Fidel Castro fue inmortalizado en decenas de bellas fotografías. Su figura es una de las más fotogénicas. De todas ellas mi favorita es una en especial, 26 de julio de 1959 ya victoriosa la Revolución en una conmemoración del «Asalto al Cuartel Moncada», se aprecia un Fidel joven con uniforme militar, al centro, y a […]
Fidel Castro fue inmortalizado en decenas de bellas fotografías. Su figura es una de las más fotogénicas. De todas ellas mi favorita es una en especial, 26 de julio de 1959 ya victoriosa la Revolución en una conmemoración del «Asalto al Cuartel Moncada», se aprecia un Fidel joven con uniforme militar, al centro, y a su lado de traje claro Lázaro Cárdenas.
¿Por qué me gusta tanto esta fotografía? La respuesta es obvia Lázaro Cárdenas y Fidel Castro, México y Cuba. ¡Dos héroes de dos revoluciones juntos! Esa foto entraña una idea que se ha querido borrar del imaginario colectivo, la de la revolución y sus hacedores los revolucionarios.
La revolución como viento de huracán que destruye para cambiar la dirección de la historia a favor de las mayorías. Los revolucionarios como héroes, que lideran los anhelos del pueblo y lo dirigen hacia un lugar mejor. Cierto que todas las revoluciones entrañan altos costos y sufrimiento, que tienen sus contradicciones, (es que la historia nunca termina), y que revolucionarios han cometido errores, horrores y hasta traiciones. Aspectos, sin embargo, que no cancelan la hermosa idea de la revolución.
Los avances que ha tenido la humanidad, en igualdad, justicia, democracia y derechos, le deben bastante a las múltiples revoluciones. A la lucha de millones de hombres y mujeres por cambiar una situación de opresión. La sociedad está atravesada por relaciones clasistas de dominación, y la emancipación de los de abajo generalmente no se da por el consenso de los de arriba, sino por irrupciones populares, por revoluciones.
Es normal que la idea de revolución a las clases dominantes y sus intelectuales les de miedo. Soñaban con ese «fin de la historia», dónde nada cambiaria ya, un progreso paulatino sin fin dentro del capitalismo y la «democracia». Dónde no hubiera más revolucionarios, sino tecnócratas administradores del orden. Pero la historia sigue, la injusticia sigue y la rebeldía aparece. La fuerza de la revolución es lo que entraña Fidel, Cárdenas y otros muchos, es lo que se busca ocultar.
Volvamos a la fotografía, en esa conmemoración, Cárdenas jubiloso apoya a la Revolución Cubana y dice que va a estar ahí para defenderla de sus enemigos. Años después, en 1961, Cuba es invadida por mercenarios financiados y organizados por la CIA, Cárdenas inmediatamente se dirige al aeropuerto para salir rumbo a Cuba para combatir fusil en mano a los invasores. López Mateos, presidente de México en ese momento, se lo impide. Molesto y frustrado, Cárdenas se dirige al Zócalo dónde hay una concentración a favor de Cuba, se sube al toldo de su auto y desde ahí da un discurso a favor de Cuba y contra el imperialismo norteamericano.
De esa invasión Fidel y el pueblo cubano, salieron victoriosos, defendieron su independencia y lo han seguido haciendo. Lázaro Cárdenas, al fin, patriota y revolucionario, no dudo en apoyarla, sabía que se trataba de soberanía y sabía quiénes eran sus enemigos.
De Fidel quedan las ideas, las historias, las batallas, el ejemplo, la nueva sociedad que construyó con su pueblo, las contradicciones, pero sobre todo queda una Cuba independiente, soberana, que hasta 1959 no había existido.
Fidel y Lázaro, dos gigantes de la historia, que encarnan la idea de la revolución y la soberanía, son patrimonio de millones que luchan por un mundo mejor.
Fuente: http://www.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.