1. Nueva York, USA. Septiembre 9 de 2008. A dos días de los siete años de aquellos imborrables atentados, tan terribles como insondables. En la sede de Naciones Unidas comienza un simposio sobre «terrorismo». Es el primero en su género, según la ONU, que ha invitado a víctimas y a expertos en el tema. En […]
1. Nueva York, USA. Septiembre 9 de 2008.
A dos días de los siete años de aquellos imborrables atentados, tan terribles como insondables. En la sede de Naciones Unidas comienza un simposio sobre «terrorismo». Es el primero en su género, según la ONU, que ha invitado a víctimas y a expertos en el tema. En la sesión inaugural, Ingrid Betancourt se refiere a la necesidad de reconocer derechos, atención y recursos, en suma un estatuto especial, a las víctimas del «terrorismo«, concepto éste polémico donde los haya, que todavía no está definido en propiedad, aunque se hayan producido en años recientes montones de declaraciones para calificar los hechos que generan terror injustificado y cruel, mirado esto desde el punto de vista mayoritario y el lugar preeminente de los gobiernos más interesados en un exclusivo y excluyente enfoque.
Si la lógica esquizofrenia de los nodos de la globalización capitalista y en especial de los poderes y relaciones dominantes que imponen una agenda política, económica y militar, pudiera ser observada y juzgada, el tema del terrorismo sería sin duda uno de los cebos más probos. Estados Unidos e Israel, por ejemplo, condenan el denominado terrorismo, mientras lo cometen con método y planificación, doliéndose luego por las heridas que su barbarie origina, sin aceptar que su violencia es fundante de otras violencias. A juzgar por las palabras de la catapultada política franco-colombiana, Betancourt, la esquizofrenia no está sólo en quien manda, sino en quien es mandada. Se expresa así en ella, en lo que hace tras su largo cautiverio en la selva. Habla con su legítimo dolor y con su obvia razón, pero sin pleno derecho colectivo o representación de todas las víctimas de las más infames formas de terrorismo. En un panel en nombre de millones que no le han delegado nada, agradece en tal condición a un reconocido terrorista de Estado. Otra vez da las gracias a Uribe Vélez, el patibulario presidente colombiano, sobre quien recaen indicios o pruebas graves, abundantes y suficientes de vínculos con el paramilitarismo y el narcotráfico. A esta conferencia en la ONU no han sido invitados los torturados, las familias de los detenidos-desaparecidos (más de 15 mil en Colombia), ni los parientes de los que con motosierra o machete fueron descuartizados por los socios de Uribe, a quien la emisaria agradece por su liberación.
La citada conferencia de la ONU, que estaba sobrecargada de víctimas del llamado «terrorismo islamista«, en la que no se invitó a ninguna víctima palestina, mientras sí estaban de la parte israelí, es un paso más en una línea oprobiosa que desde hace años mantiene esta patética institución, cuyo anterior Secretario, Kofi Annan, se atrevió a decir en un informe sobre la libertad, el desarrollo, la seguridad y los derechos humanos (A/59/2005, apartado 91): «es hora de dejar de lado los debates sobre el denominado ‘terrorismo de Estado’. El uso de la fuerza por los Estados está ya totalmente reglamentado por el derecho internacional«. Con ello, Estados como el colombiano no son terroristas, y muy fácil les resulta con la inocencia en la facha, financiar reuniones como ésta, junto con los gobiernos de Gran Bretaña, Italia y España, país éste del que no podía faltar una conocida asociación de víctimas con discursos acérrimos, con proximidad al espectro de la FAES de Aznar, si bien ese simposio de la ONU fue iniciativa del gobierno Zapatero, que ha propuesto además constituir un fondo internacional de ayuda a víctimas del terrorismo. O mejor: de ayuda a algunas víctimas estratificadas, de algunas prácticas violentas catalogadas como terrorismo.
2. Oviedo, España. 10 de septiembre de 2008.
A un día de los 35 años del criminal golpe pinochetista contra el pueblo chileno, se anuncia que Ingrid Betancourt ha sido galardonada con el Premio Príncipe de Asturias «de la concordia». El jurado expresa además del alegado merecimiento personal, su solidaridad para con «aquellos gobiernos que, al igual que el Gobierno de la República de Colombia, trabajan por la consolidación del sistema democrático y las libertades cívicas«. Añade que Betancourt «personifica a todos aquellos que en el mundo están privados de libertad por la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la violencia terrorista, la corrupción y el narcotráfico«. Aunque ella adule a un baluarte del terrorismo de Estado, la corrupción y el narcotráfico, como lo es Uribe Vélez. El jurado, integrado también por destacados empresarios y banqueros con negocios de explotación en Colombia, como los de Repsol YPF, multinacional condenada recientemente por el Tribunal Permanente de los Pueblos por responsabilidad en crímenes de lesa humanidad en Colombia, ha hecho una cosa y ha dejado de hacer otra. Ha tenido en cuenta uno de los avales de la señora Betancourt: el del ex presidente colombiano Belisario Betancur. No son familia, no es el mismo apellido, pero han compartido la misma mesa de la depredadora clase política. Y la tarea no hecha por el jurado, y tampoco por Ingrid Betancourt, es la que debería ser elemental para quien, como individuo o entidad, con tal calidad pública, ostenta la facultad de laurear: leer.
No ha leído la señora Betancourt que en días pasados un ex general, Rito Alejo del Río, fue capturado en un Club Militar tras años de impunidad, en un amago de justicia huera, por el asesinato de un hombre que se llamaba Marino López. La cabeza de Marino, campesino afrodescendiente, fue cortada en febrero de 1997. Los asesinos jugaron futbol con ella. Militares y paramilitares ejecutaron éste y otros crímenes conjuntamente. Del Río era el mando operativo, cuando el mando político de ese proyecto de copamiento paramilitar lo tenía el entonces gobernador del Departamento de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, quien públicamente puso como ejemplo y defendió al general como un pacificador. No ha leído tampoco el jurado que el ex presidente Belisario Betancur, también tras años de impunidad, está señalado y debe responder judicialmente a partir de demandas de familiares y abogados de víctimas del terrorismo de Estado, por la desaparición forzada y el asesinato de más de una docena de personas en los hechos del Palacio de Justicia, cuando Betancur consintió el arrasamiento militar de esa sede institucional ¡Lástima que Ingrid Betancourt y el jurado de ese premio para víctimas de primera, no tengan tiempo entre tanto lujo de leer lo que acontece a víctimas de tercera o cuarta categoría!
3. Oslo, Noruega…
2008 (a 35 años del Premio Nobel de la Paz a Henry Kissinger, comprobado promotor del terrorismo de Estado) o en 2009, o en 2010… Sí, es probable que Ingrid Betancourt lo gane, como Al Gore, también Premio Príncipe de Asturias, enaltecido igualmente con el Nobel de la Paz en 2007. El mundo seguirá, agonizante pero va, y en él miles de miles de víctimas de las diferentes y diversas violencias de los poderosos, viajan en los vagones que se irán descarrilando en el camino, rodando como canecas de basura. Otras víctimas, de primera, con su tormento, sus medios, su publicidad, su propaganda, se hallan donde deberían estar los millones de anónimos y anónimas en mayor empobrecimiento e ignominia, como las 92 personas asesinadas en Afganistán el 21 de agosto, incluyendo 60 niños, en concertadas operaciones militares de la OTAN, alianza en la que participa España, país que coordinará y tutelará el envío de tropas colombianas a ese país asiático. Una acreditada experiencia terrorista reforzará el cometido bélico y político, perfectamente compatible en la política internacional, con la postulación de la «alianza de civilizaciones» o la creación de un fondo para víctimas de un cierto terrorismo. Y pregunto: ¿podrán acceder a él las víctimas afganas de esos ataques aéreos? ¿Las de Irak, las de Palestina, las de Colombia? ¿Y las del hambre y las del despojo?
4. ¿Por qué no? Uribe!
Si tomamos en serio las palabras de al menos dos hombres públicos, por un lado el bufón de opinión español de extrema derecha Federico Jiménez Losantos (ver en rebelión.org/vídeos rebeldes, sus declaraciones sobre la tortura y muerte deseada para Fidel Castro, Hugo Chávez y más, entre otras afrentas a la más elemental decencia), y de otro lado el presidente del gobierno español, J.L. Rodríguez Zapatero, se podrá deducir con plena prueba su cabal coincidencia en un punto no banal: ambos avalan a Álvaro Uribe Vélez como digno demócrata y ejemplar hombre de confianza, tanto que Jiménez Losantos quisiera ficharlo para llevarlo a España, considerándolo el mejor presidente latinoamericano, y que Zapatero le ha dado a Uribe una y otra vez su apoyo abierto, incondicional y absoluto, fluyendo entre otros negocios el de la venta de armas para el régimen uribista, y el copatrocinio de ambos gobiernos a foros de víctimas del terrorismo en los espacios internacionales donde se congratulan. Por ese camino, Uribe Vélez cuenta con estos dos respaldos, además del de Bush, la corona española y cientos de poderosos empresarios del mundo entero, bien para algún premio internacional de la paz, los derechos humanos, la democracia, las libertades, o ya para algún futuro cargo en nuevas instancias globales que implementen la pax y la concordia globales bajo la férula de la seguridad democrática.
5. Reabrir el debate sobre el terrorismo, los contextos y las resistencias-rebeliones. Recordando a Celia y Abel Hart Santamaría, militantes de la revolución
La Habana. 7 de septiembre. Han muerto en un accidente de coche, Celia y Abel Enrique Hart Santamaría, hijos y hermanos revolucionarios de Cuba, dejando su marcha un gran dolor, que se irá superando un poco recobrando con su legado la esperanza y la lucha por el socialismo y la liberación que ella y él cultivaron. Ella, una lúcida combatiente de las ideas hechas armas en la controversia, para la labor de desenmascarar la opresión y el letargo, escribía en los últimos meses sobre la rebelión, acerca de la necesidad de reconocer a la insurgencia de Colombia o de Palestina y a los pueblos su derecho a resistir. Estamos de acuerdo con ese grito, Celia. Gracias por tu tenacidad. Y compartimos lo que ella escribió: «A la nueva princesa mediática de este extraño verano, Ingrid Betancourt, le podemos enseñar… de lo que fueron capaces de hacer los fascistas latinoamericanos a decenas miles de mujeres inocentes, lanzadas desde helicópteros al mar, violadas, torturadas por tener que decir lo que nunca supieron. Le podemos enseñar lo que es el secuestro de bebés, a manos de los propios asesinos de sus verdaderos padres; que el Plan Cóndor instauró en este continente y continúa perpetuando su «valiente presidente»… El MOSSAD de Tel- Aviv, que mucho asesoró a Uribe, sabe muy bien cómo se tratan a las secuestradas. Ingrid goza de buena salud. Las imágenes de besos y abrazos con los peores mandatarios de este mundo, así lo reflejan. Ese empeño de salvar a esta princesa puede (diría yo), debería tener cierta influencia logística para rescatar a las mujeres mexicanas asesinadas en Ciudad Juárez; en Atenco, podría ayudarnos a rescatar a niñas despedazadas por las bombas sionistas en Palestina, inocentes incluso por la corta edad; podría ayudarnos al menos a castigar a los culpables de tantos crímenes… Ingrid, la princesa de este extraño verano dijo que Uribe era un gran presidente / Lo menos que podía hacer, luego de ser liberada de las «feroces garras» de las FARC, sería pedir clemencia para las centenas de prisioneros que están en cárceles en su propio país, o en los Estados Unidos. Pedir cuentas por las muertes y asesinatos de ese ejército a colombianos, y darle menos felicitaciones…» (www.kaosenlared.net (18-07-08).
Abel Enrique, brillante jurista, dejó lecciones muy importantes para la reflexión de las entidades morales, jurídicas y políticas que no sólo los militantes, sino quienes desde la academia y la defensa penal en los estrados, deben conocer y reconocer en la afirmación teórica y práctica que recompone en la historia los móviles y las formas del derecho a la rebelión. Especialmente cuando nos enseñó acerca de la subjetividad del delincuente político, del altruismo, del espíritu que supone el hacer del luchador político por una nueva sociedad, como de la necesidad de defender con coherencia los principios del socialismo en la juridicidad rebelde. Celia y Abel nos dejan la audacia de su indignación crítica, con corazón y vergüenza por lo que pasa, inquietud tan olvidada en proclamaciones y posicionamientos de algunas izquierdas.
6. Nuevos foros para las víctimas del sistema
La ONU y otros foros convencionales van camino de ser a la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas de las violencias más terribles del planeta, lo que volatineros mentecatos como Miguel Bosé, Shakira o Juanes son a la cultura de la lucha de los pueblos. Nada. Figurines. Frívolos recintos para el vacío. Para ellos existen las víctimas de primera. En sus expresiones no caben los desaparecidos, los torturados, los desterrados, los empobrecidos de esta tierra, y por supuesto tampoco los resistentes.
Ante el fisco del día a día de la ONU, es un derecho permanecer en sus corredores, donde lo más digno logrado allí ha sido fruto de quienes en el torrente de los pueblos junto a las formas han defendido sin renuncias los principios, de humanización y civilización construidas con la justicia que nace de la transformación, de la rebeldía. Pero queda por su triste saldo la expresa tarea de forjar desde ya, ahora mismo, otras instancias, otros foros, otros encuentros, donde las preguntas de intelectuales como Celia y Abel nos interpelen, en consecuencia donde estarán, más temprano que tarde, las fuerzas que rompen y superan las relaciones vigentes de dominación, en tanto erigen ética y políticamente valores de emancipación, las que agencien junto con organizaciones de los pueblos, con un sinnúmero de colectivos, los nuevos puentes, donde ciertas víctimas de primera clase no lo sean, donde pasen como uno y una más, donde no puedan usurpar o pillar, sin creerse en serio con la posibilidad de agitar falsas lecciones morales con una mano, mientras con la otra se apoyan en el sistema de opresión que les recompensa.
– Carlos Alberto Ruiz Socha es abogado, autor del libro La rebelión de los límites. Quimeras y porvenir de derechos y resistencias ante la opresión. Ediciones desde abajo. Bogotá, junio de 2008.