y el Socialismo, en la forma de un nuevo poder. En el guerrillero fariano hay conciencia y lealtad a la causa, y estará siempre, ávido de lucha y de victorias. Como decía el Jorge unos días antes de su partida: «nosotros hacemos parte de la lucha popular y el pueblo es invencible».
La caída del gran guerrillero revivió en el presidente Santos el desvarío del fin del fin de la guerrilla, de la proximidad de una derrota de la insurgencia, que nunca llegará, y que viene siendo pregonada desde 1964 para justificar la obsesión militarista de un sector de la oligarquía, por temor, por físico miedo, a una solución política que demanda el fin de sus privilegios. No se dan cuenta que al cerrar las puertas del diálogo y la solución política están abriendo las puertas de la revolución. Es lo mismo que dijo Fidel en su más reciente reflexión: muy al contrario de lo que afirma el gobierno colombiano, el asesinato del comandante Jorge… acelerará el proceso revolucionario en Colombia.
Lo decimos sin aspavientos, pero con radicalidad: si Santos quiere venir por nosotros, que venga, pero que venga en persona sin utilizar carne de cañón que es pueblo uniformado. La arrogancia y el tono de ultimátum de Santos tienen como fondo las órdenes en inglés, que los guerrilleros que siguen las comunicaciones de la fuerza pública, captan en los grandes operativos.
Hacemos nuestras para este momento de coraje las reflexiones de Julius Fucik al pie del patíbulo: «Cuando la lucha es a muerte;/ el fiel resiste;/ el indeciso renuncia;/ el cobarde traiciona…,/ el burgués se desespera,/ y el héroe combate».
Viendo la ignominia de algunos reporteruchos y gacetilleros de la gran prensa, encarnizados frente al cadáver del líder guerrillero, aullando sus denuestos, es deber moral deplorar la bajeza ética de quienes pretenden inducir la opinión nacional a favor del guerrerismo y del terrorismo de Estado.
Esa maquinaria de la desinformación se ha dedicado a la satanización de la guerrilla y a la santificación del gobierno. En sus espacios silencian la voz del pueblo y sólo dan la palabra a expertos estipendiados por la CIA y el capital financiero, que encubren y justifican los más fétidos crímenes de lesa humanidad consumados por el Estado.
De manera repetitiva y en horario estelar, durante 15 minutos, los noticieros de televisión, mostraron las imágenes del devastador bombardeo con el claro propósito de legitimar el terrorismo institucional, provocar el aplauso a los criminales, concitar el apoyo de la población a la política guerrerista del Estado y uniformar al país con la visión del conflicto de la derecha neoliberal.
No son héroes los pilotos y artilleros del terrorismo que dispararon sus armas, guiados por la tecnología, sino cobardes instrumentos de un poder tiránico y pro yanqui que aspira a eternizar la injusticia sobre el suelo de Colombia. Actúan contra su propio pueblo en beneficio de una potencia extranjera. Fue un ataque artero, y sobre seguro. No es heroísmo disparar bajo el amparo de la oscuridad y a varios miles de pies de altura, cuando no hay equilibrio de medios de combate entre las fuerzas contendientes. Otro fue el resultado en tierra: 30 militares muertos, 70 heridos.
Constatada la infausta noticia para los humildes de Colombia, algunos periodistas robotizados y carroñeros se abalanzaron sobre los pobladores de La Macarena para forzarles una opinión adversa a la guerrilla o hacerlos asentir que la municipalidad se había liberado de su principal verdugo. Descaradamente aludían a Jorge a sabiendas de que este era el principal benefactor de toda esa serranía. Durante décadas el poder central nunca quiso abrir la carretera que desembotellara la rica región campesina. Jorge y sus guerrilleros la construyeron, logrando comunicar por tierra a la Macarena con San Vicente del Caguán y Neiva. Igualmente, en auxilio de aquella gente empobrecida construyó la vía que conduce a Vistahermosa (Meta). Tendió puentes sobre caños y ríos, bombardeados luego por la Fuerza Aérea, cuando ya habían sido entregados a la comunidad. Bajo la conducción de Jorge se pavimentaron los barrios de San Vicente del Caguán, se hizo el mantenimiento de las carreteras de los llanos del Yarí, se pusieron en funcionamiento varios acueductos, se organizaron brigadas de salud, se impuestó el consumo de licores para financiar maestros de escuela… Y la población recuerda también con gratitud cómo se activó el comercio bajo la tutela guerrillera. Esta hermosa historia que habla bien de la preocupación social y del sentido solidario del comandante, no podrá ser ocultada mientras perviva enraizada en el corazón de una población olvidada, que sólo ha conocido la presencia del Estado a través de bombas y metralla.
Pese a estar postrado por la diabetes, el comandante Jorge logró frenar por largos meses en el área general de la Macarena, el avance de varias brigadas móviles con más de 15 mil efectivos. Sobrecogidos por su dinámica arrolladora, por su voluntad inquebrantable, e inspirados en su profunda admiración por el Che, le habíamos dirigido las siguientes palabras: «Jorge, nuestros respetos. Gracias por tu ejemplo, por tu inagotable capacidad de trabajo en medio del infortunio de la enfermedad, y por enseñarnos cómo es que se debe combatir al adversario. Nos alegra que hace rato hayas superado a tu arquetipo guerrero, el Che. Con lo realizado por ti, ya no se trata de ser como el Che, sino de superar al Che. La puso muy alto, hermano». A lo cual respondió con su modestia de siempre: «No la hemos puesto tan alto, es que estamos haciendo poco con base en la tarea estratégica que nos corresponde. Estamos es despertando un pequeño gigante dormido».
El parte militar del Bloque Oriental en el mes de agosto es el siguiente:
Choques armados 166; soldados muertos 157; soldados heridos 294; helicópteros averiados 10; buques averiados 2; guerrilleros muertos 11.
Ahora, a los guerrilleros de las FARC nos toca ser como Jorge, el más contumaz de los guerreros de Manuel. Aunque la tarea no es nada fácil, es nuestro deber. Sus palabras resonarán en las mentes guerrilleras: «nacimos para vencer, no para ser vencidos».
Son invencibles los soldados de Manuel Marulanda Vélez porque su bandera es la causa del pueblo, porque sus fusiles son la justicia social, la independencia y la libertad combatiendo por la Patria Nueva, porque marchan hacia la victoria con la potencia demoledora del pensamiento de Marx y de Bolívar, con el plan estratégico y el pueblo organizado.
Del Jorge del último tramo de su fecunda vida insurgente, debemos resaltar:
Elegido por la Octava Conferencia Guerrillera en 1993 como miembro del Secretariado de las FARC, inicia su ascenso imparable hacia el cenit de los héroes. Con las conclusiones de plenos y conferencias guerrilleras en mano, sigue el pulso al avance del plan estratégico, denominado Campaña Bolivariana por la Nueva Colombia, al lado de su gran maestro el comandante Manuel. Reajusta planes y estructuras de mando y se ocupa del buen funcionamiento de las direcciones. Se echa al hombro la escuela nacional de cuadros Hernando González Acosta y su preocupación es la formación de los nuevos comandantes. Organizador de Partido Clandestino, de profundas convicciones comunistas declaraba luego de sus reuniones de célula: «me bañé de comunismo, cumplí con mis tareas y deberes de militante». Apareció radiante el 29 de abril del 2000 en el lanzamiento del Movimiento Bolivariano en San Vicente, al lado de Manuel Marulanda y Alfonso Cano y sus compañeros de Estado Mayor. Feliz con las 30 mil personas congregadas en la sabana; había sido artífice de la convocatoria del evento, del reencuentro de Bolívar con su pueblo, y jugado papel fundamental en la impresionante logística de la movilización. Meses después lo vimos al frente de la liberación unilateral de más 300 prisioneros de guerra capturados en las campañas militares del Bloque Oriental. «Los respeto -les decía Jorge-, porque se rindieron en combate; ojo con lo que van a decir a la prensa, incluso si son opiniones favorables a nosotros, porque eso los puede perjudicar».
Necesariamente debemos destacar su permanente interés y respeto por todos los movimientos revolucionarios del mundo y por sus procesos. Apasionado por el estudio y la superación personal, leía ávidamente y gustaba adentrarse tanto en la historia universal como en la del país. Sólo dormía 3 o 4 horas para dedicar la mayor parte de su tiempo a la organización y al impulso de las tareas revolucionarias. Mamagallista excelso y profundo conocedor de sus tropas, sabía escuchar y ser autocrítico. Intenso en todo, en el combate, en la política, atento a los cambios en la modalidad operativa del adversario, y muy eficaz en el cumplimiento de las tareas del movimiento.
Hombre franco, directo, realista, riguroso, fraternal, leal a la causa revolucionaria, camarada y amigo de verdad, sin duda sus más caros valores. No permitiremos que estos atributos de la personalidad del comandante Jorge sean manipulados por seudo-periodistas empecinados en vejar su memoria.
De todas maneras, con Manuel, con Jacobo, con Jorge, con Raúl, con Iván Ríos y con todos los caídos, con el Libertador, los guerrilleros de las FARC entraremos a Bogotá en los puños levantados del pueblo, cabalgando en la insurrección, para instaurar en la plaza de Bolívar el nuevo gobierno, patriótico y bolivariano inspirador de nuestra lucha. Justa; mil veces justa: un derecho universal imprescindible para destruir el mal mayor de la opresión. Los colombianos, tenemos todo el derecho del mundo a vivir en dignidad, en paz, en democracia, en soberanía y en libertad. Como dijo Jorge, «allá nos pillamos».
¡Triunfar! es la consigna. A los revolucionarios les decimos con Bertold Brecht: «Quien aún esté vivo no diga «jamás»/ Lo firme no es firme/ Todo no seguirá igual/ Cuando hayan hablado los que dominan/ hablarán los dominados/ ¿Quién puede atreverse a decir «jamás»?/ ¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros/ ¿De quién que se acabe? De nosotros también/ ¡Que se levante aquél que está abatido!/ ¡Aquél que está perdido, que combata!/ ¿Quién podrá contener al que conoce su condición?/ Pues los vencidos de hoy serán los vencedores de mañana/ y el jamás, se convierte en hoy mismo».
Gloria a los héroes caídos en la resistencia al opresor, es el grito del comandante Jorge resonando en lo más profundo de la conciencia guerrillera. Gloria a Raúl Reyes, gloria a Iván Ríos, gloria a los caídos en Sucumbíos, gloria a todos los combatientes que han entregado su vida por la causa de la libertad, HASTA SIEMPRE.
Hasta siempre, Jorge, camarada, comandante, amigo. Venceremos.
Honor al comandante Jorge Briceño, héroe de la libertad, de la Nueva Colombia, la patria grande y el socialismo.
Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia, octubre 8 de 2010
Año bicentenario del grito de independencia