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Felonías y mentiras «made in CIA» contra la memoria de Allende y la revolución cubana

Fuentes: Porlalibre

Sugestivamente, a dos meses de las elecciones presidenciales en Chile un francés que se dice periodista afirma que hace 32 años Salvador Allende no se quitó la vida sino que fue asesinado por un cubano con «órdenes» de Fidel Castro. El papel lo aguanta todo dice el aforismo y en este episodio se hace realidad […]

Sugestivamente, a dos meses de las elecciones presidenciales en Chile un francés que se dice periodista afirma que hace 32 años Salvador Allende no se quitó la vida sino que fue asesinado por un cubano con «órdenes» de Fidel Castro. El papel lo aguanta todo dice el aforismo y en este episodio se hace realidad pues los dislates están contenidos en un mamotreto de 400 páginas.

El diario chileno «El Mercurio» nos desinformó el 9 de octubre que el autor de «Cuba Nostra. Los secretos de Fidel Castro», es Alain Ammar quien habría escrito en cooperación con dos «ex agentes cubanos», Juan Vives y Daniel Alarcón. Pero, lo que no dice el despacho de los corresponsales en París es que estos tres personajes están íntimamente ligados a los aparatos del espionaje estadounidense.

Según el infundio, Patricio de la Guardia, en septiembre de l973 un real militar cubano que estaba en Chile, mató no sólo al presidente de Chile en el Palacio de La Moneda sino además al periodista Augusto Olivares. Como es sabido, el once de septiembre, día del golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet, ese edificio fue atacado con bombardeo aéreo y en el embate terrestre se utilizaron tanques y cañones.

Hasta fuentes castrenses de esos días han reconocido que la defensa armada de La Moneda estuvo a cargo de un pequeño contingente de personas dirigidas por el presidente y entre los cuales no había un solo extranjero, menos cubanos que tuvieron que defender a la embajada de su propio país asediada desde los primeros momentos del golpe.

El primer deshonor de los sublevados fue el derrocamiento de la autoridad constitucional; el segundo, el asesinato de la mayor parte de los vencidos y rendidos, en abierta violación de leyes y costumbre de guerra. Entre los sobrevivientes, está el periodista Carlos Jorquera Tolosa (CJT) quien fuera Jefe de Prensa del presidente. Fue él quien, en medio de la desigual batalla encontró el cadáver de su amigo y colega, Augusto Olivares Becerra, quien se había suicidado con un disparo de su pistola ametralladora.

En 1990, CJT publicó su libro «El Chicho Allende» (1) en el que entrega una interesante visión de la personalidad política y humana del presidente y alude también a las horas finales en La Moneda. Durante el asedio, relata, Allende condujo las operaciones de defensa, pero antes ordenó la salida de las mujeres (entre ellas sus hijas Isabel y Beatriz) y de los hombres que no tuvieran armas.

En medio de los disparos, Allende enfatizó: «Yo no me voy a rendir, pero no quiero que el de ustedes sea un sacrificio inútil. Ellos tienen la fuerza. Las revoluciones no se hacen con cobardes a la cabeza; por eso me quedo. Los demás deben irse. Yo no voy a renunciar» (2) Más tarde, cuando el edificio se convertía en incendios y escombros, prosigue el relato de CJT, Allende ordenó bajar al primer piso (planta baja) y salir sin nada en las manos. «Yo me quedo para el último», puntualizó.

Como lo ha corroborado ahora CJT al autor de estas líneas, el presidente era el último de una suerte de «fila india», mas de pronto retrocedió hasta el edificio y al minuto se auto eliminó. Apunta Jorquera: «Nadie tiene fuerzas para alterar lo inamovible: la actitud postrera del presidente Allende, plenamente consciente y largamente madurada».

Solamente uno de los que habían permanecido junto al presidente y en ese minuto abandonaban el palacio, vio el suicido de Allende y ocurrió por azar. Fue el doctor Patricio Guijón, del equipo médico presidencial, quien presenció el instante en que se disparaba. Una semana después de difundir los dislates de Ammar, «El Mercurio» se vio obligado a entrevistar a este testigo.

En la edición del l6 de octubre/05, Guijón califica de absurda la versión de aquel y subraya que «Yo vi exactamente el momento en que se disparó. Explica. Ibamos a salir todos. Me saqué la máscara anti gases para quitarme el delantal blanco y hacer una bandera. Estaba oscuro. Todos salían y yo regresaba para buscar la máscara. Vi una puerta abierta y ahí estaba Allende.

Se le pregunta, ¿El se disparo solo? Respuesta: «Claro, yo lo vi. El informe mío original decía: «Me pareció que se disparaba en el momento de sentarse. Después, expertos me explicaron que el cuerpo se levanta con el disparo. Se le insiste. ¿Vio el fuego del disparo? Respuesta: «No vi el fuego, sino los sesos que volaban por el aire».

Guijón desecha, por absurdas, las insinuaciones del disparatero de Ammar y recuerda las palabras de Allende en su último discurso desde La Moneda: «Pagaré con mi sangre la lealtad del pueblo».

Los infundios de Ammar han sido, rechazados, además, por los propios cubanos que él menciona como una suerte de testigos. Luego de la circulación del libro, Alarcón, por ejemplo, afirmó que él no es testimonio de nada pues nunca supo del supuesto asesinato ejecutado por De la Guardia. Este último entrevistado por el periódico conservador «La Tercera» (Santiago de Chile, l6-10-05) descalificó la versión. Cita del diario:»Yo no maté a nadie. Eso es mentira, es una campaña en contra mía». De la Guardia fue entrevistado por teléfono en su casa de La Habana donde vive bajo libertad vigilada luego de ser condenado en 1989 a 30 años de cárcel, sostiene «La Tercera».

¿Cómo se explica entonces tal cúmulo de felonías y necedades? La cercanía del despropósito con los comicios presidenciales y parlamentarios en Chile previstos para el 11 de diciembre próximo podría indicar un vano intento de influir negativamente ante la candidata Michelle Bachelet. Militante del Partido Socialista, hija de un general de la Fuerza Aérea asesinado por Pinochet, es favorita en las encuestas y se percibe como la primera mujer presidenta del país.

Si alguien duda de esa interpretación, lo seguro sí es que el texto de Ammar corresponde a una típica operación encubierta de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. Es sabido que la CIA ha infiltrado a la prensa en todo el mundo y ello no es ningún secreto desde que William Colby cuando era director de ella proclamara que «La CIA tiene el derecho legítimo de infiltrar a la prensa extranjera».

Existe asimismo, la CIA como empresa editorial en la fabricación de textos de tónica política -como el de Ammar y para no ser menos, de novelas politizadas. De este último horno salió en los ochenta la célebre «El Pincho» (The Spike, en versión inglesa). Escrito este libro por Robert Moss y Arnaud de Borchgrave, calificados como los mejores escribidores de la CIA, el relato gira en torno a un inventado plan soviético dirigido a divulgar las ideas socialistas y para lo cual se espía y compra a periodistas y artistas. La fama que adquirió el libro es obvia: es un perfecto retrato de lo que hacía y hace la CIA y otros aparatos análogos del espionaje.

La CIA también se ha especializado en el rubro de los documentos falsos los cuales fueron elaborados, entre otros fines, para justificar golpes de estado, como el «Plan Z» surgido en Chile en 1973. El contenido describía una maquinación comunista para destruir y dividir a las fuerzas armadas, anota Fred Landis (3) Sostiene este analista que es una copia del «Plan XX» que en los sesenta se creó para Brasil.

Terminada la guerra fría, ese tipo de escritos son cada vez más burdos. El de Ammar, verbigracia, es un completo disparatorio, una parodia.

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(1) Jorquera, Carlos «El Chicho Allende», Santiago, Ediciones BAT, 1990
(2) Jorquera, op.cit
(3) Landis, Fred «El Pincho y la desinformación» Madrid, Argumentos, 1981

Hernán Uribe es escritor chileno y corresponsal de PORLALIBRE en Chile