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(A propósito del Che Guevara)

Fecundidad teórica del amor históricamente comprometido

Fuentes: Rebelión

Cátedra de Formación Política Ernesto Che Guevara R eflexionando sobre la trayectoria existencial del Che, he llegado a la conclusión de que ella manifiesta su sentido y su íntima coherencia cuando se descubre su principio inspirador y su brújula en el amor por los oprimidos: un amor que asume formas cada vez más concretas y […]

Cátedra de Formación Política Ernesto Che Guevara

R eflexionando sobre la trayectoria existencial del Che, he llegado a la conclusión de que ella manifiesta su sentido y su íntima coherencia cuando se descubre su principio inspirador y su brújula en el amor por los oprimidos: un amor que asume formas cada vez más concretas y comprometidas y culmina en la identificación con los pueblos oprimidos del continente y del mundo como motivación profunda de la revolución cubana, latinoamericana y mundial.(1) Me parece importante, en este momento de redescubrimiento del Che, revelar este secreto de su vida a todos los que lo desconocen y que reducen su imagen a la de un guerrillero heroico, obsesionado por la eficacia mágica de la lucha armada, y empeñado en invocar , como promesa de un «futuro luminoso y cercano», «dos, tres, muchos Vietnam, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas» inspirados por «el odio creciente de los pueblos del mundo.» (2)

Pero el amor no es sólo para el Che el principio inspirador de su vida, sino que se vuelve un componente esencial de su inteligencia de las personas y de toda la realidad. En su trayectoria, el encuentro con la teoría marxista representa una etapa decisiva no sólo en su orientación política sino también en la profundización de la función cognoscitiva del amor en búsqueda de eficacia histórica. Etapa que, a su vez, manifiesta todo su sentido sólo si se la entiende a la luz del amor que la inspira. Otra paradoja: el marxismo, universalmente conocido y descalificado como la exaltación de la violencia, la dictadura , el maquiavelismo y el odio de clases, se presenta de repente como una teoría inspirada por el amor.

Es justamente esta paradoja que pretendo verificar aquí. Para poner de manifiesto la coherencia entre la vida del Che y su búsqueda teórica. Para valorar esta clave de interpretación del marxismo humanista que lo contrapone al marxismo economicista y que puede representar un aporte significativo en el debate actual sobre la vigencia del marxismo. Hablando de la fecundidad teórica del amor en relación con el marxismo quiero además subrayar el carácter heurístico e inacabado del marxismo guevarista, contraponiéndolo al dogmatismo de los catecismos soviéticos y de la ortodoxia comunista; quiero , en otras palabras, proponer el amor históricamente comprometido como una brújula en la incesante búsqueda revolucionaria: la del Che y la nuestra.

Percibo además, en el reconocimiento del papel fundamental del amor en la búsqueda marxista, un aporte a la profundización de la relación entre el marxismo humanista popular y la teología de la liberación.

La opción por los pueblos oprimidos como sujetos histÓricos, EXPRESIÓN DEL AMOR HISTÓRICAMENTE COMPROMETIDO

La trayectoria existencial del Che representa por un lado su evolución ética y política personal; por el otro una progresiva profundización de la naturaleza del amor que aspira a ser históricamente eficaz. Así de una apertura al otro y de una entrega humanitaria al servicio de los oprimidos, el Che pasa a una identificación con el pueblo y los pueblos oprimidos como sujetos históricos: descubre entonces que el amor por el oprimido, si quiere superar el asistencialismo y la filantropía, no se puede separar de un compromiso militante a su lado en la lucha de liberación. La declaración que está en el centro de El socialismo y el hombre en Cuba es la tímida pero firme revelación del secreto de esta entrega y de esta vida: «Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente: éste debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita.

«Los dirigentes de la revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para llevar la Revolución a su destino; el marco de los amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de la Revolución. No hay vida fuera de ella.

«En esas condiciones, hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad para no caer en extremismos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.» (3)

En el lenguaje del Che, la palabra «amor» manifiesta un contenido siempre más rico y fecundo. Para descubrirlo a la luz de su práctica, el camino más directo, me parece, es el de profundizar el sentido de la opción por los pueblos oprimidos como sujetos históricos.

Esta opción tiene una fuerte carga polémica. Tomar partido por un pueblo oprimido como sujeto significa enfrentar sin tregua los poderes que lo oprimen y aplastan: las oligarquías, el sistema capitalista, el imperialismo. Para expresar con su componente pasional esta tensión polémica, el Che usa la palabra odio. «El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.» (4) Sin embargo, de lo que se trata no es de un odio entendido como voluntad de exterminar personas o pueblos, sino como voluntad implacable de destruir al enemigo, es decir las estructuras opresoras del capitalismo y del imperialismo y los grupos sociales que las sustentan. Un odio entonces que no contradice el amor, sino que es una de sus dimensiones esenciales, la toma de partido consecuente en la lucha social, anticapitalista y antimperialista.

La opción del Che por los pueblos oprimidos como sujetos significa en primer lugar el reconocimiento de su derecho a la autodeterminación y el compromiso a luchar por su afirmación. Pero al mismo tiempo, esa opción expresa la confianza del Che en la capacidad ética, intelectual y política del propio pueblo de ejercer su derecho y de luchar victoriosamente por su liberación; en otras palabras, su confianza en la superioridad ética , intelectual y política del pueblo sobre las oligarquías y el imperialismo.

Confianza que, sin embargo, es paradójica. Porque la desproporción de fuerzas entre el pueblo oprimido por un lado, las oligarquías y el imperialismo por el otro, es tan evidente, que confiar en la superioridad del pueblo parece la proyección de un noble deseo, pero destituida de fundamento racional: capaz de inspirar la empresa de un aventurero, no de un dirigente político responsable.

Considero por tanto esencial, para entender el pensamiento y el combate del Che, reconocer el carácter rigurosamente racional de su toma de partido. Por supuesto, no se trata de una racionalidad neutral, sino comprometida al lado de los oprimidos. El pensamiento teórico y el compromiso revolucionario del Che quedarían sin fundamento si no tuvieran como centro de inspiración la confianza racional en el triunfo del pueblo.

Esta toma de partido le impone al Che ir más allá de las apariencias y las evidencias que se expresan en la espontaneidad del pueblo, para descubrir su potencial ético, intelectual y político escondido; le impone además comprometerse en la actualización de este potencial, a través de un proceso de concientización y educación liberadora.

Entonces, objeto directo de su confianza no es el pueblo oprimido sin más, sino el pueblo oprimido concientizado, movilizado y organizado, cuya capacidad él pudo verificar especialmente en el proceso revolucionario cubano.

Cuando define más concretamente a este pueblo oprimido, que será el sujeto revolucionario, el Che designa en primer lugar a los campesinos, los obreros y los otros sectores marginados de la sociedad. Sin embargo atribuye también gran importancia a los sectores de la burguesía que han asumido la causa del pueblo, como son Fidel y Raúl Castro, él mismo, y muchos otros miembros del Movimiento 26 de Julio. En el lenguaje de Gramsci, el pueblo revolucionario es para el Che el bloque social constituido alrededor de los pobres y oprimidos del país.

Sin embargo, aun así explicitada, la postura del Che no deja de ser paradójica. La desproporción entre la fuerza del pueblo organizado y la del imperialismo sigue siendo enorme. Él mismo no esconde que la pretensión de vencer parece una locura. ¿Sobre qué base entonces cree que el pueblo puede triunfar?

Su base , me parece, no es la fuerza «objetiva», militar o tecnológica del pueblo, sino la fuerza «subjetiva», moral y política, es decir la fuerza del derecho, la justicia, la verdad, la libertad, la dignidad, la solidaridad, el amor: valores que se convierten en fuerzas históricas si no se quedan en el cielo de las abstracciones y logran motivar a grandes masas populares. En otras palabras, el fundamento de la confianza en la posibilidad del triunfo popular es la fuerza moral y política del pueblo organizado. Es la posibilidad de que la fuerza del derecho se afirme sobre el derecho de la fuerza.

Esta convicción no le impide al Che considerar necesario, en la mayoría de los casos, en América Latina, el recurso a la lucha armada. Sin embargo, la invencibilidad que él atribuye a la guerrilla no se funda en una superioridad militar y tecnológica: su superioridad decisiva es moral y política. Así, el típico guerrillero revelaría que el secreto de su confianza en el triunfo no es la violencia revolucionaria sino la fuerza no violenta del derecho.

La opción por los pueblos oprimidos, constitutivo del hombre y del pueblo nuevos

Para descubrir la fecundidad teórica del amor en el pensamiento del Che, el mejor punto de partida es el análisis de la relación entre amor y hombre nuevo. El Che define la novedad del hombre revolucionario y socialista contraponiéndolo al hombre de la sociedad capitalista. En su perspectiva, la revolución no es sólo la transformación del modo de producción sino también y principalmente la transformación del hombre y del pueblo. «Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que construir al hombre nuevo». (5)

En cambio,»la célula económica de la sociedad capitalista» es «la mercancía»: mientras ella exista , «sus efectos se harán sentir en la organización de la producción , por ende, en la conciencia.» (6) En esta sociedad, «el hombre está dirigido por un frío ordenamiento que, habitualmente, escapa al dominio de su comprensión. El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de su vida , va modelando su camino y su destino. Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que éste se percate.» (7)

Ahora, este sistema económico es al mismo tiempo un sistema educativo, que justamente actúa sobre el individuo sin que este se percate. «Esta metodología inconsciente y autoritaria es el rasgo fundamental de su pedagogía. Los principios que la orientan y que plasman su modelo de hombre son: el individualismo o aislamiento del individuo respecto a la sociedad» (8); el materialismo, es decir la valoración exclusiva de los estímulos materiales o económicos, la rentabilidad y el interés individual; la competitividad o disposición a competir con todos los medios; el fatalismo y el servilismo, entendidos como reconocimiento de la «ineluctabilidad de un régimen de clase, ya sea de origen divino o por imposición de la naturaleza como ente mecánico. Esto aplaca a las masas que se ven oprimidas por un mal contra el cual no es posible la lucha.» (9)

El hombre nuevo de la sociedad socialista se define justamente en contraposición al modelo capitalista. La contraposición concierne en primer lugar a su gestación, que es el fruto de un proceso de educación y autoeducación consciente y libre. «El proceso es doble, por un lado actúa la sociedad con su educación directa e indirecta, por otro el individuo se somete a un proceso conciente de autoeducación.» (10) «El proceso es conciente: el individuo recibe continuamente el impacto del nuevo poder social y percibe que no está completamente adecuado a él. Bajo el influjo de la presión que supone la educación indirecta, trata de acomodarse a una situación que siente justa y cuya propia falta de desarrollo le ha impedido hacerlo hasta ahora. Se autoeduca.» (11) Al individualismo del hombre capitalista se contrapone el vínculo estrecho y la interacción que en la definición del hombre nuevo se establece entre el inviduo y el pueblo. El hombre nuevo se define por su relación al pueblo nuevo; y éste se define a su vez como un conjunto de individuos nuevos.

Gestación del hombre y del pueblo nuevo en el proceso revolucionario cubano

Como punto de partida para la descripción del hombre nuevo en su gestación, el Che asume la lucha revolucionaria cubana: «Durante este proceso en el cuál solamente existían gérmenes de socialismo, el hombre era un factor fundamental. En él se confiaba, individualizado, específico, con nombre y apellido, y de su capacidad de acción dependía el triunfo o el fracaso del hecho encomendado…Fue la primera época heroica , en la cual se disputaban por lograr un cargo de mayor responsabilidad, de mayor peligro, sin otra satisfacción que el cumplimiento del deber. En nuestro trabajo de educación revolucionaria, volvemos a menudo sobre este tema aleccionador. En la actitud de nuestros combatientes se vislumbraba al hombre del futuro.» (12)

«En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. …Los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma.» (13) Describir al hombre nuevo significa entonces,»definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad.» (14) Por el otro lado , el pueblo nuevo, protagonista de la nueva sociedad, es «el conjunto conciente de individuos que luchan por una misma causa» (15) o, en otras palabras, una»sólida armazón de individualidades que caminan hacia un fin común; individuos que han alcanzado la conciencia de lo que es necesario hacer; hombres que luchan por salir del reino de la necesidad y entrar al de la libertad.» (16) En la definición de esta causa, vuelve al centro el individuo como fin, porque «la última y más importante ambición revolucionaria es ver al hombre liberado de su enajenación.» (17)

El vínculo entre el hombre nuevo y el pueblo nuevo es el amor, opción por el pueblo como sujeto histórico: opción que no es sólo un reconocimiento del derecho del pueblo a la autodeterminación, sino también un compromiso beligerante para crear las condiciones del ejercicio efectivo de este derecho, luchando contra los que lo conculcan; opción que no es sólo un reconocimiento del derecho del pueblo a la autodeterminación, sino tambien de su capacidad moral, intelectual y política a ejercerlo. Además, constituye el hombre nuevo no sólo la identificación con un pueblo oprimido particular, por ejemplo el pueblo cubano, sino con todos los pueblos oprimidos del continente y del mundo: el internacionalismo , expresión del «amor a los pueblos, a las causas más sagradas»,…»amor a la humanidad viviente» (18) es parte integrante de su identidad. «El internacionalismo proletario es un deber pero también es una necesidad revolucionaria. Así educamos a nuestro pueblo.» (19)

Pero el amor constitutivo del hombre nuevo no sería auténtico, para el Che, si se proyectara totalmente hacia el pueblo y la humanidad, sin rodear de ternura a los individuos de carne y hueso, a los padres y parientes, los hijos y la hijas, la pareja, los amigos y amigas: «Si un hombre piensa que para dedicar su vida entera a la revolución , no puede distraer su mente por la preocupación de que a un hijo le falte determinado producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que su familia carezca de determinado bien necesario, bajo este razonamiento deja infiltrarse los gérmenes de la futura corrupción.» (20) Es decir que la capacidad de amor interpersonal, de ternura y amistad, es para el Che criterio de autenticidad del amor revolucionario por el pueblo y la humanidad.

Amor y rasgos del hombre nuevo

La reflexión sobre los protagonistas de la lucha revolucionaria, le permite al Che identificar algunos de los rasgos fundamentales del hombre nuevo. El primero es la entrega total a la causa de la revolución, a costo de cualquier sacrificio, a costo de la vida; por tanto , la capacidad de «perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica.» (21)»Esto implica una actitud interior que reconozca la prioridad de los estímulos morales»; (22) que se comprometa «sin otra satisfacción que el cumplimiento del deber». (23) Y el deber fundamental, en la perspectiva del Che, es el amor liberador.

Este amor significará concretamente «participación conciente, individual y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y producción…Así (el hombre nuevo) logrará la total conciencia de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la enajenación.» (24)

El compromiso revolucionario del hombre nuevo implica además la esperanza del triunfo, cuyo fundamento es la confianza en el pueblo nuevo: «A continuación viene la esperanza, y en esto se diferencia de los anteriores regímenes de casta que no daban salida posible.» (25) «Las grandes multitudes se van desarrollando, las nuevas ideas van alcanzando adecuado ímpetu en el seno de la sociedad, las posibilidades materiales de desarrollo integral de absolutamente todos sus miembros, hacen mucho más fructífera la labor. El presente es de lucha; el futuro es nuestro.» (26)

Además, el hombre nuevo pasa de un trabajo esclavizado, reducido a mercancía, a un trabajo libre y liberador.Un trabajo asumido libremente, por motivaciones éticas , y no por necesidad de sobrevivencia; realizado como dueño de la máquina y no como su esclavo; vivido como enriquecimiento de la persona y no como su enajenación.

«Hacemos todo lo posible por darle al trabajo esta nueva categoría de deber social y unirlo al desarrollo de la técnica, por un lado, lo que dará condiciones para una mayor libertad, y al trabajo voluntario por otro, basados en la apreciación marxista de que el hombre alcanza su plena condición humana cuando produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía.» (27) «El trabajo (de nuestros becarios) es un premio en ciertos casos, un instrumento de educación en otros, jamás un castigo. Una nueva generación nace.» (28) Una generación para la cual el trabajo y la profesión serán un «deber social», es decir la práctica del amor por el pueblo.

El Che, valorando su propia experiencia, les explica especialmente a los médicos en qué debe consistir la transformación del trabajo que es parte esencial de la transformación del hombre: «la Revolución hoy exige que se aprenda, exige que se comprenda bien que mucho más importante que una retribución buena, es el orgullo de servir al prójimo; que mucho más definitivo, mucho más perenne que todo el oro que se pueda acumular, es la gratitud de un pueblo. Y cada médico, en el círculo de su acción, puede y debe acumular este preciado tesoro, que es el de la gratitud del pueblo.» (29)

Otro aspecto fundamental del hombre nuevo es la libertad intelectual y la nueva creatividad artística de las cuales goza. «Las probabilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión…No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo.» (30) Libertad intelectual y creatividad artística son expresión de un amor maduro del hombre: primero, por sí mismo, por su plena realización, y luego por el pueblo, que será mucho más enriquecido por el aporte de ciudadanos libres y creativos, que de ciudadanos dóciles y conformistas.

Hombre nuevo, vanguardia y pueblo

Pueblo organizado significa para el Che un pueblo que ha gestado su vanguardia y que se reconoce en ella. No hay, en su perspectiva, auténtica organización del pueblo sin auténtica vanguardia. Pero no se cansa de repetir que la vanguardia es auténtica sólo si surge del pueblo, vive en comunión con él e interpreta sus aspiraciones. Me parece importante profundizar su concepción de la relación entre vanguardia y pueblo, para distinguirla del «van-guardismo» fuertemente cuestionado hoy día por las organizaciones populares.

Uno de los aspectos más originales de la reflexión del Che sobre la relación entre el individuo y el pueblo, es justamente su concepción de la vanguardia. La lucha guerrillera «se desarrolló en dos ambientes distintos: el pueblo, masa todavía dormida a quien había que movilizar y su vanguardia, la guerrilla, motor impulsor del movimiento, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo. Fue esta vanguardia el agente catalizador, el que creó las condiciones subjetivas necesarias para la victoria. También en ella, en el marco del proceso de proletarización de nuestro pensamiento, de la revolución que se operaba en nuestros hábitos, en nuestras mentes, el individuo fue el factor fundamental. Cada uno de los combatientes de la Sierra Maestra que alcanzara algún grado superior en las fuerzas revolucionarias, tiene una historia de hechos notables en su haber. En base a estos lograba sus grados.» (31)

La interacción creadora entre vanguardia y pueblo sigue siendo el motor de la construcción de la nueva sociedad. Por un lado, la vanguardia surge de las entrañas de la masa, interpretando sus deseos y aspiraciones , caminando en estrecha comunión con ella y ganando constantemente su confianza. (32) Por el otro lado la vanguardia engendra en la masa conciencia revolucionaria y entusiasmo combativo, ausculta sus reacciones, elabora las iniciativas y las explica de manera convincente.

En otras palabra, la vanguardia, con su educación liberadora, transforma una «masa todavía dormida»en un pueblo nuevo, en un sujeto político. Pero esta educación es auténticamente liberadora sólo si es recíproca; si por tanto la vanguardia se deja a su vez educar constantemente por el pueblo. (33)

Las masas «siguen a su vanguardia , constituida por el Partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas. Las vanguardias tienen su vista puesta en el futuro y en su recompensa, pero esta no se vislumbra como algo individual; el premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán características distintas: la sociedad del hombre comunista…En nuestra ambición de revolucionarios tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta sólo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.» (34) El Che sabe perfectamente que , en el caso cubano, ésta relación funciona en gran medida gracias al carisma de Fidel, a su capacidad excepcional de integrarse con la masa y de vibrar con ella. Sin embargo, él siente la falta de mecanismos que le garanticen a la relación mayor solidez y continuidad. «Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión más estructurada con la masa. Debemos mejorarlo durante el curso de los próximos años, pero en el caso de las iniciativas surgidas en los estratos superiores del Gobierno, utilizamos por ahora el método casi intuitivo de auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados.» (35)

El proyecto de hombre nuevo definido por el amor liberador se realiza más plenamente en la vanguardia: por su nivel de entrega a la causa y por su capacidad de engendrar al pueblo nuevo despertando su conciencia, motivándolo a la lucha, interpretando sus aspiraciones. «El grupo de vanguardia es ideológicamente más avanzado que la masa; ésta conoce los valores nuevos, pero insuficientemente. Mientras en los primeros se produce un cambio cualitativo que les permite ir al sacrificio en su función de avanzada, los segundos sólo ven a medias y deben ser sometidos a estímulos y presiones de cierta intensidad: es la dictadura del proletariado ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada, sino también, individualmente, sobre la clase vencedora.» (36)

Para el marxismo objetivista, lo que constituye la vanguardia es primariamente el dominio de la teoría revolucionaria, el «marxismo-leninismo». En cambio, para el Che, lo que constituye la vanguardia es la total identificación , ético-política e intelectual, con el pueblo oprimido; la capacidad de interpretar sus aspiraciones profundas; la disposición a precederlo con el ejemplo en la lucha y el sacrificio.

La relación vanguardia-pueblo no se realiza sólo al interior de cada país revolucionario, sino también a nivel continental . En este sentido «Cuba es la vanguardia de América y debe hacer sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada, porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena.» (37) Cuba expresa su amor por los pueblos del continente; se ejerce asumiendo su tarea histórica de vanguardia, con todas sus implicaciones de responsabilidad y sacrificio. Esto aumenta enormemente la responsabilidad de la vanguardia cubana y amplía por eso mismo los horizontes de su amor: «Estamos a la cabeza del pueblo que está a la cabeza de América.» (38)

Entonces, en la sociedad socialista el hombre por un lado, «a pesar de su aparente estandarización, es más completo; su posibilidad de expresarse y hacerse sentir es infinitamente mayor..» (39) ; «Se trata de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad.» (40) Por el otro lado, en la sociedad socialista, el hombre y el pueblo nuevo está en gestación. Es decir que es un producto no acabado, un terreno de lucha entre el peso del pasado y el futuro socialista que se vislumbra: «Lo más sencillo es reconocer su calidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas…» (41) «concientes de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se vislumbra en el horizonte.» (42)

Pero el hombre nuevo no es sólo un compromiso educativo; es también una tarea teórica decisiva. «El hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada. Precisamente éste es uno de los puntos fundamentales de nuestro estudio y de nuestro trabajo y en la medida en que logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos conclusiones teóricas de carácter amplio sobre la base de nuestra investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso al marxismo-leninismo, a la causa de la humanidad.» (43)

La opción por los pueblos oprimidos, viraje intelectual del Che

Como lo adelantamos desde un principio, el amor no es sólo para el Che el principio inspirador de su vida y de su compromiso, sino que se vuelve cada vez más un componente esencial de su inteligencia de las personas y de la realidad. Él toma conciencia de la función cognoscitiva del amor, particularmente en sus viajes por Argentina y por toda América. En su diario, explicita él mismo así el punto de vista que lo orienta en su descubrimiento de América: «Llego a Salta a las dos de la tarde y paso a visitar a mis amigos del hospital, quienes al saber que hice todo el viaje en un día se maravillaron y entonces «qué ves» es la pregunta de uno de ellos. Una pregunta que queda sin contestación, porque para eso fue formulada y porque no hay nada que contestar, porque la verdad es que, qué veo yo; por lo menos no me nutro con las mismas formas que los turistas y me extraña ver en los mapas de propaganda, de Jujuy, por ejemplo: el Altar de la Patria, la catedral donde se bendijo la enseña patria, la joya del púlpito y la milagrosa virgencita de Río Blanco y Pompeya, la casa en que fue muerto Lavalle, el Cabildo de la revolución, el museo de la provincia, etc.» » No, no se conoce así un pueblo, una forma y una interpretación de la vida. Aquello es la lujosa cubierta, pero su alma está reflejada en los enfermos de los hospitales, los asilados en la comisaría o el peatón ansioso con quien se intima, mientras el Río Grande muestra su crecido cauce turbulento por debajo. Pero todo esto es muy largo de explicar y quien sabe si sería entendido.» (44)

La profundización del amor como opción por los pueblos oprimidos representa también una definición ulterior de su toma de partido en la lucha ideológica: la etapa guatemalteca es al mismo tiempo la de la opción ético-política por el pueblo oprimido y de la opción teórica por el marxismo. Nos ayuda a entender el sentido de este encuentro entre la praxis y la teoría la interpretación que años más tarde, participando en el debate internacional sobre la evolución de Marx, el Che brindará del punto de vista del maestro: «Marx el joven… estaba en la plenitud de su vida, ya había abrazado la causa de los humildes y la explicaba filosóficamente, aunque sin el rigor científico de El Capital …Durante la confección de El Capital, Marx no abandonó su actitud militante; cuando en 1875 se realizó el congreso de Gotha para la unificación de las organizaciones obreras existentes en Alemania…y se confeccionó el programa del mismo nombre su respuesta fue la Crítica del Programa de Gotha.» (45)

El Che conoce, por haberla vivido él mismo, la profunda transformación que conlleva la asunción consecuente del punto de vista de los humildes, es decir de la opción por el pueblo oprimido. Él mismo , hablando en Cuba a un grupo de médicos, compara lo que pensaba antes y lo que empezó a pensar después de su toma de partido. «Casi todo el mundo sabe que inicié mi carrera como médico hace ya algunos años. Y cuando me inicié como médico, cuando empecé a estudiar medicina, la mayoría de los conceptos que hoy tengo como revolucionario estaban ausentes en el almacén de mis ideales. Quería triunfar, como quiere triunfar todo el mundo; soñaba con ser un investigador famoso, soñaba con trabajar infatigablemente para conseguir algo que podía estar, en definitiva, puesto a disposición de la humanidad, pero que en aquel momento era un triunfo personal.» (46)

Sin embargo, el encuentro con la opresión humana , que realizó a lo largo de sus viajes por América Latina, convenció a Ernesto de que su actividad profesional tendría un valor mucho más grande, si la dedicara al servicio de la gente: si en otras palabras, ella fuera inspirada por el amor: «Por las condiciones en que viajé, recuerda él, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por la falta de medios, con el embrutecimiento que provocan el hambre y el castigo continuo, hasta hacer que para un padre perder a un hijo sea un accidente sin importancia, como sucede muchas veces en las clases golpeadas de nuestra patria americana. Y empecé a ver que había cosas que, en aquel momento, me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer algún aporte sustancial a la ciencia médica: y era ayudar a esa gente.» Sin embargo, el amor que lo inspiraba en este momento tenía un carácter personal, y no implicaba todavía un análisis y un compromiso político: «Yo seguía siendo -continúa la narración del Che- como siempre lo seguimos siendo todos, hijo del medio y quería ayudar a esa gente con mi esfuerzo personal» (47) .

La experiencia de Guatemala, de la Guatemala de Arbenz agredida y humillada por el imperialismo, representa en su evolución, como acabamos de recordarlo, un viraje político y teórico. Viraje que, sin embargo, se cumple cuando, en el encuentro con Fidel y Raúl Castro y con los compañeros de su Movimiento, toma un claro compromiso revolucionario. Entiende entonces que para ser históricamente eficaz, su entrega profesional tiene que vincularse al compromiso revolucionario de un pueblo; su opción filantrópica tiene que integrarse en una opción ético-política por el pueblo oprimido como sujeto. «Me di cuenta de una cosa fundamental: para ser médico revolucionario o para ser revolucionario, lo primero que hay que tener es revolución» porque un médico revolucionario es «un hombre que utiliza los conocimientos técnicos de su profesión al servicio de la revolución y del pueblo.» (48)

De lo que se trata, explica el Che, es de un viraje antropológico y al mismo tiempo intelectual muy profundo. Llegamos a la conclusión «de que casi todo lo que pensábamos y sentíamos en aquella época ya pasada debe archivarse y debe crearse un nuevo tipo humano. Y si cada uno es el arquitecto propio de ese nuevo tipo humano, mucho más fácil será para todos el crearlo y el que sea el exponente de la nueva Cuba…» Sin embargo «para cambiar de manera de pensar, hay que sufrir profundos cambios interiores y asistir a profundos cambios exteriores, sobre todos sociales.» (49) La íntima articulación entre praxis y teoría revolucionaria se traduce para el Che en una interacción e interpenetración entre gestación de un nuevo tipo humano, acceso a una nueva manera de pensar y participación en una transformación social.

Opción por los pueblos oprimidos y nueva manera de pensar

Interpenetración entre praxis y teoría significa que la opción ético-política es un componente esencial de la opción intelectual por el pueblo oprimido como sujeto. No es sólo la ubicación objetiva al lado de los explotados, la que garantiza la autenticidad del «punto de vista de los explotados» sino que es también la orientación subjetiva, ético-política, la que posibilita la identificación intelectual con ellos.

Hablando de una «nueva manera de pensar», el Che no se refiere sólo a los nuevos contenidos de la visión del mundo, sino también y sobre todo al nuevo método para irla descubriendo, que consiste en saber aprender del pueblo y con el pueblo, reconociéndolo concretamente como protagonista de la nueva cultura; manifestando nuestra confianza en su inteligencia y sabiduría, que es la expresión más auténtica de un amor no «caritativo «sino solidario y liberador. «Debemos entonces empezar a borrar nuestros viejos conceptos y empezar a acercarnos cada vez más, y cada vez más críticamente al pueblo. No como nos acercábamos antes, porque todos ustedes dirán: No. Yo soy amigo del pueblo. A mi me gusta mucho conversar con los obreros y campesinos, y voy los domingos a tal lado a ver tal cosa. Todo el mundo lo ha hecho. Pero lo ha hecho practicando la caridad y lo que nosotros tenemos que practicar hoy es la solidaridad. No debemos acercarnos al pueblo a decir: Aquí estamos. Venimos a darte la caridad de nuestra presencia, a enseñarte con nuestra ciencia, a demostrarte tus errores, tu incultura, tu falta de conocimientos elementales. Debemos ir con afán investigativo, y con espíritu humilde, a aprender en la gran fuente de sabiduría que es el pueblo.» «Muchas veces nos daremos cuenta de lo equivocados que estábamos…Muchas veces debemos cambiar todos nuestros conceptos, no solamente los conceptos generales, los conceptos sociales o filosóficos, sino también, a veces, los conceptos médicos… Lo primero que tendremos que hacer no es ir a brindar nuestra sabiduría, sino ir a demostrar que vamos a aprender con el pueblo, que vamos a realizar esa grande y bella experiencia común, que es construir una nueva Cuba.»(50)

Este encuentro incesante con el pueblo, el Che no lo concibe de manera romántica: el pensamiento revolucionario colectivo no excluye el debate ni la polémica, sino que los exige. No los excluye ni siquiera en los momentos más duros de la guerra con el imperialismo. La unidad política e intelectual del pueblo revolucionario, que el Che promueve, no es monolítica, sino respetuosa de la libertad y la diversidad. «La Revolución hay que hacerla a ritmo violento; el que se canse tiene derecho a cansarse, pero no tiene derecho a ser un hombre de vanguardia. Por eso es que debemos ir entonces hasta las fábricas. Allí conversar con todo el mundo, investigar los males que hay, promover las discusiones abiertas, libres, sin ninguna clase de coacción: críticas absolutamente. Recoger con toda honradez todas las críticas.» (51)

Esta concepción de la unidad revolucionaria le permitirá al Che tomar partido en debates fundamentales, donde su postura se contrapone abiertamente a la de otros dirigentes revolucionarios; aun más, donde su postura se contrapone a las ideas dominantes en el campo marxista y socialista: como son la concepción de la economía, del socialismo, del marxismo.

Se puede afirmar que también a nivel teórico, hubo una repartición de tareas entre Fidel, que defendía las razones de la unidad y el Che, que valoraba la originalidad del proyecto cubano. El rescate del pensamiento del Che y particularmente de su crítica del economicismo y del dogmatismo en la fase de la rectificación se vincula con un rescate de la originalidad del marxismo y del socialismo cubanos.

En estas polémicas decisivas, las tomas de partido del Che encuentran su criterio fundamentale en la opción por los pueblos oprimidos como sujetos.

La opción por los pueblos oprimidos, instancia crítica del marxismo dogmático

La toma de conciencia, de parte del Che, de las contradicciones internas, teóricas y prácticas, al campo marxista y de la necesidad para la revolución cubana de tomar partido ante ellas, fue progresiva. En algunos escritos, publicados poco después del triunfo revo-lucionario, él se refiere todavía al marxismo-leninismo como a un sistema unitario y objetivista. Así en las Notas para el estudio de la Revolución cubana (52) afirma que «se debe ser «marxista» con la misma naturalidad con que se es «newtoniano» en física o «pasteuriano» en biología. (p.93) «Es decir… las leyes del marxismo están presentes en los acontecimientos de la Revolución cubana, indepen- dientemente de que sus líderes profesen o conozcan cabalmente, desde un punto de vista teórico, esas leyes.» (p.95) «A partir de Marx revolucionario, se establece un grupo político con ideas concretas, que, apoyándose en los gigantes Marx y Engels y desarrollándose con personalidades como Lenin, Mao Tse-Tung y los nuevos gobernantes soviéticos y chinos, establece un cuerpo de doctrina y, digamos, un ejemplo a seguir.» (p.94)

En el Prólogo al libro El partido marxista- leninista, (53) es todavía más explícita la visión unitaria del marxismo-leninismo, referida a un clásico manual soviético: «Este pequeño libro está destinado a iniciar a los militantes del Partido en el amplio y riquísismo acervo de las ideas marxistas-leninistas. «La elección de los temas es simple y efectiva. Se trata de un capítulo del Manual de marxismo-leninismo de Otto V.

Kuusinen y de una serie de discursos de Fidel Castro. La selección es buena porque en el capítulo del Manual de marxismo-leninismo se sintetiza la experiencia de los partidos hermanos y se da un esquema general de lo que debe ser y como debe actuar un partido marxista-leninista y en la sucesión de discursos del compañero Fidel se ve desfilar la historia política de nuestro país… Las dos cosas están íntimamente ligadas, la teoría general como expresión de las experiencias del Partido Comunista de la Unión Soviética y de los partidos marxistas-leninistas de toda la humanidad y la aplicación práctica de estas ideas generales a nuestras especiales características.» (p.198)

El modelo de marxismo al cual el Che se refiere en esta fase, el de los manuales soviéticos, se caracteriza por su método y por su contenido. Metodológicamente, es una teoría científica verificada , como la de Newton en física o la de Pasteur en biología. Pero es al mismo tiempo un cuerpo doctrinal, que se impone por un lado con la autoritad de los grandes: Marx. Engels, Lenin, Mao Tse Tung, Fidel Castro, por el otro con la del partido marxista-leninista cubano y la de los partidos hermanos. El marxismo cubano es una aplicación de las ideas generales del marxismo-leninismo a las especiales características de Cuba.

Por lo que se refiere al contenido, el marxismo-leninismo se presenta como un conjunto de leyes científicas económicas e históricas objetivas, que están presentes en los acontecimientos de la revolución, independientemente de la conciencia de los líderes y, por supuesto, del pueblo.

Sin embargo, el Che abandona pronto estos planteamientos, tomando una conciencia más clara de la necesidad de cuestionar los «dogmas revolucionarios» y de afirmar la originalidad del marxismo cubano.

Contribuyen particularmente a este avance:

1) El debate internacional sobre la interpretación de Marx y concretamente sobre la relación entre el humanismo de sus escritos juveniles y las obras de la madurez;

2) El acercamiento crítico a los manuales soviéticos y a la organización de los países socialistas;

3) El debate sobre las relaciones entre estímulos materiales y estímulos morales en la conducción de la economía;

4) Un discernimiento más claro de lo que caracteriza el socialismo cubano.

No sería difícil mostrar como en cada uno de estos niveles de reflexión, la opción por los pueblos oprimidos como sujetos juega un papel decisivo, ya sea como instancia crítica del marxismo y del socialismo soviético ya sea como principio inspirador del marxismo y del socialismo cubano.

La mejor expresión de esta toma de conciencia teórica del Che es un texto de sus Reuniones bimestrales: «No hay que olvidarse que nosotros tenemos una serie de aspectos que dentro del socialismo son nuevos y por lo tanto estamos en un proceso creador, constante. Proceso que no se puede hacer si no es en base a la realidad; entonces la realidad es la que nos tiene que ir dando la materia prima para estos cambios.» (54)

Es justamente la interpenetración entre teoría y praxis la que nos permite entender la concepción del marxismo que el Che se vino formando, especialmente en el período cubano, cuando le apareció más claramente la necesidad de distinguir la búsqueda que la revolución cubana estaba realizando en el mismo proceso de construcción del hombre nuevo y del pueblo nuevo, del «marxismo-leninismo» petrificado en los manuales soviéticos. Cuando le apareció más claro que los «dogmas revolucionarios» no sólo no podían ser un guía confiable de la praxis revolucionaria, sino que representaban serios obstáculos a la construcción de un socialismo entendido como alternativa ética, económica y política a la sociedad capitalista.

Del marxismo economicista al marxismo humanista popular

De lo que se trata, en primer lugar, para el Che, es de optar entre la interpretación del marxismo que vincula su carácter científico a una visión objetivista y determinista de la historia y la que considera esencial articularlo con el reconocimiento de la iniciativa conciente del hombre. Por cierto, en ningún momento el Che se abandona a una visión voluntarista, negando o descuidando el papel de las condiciones objetivas de la acción humana; pero su humanismo, que por eso caracterizamos como popular, consiste en afirmar el predominio del polo subjetivo, es decir de la conciencia popular.

Ahora, reconocer el predominio del polo subjetivo popular significa afirmar el primado de las motivaciones ético-politicas sobre las materiales e individualísticas. Significa también afirmar el papel decisivo de los factores ético-políticos en la orientación de la tecnología y la producción; significa, en otras palabras, reconocer el carácter no neutral sino partidario y popular de la ciencia económica marxista.

Entendemos entonces que la célebre polémica, protagonizada por el Che, sobre la relación entre estímulos materiales y morales de la actividad económica no tiene carácter puramente técnico o táctico, sino que involucra la naturaleza misma del socialismo y del marxismo, y su novedad con respecto al capitalismo.

Tomando partido en esta polémica, el Che sabe que la visión objetivista y determinista de la economía es la que prevalece en el campo marxista y que encuentra su fundamentación teórica en el escolasticismo de los manuales soviéticos, ampliamente utilizados en la formación de los cuadros y de los estudiantes cubanos. La crítica fundamental del Che a los que defienden el predominio de los factores objetivos y materiales en la transformación revolucionaria, es que en último término ellos se mantienen en la lógica del capitalismo, que propugna justamente una visión de la historia regulada por leyes económicas objetivas, independientes de la iniciativa humana. En cambio, según su convicción más profunda, lo que caracteriza el socialismo es la ruptura de este objetivismo y la toma del poder económico y político por la iniciativa conciente del pueblo.

En su perspectiva entonces, la novedad del «materialismo» histórico marxista no consiste en atribuirles el papel determinante en última instancia a las leyes económicas y a los factores materiales sino en afirmar la capacidad del pueblo de determinar en última instancia la orientación de la historia con su iniciativa consciente.

Coherentes con las dos interpretaciones de la historia son las dos interpretaciones de la sicología humana: la que atribuye el primato a las motivaciones materiales o económicas y la que lo atribuye a los estímulos morales. Dos teorías sicológicas fundadas en dos concepciones de la naturaleza humana: la que lo considera necesariamente egoísta y la que lo considera capaz de entrega y de heroísmo. La acusación fundamental que el Che le dirige a la visión economicista de la sicología humana es la de querer construir el socialismo con los medios del capitalismo; o, más profundamente, la de querer construir la sociedad socialista con los hombres del capitalismo. Una acusación por cierto muy grave, dirigida a todos los países del llamado socialismo real. Acusación que es al mismo tiempo una profecía: la del fracaso de un socialismo que ha dejado de ser una alternativa de sociedad y de civilización; la de la muerte de un marxismo, que ha dejado de representar una alternativa teórica y cultural.

Del marxismo dogmático al marxismo crítico, heurístico, participativo y liberador

La crítica del Che al marxismo de los manuales y su propuesta de un marxismo cubano no se refiere sólo al contenido de la teoría sino también y sobre todo a su metodología. Porque las desviaciones a nivel del contenido son consecuencia fatal de desviaciones metodológicas. Se producen en primer lugar cuando la teoría se aleja de su fuente viva, la praxis y la inteligencia del pueblo revo-lucionario. Sus críticas apuntan por un lado a la propia metodología y por el otro a la actitud de los dirigentes y de los militantes que se somete a ella. En El socialismo y el hombre en Cuba, denuncia «el escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista e impedido el tratamiento sistemático del período (de transición), cuya economía política no se ha desarrollado…» (55) y el «dogmatismo exagerado» que se instauró «en países que pasaron por un proceso similar» (56)

La crítica del sistema coincide con la crítica del dirigente revolucionario y del militante que promueve este tipo de teoría o se adhiere a ella: «En estas con-diciones, hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y la verdad, para no caer en extremos dogmáticos,en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización» (57). Esta preocupación no concierne sólo a los dirigentes sino a todos los ciudadanos de la nueva Cuba. «No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni becarios que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas.» (58) Es además una preocupación que no se limita a la investigación teórica, sino que incluye todos los sectores de la cultura y particularmente el arte: sobre este terreno, el Che critica el «realismo socialista», «camisa de fuerza puesta a la expresión artística del hombre que nace y se construye hoy.» (59) Es extremadamente significativa, desde nuestro punto de vista, la contraposición entre dogmatismo y escolasticismo por un lado, amor a la humanidad viviente y cercanía a las masas por el otro. El amor aparece aquí una vez más como la instancia crítica del pensamiento dogmático y como principio inspirador de un pensamiento creativo.

Ahora, para caracterizar positivamente el marxismo del Che, la referencia más decisiva no son sus declaraciones (por cierto muy contundentes) sino su misma práctica teórica. Particular importancia tiene, por supuesto, el momento incial de esta práctica, el del encuentro con el marxismo. Este se produce, como lo hemos recordado, al interior de una búsqueda existencial y política de Ernesto Guevara de la Serna, orientada a definir su identidad, liberándose de la cultura dominante de su país y de su clase y a descubrir los caminos de un amor históricamente eficaz.

Entonces, el marxismo se le impone a Ernesto como componente fundamental de una cultura liberadora, en dos sentidos. Liberadora a nivel personal, respecto a la cultura que había orientado su educación y por tanto factor de la nueva identidad que él va construyéndose. Liberadora también y sobre todo a nivel político, nacional, continental y mundial, como guía en el compromiso revolucionario.

El marxismo así percibido no se le impone como un cuerpo doctrinal definitivo, mucho menos como una ortodoxia, sino como el horizonte y el instrumento privilegiado de una búsqueda incesante. Búsqueda que no consiste únicamente en el estudio asiduo de los textos marxianos y marxistas, sino también y sobre todo en una elaboración personal y colectiva de la teoría, a la luz de la práctica revolucionaria, especialmente cubana.

«El marxismo es solamente una guía para la acción. Se han descubierto las grandes verdades fundamentales, y a partir de ellas, utilizando el materialismo dialéctico como arma, se va interpretando la realidad en cada lugar del mundo. Por eso ninguna construcción será igual, todas tendrán características peculiares, propias a su formación.

«Y las características de nuestra revolución también son propias. No puede desligarse de las grandes verdades, no pueden ignorar las verdades absolutas descubiertas por el marxismo, no inventadas, no establecidas como dogmas, sino descubiertas en el análisis del desarrollo de la sociedad. Pero habrá condiciones propias y los miembros del Partido Unido de la Revolución deberán ser creadores, deberán manejar la teoría y crear la práctica de acuerdo con la teoría y con las condiciones propias de este país en que nos toca vivir y luchar.

«Es decir que la tarea de la construcción del socialismo en Cuba debe encararse huyendo del mecanicismo como de la peste. El mecanicismo no conduce sino a formas esterotipadas, no conduce sino a núcleos clandestinos, al favoritismo y toda una serie de males dentro de la organización revolucionaria. Hay que obrar dialéticamente, apoyarse en las masas, dirigirlas mediante su ejemplo, utilizar la ideología marxista, utilizar el materialismo dialéctico y ser creadores en todo momento.» (60)

Esta concepción heurística del marxismo, que se contrapone al dogmatismo y escolasticismo de los manuales, le confiere al Che la libertad de reconocer los límites del marxismo y su carácter inacabado. Escribe, por ejemplo, a propósito de la economía política del período de transición: «debemos convenir en que todavía estamos en pañales y es preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales del mismo antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance. La teoría que resulte dará indefectiblemente preminencia a los dos pilares de la construcción: la formación del hombre nuevo y el desarrollo de la técnica…En ambos aspectos nos falta mucho por hacer.» (61) «El socialismo es joven y tiene errores. Los revolucionarios carecemos, muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesaria para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo con métodos distintos a los convencionales …La desorientación es grande y los problemas de la construcción material nos absorben.» (62) Reconociendo los límites teóricos y culturales del socialismo, el Che indica también una calidad esencial a la búsqueda revolucionaria para superarlos: la audacia intelectual.

Al mismo tiempo la concepción heurística del marxismo le confiere la libertad de señalar las contradicciones internas al campo marxista y la necesidad de una polémica que las enfrente, sin romper la unidad de acción. De lo que se trata pues, es de la unidad de un proceso liberador que surge de la confluencia entre muchas libertades.

He hablado de la búsqueda marxista como de una elaboración personal y colectiva. Porque la opción por el pueblo oprimido como sujeto cultural, que marcará cada vez más la vida intelectual del Che, marca en primer lugar su búsqueda teórica, y por tanto su concepción del marxismo como investigación-acción participativa.

Además, la concepción guevarista de la liberación integral valora muy particularmente la dimensión educativa orientada a plasmar el sujeto de la revolución, el hombre y el pueblo nuevo. Esto significa que el marxismo, teoría de la liberación popular, se va definiendo también como una teoría de la educación popular liberadora. Entonces la elaboración del marxismo, teoría de la praxis, no se puede separar del proceso integral de formación del hombre y del pueblo nuevo y de la construcción de la sociedad socialista.

Conclusión

Las reflexiones que hemos esbozado, me parece, brindan un fundamento suficientemente sólido a la afirmación de la fecundidad teórica del amor y de su papel determinante como principio inspirador de la búsqueda marxista. No sería dificil verificar ulteriormente la fecundidad teórica del amor general sobre muchos terrenos particulares que me limito aquí a señalar, proponiéndolas como pautas de investigación: la crítica del capitalismo y del imperialismo; la crítica del cristianismo; la crítica del dogmatismo y del burocratismo revolucionario; la antropología y la filosofía de la historia; la fundamentación del optimismo histórico; la orientación de la estrategia revolucionaria; los grandes rasgos de la educación popular liberadora; la definición de la sociedad socialista y comunista; la fundamentación del antimperialismo y del internacionalismo.

Pero quiero sacar la conclusión de estas reflexiones, con las palabras del mismo Che y de Fidel, que coinciden en un planteamiento tan fundamental. Es una cita un poco larga, pero extremadamente importante. Escribe el Che:

«Hay que recordar siempre que el marxista no es una máquina automática y fanática, dirigida como un torpedo, mediante un servomecanismo hacia un objetivo determinado.

De este problema se ocupa expresamente Fidel en una de sus intervenciones: ¿Quién ha dicho que el marxismo es la renuncia a los sentimeintos humanos, al compañerismo , al amor al compañero? ¿Quién ha dicho que el marxismo es no tener alma, no tener sentimientos? Si precisamente fue el amor al hombre lo que engendró el marxismo, fue el amor al hombre, a la humanidad, el deseo de combatir la desdicha del proletariado, el deseo de combatir la miseria, la injusticia, el calvario y toda la explotación sufrida por el proletariado, lo que hace que de la mente de Carlos Marx surja el marxismo cuando precisamente podía surgir el marxismo, cuando precisamente podía surgir una posibilidad real y más que una posibilidad real la necesidad histórica de la Revolución social de la cual fue intérprete Carlos Marx. Pero ¿ qué lo hizo ser ese intérprete, sino el causal de sentimientos humanos de hombres como él , como Engels, como Lenin?

«Esta apreciación de Fidel, comenta el Che, es fundamental para el militante del nuevo partido, recuérdenlo siempre, compañeros, grabénselo en la memoria como su arma más eficaz contra todas las desviaciones. El marxista debe ser el mejor, el más cabal, el más completo de los seres humanos, pero siempre, por sobre todas las cosas, un ser humano; un militante de un partido que vive y vibra en contacto con las masas; un orientador que plasma en directivas concretas los desesos a veces oscuros de la masa; un trabajador incansable, que entrega todo a su pueblo; un trabajador sufrido que entrega sus horas de descanso, su tranquilidad personal, su familia o su vida a la revolución, pero nunca es ajeno al calor del contacto humano.

«Todo esto sin olvidarnos de que nuestra capacidad emocional frente a los desmanes de los agresores y los sufrimientos de los pueblos no puede estar limitada al marco de América, ni siquiera al marco de América y los países socialistas juntos; debemos practicar el verdadero internacionalismo proletario, recibir como afrenta propia toda agresión, toda afrentea, todo acto que vaya contra la dignidad del hombre, contra su felicidad en cualquier lugar del mundo.

«Nosotros militantes de un partido nuevo, en una nueva región liberada del mundo y en nuevas situaciones, debemos mantener siempre en alto la misma bandera de la dignidad humana que alzara nuestro Martí, guía de muchas generaciones, presente hoy con su frescura de siempre en la realidad de Cuba: todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.»(63) .

Esta interpretación del pensamiento del Che, de Fidel y de Marx, nos brinda también un criterio para tomar partido en el debate actual sobre la vigencia del marxismo. Realmente el marxismo ha muerto, en la medida en que ha abandonado la opción fundamental por el pueblo oprimido como sujeto, sustituyéndola con una opción por el partido y por la ordoxia «marxista -leninista». En cambio, el marxismo es hoy día más vigente que nunca, en la medida en que sigue manifestando en su búsqueda la fecundidad del amor históricamente eficaz.

La vigencia del marxismo así entendido procede también del papel que él está llamado a asumir en la búsqueda más urgente de esta encrucijada histórica, la de una alternativa a la civilización de egoísmo, la competitividad, el derecho de la fuerza; alternativa que encontrará su principio inspirador en la fuerza del derecho, el amor, la verdad; es decir en el protagonismo del pueblo y de los pueblos.

La elaboración de este proyecto alternativo de civilización es el terreno actual de la confluencia ideal y estratégica entre el marxismo humanista popular, representado particularmente por el Che, y el cristianismo liberador, representado por las varias expresiones de la teología de la liberación.

Comprometiéndonos, al lado del Che, en esta elaboración de una alternativa de civilización, verificaremos que el amor históricamente eficaz manifiesta su fecundidad teórica no sólo en la búsqueda del Che, sino también en la nuestra.

[El pensador italiano Giulio Girardi es filósofo y teólogo de la liberación]


NOTAS

1. Dialéctica de amor y odio en la vida y el combate del Che, en América Libre, número especial Ernesto Che Guevara- 30º aniversario, 1997, pp.36-47 2. Ernesto Che Guevara, Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, en Obras 1957-1967, La Habana, Casa de Las Américas, 1970, T. II, p.598 3. El socialismo y el hombre en Cuba en Obras 1957-1967, t.II,p.382 4. Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, cit. p.596 5. El socialismo y el hombre en Cuba. p.372 6. Ibid. p.371 7. Ibid. p.370 8. Ibid p.371 9. Ibid. pp.372-373 10. Ibid. p.371 11. Ibid. p.373 12. Ibid. pp.367-368 13. Ibid. pp.373-374 14. Ibid p.371 15. Ibid. p.753 16. Ibid. p.383 17. Ibid. p. 375 18. Ibid. p382 19. Ibid. p.382 20. 1Ibid. pp. 382-383 21. Ibid. p.368 22. Ibid. p.372, 374 23. Ibid. p.367 24. Ibid. p.375 25. Ibid. p.373 26. Ibid. p.380 27. Ibid. p.376 28. Ibid. p.380 29. El médico revolucionario en Obras 1957-1967,T.II.p.76 30. El socialismo y el hombre en Cuba, Ibid p.380 31. Ibid. p.368, 32. Ibid. 374.369 33. Ibid.pp.368- 369 34. Ibid. p.374 35. Ibid. p.369 36. Ibid.p.374 37. Ibid. p.381 38. Ibid. p.383 39. Ibid. p. 375 40. Ibid.. p.381 41. Ibid. p.371 42. Ibid. 383. 43. Ibid. pp.379-380 44. Ernesto Guevara Lynch , Mi hijo el Che, p.339 45. Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, en Obras 1957-1967, T.II, pp.251-253. 46. El médico revolucionario, ibid. T.II, p.70 47. Ibid. pp.70-71 48. Ibid. p.71 49. Ibid. p.72- 74 50. Ibid. pp. 76-77 51. El Che en la Revolución Cubana, La Habana, Ed. Ministerio del Azúcar, 1966, T.6, p.176, citado por F.Martínez, Che, el socialismo y el comunismo, La Habana, Casa de Las Américas, 1989,p. 165 52. En Obras 1957-1967, T.II, pp.92-101 53. Publicado por la Dirección Nacional del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba, La Habana 1963, en Obras 1957-1967, pp.198-208 54. Reuniones bimestrales 12.9.1964, en El Che en la revolución cubana, cit. t.6 ,p.540 55. en Obras 1957-1967, T.II, p.377. 56. Ibid. ,p.378. 57. Ibid.382 58. Ibid.p. 380 59. Ibid. p.379 60. Sobre la construcción del Partido en Obras 1957-1967, t.II, pp.190-191 61. Ibid. p.377 62. Ibid. pp 378-379 63. El partido marxista-leninista en Obras 1957-1967, t.2, pp. 206-208