Sobre las posiciones actuales en el debate sobre la prostitución entre: el Feminismo radical & el Feminismo liberal/Neoliberal
- La «putofobia» no es ninguna amenaza para el feminismo; ignorar las violencias que sufren las mujeres, sí.
- Si el «consentimiento» tiene que ser comprado, no es consentimiento.
Es un punto de vista sobre la prostitución que está avalado por las normas que rigen los «espacios seguros» universitarios, en las que el alumnado trata a menudo de clasificar la prostitución como identidad sexual en lugar de algo que se hace a las mujeres más pobres y privadas de derechos del planeta, con la excepción de unas pocas, del tipo «prostituta feliz», muy conocidas y mediáticas. La prostitución no es sexualidad. Hay una clara diferencia entre orientación, identidad sexual y prostitución (una forma de violencia ejercida por los hombres). Las feministas radicales reconocemos esa diferencia, pero para las de la tercera ola todo forma parte de un gran crisol, a menudo llamado «queer».
Pensar que yo o cualquier otra feminista que critique la industria del sexo sufrimos una «aprensión irracional» hacia las mujeres prostituidas es algo que me deja atónita. Esa utilización retorcida -como si fuera una condecoración- de la palabra «puta» para designar a una mujer prostituida, no es ni más ni menos que grotesca. Son los hombres quienes determinan quién es «puta» y las mujeres no podemos reivindicar una palabra que desde su origen nunca fue nuestra. Las sobrevivientes de la prostitución me la han descrito una y otra vez como una violación de pago. Los hombres que pagan por sexo compran subordinación sexual. Si el «consentimiento» tiene que ser comprado, no es consentimiento.
Conocí centenares de mujeres sobrevivientes y ninguna de ellas se libró de graves formas de violencia, de abusos y de trato degradante en su paso por la prostitución. También llevo entrevistados a montones de puteros y todos muestran actitudes de desprecio hacia las mujeres. ¿Y por qué no? Para tratar a una mujer como una mercancía, primero hay que deshumanizarla.
Las liberales tienden también a centrarse en las opciones disponibles que tenemos las mujeres en lugar de hacerlo en las que nos son negadas. Es un sofisticado argumento político carente de sofisticación y política. Sin embargo -qué curioso-, lo acepten o no, los hombres sí que están capacitados para hacer causa común: pocas cosas unen tanto a los hombres como la violencia que ejercen contra las mujeres. Tampoco es de extrañar que las feministas que se forman políticamente en la universidad se empapen de esa cultura política neoliberal de la «elección». Existe una hostilidad declarada entre universitarias pro-prostitución y quienes se desvían de la línea pro-prostitución.
Esas personas con titulación universitaria que defienden el comercio sexual no son seres inofensivos que viven en sus torres de marfil y publican cosas que nadie lee. Son, al contrario, activistas influyentes que utilizan su posición y sus credenciales académicas para influir en las políticas sociales en materia de prostitución desde su calidad de integrantes de organismos de investigación nacionales e internacionales. Es muy preocupante que las investigaciones sobre la industria sexual centradas en la ideología -y no en pruebas empíricas académicamente sólidas- acaben por influenciar el discurso con consecuencias perniciosas para las mujeres y las niñas pero favorables, en cambio, para quienes se benefician de ese sistema de violencia.
He dedicado estos dos últimos años a investigar la industria del sexo a nivel mundial para mi próximo libro y he viajado alrededor del mundo, entrevistando a casi 250 personas, entre las que se cuentan sobrevivientes de la prostitución, activistas pro «derechos de los trabajadores y las trabajadoras sexuales», proxenetas, compradores de sexo y mujeres y hombres que lo venden.
El movimiento abolicionista liderado por sobrevivientes va en aumento y ya son varios los países que recogen legislativamente sus reivindicaciones, penalizando a quienes crean la demanda de prostitución en lugar de penalizar a las que se encuentran atrapadas en ella.
Título original: Whorephobia’ isn’t a threat to feminism – but ignoring the abuse of women is. If ‘consent’ has to be bought, it is not consent Publicado en: http://www.independent.co.uk/voices/whorephobia-queer-feminism-fourth-wave-sex-work-prostitution-a7631706.html
Fuente en castellano :http://www.tribunafeminista.org/2017/04/feminismo-y-putofobia/