Reseña de: Nicole Forstenzer, Políticas de género y feminismo en el Chile de la postdictadura 1990-2010, LOM Editores, 2022, 350 págs.
La obra de Nicole Forstenzer es la edición chilena de un libro publicado en Francia durante el año 2012 (L’Harmattan). Se trata de un trabajo acusioso, denso y delicado, a la altura de un tema que ha provocado –y sigue provocando– gran interés. El libro trata sobre las relaciones entre los feminismos y las políticas de género que en Chile se desplegaron durante las dos décadas concertacionistas (1990-2010).
Ella nos ofrece un panorama que permite comprender cómo las políticas de género se insertaron en la agenda pública de un país “ansioso” por mostrar sus avances en el escenario internacional en el proceso de Transición. De esta manera, nos invita con ella a un recorrido histórico por diferentes etapas del feminismo chileno (primera y segunda ola), hasta una tercera ola que en plena democracia tutelada, instaura las “expertas en género” (p.114). Este recorrido nos ayuda a entender la historia presente del movimiento en conformidad a lo que sucedía en el ámbito público.
En circunstancia que se buscaba neutralizar la política, el feminismo chileno entró en una lógica de pacto para su despliegue y supervivencia tanto a nivel nacional como internacional. Sin duda, aquello se vio acompañado de la configuración de un campo ampliamente dependiente del financiamiento externo. Aun cuando dicha estrategia trajo consigo la profesionalización (y con ello, explosión) de estudios e intervenciones en temáticas relativas “a la mujer”, también significó un alejamiento de la incidencia política lograda durante la década de 1980 por diversas expresiones del feminismo y del movimiento de mujeres.
Las políticas de equidad del “feminismo de lo posible” inundaron y ahogaron la acción política, al quitar el contenido movilizador que implicaba pensar en la individuación de las mujeres. Así, temáticas que causaran ruido, como el aborto, en los sectores conservadores, fueron eludidas por el feminismo de corte profesional. De este modo, la modernización que implicó la transversalización del género en el Estado, lejos de cuestionar las relaciones sociales de sexo, trajo consigo un esfuerzo cuantitativo en la búsqueda por ordenar procesos y rendir cuentas, dentro de los mínimos espacios de incidencia del feminismo institucional. Frente a ello, el movimiento feminista requirió adaptarse adquiriendo formas híbridas de organización social. Con ello, fue perdiendo el espacio político pre-Transición y cayó en un consiguiente silenciamiento (si bien no ausencia). Sin embargo, su atomización también llevó a una mayor institucionalización que, como concluye la autora, se expresó paradigmáticamente en la transversalización tecnocrática en pos de mantener una buena gobernabilidad.
Fuente: Edición Chilena de Le Monde Diplomatique, Noviembre de 2022.