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Diferendo marítimo entre Perú y Chile

Festival del chovinismo

Fuentes: Rebelion

El 27 de enero la Corte Internacional de Justicia de La Haya dará a conocer su fallo sobre el diferendo marítimo entre Perú y Chile. ¿Por qué tuvimos que llegar hasta La Haya, en un largo y costoso proceso judicial, para resolver algo que se podría haber solucionado de forma bilateral? Recordemos que Perú planteó […]

El 27 de enero la Corte Internacional de Justicia de La Haya dará a conocer su fallo sobre el diferendo marítimo entre Perú y Chile. ¿Por qué tuvimos que llegar hasta La Haya, en un largo y costoso proceso judicial, para resolver algo que se podría haber solucionado de forma bilateral? Recordemos que Perú planteó delimitar de mutuo acuerdo la frontera marítima en 2004, mediante una nota diplomática dirigida a la canciller Soledad Alvear. Pero tanto Alvear como su sucesor, Ignacio Walker, se atrincheraron en una posición intransigente: «No tenemos nada que conversar». Diez años después, llegamos al mismo punto, o peor, pero con millones de dólares dilapidados y después de haber alimentado el chovinismo más asqueroso en ambos países.

¡Cuánto daño ha hecho este falso nacionalismo, la patriotería, la xenofobia que políticos de Chile y Perú han usado para ganar un puñado de votos, acentuando la discordia! Da tanto asco el expresidente Alan García llamando a embanderar las casas de Perú el 27 de enero, como el diputado Jorge Tarud, llamando a que Chile desconozca el fallo internacional sometiéndolo a plebiscito. Alan, el gran nacionalista, que no tuvo empacho en entregar las riquezas mineras peruanas a las transnacionales a cambio de un «óbolo voluntario». Y Tarud, el hombre de Estado que quiere desconocer tratados y acuerdos internacionales firmados y ratificados por Chile, pero que está en contra de convocar a una Asamblea Constituyente porque «crea incertidumbre nacional e internacional». Son de la misma calaña. Apristas y fujimoristas antichilenos como UDIs y PPDs antiperuanos. El Comercio de Lima, vendiendo triunfalismo revanchista y El Mercurio de Santiago, vendiendo rencores y prejuicios.

Entre tanto disparate que se lanza al viento cabe destacar las posiciones de Sebastián Piñera y Ollanta Humala. El primero ha sido prudente al decir que sea cual sea el resultado, Chile tiene el compromiso de ejecutarlo, «de buena fe y en plazos razonables». Y agregando «por eso espero que cuando se implemente el fallo, nunca más tengamos un diferendo con Perú». Humala también ha reaccionado a la altura, diciendo que «la ejecución del fallo marcará una nueva agenda con Chile […] tanto Chile como Perú venimos trabajando para dar un ejemplo al mundo entero de lo que es la solución de un conflicto o una diferencia limítrofe en el marco del orden jurídico internacional». Hasta ahora, los dos presidentes han estado en su papel, resistiendo presiones patrioteras y militaristas de sus propios partidarios. Esperemos que perseveren en esa línea.

La agenda de la integración latinoamericana -que en estos días se actualiza en La Habana en la cumbre de la Celac- ya no soporta más chovinismos añejos. En pleno siglo XXI no se puede mantener la misma noción de soberanía «territorial» que pensó Jean Bodin hace más de quinientos años, mientras se desconoce la soberanía «popular», aquella que se ejerce cotidianamente cuando un pueblo es capaz de autodeterminarse y autogobernarse. Ya es hora de enfrentar a políticos oportunistas, como Jorge Tarud o Alan García, que están dispuestos a hacer saltar por el aire todo el sistema de justicia internacional para defender los intereses de una minoría, mientras no aceptan por ejemplo, que el pueblo soberano se exprese sobre los temas gravitantes para su destino por medio de una Asamblea Constituyente.

Sea cual sea el fallo, los dos países deberían sentirse ganadores. Resolver una disputa fronteriza por la vía de las instituciones del derecho internacional habla bien de nuestros pueblos. Cada gobierno defendió sus legítimos puntos de vista ante un tribunal mutuamente reconocido, que ha razonado en derecho y comunicará una sentencia inapelable. Nada más que decir. Cada uno a lo suyo y a construir una nueva etapa, sobre la base de un acuerdo definitivo que aporta certeza jurídica a nuestras fronteras. Perder una porción de mar puede tener un costo económico, especialmente para las siete familias beneficiadas por la Ley de Pesca, redactada por Pablo Longueira. Pero zanjar una disputa decimonónica con Perú, no tiene precio. 

Editorial de «Punto Final», edición Nº 798, 24 de enero, 2014

 

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