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Fascismo colombiano y lucha de clases

Fuentes: Argenpress

Quienes como el Miniführer Uribe Vélez, niegan la existencia del histórico conflicto social y armado colombiano y lo reducen a un asunto delincuencial de terroristas, ayer en las marchas convocadas por el gobierno, los gremios, la iglesia y los medios de comunicación, quedaron notificados: Es no solo un conflicto social armado percibido así por la […]


Quienes como el Miniführer Uribe Vélez, niegan la existencia del histórico conflicto social y armado colombiano y lo reducen a un asunto delincuencial de terroristas, ayer en las marchas convocadas por el gobierno, los gremios, la iglesia y los medios de comunicación, quedaron notificados: Es no solo un conflicto social armado percibido así por la sociedad, el cual todos (con la excepción de los miembros del ejercito obligados a marchar con sus consignas de guerra), todos deseamos ver solucionado pacíficamente. Sino que además estas marchas pusieron en evidencia la contradicción que mueve tal conflicto, es decir la lucha de clases expresada en la confrontación armada entre la clase dominante apoderada del Estado, versus la Insurgencia del pueblo trabajador que ha sido obligada al combate armado para no dejarse exterminar. Adicionalmente, las manifestaciones convocadas por la patronal a semejanza de la que tumbaron en 1957 al dictador Rojas Pinilla, también hizo esfumar como por encanto al ‘tercero’ en discordia. ? Vieron como desapareció de la falsimedia Jorgito 40?

El Fascismo colombiano agotado política y militarmente y sin imaginación, como en la época de la Europa de la II preguerra mundial, ha recurrido a movilizar en la calle a sus bases de apoyo de ‘las clases medias y la burocracia’ que lo soporta; llevando sin querer la lucha de clases a su escenario natural: la calle, sin saber que allí la contradicción puede resolverse en contra de sus mezquinos intereses como lo estamos viendo: Lo que pretendió el Estado Genocida colombiano, con todo esa exhibición de gigantesco poderío mediático, mezclado con púlpito y burocracia disfrazada con uniforme blanco, era simplemente una marcha con el brazo en alto y la camisa negra de Juanes, desfilando ante la tribuna del Minifüher colombiano gritándole al unísono, la frase preferida de Mussolini : ¡No al despeje!.! No queremos la paz sino la Victoria ¡ ¡Viva mi presidenteeeee!

Pero no ocurrió así. La contradictoria realidad colombiana que se manifestó y que el diario El Tiempo, la vanguardia de la ofensiva ‘propagandística’ del régimen, tuvo que calificar al día siguiente de ‘división contrastada’ y exhibir su símbolo, el cantante Juanes, vestido no con la camisa negra del Fascismo, sino con la sudada camiseta blanca de la paz y pidiendo cual ruiseñor antioqueño, el intercambio humanitario y las negociaciones para llegar a ella.

Las consignas mayoritarias hábilmente ocultadas en la ‘foto de propaganda’, pedían lo que han venido pidiendo desde hace mucho tiempo los familiares de los retenidos: ¡ Si al Intercambio humanitario ya!. ¡No a los rescates a Sangre y Fuego! ¡Solución Política Ya!

Y fue tal la sorpresa y la perdida de la iniciativa ‘propagandística’ del gobierno, que en la principal marcha convocada en Cali por un antiguo dirigente sindical que aprendió en el marxismo como Mussolini, a convocar las masas en su favor electorero, las palabras de Carolina Charry única vocera de los familiares muertos, tuvieron que ser rápidamente negadas por el somnoliento ministro del interior Holguín Sardi, quien colocado a la defensiva, tuvo que superar abruptamente su bradipsiquia para negar que ‘el gobierno fuera cómplice de la muerte de los diputados y mucho menos hubiera perdido el rumbo, ni había sido incapaz política, militar e ideológicamente de lograr el respaldo del país’, como lo había expresado un instante antes Carolina.

El hecho de masas ha sido claro: La sociedad colombiana está ahíta de la violencia política que la clase dominante ha ejercido sin interrupciones desde 1828 hasta nuestros días, como mecanismo y relación de dominación y explotación sobre el Pueblo Trabajador, el cual ha sido históricamente usado como carne de cañón de las carnicerías que la cínica y sanguinaria Oligarquía colombiana ha dado en llamar guerras civiles. Que está hastiada y ha dicho basta, al caso aberrante y único en la historia del mundo, en donde al contrario de lo planteado por el general Clausewitz; ‘la política ha sido la continuación de la guerra por otros medios’.

El liberal Uribista Rafael Pardo Rueda en su libro sobre la historia de las guerras en Colombia, cita en la página 388, cómo durante las 9 ‘guerras civiles’ bipartidistas, acaecidas en el siglo XIX; entre 1829 y 1902 (73 años, promedio una guerra cada 8 años), murieron aproximadamente 129.000 peones y campesinos trabajadores, en una sociedad agraria que no pasaba de los 3 y medio millones de habitantes. Luego, cómo en el siglo XX, la matazón de trabajadores que inició en 1928 el heroico ejército colombiano, en la zona bananera de Santamarta y se ha prolongado sin interrupción hasta el día de HOY, puede ascender a 500.00 muertos de guerra, sin incluir los millones de desplazados. Ningún oligarca muerto en combate. Pues el tan mentado general Uribe Uribe, único de los guerreristas de la oligarquía que murió, cayó abatido por un hachuelazo vengador en la cabeza, 12 años después de concluida la guerra de los mil días en la que fue derrotado por sus socios de gobierno

El pueblo colombiano convocado a la calle por un pacto patronal de Mefistófeles, que se le está volteando a sus convocantes, ha entrado en el proceso complejo, vivificador y bienvenido de adquisición en la calle de una conciencia social propia. Desea por sobre todo Legalidad y Legitimidad democrática de sus instituciones. Desea la paz con justicia social. Verdad Justicia y Reparación. Anhela no solo la ‘humanización’ transitoria de la guerra como lo proponen quienes quieren continuar lucrándose de su sangre y ‘administrar el conflicto’, sino la eliminación absoluta de toda clase de guerra y toma de prisioneros.

Y los marxistas del siglo XXI, sin que quepa lugar a dudas o tergiversaciones, también anhelamos que continúe la lucha de clases, claro que sí, pero en un ambiente, social favorable y sin necesidad de tener que defenderse mediante el combate armado y la guerra que produce muertos de lado y lado. Lucha de clases civilizada como se da en cualquier país democrático que dice llamarse desarrollado y parte de la civilización occidental y cristiana. El destino de Colombia no puede ser la destrucción que produce la guerra Civil, y por eso desde mi exilio, me uno al coro mayoritario de las marchas: ¡Si al intercambio Humanitario. ¡No a los recates a sangre y fuego! ¡Solución Política Ya¡