Los recurrentes, extendidos y combativos reclamos que desde las más apartadas zonas del país y desde la plaza de Bolívar, desde sindicatos y cabildos, empresas e institutos oficiales, universidades y colegios, carreteras y avenidas, barrios y veredas, le hacen sectores mayoritarios del país al gobierno por su absoluto desinterés en materia social, caracterizan no sólo […]
Los recurrentes, extendidos y combativos reclamos que desde las más apartadas zonas del país y desde la plaza de Bolívar, desde sindicatos y cabildos, empresas e institutos oficiales, universidades y colegios, carreteras y avenidas, barrios y veredas, le hacen sectores mayoritarios del país al gobierno por su absoluto desinterés en materia social, caracterizan no sólo el periodo electoral que atravesamos sino el cuatrienio presidencial que termina.
Mientras el pueblo lucha por sus derechos conculcados, los grandes propietarios nacionales y extranjeros, reales beneficiarios de la estrategia neoliberal uribista, manipulan por una reelección que les permita incrementar sus ganancias y afianzarse en el aparato del Estado, fortalecidos ahora por el paramilitarismo legalizado.
La guerra uribista no ha arreglado nada ni va a solucionar nada trascendente para el país porque los incendi! os no se apagan con gasolina. Las balas y las bombas oficiales, así estén bendecidas por algunos obispos, solo incrementan el terror entre la población civil sin que la estrategia contrainsurgente de Bush y Uribe logre resultados, sencillamente porque la guerra de guerrillas revolucionaria es invencible mientras haya razones objetivas que la generen en un país nutrido históricamente con la dignidad de la Gaitana, Galán, Antonio Nariño, Simón Bolívar, Rafael Uribe, Jorge Eliécer Gaitán y Jaime Pardo Leal.
Es tan compleja la situación que en numerosos frentes de combate se escucha públicamente un creciente rumor de oficiales y soldados que desean la derrota electoral uribista porque aspiran al triunfo de algún patriota incansable pero en la búsqueda de la reconciliación y la solución política del conflicto.
Es que la guerra contra la injusticia social, la pobreza y la desigualdad no se gana con berrinches ante las cámaras, ni descalificando a oficiales y! soldados que enfrentan sobre el terreno las crueldades y dure! zas de u na guerra fratricida como la colombiana. Mucho menos si ella se da en medio de una gran ola de corrupción oficial frente a la cual el presidente elude su responsabilidad seguramente porque «la victoria tiene muchos padres, pero en cambio la derrota es huérfana».
Por otro lado ha sido lamentable, para todos quienes buscamos salidas políticas, la renuncia del ex ministro Álvaro Leyva Durán a su aspiración presidencial. Las amenazas y seguimientos provocadores sobre él y la hostilidad manifiesta de las huestes oficiales, según denunció, lo llevaron a tal determinación. El país que anhela la reconciliación, confía en su experiencia, capacidad y concurso para perseverar en la búsqueda de la paz.
El país ha asistido asombrado por estos días a las componendas oficiales con los gringos, adelantadas a puerta cerrada, para empeorar el arrodillado e inaceptable TLC, también ha escuchado las oportunistas ofertas electorales de Álvaro Uribe tratando de hac! er suyas las políticas sociales que ha combatido como senador y presidente; se ha aterrorizado con los asesinatos selectivos de activistas de oposición como el de Jaime López, las amenazas sobre líderes populares, el repudiable asesinato de la señora Liliana Gaviria y el novelón que montaron a la carrera los generales Castro y Naranjo para impedir efectos negativos sobre la campaña uribista, todos ellos episodios signados por un gobierno antipopular que polarizó a fondo a la sociedad colombiana.
Para nosotros está claro que por su concepción como ganadero latifundista, por los intereses económicos oligárquicos que defiende y por la avasallante influencia que ejerce la Casa Blanca sobre su persona, Álvaro Uribe significa violencia antipopular. Su oportunismo electoral en torno al Intercambio Humanitario y a las posibilidades de Reconciliación y Paz, nos refuerzan en esta convicción.
Secretariado del Estado Mayor Central
FARC-EP.
Montañas de Colombia, Mayo 22 de 2006